Cuando me formé como sicólogo clínico en los años 80 en una universidad estadounidense bien conocida, se hacía poca mención a la neurociencia. Dado el papel central del cerebro en la experiencia humana, encontré que esto era preocupante. Después de unos pocos años de práctica, comencé a explorar el aparente vacío que en el espacio científico existía entre el cerebro y la sicoterapia.
Descubrí que antes de que Sigmund Freud fundara el sicoanálisis, había estado profundamente interesado en la neurología. En un artículo titulado "Proyecto de una sicología científica", propuso examinar las estructuras neuronales que subyacen a la experiencia humana. Freud incluyó toscos diagramas de redes neuronales representando nuestras experiencias internas, mecanismos de defensa y algunas posibles causas de enfermedades mentales.
Las reacciones hostiles de sus colegas hicieron que Freud optara por eliminar el artículo, que fue publicado sólo tras su muerte, cincuenta años después. Durante el siglo 20, los sicoanalistas y otras ramas de la sicoterapia se apartaron de la neurología, desarrollando un rico lenguaje metafórico de la mente que prestó poca atención al cerebro y al sistema nervioso. Simultáneamente, las neurociencias crearon una gran cantidad de conocimiento acerca de la relación del cerebro con el comportamiento observable.
Las creencias culturales y religiosas también contribuyeron a esta división científica, al sostener que la experiencia consciente de alguna manera debe surgir y existir independientemente del cuerpo humano. Este dualismo del espíritu humano y el cuerpo físico implicó que eran posibles las explicaciones basadas en el cerebro para problemas que afectaran el movimiento motor y el lenguaje, pero que la personalidad, los sentimientos y las creencias radicaban en el reino del espíritu. De este modo, tradicionalmente la sicoterapia y las neurociencias mantuvieron sus propios departamentos, visiones de mundo y lenguajes, viéndose entre si con suspicacia y desconfianza.
Otra barrera para su colaboración ha sido el hecho de que se suele ver al cerebro como a una entidad estática, determinado por la programación genética y las experiencias de la niñez. En base a este dogma, los estudiantes de ambos campos aprendieron que la plasticidad neuronal, o la capacidad de que el sistema nervioso crezca y cambie, era extremadamente limitada después de la niñez. Freud tuvo que abandonar su visión pesimista del cerebro para desarrollar la idea de que su "cura de palabras" podía alterar las conexiones neuronales y cambiar la naturaleza de la experiencia sicológica. Tenía razón al hacerlo.
Resulta que el cerebro humano y el sistema nervioso se construyen y esculpen, neurona por neurona, a través de la interacción de nuestros genes y experiencias particulares, en lo que se llama "comportamiento dependiente del uso". Ahora sabemos, por ejemplo, que todo el aprendizaje y la memoria están codificados dentro del sistema nervioso, y que es este aprendizaje lo que organiza la arquitectura neuronal y el funcionamiento del cerebro. Cada experiencia, desde mover un dedo a la meditación profunda, es almacenada y organizada por las señales electroquímicas dentro y entre las neuronas. Por definición, cambiar nuestras mentes cambia nuestros cerebros.
Durante la niñez, el crecimiento y la organización del cerebro ocurre de manera paralela al rápido desarrollo de una amplia gama de habilidades y destrezas. Pero el cerebro continúa reaccionando a su entorno y sigue siendo plástico, hasta cierto grado, durante toda la vida. Los investigadores se están centrando actualmente en los procesos genéticos y bioquímicos subyacentes que generan nuevas neuronas y estimulan a las ya existentes a cambiar y crecer. Existe la esperanza en todos los campos clínicos que tratan desórdenes del sistema nervioso que estos descubrimientos permitirán una mejor comprensión del funcionamiento del cerebro y mejorarán radicalmente los tratamientos.
La sicoterapia intenta crear un ambiente de aprendizaje que ponga como objetivo habilidades y destrezas específicas (organizadas por los mismos sistemas neuronales que los neurocientíficos están en proceso de descubrir) para inducir cambios en el pensamiento, los sentimientos y el comportamiento. Obviamente, esta nueva perspectiva modifica radicalmente a la sicoterapia. Si la meta de la terapia es cambiar los pensamientos, comportamientos y sentimientos, entonces los sicoterapeutas están intentando cambiar la arquitectura física de los cerebros de sus clientes.
