SINGAPUR – La alta inflación, el alza de las tasas de interés, la caída de las divisas y la volatilidad de los precios de la energía, junto con la desaceleración económica y los problemas presupuestarios posteriores a la pandemia, pueden aumentar la presión ejercida sobre la ASEAN+3 (organismo que reúne a los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático más China, Japón y Corea del Sur) para que reduzca sus esfuerzos a favor de mitigar el riesgo climático. Si bien este cambio de política puede tener sentido desde un punto de vista fiscal, es un error que podría tener graves repercusiones para la región y, en última instancia, podría conducir a un crecimiento económico más lento y una mayor inestabilidad financiera.
Si no se abordan, los riesgos que el cambio climático plantea a los países de la ASEAN+3 podrían tener implicaciones de gran alcance para la producción agrícola de la región, la disponibilidad de agua, la seguridad energética, el transporte y la infraestructura, las industrias turísticas y los recursos costeros. En los últimos dos años, las inundaciones, los ciclones, las sequías, el aumento del nivel del mar y los deslizamientos de tierra se han convertido en una característica distintiva cada vez más frecuente. Myanmar, Filipinas, Vietnam y Tailandia se encuentran entre los diez países más vulnerables al clima en el mundo, ya que han sufrido algunas de las instancias con la mayor cantidad de fatalidades y las más altas pérdidas económicas a causa de desastres relacionados con el clima entre los años 1999 y 2018.
Además de estos riesgos físicos, la transición a una economía baja en carbono conlleva riesgos propios. Para empezar, las industrias que dependen en gran medida de los combustibles fósiles se enfrentan con mayor frecuencia a mayores responsabilidades normativas. Puede que una gran parte de las reservas de petróleo, gas y carbón de la región terminen abandonadas bajo tierra y sean contabilizadas como pérdidas, ya sea de forma parcial o total. También es probable que los cambios en la política energética aumenten los riesgos crediticios de los bancos. Si Indonesia, Filipinas y Vietnam cumplen con sus compromisos en virtud del acuerdo de París de 2015, por ejemplo, las centrales eléctricas de carbón valoradas en 60 mil millones de dólares se convertirán en activos en desuso en 15 años, en lugar de hacerlo en 40 años.
Lo más probable es que la transición verde también afecte la rentabilidad de las minas de carbón en otras partes de la región, como por ejemplo en Indonesia. Y los esfuerzos de la Unión Europea para alejarse del biocombustible de aceite de palma y fomentar el uso de productos libres de deforestación pueden convertir los bancos de tierras en Malasia e Indonesia en activos en desuso. Sin embargo, a pesar de estos riesgos vinculados a la transición, no hacer nada, en última instancia, sería más costoso para las economías de la ASEAN.
Sin duda, los países de la ASEAN han tomado algunas medidas para mitigar los riesgos climáticos. Brunei ha implementado estructuras de protección costera. Indonesia ha promovido manglares y variedades de cultivos que son tolerantes al clima. Laos ha desarrollado técnicas sostenibles de manejo de cultivos. Y Malasia ha buscado la adopción de la agricultura orgánica y de las tecnologías adaptadas al clima.
No obstante, a pesar de estas mejoras, se debe hacer mucho más a fin de cumplir con los objetivos de energía renovable de los países de la ASEAN+3. Varias iniciativas podrían apoyar los esfuerzos de la región: el Plan de Acción de la ASEAN para la Cooperación Energética, por ejemplo, tiene como objetivo aumentar la energía renovable hasta el 23% del suministro energético de la región para el año 2025, frente al 14% registrado en el 2017. Y el foro de 2021 sobre los objetivos de neutralidad de carbono de China, Japón y Corea del Sur ha esbozado ideas concretas para lograr emisiones netas cero a través de cooperación trilateral en materia de innovación y tecnología.
La fijación del precio del carbono es esencial para la transición verde. Los países de la ASEAN+3 han llevado a cabo conversaciones sobre el equilibrio entre los sistemas de fijación de precios y la necesidad de estimular el crecimiento económico. En julio de 2021, China puso en marcha su sistema nacional de comercio de emisiones (ETS), diseñado para ser un “importante instrumento basado en el mercado” para ayudar a China a alcanzar sus objetivos climáticos. Un año después de su lanzamiento, a pesar de estar aún está lidiando con problemas de calidad de datos, el ETS de China es el sistema más grande del mundo en términos de emisiones cubiertas, y los precios están en aumento constante. Si bien ha habido llamados para el establecimiento de un impuesto al carbono para toda la región, es poco probable que esta idea se concrete en el corto plazo, dadas las diferencias entre los distintos regímenes fiscales. No obstante, un impuesto al carbono probablemente seguirá siendo un punto de enfoque clave para las debates que se sostengan entre los países de la ASEAN+3 a lo largo de los próximos años.
