COPENHAGUE – Lograr el equilibrio correcto entre impedir el calentamiento global y adaptarse a sus efectos es una de las cuestiones más importantes -y más exasperantes- en materia de políticas de nuestra era. También es una cuestión que suele ser ignorada.
De acuerdo con la opinión generalmente aceptada de muchos activistas ambientales, primero deberíamos hacer todo lo que podamos para mitigar el calentamiento global, y recién entonces concentrarnos en estrategias de adaptación. Esto parece erróneo -y hasta inmoral- si pudiéramos hacer más por la gente y por el planeta a través de la adaptación.
Es más, es inconsistente con el hecho innegable de que, no importa lo que hagamos, no podemos impedir todos los efectos del calentamiento global. Si no estamos bien preparados, el calentamiento global causará más muertes y devastación, especialmente en los países pobres y en las sociedades frágiles. La adaptación también implicaría ahorrar muchas vidas como consecuencia de catástrofes no relacionadas con el calentamiento global. Si preparamos a las sociedades para huracanes más feroces en el futuro, por ejemplo, también las estamos ayudando a enfrentar mejor el clima extremo de hoy.
Ha habido una gran masa de investigación sobre las maneras en que los seres humanos causan el cambio climático y cómo podemos reducirlo. Mucho menos trabajo se ha dedicado a la adaptación.
Es importante reconocer que algunas estrategias de adaptación derivarán en más emisiones de gases de efecto invernadero. Responder a la escasez de agua reutilizando y tratando las aguas residuales, o a través de un bombeo de los pozos y una desalinización, incrementará el uso de combustibles fósiles. Utilizar más aire acondicionado para refrigerar nuestras casas en verano tendrá el mismo efecto -aunque es vital si queremos salvar vidas-. La adaptación podría dar lugar a mayores emisiones de carbono de otra manera: reduciendo el daño y los perjuicios que experimentamos como consecuencia del calentamiento global, dándonos más tiempo para implementar alternativas a la dependencia de los combustibles fósiles.
¿Esto debería frenarnos a la hora de utilizar estrategias de adaptación? Para llegar a una respuesta informada, necesitamos pensar en cómo se verá el planeta en 2100 si invertimos diferentes cantidades en adaptación y en recortes de las emisiones de carbono. Necesitamos tener en cuenta el incremento en las emisiones que causará la adaptación.
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La cuestión más crítica no es el incremento o la caída de las emisiones. Es cuánto daño climático podemos evitar. ¿A qué porcentaje del planeta podemos ayudar si nos ocupamos de los crecientes niveles de los mares? ¿Cuántas vidas podemos salvar del calor, el hambre o la malaria?
Estas son las verdaderas cuestiones que nos preocupan sobre el calentamiento global. Para llegar a una respuesta apropiada a estos interrogantes hace falta un amplio modelado económico, en el que se calculen las diferentes variables y se analicen las diferencias regionales. De esto se ocupa una nueva investigación de tres economistas italianos, Francesco Bosello, Carlo Carraro y Enrica De Cian, que ofrece un justificativo económico importante para dedicarle una atención mucho mayor a la adaptación.
Lo primero que hicieron fue analizar las diferentes maneras en que el cambio climático nos afectará a mediados de siglo. Este trabajo se basa en escenarios estándar, y conlleva las típicas advertencias sobre hacer predicciones para un futuro avanzado. No obstante, descubren que muchas de nuestras principales preocupaciones terminarán siendo triviales, o incluso beneficiosas.
Los incrementos en los niveles de los mares serán una preocupación menor para todos los países, mientras que el impacto financiero representará menos del 0,1% del PBI. Los problemas de salud serán insignificantes para todas las naciones excepto algunas pocas. Y el impacto del calentamiento global reduciría el consumo de energía en casi todos los países.
