BERLÍN – A juzgar por la creciente cantidad de empresas que, en estos días, prometen reducir a cero sus emisiones de gases de efecto invernadero, daría la sensación de que el mundo corporativo, finalmente, se está tomando en serio la crisis climática. Según el Rastreador del Cero Neto, más de un tercio de las empresas públicas más grandes del mundo ha anunciado esos objetivos, un 20% más que a fines de 2020.
Si bien algunas de estas promesas corporativas parecen ser genuinas, otras, claramente, son una hoja de parra para ocultar la contaminación habitual. Es fácil imaginar a un ejecutivo petrolero diciéndole al jefe de una aerolínea: “Un objetivo de cero neto, algunos anuncios publicitarios donde se vean árboles, y nos van a querer todos”.
Si ese era el plan, se está desmoronando rápidamente, debido a una serie de decisiones regulatorias y medidas judiciales que señalan un accionar enérgico contra el lavado de imagen verde corporativo. Y el informe del año pasado realizado por el Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre los Compromisos de Cero Emisiones Netas de las Naciones Unidas, que ofreció recomendaciones detalladas para mantener la integridad de esas promesas, formula límites a la capacidad de las empresas de hacer promesas que no tienen intenciones de cumplir.
Las nuevas regulaciones implementadas en Francia y el Reino Unido, por ejemplo, apuntan a impedir que los anunciantes hagan afirmaciones extravagantes sobre la neutralidad de carbono de sus productos. Una investigación encomendada por la Autoridad de Estándares Publicitarios del Reino Unido (ASA por su sigla en inglés) determinó que cuando la gente escucha una afirmación de ese tipo, supone que ha habido una reducción absoluta de las emisiones. Por lo tanto, los lineamientos actualizados de la ASA instruyen a las empresas a evitar hablar de neutralidad de carbono si apenas se compensaron las emisiones asociadas con el producto publicitado.
La ley climática francesa, sancionada en 2021 y enmendada el año pasado, va más allá. Para hablar de neutralidad de carbono, el producto debe ser neutro en todo su ciclo de vida. Las empresas deben divulgar cómo se evitaron, se redujeron y se compensaron las emisiones (el orden es importante). También deben demostrar de qué manera estas compensaciones califican como mensurables, verificables, permanentes y adicionales. Las empresas que no cumplan podrían enfrentar una penalidad de 100.000 euros (110.000 dólares) por engañar a los consumidores.
Detrás de esta tendencia está la divergencia obvia entre lo que algunas empresas dicen y lo que hacen. Después de todo, no hace falta ser un sabueso para determinar que, cuando una empresa puede decir que un barril de petróleo, un cargamento de gas natural licuado o algún bitumen de arenas de alquitrán es neutro en carbono, algo no ha salido bien.
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Una serie de juicios recientes promete trazar una línea en la arena (bituminosa). En el pasado año, empresas como el gigante alimenticio Danone Waters, el fabricante de cemento Holcim, las compañías petroleras TotalEnergies, BP y Shell, el fabricante de cosméticos Beiersdorf (Nivea) y KLM han sido demandadas en varios países por hacer afirmaciones engañosas en materia de sustentabilidad. El Instituto Australia, un grupo de expertos no partidario, ha presentado una demanda ante la Comisión Australiana de la Competencia y del Consumidor diciendo que el propio programa de certificación del gobierno, Climate Active, es engañoso según el derecho nacional del consumidor, porque le garantiza a la gente que los productos son neutros en carbono cuando no lo son.
Bajo escrutinio, las promesas de cero neto de las empresas parecen igual de endebles. Por ejemplo, un informe recientedel Monitor de Responsabilidad Climática Corporativa examinó los planes de cero neto de 24 corporaciones importantes que decían ser “líderes climáticos” y encontraron numerosas deficiencias, lagunas y omisiones. En promedio, según el informe, estas empresas recortarán apenas el 36% de sus emisiones cuando llegue el año que tienen como objetivo para alcanzar cero emisiones netas. Asimismo, sus planes implican una reducción mediana del 15% para fines de esta década, en lugar de reducir las emisiones a la mitad, como considera necesario la ciencia actual. De la misma manera, un informe anterior de la CDP determinó que menos de una de 200 empresas que presentó datos climáticos en su plataforma de divulgación medioambiental ha diseñado planes de transición creíbles.