El fomento de las finanzas sostenibles también será esencial para el éxito de la transición, debido a que el sector financiero podría impulsar un cambio a lo largo de toda la economía. En los últimos años, muchos bancos centrales y supervisores financieros de Asia han aplicado, o han comenzado a aplicar, este tipo de medidas, a pesar de que en la actualidad están en curso varias limitaciones a las capacidades y los recursos.
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A corto plazo, existe un ámbito significativamente importante para que los bancos centrales y los reguladores financieros de la ASEAN+3 incentiven la transición hacia una economía baja en carbono, al conducir a las empresas y a los prestamistas con dirección a la reducción del uso de carbono y a la concentración de su enfoque en las energías renovables y las tecnologías verdes. Tales medidas fomentarían un cambio similar a lo largo de toda la economía, lo que a su vez llevaría a las empresas a establecer un precio vinculado a los riesgos climáticos en el proceso de fijación de precios de sus productos y servicios.
Mediante la promoción de políticas bajas en carbono y el fomento de las finanzas verdes, los encargados de la formulación de políticas podrían estimular nuevos sectores de energía renovable y estimular el crecimiento económico. Es más, la reducción de su dependencia de los combustibles fósiles cuyos precios se denominan en dólares permitiría que los países de la ASEAN+3 desplazaran sus ingresos gubernamentales de una postura de mantenimiento de grandes reservas de divisas hacia una postura de dirigir dichos ingresos a sus políticas internas.
Para minimizar los efectos perjudiciales del cambio climático en sus poblaciones y economías, los encargados de la formulación de políticas de los países miembros de la ASEAN+3 deben implementar políticas de mitigación de riesgos que ayuden a prevenir los efectos indirectos regionales y que fomenten el surgimiento de nuevas industrias y tecnologías. Hacerlo también acrecentaría la seguridad energética. Apagar el sol y parar el viento es mucho más difícil que hacer volar un gasoducto.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos
SINGAPUR – La alta inflación, el alza de las tasas de interés, la caída de las divisas y la volatilidad de los precios de la energía, junto con la desaceleración económica y los problemas presupuestarios posteriores a la pandemia, pueden aumentar la presión ejercida sobre la ASEAN+3 (organismo que reúne a los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático más China, Japón y Corea del Sur) para que reduzca sus esfuerzos a favor de mitigar el riesgo climático. Si bien este cambio de política puede tener sentido desde un punto de vista fiscal, es un error que podría tener graves repercusiones para la región y, en última instancia, podría conducir a un crecimiento económico más lento y una mayor inestabilidad financiera.
Si no se abordan, los riesgos que el cambio climático plantea a los países de la ASEAN+3 podrían tener implicaciones de gran alcance para la producción agrícola de la región, la disponibilidad de agua, la seguridad energética, el transporte y la infraestructura, las industrias turísticas y los recursos costeros. En los últimos dos años, las inundaciones, los ciclones, las sequías, el aumento del nivel del mar y los deslizamientos de tierra se han convertido en una característica distintiva cada vez más frecuente. Myanmar, Filipinas, Vietnam y Tailandia se encuentran entre los diez países más vulnerables al clima en el mundo, ya que han sufrido algunas de las instancias con la mayor cantidad de fatalidades y las más altas pérdidas económicas a causa de desastres relacionados con el clima entre los años 1999 y 2018.
Además de estos riesgos físicos, la transición a una economía baja en carbono conlleva riesgos propios. Para empezar, las industrias que dependen en gran medida de los combustibles fósiles se enfrentan con mayor frecuencia a mayores responsabilidades normativas. Puede que una gran parte de las reservas de petróleo, gas y carbón de la región terminen abandonadas bajo tierra y sean contabilizadas como pérdidas, ya sea de forma parcial o total. También es probable que los cambios en la política energética aumenten los riesgos crediticios de los bancos. Si Indonesia, Filipinas y Vietnam cumplen con sus compromisos en virtud del acuerdo de París de 2015, por ejemplo, las centrales eléctricas de carbón valoradas en 60 mil millones de dólares se convertirán en activos en desuso en 15 años, en lugar de hacerlo en 40 años.
