VARSOVIA – Vivimos tiempos tempestuosos. Rusia libra una guerra de agresión en Ucrania, Estados Unidos y China están enzarzados en una escalada de disputas comerciales y la industria europea se ha quedado rezagada en la carrera tecnológica. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría hacer descarrilar la acción climática (con sus órdenes de retirar a Estados Unidos del acuerdo climático de París y “desatar” las perforaciones de petróleo y gas), agravar el conflicto palestino-israelí (con su propuesta de “depurar” Gaza) y envalentonar a Rusia y a la extrema derecha europea.
A pesar de todo ello, la elección de un nuevo Parlamento Europeo y el nombramiento de una nueva Comisión Europea el año pasado, con sus planes para un Pacto Industrial Limpio (ahora público) y un Fondo Europeo de Competitividad, proporcionaron motivos para el optimismo. El 29 de enero, la Comisión dio el primer paso hacia la concreción de estos objetivos ambiciosos al presentar su “Brújula de la Competitividad” -un conjunto de propuestas concretas para los próximos cuatro años.
El recurso a imágenes anticuadas fue revelador. Una brújula, una de las herramientas que ayudaron a Cristóbal Colón en su viaje de 1492 a través del Atlántico, apenas parece útil en esta era de navegación satelital. Más precisamente, el instrumento más eficaz para navegar en la actual tormenta geopolítica es, sin duda, el sentido común, que parece escasear.
La Brújula de la Competitividad reafirma la creación de un Fondo Europeo de Competitividad, pero con cargo al próximo presupuesto de la UE. Esto demuestra una profunda incomprensión de los retos a los que se enfrenta el bloque. El próximo presupuesto de la UE recién se pondrá en marcha a principios de 2028, lo que pospone las tan aplazadas reformas otros tres años. Para entonces, podría ser demasiado tarde para fortalecer la competitividad europea en la medida necesaria para alcanzar a Estados Unidos y China, especialmente en la industria automotriz.
Asimismo, financiar el Fondo Europeo de Competitividad con cargo al presupuesto de la UE significa que competiría con otros objetivos políticos. Los responsables de las políticas en Europa podrían, por supuesto, intentar aumentar el presupuesto de la UE. Pero es poco probable que los estados miembro lo aprueben, dada la presión sobre las finanzas públicas y la creciente fuerza de las políticas antisistema en todo el continente. Esto implica o bien menos gasto en otras prioridades, ya sea la cohesión, la agricultura o la seguridad futura, o bien fondos insuficientes para la política industrial.
Además de la cuestión de la financiación directa, la Brújula de la Competitividad exige un mayor uso de las garantías públicas para estimular la inversión privada en empresas europeas de tecnologías limpias. Pero la falta de acceso al capital no es la razón del retraso de la UE en materia de competitividad. La incapacidad del bloque para producir tecnologías limpias, como baterías para vehículos eléctricos o paneles fotovoltaicos, que puedan competir en precio con los productos chinos se debe a que las empresas chinas producen enormes cantidades y operan con márgenes muy bajos.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
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La única respuesta sensata es crear un fondo, financiado mediante la emisión de deuda conjunta, para subvencionar directamente la fabricación europea. El mismo esquema de emisión de bonos se utilizó durante la crisis del COVID-19. Ese fondo, NextGenerationEU, finaliza en 2026, tras lo cual podría entrar en vigor el nuevo instrumento.
Este apoyo solo duraría hasta que la tecnología limpia europea alcanzara la madurez y los productores del bloque se hicieran con una cuota de mercado suficiente. El expresidente de Estados Unidos Joe Biden comprendió el poder de un mecanismo de esta naturaleza, lo que lo llevó a aprobar la Ley de Reducción de la Inflación (Trump, por su parte, ha tratado de congelar esta financiación). Y si bien el gobierno chino no divulga datos oficiales, cabe afirmar que sigue el mismo principio.
La nueva política industrial de la UE debe aspirar a defender no solo su base manufacturera, sino también su modelo social, que descansa en una amplia clase media. La Brújula de la Competitividad plantea el interrogante de si dejar el sistema europeo de ayuda en manos de cada estado miembro garantizará o no la cohesión del bloque. Muchos ejemplos recientes sugieren que la respuesta es no. Por ejemplo, la relajación de las normas sobre ayuda estatal de la Ley de Industria Neta Cero -una solución fundamentalmente antieuropea- ha facilitado la transición energética en Alemania y Francia, pero no en estados miembro menos ricos como Italia y Polonia.
La amplia desregulación anunciada en el paquete Ómnibus es otra fuente de incertidumbre. Dar marcha atrás a una legislación que ni siquiera se ha implementado no es la señal más tranquilizadora para cualquier empresa que planifique sus inversiones para, por ejemplo, los próximos diez años.
En 2019, al anunciar el Pacto Verde Europeo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo calificó como el momento del “hombre en la luna” de Europa. Lamentablemente, la Brújula por sí sola no está a la altura de la misión lunar que el bloque debe emprender para recuperar su ventaja competitiva. La UE necesita herramientas modernas y sofisticadas para competir en el mundo complejo de hoy. Nuestras economías necesitan un Fondo de Competitividad transformador.
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The US administration’s plan to impose “reciprocal” import tariffs could severely curtail key Indian exports, including chemicals, metals, auto parts, and pharmaceuticals, leading to job losses and undermining fiscal stability. India has little choice but to lower its own tariffs while negotiating improved access to the US market.
urges policymakers to brace for the impact – known and unknown – of the US administration’s trade policies.
While it appears unlikely that US GDP will contract in the first quarter, the economy could enter recession territory in the second or third quarter of 2025. If a recession does materialize, its magnitude and duration would depend largely on factors that remain impossible to predict – notably, tariffs and geopolitics.
catalogues several indicators suggesting that the world's largest economy is headed for a slump.
Less than two months into his second presidency, Donald Trump has imposed sweeping tariffs on America’s three largest trading partners, with much more to come. This strategy not only lacks any credible theoretical foundations; it is putting the US on a path toward irrevocable economic and geopolitical decline.
VARSOVIA – Vivimos tiempos tempestuosos. Rusia libra una guerra de agresión en Ucrania, Estados Unidos y China están enzarzados en una escalada de disputas comerciales y la industria europea se ha quedado rezagada en la carrera tecnológica. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría hacer descarrilar la acción climática (con sus órdenes de retirar a Estados Unidos del acuerdo climático de París y “desatar” las perforaciones de petróleo y gas), agravar el conflicto palestino-israelí (con su propuesta de “depurar” Gaza) y envalentonar a Rusia y a la extrema derecha europea.
A pesar de todo ello, la elección de un nuevo Parlamento Europeo y el nombramiento de una nueva Comisión Europea el año pasado, con sus planes para un Pacto Industrial Limpio (ahora público) y un Fondo Europeo de Competitividad, proporcionaron motivos para el optimismo. El 29 de enero, la Comisión dio el primer paso hacia la concreción de estos objetivos ambiciosos al presentar su “Brújula de la Competitividad” -un conjunto de propuestas concretas para los próximos cuatro años.
El recurso a imágenes anticuadas fue revelador. Una brújula, una de las herramientas que ayudaron a Cristóbal Colón en su viaje de 1492 a través del Atlántico, apenas parece útil en esta era de navegación satelital. Más precisamente, el instrumento más eficaz para navegar en la actual tormenta geopolítica es, sin duda, el sentido común, que parece escasear.
La Brújula de la Competitividad reafirma la creación de un Fondo Europeo de Competitividad, pero con cargo al próximo presupuesto de la UE. Esto demuestra una profunda incomprensión de los retos a los que se enfrenta el bloque. El próximo presupuesto de la UE recién se pondrá en marcha a principios de 2028, lo que pospone las tan aplazadas reformas otros tres años. Para entonces, podría ser demasiado tarde para fortalecer la competitividad europea en la medida necesaria para alcanzar a Estados Unidos y China, especialmente en la industria automotriz.
Asimismo, financiar el Fondo Europeo de Competitividad con cargo al presupuesto de la UE significa que competiría con otros objetivos políticos. Los responsables de las políticas en Europa podrían, por supuesto, intentar aumentar el presupuesto de la UE. Pero es poco probable que los estados miembro lo aprueben, dada la presión sobre las finanzas públicas y la creciente fuerza de las políticas antisistema en todo el continente. Esto implica o bien menos gasto en otras prioridades, ya sea la cohesión, la agricultura o la seguridad futura, o bien fondos insuficientes para la política industrial.
Además de la cuestión de la financiación directa, la Brújula de la Competitividad exige un mayor uso de las garantías públicas para estimular la inversión privada en empresas europeas de tecnologías limpias. Pero la falta de acceso al capital no es la razón del retraso de la UE en materia de competitividad. La incapacidad del bloque para producir tecnologías limpias, como baterías para vehículos eléctricos o paneles fotovoltaicos, que puedan competir en precio con los productos chinos se debe a que las empresas chinas producen enormes cantidades y operan con márgenes muy bajos.
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La única respuesta sensata es crear un fondo, financiado mediante la emisión de deuda conjunta, para subvencionar directamente la fabricación europea. El mismo esquema de emisión de bonos se utilizó durante la crisis del COVID-19. Ese fondo, NextGenerationEU, finaliza en 2026, tras lo cual podría entrar en vigor el nuevo instrumento.
Este apoyo solo duraría hasta que la tecnología limpia europea alcanzara la madurez y los productores del bloque se hicieran con una cuota de mercado suficiente. El expresidente de Estados Unidos Joe Biden comprendió el poder de un mecanismo de esta naturaleza, lo que lo llevó a aprobar la Ley de Reducción de la Inflación (Trump, por su parte, ha tratado de congelar esta financiación). Y si bien el gobierno chino no divulga datos oficiales, cabe afirmar que sigue el mismo principio.
La nueva política industrial de la UE debe aspirar a defender no solo su base manufacturera, sino también su modelo social, que descansa en una amplia clase media. La Brújula de la Competitividad plantea el interrogante de si dejar el sistema europeo de ayuda en manos de cada estado miembro garantizará o no la cohesión del bloque. Muchos ejemplos recientes sugieren que la respuesta es no. Por ejemplo, la relajación de las normas sobre ayuda estatal de la Ley de Industria Neta Cero -una solución fundamentalmente antieuropea- ha facilitado la transición energética en Alemania y Francia, pero no en estados miembro menos ricos como Italia y Polonia.
La amplia desregulación anunciada en el paquete Ómnibus es otra fuente de incertidumbre. Dar marcha atrás a una legislación que ni siquiera se ha implementado no es la señal más tranquilizadora para cualquier empresa que planifique sus inversiones para, por ejemplo, los próximos diez años.
En 2019, al anunciar el Pacto Verde Europeo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo calificó como el momento del “hombre en la luna” de Europa. Lamentablemente, la Brújula por sí sola no está a la altura de la misión lunar que el bloque debe emprender para recuperar su ventaja competitiva. La UE necesita herramientas modernas y sofisticadas para competir en el mundo complejo de hoy. Nuestras economías necesitan un Fondo de Competitividad transformador.