Las recomendaciones del grupo de las Naciones Unidas, encomendadas y suscriptas por el secretario general, son un potencial punto de inflexión. A medida que se vayan volviendo convencionales, las empresas ya no podrán decir que tienen un plan creíble de cero emisiones netas, a menos que hayan establecido un sendero de descarbonización compatible con los objetivos del acuerdo climático de París de 2015. Esos planes deben incluir medidas para reducir las emisiones en toda la cadena de valor, erradicar paulatinamente los combustibles fósiles, invertir en energías renovables, abstenerse de hacer lobby a favor de industrias de alta emisión de carbono, divulgar las emisiones anualmente, hacer que se verifiquen los datos de reducciones de manera independiente, entre otras cosas. Una campaña publicitaria, un discurso animado y algunos árboles plantados ya no servirán.
Las empresas que no hayan implementado planes de transición detallados pueden esperar una acción regulatoria y también legal, ya que más y más países les exigen a las corporaciones divulgar los riesgos relacionados con el clima. Se espera que la Unión Europea, India, Nueva Zelanda y Suiza se sumen al Reino Unido y a China e introduzcan ese tipo de medidas este año, seguidos por Canadá y Corea del Sur en 2025. La Organización Internacional de Normalización también ha publicado recientemente su propio conjunto de lineamientos de cero emisiones netas, ofreciéndoles a los reguladores reglas y criterios claros para estrategias climáticas creíbles.
Pero si el mundo pretende alcanzar el cero neto en 2050, los reguladores deben insistir en una verificación independiente de las comunicaciones corporativas, los objetivos interinos y los compromisos vinculantes para erradicar paulatinamente los combustibles fósiles. En los países donde los planes nacionales de cero neto dependen de compensaciones y de meras ilusiones, los ciudadanos deben utilizar todas las herramientas legales a su disposición para obligar a sus gobiernos a hacer la tarea difícil que exige un sendero de descarbonización creíble.
Si bien es cierto que todavía hay mucho trabajo por hacer, un futuro neutro en carbono está a nuestro alcance. Las metas de cero emisiones netas hoy cubren el 91% del PIB global, comparado con el 16% hace apenas cuatro años. Pero para albergar alguna esperanza de cumplir con los objetivos del acuerdo de París, el primer paso es garantizar que los gobiernos y las empresas fijen objetivos realistas que puedan respaldar con datos creíbles. Podemos ver el camino correcto que tenemos por delante, pero todavía hacen falta las decisiones correctas que garanticen que se tome ese camino y no otro.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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BERLÍN – A juzgar por la creciente cantidad de empresas que, en estos días, prometen reducir a cero sus emisiones de gases de efecto invernadero, daría la sensación de que el mundo corporativo, finalmente, se está tomando en serio la crisis climática. Según el Rastreador del Cero Neto, más de un tercio de las empresas públicas más grandes del mundo ha anunciado esos objetivos, un 20% más que a fines de 2020.
Si bien algunas de estas promesas corporativas parecen ser genuinas, otras, claramente, son una hoja de parra para ocultar la contaminación habitual. Es fácil imaginar a un ejecutivo petrolero diciéndole al jefe de una aerolínea: “Un objetivo de cero neto, algunos anuncios publicitarios donde se vean árboles, y nos van a querer todos”.
Si ese era el plan, se está desmoronando rápidamente, debido a una serie de decisiones regulatorias y medidas judiciales que señalan un accionar enérgico contra el lavado de imagen verde corporativo. Y el informe del año pasado realizado por el Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre los Compromisos de Cero Emisiones Netas de las Naciones Unidas, que ofreció recomendaciones detalladas para mantener la integridad de esas promesas, formula límites a la capacidad de las empresas de hacer promesas que no tienen intenciones de cumplir.
Las nuevas regulaciones implementadas en Francia y el Reino Unido, por ejemplo, apuntan a impedir que los anunciantes hagan afirmaciones extravagantes sobre la neutralidad de carbono de sus productos. Una investigación encomendada por la Autoridad de Estándares Publicitarios del Reino Unido (ASA por su sigla en inglés) determinó que cuando la gente escucha una afirmación de ese tipo, supone que ha habido una reducción absoluta de las emisiones. Por lo tanto, los lineamientos actualizados de la ASA instruyen a las empresas a evitar hablar de neutralidad de carbono si apenas se compensaron las emisiones asociadas con el producto publicitado.