Lo más probable es que la transición verde también afecte la rentabilidad de las minas de carbón en otras partes de la región, como por ejemplo en Indonesia. Y los esfuerzos de la Unión Europea para alejarse del biocombustible de aceite de palma y fomentar el uso de productos libres de deforestación pueden convertir los bancos de tierras en Malasia e Indonesia en activos en desuso. Sin embargo, a pesar de estos riesgos vinculados a la transición, no hacer nada, en última instancia, sería más costoso para las economías de la ASEAN.
Sin duda, los países de la ASEAN han tomado algunas medidas para mitigar los riesgos climáticos. Brunei ha implementado estructuras de protección costera. Indonesia ha promovido manglares y variedades de cultivos que son tolerantes al clima. Laos ha desarrollado técnicas sostenibles de manejo de cultivos. Y Malasia ha buscado la adopción de la agricultura orgánica y de las tecnologías adaptadas al clima.
No obstante, a pesar de estas mejoras, se debe hacer mucho más a fin de cumplir con los objetivos de energía renovable de los países de la ASEAN+3. Varias iniciativas podrían apoyar los esfuerzos de la región: el Plan de Acción de la ASEAN para la Cooperación Energética, por ejemplo, tiene como objetivo aumentar la energía renovable hasta el 23% del suministro energético de la región para el año 2025, frente al 14% registrado en el 2017. Y el foro de 2021 sobre los objetivos de neutralidad de carbono de China, Japón y Corea del Sur ha esbozado ideas concretas para lograr emisiones netas cero a través de cooperación trilateral en materia de innovación y tecnología.
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La fijación del precio del carbono es esencial para la transición verde. Los países de la ASEAN+3 han llevado a cabo conversaciones sobre el equilibrio entre los sistemas de fijación de precios y la necesidad de estimular el crecimiento económico. En julio de 2021, China puso en marcha su sistema nacional de comercio de emisiones (ETS), diseñado para ser un “importante instrumento basado en el mercado” para ayudar a China a alcanzar sus objetivos climáticos. Un año después de su lanzamiento, a pesar de estar aún está lidiando con problemas de calidad de datos, el ETS de China es el sistema más grande del mundo en términos de emisiones cubiertas, y los precios están en aumento constante. Si bien ha habido llamados para el establecimiento de un impuesto al carbono para toda la región, es poco probable que esta idea se concrete en el corto plazo, dadas las diferencias entre los distintos regímenes fiscales. No obstante, un impuesto al carbono probablemente seguirá siendo un punto de enfoque clave para las debates que se sostengan entre los países de la ASEAN+3 a lo largo de los próximos años.
El fomento de las finanzas sostenibles también será esencial para el éxito de la transición, debido a que el sector financiero podría impulsar un cambio a lo largo de toda la economía. En los últimos años, muchos bancos centrales y supervisores financieros de Asia han aplicado, o han comenzado a aplicar, este tipo de medidas, a pesar de que en la actualidad están en curso varias limitaciones a las capacidades y los recursos.
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A corto plazo, existe un ámbito significativamente importante para que los bancos centrales y los reguladores financieros de la ASEAN+3 incentiven la transición hacia una economía baja en carbono, al conducir a las empresas y a los prestamistas con dirección a la reducción del uso de carbono y a la concentración de su enfoque en las energías renovables y las tecnologías verdes. Tales medidas fomentarían un cambio similar a lo largo de toda la economía, lo que a su vez llevaría a las empresas a establecer un precio vinculado a los riesgos climáticos en el proceso de fijación de precios de sus productos y servicios.
Mediante la promoción de políticas bajas en carbono y el fomento de las finanzas verdes, los encargados de la formulación de políticas podrían estimular nuevos sectores de energía renovable y estimular el crecimiento económico. Es más, la reducción de su dependencia de los combustibles fósiles cuyos precios se denominan en dólares permitiría que los países de la ASEAN+3 desplazaran sus ingresos gubernamentales de una postura de mantenimiento de grandes reservas de divisas hacia una postura de dirigir dichos ingresos a sus políticas internas.
Para minimizar los efectos perjudiciales del cambio climático en sus poblaciones y economías, los encargados de la formulación de políticas de los países miembros de la ASEAN+3 deben implementar políticas de mitigación de riesgos que ayuden a prevenir los efectos indirectos regionales y que fomenten el surgimiento de nuevas industrias y tecnologías. Hacerlo también acrecentaría la seguridad energética. Apagar el sol y parar el viento es mucho más difícil que hacer volar un gasoducto.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos