NUUK – Los días se alargan en Nuuk, la capital groenlandesa. Incluso después del atardecer, el sol permanece bajo el horizonte y arroja un resplandor sobre el rocoso paisaje costero. En los días bañados de sol, cuando el azul del cielo se confunde con el del mar, se pueden admirar las sorprendentes montañas groenlandesas. Sus crispados picos contrastan con la suavidad de las cuestas inferiores, fiordos esculpidos por la implacable fuerza de las antiguas capas de hielo. La tundra, de un fragante verde amarronado, salpica la escena. Caminar sobre el manto de nieve que se derrite por doquier se convierte en una experiencia húmeda y pesada.
Antes de aterrizar en Groenlandia a principios de la temporada de deshielo esperaba ver más nieve, pero solo encontré manchas de blanco invernal. No hace falta ser científico para observar las tendencias que los investigadores podemos detectar con satélites y otras mediciones en el largo plazo. Las nevadas llegan más tarde, a veces pasada la Navidad, y ya no son tan continuas. En el casquete glaciar groenlandés, que viene perdiendo volumen desde hace media centuria, se está dando una transformación rápida y radical.
Según el Informe sobre el Ártico para Groenlandia preparado por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE. UU., que coescribí, la situación es sombría. En 2022 se cumplieron 25 años consecutivos de pérdida de hielo, acompañada por «derretimientos de fin de temporada sin precedentes». El 3 de septiembre más de un tercio de la superficie de la capa de hielo —incluida la Estación Cumbre, un campamento de investigación cercano a su cúspide— sufrió derretimientos. Un año antes, en agosto de 2021, la Estación Cumbre documentó la primera lluvia de la que hay registros, aunque fue imposible saber cuánta agua cayó porque no hay pluviómetros a esa altura.
Se prevé que la pérdida de hielo en Groenlandia, que está acelerándose, superará a la de cualquier período del Holoceno, la era geológica que comenzó hace aproximadamente 12 000 años. Hay evidencia convincente de que la porción occidental del casquete glaciar groenlandés es cada vez más inestable y se acerca a un punto de inflexión en el que su dinámica y estructura cambiarán de manera fundamental e irreversible.
De hecho, es posible que los científicos hayan subestimado la sensibilidad de los glaciares al calentamiento global, lo que implica que podríamos alcanzar el punto de inflexión antes de lo esperado. Mis propias investigaciones muestran que la pérdida de hielo fue cambiando las márgenes del casquete glaciar y de la costa groenlandesa, alterando la velocidad de los glaciares y redireccionando los flujos de hielo, agua y sedimentos. A veces, esos cambios influyen sobre la respuesta de la capa de hielo a los futuros aumentos de temperatura.
En mi reciente visita a Nuuk seguí trabajando en el proyecto QGreenland, creando una herramienta de datos geoespaciales para investigadores y educadores interesados en explorar Groenlandia y aprender sobre las investigaciones científicas que se están llevando a cabo allí. Aunque en los mapas interactivos no se puede oler la tundra ni escuchar a los pájaros árticos, esas herramientas prometen familiarizar a la gente con la mayor isla del mundo y ayudarla a entender cómo los cambios en el Ártico podrían afectar a sus propias comunidades, incluso a miles de kilómetros de distancia.
Para evitar una catástrofe debemos actuar inmediatamente. Así como la luz de las estrellas distantes nos permite escudriñar el pasado, los cambios que actualmente vemos en Groenlandia —consecuencia de nuestra inacción anterior frente a las emisiones de gases de efecto invernadero— ofrecen un alarmante atisbo del futuro. Como señala el reciente Informe de Síntesis del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC): «el aumento del nivel del mar será inevitable durante siglos y hasta milenios», en gran medida debido al derretimiento del casquete glaciar.
Tal vez, si nuestro patio no se está inundando, el aumento del nivel del mar no parezca un problema urgente, pero aproximadamente el 40 % de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros (62 millas) de la costa. Más allá de la erosión costera y la inundación de los recursos y ecosistemas de agua dulce con agua salada, también afectará los niveles de las napas, lo que podría causar inundaciones y la contaminación del agua tierra adentro. Y quienes vivimos a miles de kilómetros de la costa dependemos de la infraestructura costera para acceder a bienes y realizar envíos. Todos debemos planificar un futuro que contemple el aumento sostenido del nivel del mar y trabajar juntos para responder a esa situación.
El grado y ritmo del aumento del nivel del mar, sin embargo, sigue dependiendo de lo que hagamos ahora. El último informe del GIECC, que indica que las temperaturas mundiales se encaminan hacia un aumento de 3,5 °C para 2100, destaca la urgencia con la que debemos reducir la brecha entre las medidas actuales para combatir el cambio climático y lo necesario para alcanzar la meta mundial acordada de menos de 2 °C. Si las temperaturas aumentan entre 2 y 3 °C, los casquetes glaciares de Groenlandia y la Antártida Menor podrían desaparecer «casi completa e irreversiblemente durante varios milenios», lo que causaría una suba del nivel del mar de varios metros. Las estimaciones sugieren que el casquete glaciar groenlandés por sí solo tiene capacidad suficiente para elevar el nivel del mar 7,4 metros (24 pies).
Afortunadamente, el futuro de la humanidad no está completamente predeterminado. Si actuamos con decisión centrándonos en el clima podemos salvar gran parte del casquete glaciar de Groenlandia, frenar el avance de los incendios descontrolados, minimizar el aumento de la frecuencia y gravedad de las sequías, mejorar la seguridad alimentaria y garantizar que el mundo sea habitable.