La ley climática francesa, sancionada en 2021 y enmendada el año pasado, va más allá. Para hablar de neutralidad de carbono, el producto debe ser neutro en todo su ciclo de vida. Las empresas deben divulgar cómo se evitaron, se redujeron y se compensaron las emisiones (el orden es importante). También deben demostrar de qué manera estas compensaciones califican como mensurables, verificables, permanentes y adicionales. Las empresas que no cumplan podrían enfrentar una penalidad de 100.000 euros (110.000 dólares) por engañar a los consumidores.
Detrás de esta tendencia está la divergencia obvia entre lo que algunas empresas dicen y lo que hacen. Después de todo, no hace falta ser un sabueso para determinar que, cuando una empresa puede decir que un barril de petróleo, un cargamento de gas natural licuado o algún bitumen de arenas de alquitrán es neutro en carbono, algo no ha salido bien.
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Bajo escrutinio, las promesas de cero neto de las empresas parecen igual de endebles. Por ejemplo, un informe recientedel Monitor de Responsabilidad Climática Corporativa examinó los planes de cero neto de 24 corporaciones importantes que decían ser “líderes climáticos” y encontraron numerosas deficiencias, lagunas y omisiones. En promedio, según el informe, estas empresas recortarán apenas el 36% de sus emisiones cuando llegue el año que tienen como objetivo para alcanzar cero emisiones netas. Asimismo, sus planes implican una reducción mediana del 15% para fines de esta década, en lugar de reducir las emisiones a la mitad, como considera necesario la ciencia actual. De la misma manera, un informe anterior de la CDP determinó que menos de una de 200 empresas que presentó datos climáticos en su plataforma de divulgación medioambiental ha diseñado planes de transición creíbles.
Las recomendaciones del grupo de las Naciones Unidas, encomendadas y suscriptas por el secretario general, son un potencial punto de inflexión. A medida que se vayan volviendo convencionales, las empresas ya no podrán decir que tienen un plan creíble de cero emisiones netas, a menos que hayan establecido un sendero de descarbonización compatible con los objetivos del acuerdo climático de París de 2015. Esos planes deben incluir medidas para reducir las emisiones en toda la cadena de valor, erradicar paulatinamente los combustibles fósiles, invertir en energías renovables, abstenerse de hacer lobby a favor de industrias de alta emisión de carbono, divulgar las emisiones anualmente, hacer que se verifiquen los datos de reducciones de manera independiente, entre otras cosas. Una campaña publicitaria, un discurso animado y algunos árboles plantados ya no servirán.
Las empresas que no hayan implementado planes de transición detallados pueden esperar una acción regulatoria y también legal, ya que más y más países les exigen a las corporaciones divulgar los riesgos relacionados con el clima. Se espera que la Unión Europea, India, Nueva Zelanda y Suiza se sumen al Reino Unido y a China e introduzcan ese tipo de medidas este año, seguidos por Canadá y Corea del Sur en 2025. La Organización Internacional de Normalización también ha publicado recientemente su propio conjunto de lineamientos de cero emisiones netas, ofreciéndoles a los reguladores reglas y criterios claros para estrategias climáticas creíbles.
Pero si el mundo pretende alcanzar el cero neto en 2050, los reguladores deben insistir en una verificación independiente de las comunicaciones corporativas, los objetivos interinos y los compromisos vinculantes para erradicar paulatinamente los combustibles fósiles. En los países donde los planes nacionales de cero neto dependen de compensaciones y de meras ilusiones, los ciudadanos deben utilizar todas las herramientas legales a su disposición para obligar a sus gobiernos a hacer la tarea difícil que exige un sendero de descarbonización creíble.
Si bien es cierto que todavía hay mucho trabajo por hacer, un futuro neutro en carbono está a nuestro alcance. Las metas de cero emisiones netas hoy cubren el 91% del PIB global, comparado con el 16% hace apenas cuatro años. Pero para albergar alguna esperanza de cumplir con los objetivos del acuerdo de París, el primer paso es garantizar que los gobiernos y las empresas fijen objetivos realistas que puedan respaldar con datos creíbles. Podemos ver el camino correcto que tenemos por delante, pero todavía hacen falta las decisiones correctas que garanticen que se tome ese camino y no otro.