OXFORD – En respuesta al cambio climático, la tierra es clave. En la actualidad, la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra dan cuenta de aproximadamente una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Sin embargo, la adopción de estrategias de gestión sostenible de la tierra podría proporcionar, a corto plazo, más de un tercio de las reducciones de emisiones necesarias para mantener el calentamiento muy por debajo del objetivo que se estableció en el acuerdo climático de París – es decir, en un nivel 2°C por encima de los niveles preindustriales.
Las organizaciones de conservación como la mía han estado trabajado durante mucho tiempo para equilibrar la interacción entre las personas y la naturaleza. Pero, sólo recientemente hemos llegado a entender plenamente cuán importante es la gestión del uso de la tierra para enfrentar el cambio climático. Gracias a la aplicación de sensores remotos, el uso de la inteligencia artificial y de modelos biogeoquímicos, podemos pronosticar mejor los resultados y desarrollar estrategias para administrar y minimizar las consecuencias adversas.
Algunas de las formas con mayores expectativas de éxito para mitigar el cambio climático son lo que llamamos “soluciones climáticas naturales”: la conservación, restauración y gestión mejorada de la tierra para aumentar el almacenamiento de carbono o evitar las emisiones de gases de efecto invernadero en las campiñas alrededor de todo el mundo. Todo el potencial de estas soluciones se detalla en un nuevo estudio elaborado por mi organización, Nature Conservancy, y otras 15 instituciones líderes.
Una de las soluciones climáticas naturales más importantes es la protección de los “bosques fronterizos” – bosques vírgenes que sirven como sumideros naturales de carbono. Los bosques tropicales y septentrionales intactos, así como las sabanas y los ecosistemas costeros, almacenan enormes cantidades de carbono acumulado a lo largo de los siglos. Cuando estas áreas se alteran, se libera carbono. La preservación de los hábitats fronterizos también ayuda a regular los flujos de agua, reduce el riesgo de inundaciones y mantiene la biodiversidad.
La reforestación es otra solución natural importante. A nivel mundial, se estima que se han deforestado o degradado unos dos mil millones de hectáreas (4.900 mil millones de acres) de tierra. Debido a que los árboles son la mejor tecnología de captura y almacenamiento de carbono que tiene el mundo, revertir estos números traería una reducción significativa en los niveles mundiales de carbono. Estimamos que el mundo podría capturar tres giga-toneladas de CO2 al año – lo que equivaldría a retirar más de 600 millones de automóviles de las carreteras – simplemente plantando más árboles.
Una tercera categoría de solución natural es la reforma agrícola. Desde los campos de cultivo hasta la mesa donde se consumen los alimentos, el sector alimentario es un importante contribuyente al cambio climático a través de emisiones directas e indirectas, y por sus efectos a menudo negativos sobre la salud del suelo y la deforestación. Reconociendo estos riesgos, 23 compañías que operan a nivel mundial – incluidas entre ellas Nestlé, McDonald's, Tesco y Unilever – recientemente suscribieron un compromiso para detener la deforestación en la sabana de El Cerrado en el Brasil. La región, que cubre una cuarta parte de este país, se ha visto presionada cada vez más por la producción de carne de res, soya, y otros productos básicos, así como por la infraestructura asociada a dichos productos.
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Como demuestra el compromiso sobre El Cerrado, cuando los gobiernos y las empresas se unen para abordar los desafíos del uso de la tierra, el impacto es poderoso. Las soluciones climáticas naturales tienen el potencial de reducir las emisiones de CO2 en aproximadamente 11.3 mil millones de toneladas al año – lo que equivale a un alto total en la quema de petróleo, según nuestro estudio. Un estudio reciente calculó que si Brasil alcanzaba cero deforestación hasta el año 2030, agregaría 0.6% a su PBI, es decir aproximadamente $15 mil millones, a su economía. Las comunidades también obtienen beneficios secundarios – como la regeneración rural, la mejora de la seguridad alimentaria y del agua y la resiliencia costera – cuando se implementan soluciones climáticas naturales.
No obstante, a pesar de que los datos apoyan una mejor toma de decisiones sobre el uso de la tierra, algo aún no cuadra. En el año 2016, el mundo presenció un dramático aumento del 51% en la pérdida de bosques, equivalente a un área del tamaño de Nueva Zelanda. Necesitamos hacer frente a esta tendencia ahora, y ayudar a que el mundo se dé cuenta de que la planificación del uso de la tierra no es simplemente una narrativa sobre conservación.
Algunos países se están moviendo en la dirección correcta. El gobierno de la India, por ejemplo, ha reservado $6 mil millones para que los Estados inviertan en restauración forestal. En Indonesia, el gobierno creó una agencia dedicada a proteger y restaurar turberas, fangales, y ecosistemas similares a pantanos que tienen una inmensa capacidad de almacenamiento de CO2.
Pero estos países se constituyen en las excepciones. De los 160 países que se comprometieron a implementar el acuerdo climático de París, únicamente 36 han especificado la gestión del uso de la tierra en sus estrategias de reducción de emisiones.