Si todo esto es verdadero, la sicoterapia tiene éxito en la medida que activa y mejora los procesos de la plasticidad neuronal, activos a lo largo de toda la vida. Desde esta perspectiva, la sicoterapia es un ambiente interpersonal enriquecido, adaptado para estimular el crecimiento y la integración de las redes neuronales que regulan la memoria, la cognición, la emoción y la retención. A pesar de la histórica falta de atención de la sicoterapia al cerebro, la mano invisible de la plasticidad neuronal ha guiado su desarrollo y el terapeuta siempre ha sido, sin saberlo, un neurocientífico.
Los descubrimientos de la neurociencia ahora están comenzando a dar solidez a esta conexión. Por ejemplo, el uso supuestamente "no científico" del lenguaje y la armonización emocional de los sicoterapeutas pueden proporcionar en realidad el mejor medio para lograr ciertos tipos de crecimiento e integración neuronal. El cerebro humano ha evolucionado a la par que el lenguaje hablado en contextos sociales, de modo que es lógico creer que el diálogo interpersonal dirigido por las emociones puede servir de estímulo para que el cerebro aprenda. La neurobiología interpersonal, un nuevo campo que combina la sicología del desarrollo, la biología evolucionista y la genética, busca comprender cómo las relaciones que establecemos durante nuestra vida se traducen en la estructura y función del sistema nervioso.
Nuestras teorías y herramientas de investigación siguen siendo primitivas en relación con la complejidad del cerebro humano y hay pocas respuestas definitivas acerca de las causas y el tratamiento de las enfermedades mentales. Los avances futuros requerirán la interacción de la investigación de laboratorio, los estudios de casos clínicos y la imaginación de pensadores creativos. Son tiempos difíciles para la rama del sicoanálisis de Freud, pero él sería el primero en apoyar el creciente diálogo entre sicoterapia y neurociencia.
Cuando me formé como sicólogo clínico en los años 80 en una universidad estadounidense bien conocida, se hacía poca mención a la neurociencia. Dado el papel central del cerebro en la experiencia humana, encontré que esto era preocupante. Después de unos pocos años de práctica, comencé a explorar el aparente vacío que en el espacio científico existía entre el cerebro y la sicoterapia.
Descubrí que antes de que Sigmund Freud fundara el sicoanálisis, había estado profundamente interesado en la neurología. En un artículo titulado "Proyecto de una sicología científica", propuso examinar las estructuras neuronales que subyacen a la experiencia humana. Freud incluyó toscos diagramas de redes neuronales representando nuestras experiencias internas, mecanismos de defensa y algunas posibles causas de enfermedades mentales.
Las reacciones hostiles de sus colegas hicieron que Freud optara por eliminar el artículo, que fue publicado sólo tras su muerte, cincuenta años después. Durante el siglo 20, los sicoanalistas y otras ramas de la sicoterapia se apartaron de la neurología, desarrollando un rico lenguaje metafórico de la mente que prestó poca atención al cerebro y al sistema nervioso. Simultáneamente, las neurociencias crearon una gran cantidad de conocimiento acerca de la relación del cerebro con el comportamiento observable.
Las creencias culturales y religiosas también contribuyeron a esta división científica, al sostener que la experiencia consciente de alguna manera debe surgir y existir independientemente del cuerpo humano. Este dualismo del espíritu humano y el cuerpo físico implicó que eran posibles las explicaciones basadas en el cerebro para problemas que afectaran el movimiento motor y el lenguaje, pero que la personalidad, los sentimientos y las creencias radicaban en el reino del espíritu. De este modo, tradicionalmente la sicoterapia y las neurociencias mantuvieron sus propios departamentos, visiones de mundo y lenguajes, viéndose entre si con suspicacia y desconfianza.