Los efectos importantes son sobre la agricultura y el turismo, donde las naciones perderán, en promedio, aproximadamente el 0,5% del PBI en cada sector. Pero gran parte de este daño se evitará si la gente elige adaptare a un cambio en su medio ambiente. Los agricultores elegirán plantas que sobrevivan al calor. Se diseñarán nuevas casas para lidiar con temperaturas más cálidas.
Los modelos económicos simples, muchas veces citados en los medios, demuestran que un calentamiento global desenfrenado costaría un sustancial 2% del PBI en el mundo rico para fines de siglo. Teniendo en cuenta la adaptación, los países ricos se adaptarán a las consecuencias negativas del calentamiento global y explotarán los cambios positivos, creando un efecto total
positivo
del calentamiento global que represente alrededor del 0,1% del PBI.
Los países pobres, en cambio, resultarán más afectados. La adaptación reducirá las pérdidas relacionadas con el cambio climático del 5% del PBI a apenas menos del 3% -pero sigue siendo un impacto significativo-. El verdadero desafío del calentamiento global, en consecuencia, reside en enfrentar el impacto en el Tercer Mundo. Aquí, todavía resta mucho por hacer, más allá de la adaptación que sucederá naturalmente.
En gran medida, la nueva investigación demuestra que la adaptación lograría mucho más que los recortes de las emisiones de carbono. Reducir las emisiones a un nivel que no extinga el crecimiento económico podría evitar daños por 3 billones de dólares, mientras que la adaptación impediría aproximadamente 8 billones de dólares en daños. Por cada dólar invertido en la adaptación, lograríamos aproximadamente 1,70 dólares en cambios positivos para el planeta.
El justificativo económico para concentrarse más en la adaptación es claro. El próximo paso crucial es asegurar que los argumentos económicos se vuelvan una parte más importante de nuestro debate político sobre cómo encarar el calentamiento global.
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Not only did Donald Trump win last week’s US presidential election decisively – winning some three million more votes than his opponent, Vice President Kamala Harris – but the Republican Party he now controls gained majorities in both houses on Congress. Given the far-reaching implications of this result – for both US democracy and global stability – understanding how it came about is essential.
By voting for Republican candidates, working-class voters effectively get to have their cake and eat it, expressing conservative moral preferences while relying on Democrats to fight for their basic economic security. The best strategy for Democrats now will be to permit voters to face the consequences of their choice.
urges the party to adopt a long-term strategy aimed at discrediting the MAGA ideology once and for all.
COPENHAGUE – Lograr el equilibrio correcto entre impedir el calentamiento global y adaptarse a sus efectos es una de las cuestiones más importantes -y más exasperantes- en materia de políticas de nuestra era. También es una cuestión que suele ser ignorada.
De acuerdo con la opinión generalmente aceptada de muchos activistas ambientales, primero deberíamos hacer todo lo que podamos para mitigar el calentamiento global, y recién entonces concentrarnos en estrategias de adaptación. Esto parece erróneo -y hasta inmoral- si pudiéramos hacer más por la gente y por el planeta a través de la adaptación.
Es más, es inconsistente con el hecho innegable de que, no importa lo que hagamos, no podemos impedir todos los efectos del calentamiento global. Si no estamos bien preparados, el calentamiento global causará más muertes y devastación, especialmente en los países pobres y en las sociedades frágiles. La adaptación también implicaría ahorrar muchas vidas como consecuencia de catástrofes no relacionadas con el calentamiento global. Si preparamos a las sociedades para huracanes más feroces en el futuro, por ejemplo, también las estamos ayudando a enfrentar mejor el clima extremo de hoy.
Ha habido una gran masa de investigación sobre las maneras en que los seres humanos causan el cambio climático y cómo podemos reducirlo. Mucho menos trabajo se ha dedicado a la adaptación.
