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Hacia una Unión Económica de América del Norte

NUEVA YORK – Las tensiones comerciales y políticas entre Estados Unidos y sus vecinos inmediatos, Canadá y México, están en máximos históricos, lo que hace temer una guerra comercial a gran escala y el colapso del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que a su vez fue una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Tal y como lo cuenta el presidente Donald Trump, ambos países podrían estar haciendo más para frenar el flujo de migrantes y de fentanilo. Asimismo, como cada uno de ellos tiene un gran superávitcomercial respecto a Estados Unidos, los acusa de prácticas comerciales desleales y de servir de punto de apoyo a los exportadores chinos que tratan de eludir los aranceles estadounidenses.

Pero Trump no solo insiste en estas cuestiones. También insulta a ambos países cuando argumenta que Canadá debería renunciar a su soberanía y convertirse en el estado 51 de Estados Unidos, cuando cambia el nombre del Golfo de México y cuando amenaza con operaciones militares estadounidenses contra los cárteles de la droga dentro de México.

Si bien el desenlace más factible es una eventual renegociación del T-MEC que conduzca a algunos aumentos modestos de los aranceles, pero que en general mantenga la zona de libre comercio, éste sería un escenario subóptimo. Para resolver las fuentes fundamentales de tensiones, evitar futuros conflictos y aumentar el crecimiento y el bienestar de Norteamérica, los tres países deberían empezar a elaborar planes para una Unión Económica de América del Norte: un mercado único con libre comercio pleno no solo de bienes -como en la actual zona de libre comercio- sino también de servicios, capital, mano de obra, tecnología, datos e información.

Obviamente, esto no ocurriría de la noche a la mañana. Los primeros pasos tras la unión económica consistirían en armonizar las políticas regulatorias, y en que México y Canadá adoptaran, en gran medida, las normas vigentes en Estados Unidos (la mayor de las tres economías por lejos), alinearan las políticas industriales para deslocalizar y reubicar la producción hacia un mercado único norteamericano más amplio y acordaran políticas comerciales, tecnológicas y financieras comunes para reducir los riesgos de las relaciones con China. Esto podría ir seguido, a su debido tiempo, de un régimen de tipo de cambio fijo -como el primer mecanismo de tipo de cambio europeo- y de una unión monetaria plena (como la eurozona) que permita pagos sin fisuras en toda la zona. América del Norte es una zona monetaria óptima - incluso más que la eurozona - y una moneda común pondría fin a las tensiones comerciales derivadas de las fluctuaciones desestabilizadoras y periódicas de los tipos de cambio que agravan los desequilibrios comerciales.

A continuación, vendrían una unión bancaria total, una unión de los mercados de capital y otras formas diversas de compartir riesgos, apuntando en última instancia a la posibilidad de una unión fiscal. Llegado el caso, probablemente también se necesitarían elementos de una política exterior y de defensa común para gestionar cuestiones como la inmigración, el cumplimiento de la ley y los asuntos relacionados con las drogas. Por último, unas décadas más tarde, estos acuerdos podrían permitir una forma consensuada de unión política – “Estados Unidos” se convertiría en unos Estados Unidos de América federados -si todas las partes estuvieran de acuerdo-. La soberanía podría mantenerse, como en la Unión Europea, pero a largo plazo podría lograrse una mayor coordinación de una serie de políticas.

Por ahora, sin embargo, una unión económica plena tiene un sentido eminente, dado lo profundamente integrada que ya está la economía norteamericana. Además, cada parte aporta ventajas (y necesidades) únicas a la mesa.

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Canadá posee abundantes tierras y recursos naturales en relación con el tamaño de su población, pero sus políticas macro y estructurales han provocado un crecimiento lento y un mercado interior más pequeño que el estadounidense. Al mismo tiempo, Estados Unidos tiene una importante mano de obra calificada, enormes reservas de capital físico y financiero y la principal industria tecnológica del mundo; pero con franjas muy pobladas de su territorio que son vulnerables al cambio climático, necesitará desplazar población hacia el norte. Por último, México tiene una gran oferta de mano de obra calificada de bajo costo y algunos recursos naturales importantes, pero su gobernanza débil y la falta de reformas estructurales han obstaculizado el crecimiento y provocado disfunciones sociales enconadas -principalmente la corrupción, la violencia y la delincuencia relacionadas con las drogas.

Una Unión Económica de América del Norte podría resolver todos estos problemas y aumentar la productividad general, el crecimiento potencial y el bienestar de la región. La plena liberalización del comercio de servicios no debería ser polémica, ya que Estados Unidos domina los servicios digitales. Tampoco debería ser un problema permitir la plena movilidad de capitales o el libre comercio de tecnología, datos e información, puesto que Canadá y Estados Unidos ya son aliados en materia de seguridad e inteligencia.

La cuestión más delicada sería la libre migración dentro de la unión. Aunque es poco probable que la movilidad laboral entre Estados Unidos y Canadá sea controvertida, dada la escasa población de este último país y sus ingresos per cápita similares, la libre migración desde México tendría que gestionarse con cuidado. México no solo es el conducto de flujos migratorios masivos procedentes de América Central y del Sur (así como de China, África y otros lugares), sino que además tiene una renta per cápita mucho más baja.

Afortunadamente, la UE ya ha demostrado cómo gestionar esta cuestión. Sus miembros más nuevos y más pobres aceptaron un período de transición de varias décadas antes de que se abriera totalmente la migración. Del mismo modo, la plena apertura migratoria para los mexicanos solo se permitiría después de que México alcanzara un determinado umbral de renta per cápita, mejorara su gobernanza, emprendiera reformas estructurales y adoptara políticas de seguridad comunes (con fuerzas conjuntas de México y Estados Unidos en su frontera sur).

¿Por qué Canadá y México deberían aceptar todo esto? Sencillamente, sin una Unión Económica de América del Norte, su potencial de crecimiento seguirá siendo limitado y sus ingresos per cápita se alejarán aún más de los estadounidenses. Estados Unidos está a punto de convertirse en un gigante tecnológico aún más poderoso esta década, con un potencial de crecimiento muy superior al 3%. Pero Estados Unidos necesita lo que Canadá y México pueden proporcionarle (recursos naturales, tierras y mano de obra calificada a bajo costo). Una unión económica mejoraría la situación económica, social, política y geopolítica de los tres países.

Con el tiempo, también podrían sumarse otras economías regionales, empezando por Panamá, que ya está dolarizado desde hace más de un siglo. Del mismo modo, Groenlandia podría adherirse voluntariamente a una Unión Económica de América del Norte para desbloquear el valor de sus abundantes recursos naturales, aliviando así las tensiones sobre su condición futura. Su incorporación permitiría a Norteamérica dominar las nuevas rutas comerciales del Ártico y las oportunidades económicas que se amplían con el cambio climático. Con el tiempo, otros países de América Central y del Sur podrían unirse a esta unión económica.

El equilibrio inestable del T-MEC -con una letanía de quejas legítimas y no tan legítimas por parte de Estados Unidos, y la falta de un verdadero mercado único- podría desembocar en un desmantelamiento desordenado o en una guerra comercial. ¿Por qué no empezar a buscar un acuerdo más ambicioso, visionario, estable y óptimo a largo plazo que beneficie a todas las partes? Si las economías europeas fragmentadas y desgarradas por la guerra pudieron hacerlo, seguramente los norteamericanos puedan lograr la misma visión, o aún mejor.

Para ser totalmente transparente, he trabajado con Stephen Miran en Hudson Bay Capital hasta su nombramiento como actual presidente del Consejo de Asesores Económicos.

https://prosyn.org/mtCydI0es