Superar la inercia no será fácil. Los bosques, las granjas y las costas varían en tamaño, tipo y accesibilidad. Además, las vidas de cientos de millones de personas están vinculadas a estos ecosistemas, y los proyectos que restauran la cubierta forestal o mejoran la salud del suelo requieren una planificación enfocada, una tarea de grandes proporciones para muchos gobiernos.
Un camino para hacer que las cosas avancen, especialmente en el sector agrícola, sería eliminar o redirigir los subsidios que fomentan el consumo excesivo de fertilizantes, agua o energía en la producción de alimentos. Como funcionarios del gobierno de la India recordaron a sus pares durante una reunión de la Organización Mundial del Comercio a principios de este año, las reformas agrícolas significativas solo pueden comenzar cuando los países ricos reducen los subsidios “desproporcionadamente grandes” que otorgan a sus propios agricultores.
Apoyar la innovación y el espíritu emprendedor también puede ayudar a energizar el cambio. Nuevos procesos y tecnologías en la planificación de las campiñas, los análisis de suelos, sistemas de riego e incluso las proteínas alternativas como la carne de origen vegetal hacen que la agricultura y el uso de la tierra sean más sostenibles. Del mismo modo, los cambios en la industria de la construcción, que se dirige hacia el uso de productos elaborados más eficientemente, como ser al uso de la madera laminada cruzada (CLT), pueden ayudar a reducir la contaminación de carbono.
Finalmente, las opciones de financiamiento para las soluciones climáticas naturales deben aumentar drásticamente. Si bien los pagos para conservar los bosques comienzan a fluir bajo el programa REDD + de la ONU, y el Fondo Verde para el Clima ha comprometido $500 millones para pagos de protección forestal, la inversión pública total en el uso sostenible de la tierra sigue siendo inadecuada. Según la Iniciativa de Política Climática el financiamiento público para la agricultura, la silvicultura y la mitigación del uso de la tierra atrajo solo $3 mil millones en el año 2014, en comparación con $49 mil millones que se dirigieron a la generación de energía renovable y $26 mil millones a la eficiencia energética.
En la reunión de ONU sobre el cambio climático que acaba de concluir en Bonn, Alemania, los líderes mundiales reafirmaron que el mundo no puede responder adecuadamente al aumento de las temperaturas si los gobiernos continúan ignorando cómo se manejan los bosques, las granjas y las costas. Ahora que existe un consenso firme, los gobiernos deben actuar en consecuencia.
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In 2024, global geopolitics and national politics have undergone considerable upheaval, and the world economy has both significant weaknesses, including Europe and China, and notable bright spots, especially the US. In the coming year, the range of possible outcomes will broaden further.
offers his predictions for the new year while acknowledging that the range of possible outcomes is widening.
OXFORD – En respuesta al cambio climático, la tierra es clave. En la actualidad, la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra dan cuenta de aproximadamente una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Sin embargo, la adopción de estrategias de gestión sostenible de la tierra podría proporcionar, a corto plazo, más de un tercio de las reducciones de emisiones necesarias para mantener el calentamiento muy por debajo del objetivo que se estableció en el acuerdo climático de París – es decir, en un nivel 2°C por encima de los niveles preindustriales.
Las organizaciones de conservación como la mía han estado trabajado durante mucho tiempo para equilibrar la interacción entre las personas y la naturaleza. Pero, sólo recientemente hemos llegado a entender plenamente cuán importante es la gestión del uso de la tierra para enfrentar el cambio climático. Gracias a la aplicación de sensores remotos, el uso de la inteligencia artificial y de modelos biogeoquímicos, podemos pronosticar mejor los resultados y desarrollar estrategias para administrar y minimizar las consecuencias adversas.
Algunas de las formas con mayores expectativas de éxito para mitigar el cambio climático son lo que llamamos “soluciones climáticas naturales”: la conservación, restauración y gestión mejorada de la tierra para aumentar el almacenamiento de carbono o evitar las emisiones de gases de efecto invernadero en las campiñas alrededor de todo el mundo. Todo el potencial de estas soluciones se detalla en un nuevo estudio elaborado por mi organización, Nature Conservancy, y otras 15 instituciones líderes.
Una de las soluciones climáticas naturales más importantes es la protección de los “bosques fronterizos” – bosques vírgenes que sirven como sumideros naturales de carbono. Los bosques tropicales y septentrionales intactos, así como las sabanas y los ecosistemas costeros, almacenan enormes cantidades de carbono acumulado a lo largo de los siglos. Cuando estas áreas se alteran, se libera carbono. La preservación de los hábitats fronterizos también ayuda a regular los flujos de agua, reduce el riesgo de inundaciones y mantiene la biodiversidad.
La reforestación es otra solución natural importante. A nivel mundial, se estima que se han deforestado o degradado unos dos mil millones de hectáreas (4.900 mil millones de acres) de tierra. Debido a que los árboles son la mejor tecnología de captura y almacenamiento de carbono que tiene el mundo, revertir estos números traería una reducción significativa en los niveles mundiales de carbono. Estimamos que el mundo podría capturar tres giga-toneladas de CO2 al año – lo que equivaldría a retirar más de 600 millones de automóviles de las carreteras – simplemente plantando más árboles.
