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Cómo movilizar financiamiento climático privado

NUEVA YORK – En todo el mundo, estamos siendo testigos de los efectos devastadores de las temperaturas cambiantes. Las sequías, las inundaciones y un calor sofocante se están cobrando vidas, erosionan los beneficios socioeconómicos ganados con esfuerzo y dejan el futuro de los países pendiendo de un hilo. Peor aún, quienes han contribuido menos a la crisis climática son los más afectados.

Para todos los países, las tareas son claras: deben fortalecer sus ambiciones verdes para limitar el calentamiento global y generar resiliencia contra los crecientes peligros relacionados con el clima. Pero eso exigirá movilizar financiamiento en una escala masiva.

En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del año pasado en Dubái (COP28), los gobiernos se comprometieron a “dejar atrás los combustibles fósiles en los sistemas energéticos de una manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crucial, para alcanzar emisiones cero netas de aquí a 2050”. Si analizamos la Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas de este mes y la COP29 en noviembre, la necesidad de reformar la arquitectura financiera global y fijar un nuevo objetivo ambicioso para el financiamiento climático internacional se ha vuelto aún más clara. Ambas cosas son esenciales para cumplir con las tareas esenciales de mitigación y adaptación climática.

Sabemos que es posible pasar de energía fósil a renovables a la velocidad y escala necesarias. Hace 30 años, Dinamarca dependía fuertemente del petróleo y del gas. Hoy, en cambio, las energías renovables representan el 90% de su consumo de electricidad, y se estima que representarán el 110% en 2030. Al mismo tiempo, la industria eólica floreciente de Dinamarca ha impulsado una transición de empleos, creando un mercado laboral más sustentable y ecológico.

Considerando estos beneficios, el déficit global de financiamiento climático debería verse como una oportunidad. Las economías de mercados emergentes y en desarrollo (EMED), excluida China, necesitarán alrededor de 2,4 billones de dólares anuales de aquí a 2030 para inversiones relacionadas con el clima y la naturaleza, que podrían impulsar un crecimiento favorable con el clima, ayudar a los países a gestionar los efectos del cambio climático, crear empleos decentes, expandir los mercados de capital y fortalecer la resiliencia -todo al mismo tiempo.

La buena noticia es que en muchas EMED se encuentran las mejores oportunidades de inversión relacionadas con el clima. Asimismo, los puntos de inflexión tecnológicos están haciendo que las soluciones bajas en carbono, positivas con la naturaleza y equitativas resulten comercialmente atractivas.

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La mala noticia es que las inversiones anuales en energía limpia en las EMED (excluida China) necesitan aumentar siete veces de aquí a 2030 para alinearse con el acuerdo climático de París. Mientras que África tiene el 60% de los mejores recursos solares a nivel global, aloja solo el 1% de la capacidad de paneles solares instalados. Y las cifras son aún peores en lo que concierne a la adaptación. Entre 2016 y 2021, solo el 9% del financiamiento climático privado que se movilizó entre países en desarrollo estuvo destinado a la adaptación. Decir que no estamos haciendo lo suficiente es ser moderado.

¿Qué hará falta para que la COP29 cumpla con el financiamiento climático? La Iniciativa Bridgetown detalla maneras de financiar no solo la acción climática sino también el resto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Lanzada por Barbados en 2022, la Iniciativa Bridgetown ha sido respaldada desde su creación por un creciente número de socios del sector público, del sector privado y del tercer sector. De cara al futuro, debemos aumentar drásticamente la disponibilidad de herramientas que hayan resultado efectivas a la hora de destrabar la inversión necesaria, e incrementar el acceso a las mismas.

Por ejemplo, el uso de fondos públicos para reducir el riesgo de la inversión privada -un método conocido como financiación mixta- es una solución probada. La experiencia demuestra que cada dólar público que se invierte de esta manera puede movilizar unos 5 dólares de capital comercial para inversiones climáticas. Ahora, debemos desplegar estos mecanismos en una escala mucho mayor, y con celeridad. Con ese objetivo, instamos a las organizaciones que conforman la arquitectura financiera internacional para el desarrollo -entre ellas el Grupo Banco Mundial, instituciones nacionales y otras instituciones de financiación del desarrollo (IFD)- a implementar tres cambios.

Primero, estas instituciones deben financiar el desarrollo de una reserva gigantesca de inversiones verdes y proyectos de adaptación climática. Esto exige que se vuelvan más cómodas asumiendo más riesgos, impulsando, por ejemplo, la inversión en proyectos de gran escala en fase inicial y en nuevas tecnologías en las EMED. Financiar y ampliar la escala de los promotores de proyectos privados ayudará a crear el ecosistema de financiación que hace falta para catalizar muchas más inversiones verdes. También contribuirá a reducir la percepción que tienen los inversores privados de los riesgos financieros y operativos en los países en desarrollo.

Segundo, para destrabar la financiación privada, las IFD deben incrementar el uso de instrumentos de reducción del riesgo de eficacia probada. Esto incluye garantías crediticias, seguros y otros productos que aborden el riesgo país percibido y las barreras concretas a la financiabilidad de los proyectos. Fijar un “mandato de movilización” de capital privado para los bancos multilaterales de desarrollo y las IFD fomentaría el uso de instrumentos financieros que puedan destrabar capital privado para proyectos climáticos.

Tercero, las IFD deben movilizar fondos de capital tanto externos como nacionales, como los fondos de pensiones en los países en desarrollo. Estos actores locales muchas veces se mantienen al margen debido a la escasez de inversiones o a la falta de incentivos para entrar al mercado. Sin embargo, son los que mejor conocen las oportunidades y los riesgos de sus propios mercados, y estarán allí por mucho tiempo. A la vez, un mayor número de instrumentos de financiación mixta en moneda local ayudaría a atraer a actores externos hacia inversiones verdes y sostenibles en las EMED.

Para apalancar la financiación mixta con más celeridad y en mayor escala, Dinamarca, junto con los demás países nórdicos y Estados Unidos, lanzaron el Acuerdo de Colaboración para la Movilización de Inversiones en la COP28. Al reunir los fondos de los países participantes en ofertas competitivas directamente a los mercados de capital, la alianza apunta a canalizar miles de millones de dólares en nuevo financiamiento climático hacia la mitigación y la adaptación de aquí a 2026. Esto les permitirá a los países aumentar su impacto ASG (ambiental, social y de gobernanza) y movilizar capital privado más rápido y en una escala mucho mayor.

Garantizar compromisos tangibles para desplegar el rango total de soluciones de financiación mixta es un foco clave de la Iniciativa Bridgetown y una prioridad danesa en materia de financiamiento climático. Dada la oportunidad y la necesidad urgente de emprender una acción, esta estrategia debería estar en el centro de las discusiones internacionales de aquí a la COP29 en Bakú. Invitamos a los gobiernos, a los filántropos y a los socios del sector privado a acompañarnos para elaborar un aporte significativo. La crisis climática se está acelerando, y lo mismo debe pasar con nuestra respuesta.

https://prosyn.org/7l9IgXyes