Pero eso requiere un esfuerzo concertado y sostenido para limitar el aumento de la temperatura mundial… cada grado importa. Para vencer al cambio climático debemos cumplir los plazos establecidos y los compromisos existentes de abandonar los combustibles fósiles como principal fuente energética. El mensaje de Groenlandia es claro: el hielo no negocia.
Traducción al español por Ant-Translation
NUUK – Los días se alargan en Nuuk, la capital groenlandesa. Incluso después del atardecer, el sol permanece bajo el horizonte y arroja un resplandor sobre el rocoso paisaje costero. En los días bañados de sol, cuando el azul del cielo se confunde con el del mar, se pueden admirar las sorprendentes montañas groenlandesas. Sus crispados picos contrastan con la suavidad de las cuestas inferiores, fiordos esculpidos por la implacable fuerza de las antiguas capas de hielo. La tundra, de un fragante verde amarronado, salpica la escena. Caminar sobre el manto de nieve que se derrite por doquier se convierte en una experiencia húmeda y pesada.
Antes de aterrizar en Groenlandia a principios de la temporada de deshielo esperaba ver más nieve, pero solo encontré manchas de blanco invernal. No hace falta ser científico para observar las tendencias que los investigadores podemos detectar con satélites y otras mediciones en el largo plazo. Las nevadas llegan más tarde, a veces pasada la Navidad, y ya no son tan continuas. En el casquete glaciar groenlandés, que viene perdiendo volumen desde hace media centuria, se está dando una transformación rápida y radical.
Según el Informe sobre el Ártico para Groenlandia preparado por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE. UU., que coescribí, la situación es sombría. En 2022 se cumplieron 25 años consecutivos de pérdida de hielo, acompañada por «derretimientos de fin de temporada sin precedentes». El 3 de septiembre más de un tercio de la superficie de la capa de hielo —incluida la Estación Cumbre, un campamento de investigación cercano a su cúspide— sufrió derretimientos. Un año antes, en agosto de 2021, la Estación Cumbre documentó la primera lluvia de la que hay registros, aunque fue imposible saber cuánta agua cayó porque no hay pluviómetros a esa altura.
Se prevé que la pérdida de hielo en Groenlandia, que está acelerándose, superará a la de cualquier período del Holoceno, la era geológica que comenzó hace aproximadamente 12 000 años. Hay evidencia convincente de que la porción occidental del casquete glaciar groenlandés es cada vez más inestable y se acerca a un punto de inflexión en el que su dinámica y estructura cambiarán de manera fundamental e irreversible.
De hecho, es posible que los científicos hayan subestimado la sensibilidad de los glaciares al calentamiento global, lo que implica que podríamos alcanzar el punto de inflexión antes de lo esperado. Mis propias investigaciones muestran que la pérdida de hielo fue cambiando las márgenes del casquete glaciar y de la costa groenlandesa, alterando la velocidad de los glaciares y redireccionando los flujos de hielo, agua y sedimentos. A veces, esos cambios influyen sobre la respuesta de la capa de hielo a los futuros aumentos de temperatura.
En mi reciente visita a Nuuk seguí trabajando en el proyecto QGreenland, creando una herramienta de datos geoespaciales para investigadores y educadores interesados en explorar Groenlandia y aprender sobre las investigaciones científicas que se están llevando a cabo allí. Aunque en los mapas interactivos no se puede oler la tundra ni escuchar a los pájaros árticos, esas herramientas prometen familiarizar a la gente con la mayor isla del mundo y ayudarla a entender cómo los cambios en el Ártico podrían afectar a sus propias comunidades, incluso a miles de kilómetros de distancia.
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Tal vez, si nuestro patio no se está inundando, el aumento del nivel del mar no parezca un problema urgente, pero aproximadamente el 40 % de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros (62 millas) de la costa. Más allá de la erosión costera y la inundación de los recursos y ecosistemas de agua dulce con agua salada, también afectará los niveles de las napas, lo que podría causar inundaciones y la contaminación del agua tierra adentro. Y quienes vivimos a miles de kilómetros de la costa dependemos de la infraestructura costera para acceder a bienes y realizar envíos. Todos debemos planificar un futuro que contemple el aumento sostenido del nivel del mar y trabajar juntos para responder a esa situación.
El grado y ritmo del aumento del nivel del mar, sin embargo, sigue dependiendo de lo que hagamos ahora. El último informe del GIECC, que indica que las temperaturas mundiales se encaminan hacia un aumento de 3,5 °C para 2100, destaca la urgencia con la que debemos reducir la brecha entre las medidas actuales para combatir el cambio climático y lo necesario para alcanzar la meta mundial acordada de menos de 2 °C. Si las temperaturas aumentan entre 2 y 3 °C, los casquetes glaciares de Groenlandia y la Antártida Menor podrían desaparecer «casi completa e irreversiblemente durante varios milenios», lo que causaría una suba del nivel del mar de varios metros. Las estimaciones sugieren que el casquete glaciar groenlandés por sí solo tiene capacidad suficiente para elevar el nivel del mar 7,4 metros (24 pies).
Afortunadamente, el futuro de la humanidad no está completamente predeterminado. Si actuamos con decisión centrándonos en el clima podemos salvar gran parte del casquete glaciar de Groenlandia, frenar el avance de los incendios descontrolados, minimizar el aumento de la frecuencia y gravedad de las sequías, mejorar la seguridad alimentaria y garantizar que el mundo sea habitable.
Pero eso requiere un esfuerzo concertado y sostenido para limitar el aumento de la temperatura mundial… cada grado importa. Para vencer al cambio climático debemos cumplir los plazos establecidos y los compromisos existentes de abandonar los combustibles fósiles como principal fuente energética. El mensaje de Groenlandia es claro: el hielo no negocia.
Traducción al español por Ant-Translation