Otra barrera para su colaboración ha sido el hecho de que se suele ver al cerebro como a una entidad estática, determinado por la programación genética y las experiencias de la niñez. En base a este dogma, los estudiantes de ambos campos aprendieron que la plasticidad neuronal, o la capacidad de que el sistema nervioso crezca y cambie, era extremadamente limitada después de la niñez. Freud tuvo que abandonar su visión pesimista del cerebro para desarrollar la idea de que su "cura de palabras" podía alterar las conexiones neuronales y cambiar la naturaleza de la experiencia sicológica. Tenía razón al hacerlo.
Resulta que el cerebro humano y el sistema nervioso se construyen y esculpen, neurona por neurona, a través de la interacción de nuestros genes y experiencias particulares, en lo que se llama "comportamiento dependiente del uso". Ahora sabemos, por ejemplo, que todo el aprendizaje y la memoria están codificados dentro del sistema nervioso, y que es este aprendizaje lo que organiza la arquitectura neuronal y el funcionamiento del cerebro. Cada experiencia, desde mover un dedo a la meditación profunda, es almacenada y organizada por las señales electroquímicas dentro y entre las neuronas. Por definición, cambiar nuestras mentes cambia nuestros cerebros.
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Durante la niñez, el crecimiento y la organización del cerebro ocurre de manera paralela al rápido desarrollo de una amplia gama de habilidades y destrezas. Pero el cerebro continúa reaccionando a su entorno y sigue siendo plástico, hasta cierto grado, durante toda la vida. Los investigadores se están centrando actualmente en los procesos genéticos y bioquímicos subyacentes que generan nuevas neuronas y estimulan a las ya existentes a cambiar y crecer. Existe la esperanza en todos los campos clínicos que tratan desórdenes del sistema nervioso que estos descubrimientos permitirán una mejor comprensión del funcionamiento del cerebro y mejorarán radicalmente los tratamientos.
La sicoterapia intenta crear un ambiente de aprendizaje que ponga como objetivo habilidades y destrezas específicas (organizadas por los mismos sistemas neuronales que los neurocientíficos están en proceso de descubrir) para inducir cambios en el pensamiento, los sentimientos y el comportamiento. Obviamente, esta nueva perspectiva modifica radicalmente a la sicoterapia. Si la meta de la terapia es cambiar los pensamientos, comportamientos y sentimientos, entonces los sicoterapeutas están intentando cambiar la arquitectura física de los cerebros de sus clientes.
Si todo esto es verdadero, la sicoterapia tiene éxito en la medida que activa y mejora los procesos de la plasticidad neuronal, activos a lo largo de toda la vida. Desde esta perspectiva, la sicoterapia es un ambiente interpersonal enriquecido, adaptado para estimular el crecimiento y la integración de las redes neuronales que regulan la memoria, la cognición, la emoción y la retención. A pesar de la histórica falta de atención de la sicoterapia al cerebro, la mano invisible de la plasticidad neuronal ha guiado su desarrollo y el terapeuta siempre ha sido, sin saberlo, un neurocientífico.
Los descubrimientos de la neurociencia ahora están comenzando a dar solidez a esta conexión. Por ejemplo, el uso supuestamente "no científico" del lenguaje y la armonización emocional de los sicoterapeutas pueden proporcionar en realidad el mejor medio para lograr ciertos tipos de crecimiento e integración neuronal. El cerebro humano ha evolucionado a la par que el lenguaje hablado en contextos sociales, de modo que es lógico creer que el diálogo interpersonal dirigido por las emociones puede servir de estímulo para que el cerebro aprenda. La neurobiología interpersonal, un nuevo campo que combina la sicología del desarrollo, la biología evolucionista y la genética, busca comprender cómo las relaciones que establecemos durante nuestra vida se traducen en la estructura y función del sistema nervioso.
Nuestras teorías y herramientas de investigación siguen siendo primitivas en relación con la complejidad del cerebro humano y hay pocas respuestas definitivas acerca de las causas y el tratamiento de las enfermedades mentales. Los avances futuros requerirán la interacción de la investigación de laboratorio, los estudios de casos clínicos y la imaginación de pensadores creativos. Son tiempos difíciles para la rama del sicoanálisis de Freud, pero él sería el primero en apoyar el creciente diálogo entre sicoterapia y neurociencia.