NUEVA YORK – El año 2012 resultó tan malo como me lo había imaginado. La recesión en Europa fue la consecuencia predecible (y predicha) de sus políticas de austeridad y de un marco para el euro condenado al fracaso. La anémica recuperación estadounidense –con un crecimiento apenas suficiente para crear empleo para los nuevos ingresantes a la fuerza de trabajo– fue la consecuencia predecible (y predicha) de la parálisis política, que bloqueó la promulgación de la ley de empleo del presidente Barack Obama y envió a la economía hacia un «precipicio fiscal».
NUEVA YORK – El año 2012 resultó tan malo como me lo había imaginado. La recesión en Europa fue la consecuencia predecible (y predicha) de sus políticas de austeridad y de un marco para el euro condenado al fracaso. La anémica recuperación estadounidense –con un crecimiento apenas suficiente para crear empleo para los nuevos ingresantes a la fuerza de trabajo– fue la consecuencia predecible (y predicha) de la parálisis política, que bloqueó la promulgación de la ley de empleo del presidente Barack Obama y envió a la economía hacia un «precipicio fiscal».