Una tercera categoría de solución natural es la reforma agrícola. Desde los campos de cultivo hasta la mesa donde se consumen los alimentos, el sector alimentario es un importante contribuyente al cambio climático a través de emisiones directas e indirectas, y por sus efectos a menudo negativos sobre la salud del suelo y la deforestación. Reconociendo estos riesgos, 23 compañías que operan a nivel mundial – incluidas entre ellas Nestlé, McDonald's, Tesco y Unilever – recientemente suscribieron un compromiso para detener la deforestación en la sabana de El Cerrado en el Brasil. La región, que cubre una cuarta parte de este país, se ha visto presionada cada vez más por la producción de carne de res, soya, y otros productos básicos, así como por la infraestructura asociada a dichos productos.
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Como demuestra el compromiso sobre El Cerrado, cuando los gobiernos y las empresas se unen para abordar los desafíos del uso de la tierra, el impacto es poderoso. Las soluciones climáticas naturales tienen el potencial de reducir las emisiones de CO2 en aproximadamente 11.3 mil millones de toneladas al año – lo que equivale a un alto total en la quema de petróleo, según nuestro estudio. Un estudio reciente calculó que si Brasil alcanzaba cero deforestación hasta el año 2030, agregaría 0.6% a su PBI, es decir aproximadamente $15 mil millones, a su economía. Las comunidades también obtienen beneficios secundarios – como la regeneración rural, la mejora de la seguridad alimentaria y del agua y la resiliencia costera – cuando se implementan soluciones climáticas naturales.
No obstante, a pesar de que los datos apoyan una mejor toma de decisiones sobre el uso de la tierra, algo aún no cuadra. En el año 2016, el mundo presenció un dramático aumento del 51% en la pérdida de bosques, equivalente a un área del tamaño de Nueva Zelanda. Necesitamos hacer frente a esta tendencia ahora, y ayudar a que el mundo se dé cuenta de que la planificación del uso de la tierra no es simplemente una narrativa sobre conservación.
Algunos países se están moviendo en la dirección correcta. El gobierno de la India, por ejemplo, ha reservado $6 mil millones para que los Estados inviertan en restauración forestal. En Indonesia, el gobierno creó una agencia dedicada a proteger y restaurar turberas, fangales, y ecosistemas similares a pantanos que tienen una inmensa capacidad de almacenamiento de CO2.
Pero estos países se constituyen en las excepciones. De los 160 países que se comprometieron a implementar el acuerdo climático de París, únicamente 36 han especificado la gestión del uso de la tierra en sus estrategias de reducción de emisiones.
Superar la inercia no será fácil. Los bosques, las granjas y las costas varían en tamaño, tipo y accesibilidad. Además, las vidas de cientos de millones de personas están vinculadas a estos ecosistemas, y los proyectos que restauran la cubierta forestal o mejoran la salud del suelo requieren una planificación enfocada, una tarea de grandes proporciones para muchos gobiernos.
Un camino para hacer que las cosas avancen, especialmente en el sector agrícola, sería eliminar o redirigir los subsidios que fomentan el consumo excesivo de fertilizantes, agua o energía en la producción de alimentos. Como funcionarios del gobierno de la India recordaron a sus pares durante una reunión de la Organización Mundial del Comercio a principios de este año, las reformas agrícolas significativas solo pueden comenzar cuando los países ricos reducen los subsidios “desproporcionadamente grandes” que otorgan a sus propios agricultores.
Apoyar la innovación y el espíritu emprendedor también puede ayudar a energizar el cambio. Nuevos procesos y tecnologías en la planificación de las campiñas, los análisis de suelos, sistemas de riego e incluso las proteínas alternativas como la carne de origen vegetal hacen que la agricultura y el uso de la tierra sean más sostenibles. Del mismo modo, los cambios en la industria de la construcción, que se dirige hacia el uso de productos elaborados más eficientemente, como ser al uso de la madera laminada cruzada (CLT), pueden ayudar a reducir la contaminación de carbono.
Finalmente, las opciones de financiamiento para las soluciones climáticas naturales deben aumentar drásticamente. Si bien los pagos para conservar los bosques comienzan a fluir bajo el programa REDD + de la ONU, y el Fondo Verde para el Clima ha comprometido $500 millones para pagos de protección forestal, la inversión pública total en el uso sostenible de la tierra sigue siendo inadecuada. Según la Iniciativa de Política Climática el financiamiento público para la agricultura, la silvicultura y la mitigación del uso de la tierra atrajo solo $3 mil millones en el año 2014, en comparación con $49 mil millones que se dirigieron a la generación de energía renovable y $26 mil millones a la eficiencia energética.
En la reunión de ONU sobre el cambio climático que acaba de concluir en Bonn, Alemania, los líderes mundiales reafirmaron que el mundo no puede responder adecuadamente al aumento de las temperaturas si los gobiernos continúan ignorando cómo se manejan los bosques, las granjas y las costas. Ahora que existe un consenso firme, los gobiernos deben actuar en consecuencia.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.