Es importante reconocer que algunas estrategias de adaptación derivarán en más emisiones de gases de efecto invernadero. Responder a la escasez de agua reutilizando y tratando las aguas residuales, o a través de un bombeo de los pozos y una desalinización, incrementará el uso de combustibles fósiles. Utilizar más aire acondicionado para refrigerar nuestras casas en verano tendrá el mismo efecto -aunque es vital si queremos salvar vidas-. La adaptación podría dar lugar a mayores emisiones de carbono de otra manera: reduciendo el daño y los perjuicios que experimentamos como consecuencia del calentamiento global, dándonos más tiempo para implementar alternativas a la dependencia de los combustibles fósiles.
¿Esto debería frenarnos a la hora de utilizar estrategias de adaptación? Para llegar a una respuesta informada, necesitamos pensar en cómo se verá el planeta en 2100 si invertimos diferentes cantidades en adaptación y en recortes de las emisiones de carbono. Necesitamos tener en cuenta el incremento en las emisiones que causará la adaptación.
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Estas son las verdaderas cuestiones que nos preocupan sobre el calentamiento global. Para llegar a una respuesta apropiada a estos interrogantes hace falta un amplio modelado económico, en el que se calculen las diferentes variables y se analicen las diferencias regionales. De esto se ocupa una nueva investigación de tres economistas italianos, Francesco Bosello, Carlo Carraro y Enrica De Cian, que ofrece un justificativo económico importante para dedicarle una atención mucho mayor a la adaptación.
Lo primero que hicieron fue analizar las diferentes maneras en que el cambio climático nos afectará a mediados de siglo. Este trabajo se basa en escenarios estándar, y conlleva las típicas advertencias sobre hacer predicciones para un futuro avanzado. No obstante, descubren que muchas de nuestras principales preocupaciones terminarán siendo triviales, o incluso beneficiosas.
Los incrementos en los niveles de los mares serán una preocupación menor para todos los países, mientras que el impacto financiero representará menos del 0,1% del PBI. Los problemas de salud serán insignificantes para todas las naciones excepto algunas pocas. Y el impacto del calentamiento global reduciría el consumo de energía en casi todos los países.
Los efectos importantes son sobre la agricultura y el turismo, donde las naciones perderán, en promedio, aproximadamente el 0,5% del PBI en cada sector. Pero gran parte de este daño se evitará si la gente elige adaptare a un cambio en su medio ambiente. Los agricultores elegirán plantas que sobrevivan al calor. Se diseñarán nuevas casas para lidiar con temperaturas más cálidas.
Los modelos económicos simples, muchas veces citados en los medios, demuestran que un calentamiento global desenfrenado costaría un sustancial 2% del PBI en el mundo rico para fines de siglo. Teniendo en cuenta la adaptación, los países ricos se adaptarán a las consecuencias negativas del calentamiento global y explotarán los cambios positivos, creando un efecto total positivo del calentamiento global que represente alrededor del 0,1% del PBI.
Los países pobres, en cambio, resultarán más afectados. La adaptación reducirá las pérdidas relacionadas con el cambio climático del 5% del PBI a apenas menos del 3% -pero sigue siendo un impacto significativo-. El verdadero desafío del calentamiento global, en consecuencia, reside en enfrentar el impacto en el Tercer Mundo. Aquí, todavía resta mucho por hacer, más allá de la adaptación que sucederá naturalmente.
En gran medida, la nueva investigación demuestra que la adaptación lograría mucho más que los recortes de las emisiones de carbono. Reducir las emisiones a un nivel que no extinga el crecimiento económico podría evitar daños por 3 billones de dólares, mientras que la adaptación impediría aproximadamente 8 billones de dólares en daños. Por cada dólar invertido en la adaptación, lograríamos aproximadamente 1,70 dólares en cambios positivos para el planeta.
El justificativo económico para concentrarse más en la adaptación es claro. El próximo paso crucial es asegurar que los argumentos económicos se vuelvan una parte más importante de nuestro debate político sobre cómo encarar el calentamiento global.