NUEVA YORK – No hace mucho tiempo, la opinión generalizada era que una “japonificación” nunca podía suceder en las economías occidentales. Los principales economistas estadounidenses sostenían que si la amenaza combinada de un crecimiento débil, desinflación y tasas de interés perpetuamente bajas alguna vez llegaba a materializarse, los responsables de las políticas tendrían las herramientas para hacerle frente. No tenían ningún problema en dar cátedra a los japoneses sobre la necesidad de medidas audaces para sacar a su economía de un atolladero de décadas. La japonificación era considerada como la consecuencia evitable de políticas deficientes, no como una inevitabilidad.
NUEVA YORK – No hace mucho tiempo, la opinión generalizada era que una “japonificación” nunca podía suceder en las economías occidentales. Los principales economistas estadounidenses sostenían que si la amenaza combinada de un crecimiento débil, desinflación y tasas de interés perpetuamente bajas alguna vez llegaba a materializarse, los responsables de las políticas tendrían las herramientas para hacerle frente. No tenían ningún problema en dar cátedra a los japoneses sobre la necesidad de medidas audaces para sacar a su economía de un atolladero de décadas. La japonificación era considerada como la consecuencia evitable de políticas deficientes, no como una inevitabilidad.