CHAPEL HILL, CAROLINA DEL NORTE – A pesar del progreso reciente, más de mil millones de personas aún carecen de suministros decentes de agua, y más de dos mil millones de personas no cuentan con servicios de saneamiento. Sin embargo, si bien solemos suponer que los beneficios que implica mejorar los sistemas de agua y saneamiento siempre superan a los costos, no siempre es verdad.
Las redes entubadas de agua y saneamiento son costosas. Los consumidores en la mayoría de los países no toman conciencia de esto, porque los verdaderos costos están disimulados por los subsidios. Una nueva investigación del Consenso de Copenhague revela que el costo total de llevar agua a un hogar es de 80 dólares por mes –más de lo que pagan la mayoría de los hogares en los países ricos y mucho más allá de las posibilidades de la mayoría de las familias en los países en desarrollo-. Suponiendo que los pobres usan mucha menos agua, el costo mensual de las tecnologías de redes convencionales cae a 20 dólares por mes –todavía una erogación importante.
Si calculamos el tiempo y la energía perdidos en los países en desarrollo para recolectar, tratar y almacenar agua, y la carga sanitaria causada por la falta de agua potable y un saneamiento decente, los costos de crear una red típica de agua y cloacas pueden seguir siendo más altos que los beneficios. Gastar una gran cantidad de dinero para generar un bienestar mínimo no es una inversión sólida.
Las estimaciones de lo que la gente en los países pobres está dispuesta a pagar por caños de agua no exceden los costos de muchos proyectos de agua y saneamiento. A menudo, priorizan la electrificación por sobre el agua corriente, incluso si la electricidad no es esencial para la vida: más allá de la inconveniencia, el agua para llevar a la casa se puede obtener de un proveedor o en un pozo, pero no existe una manera conveniente para transportar electricidad.
Las ventajas sanitarias de proveer agua por redes son menos importantes de lo que se suele suponer. Existen muchas maneras de que agentes patógenos infecten a la gente además del agua potable contaminada. Entubar agua limpia sin mejorar el saneamiento en algunos casos, en realidad, puede exacerbar la propagación de agentes infecciosos.
De la misma manera que puede ser errónea la creencia convencional de que todos los sistemas por redes de agua y saneamiento son buenas inversiones, también puede ser un error suponer que todas las represas son malas inversiones. Existen, por supuesto, sólidos argumentos ambientales y económicos en contra de la construcción de grandes represas –e incluso a favor de desautorizar algunas-. Pero países como Etiopía prácticamente no tienen instalaciones de almacenamiento de agua, ni una gran variabilidad de precipitaciones ni lugares atractivos para generación hidroeléctrica.
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Un único reservorio situado en la escasamente poblada garganta del Nilo Azul, por ejemplo, podría producir grandes cantidades de energía extremadamente necesaria para Etiopía, Sudán y Egipto, mitigar las sequías y generar una mejor irrigación. Los costos de un proyecto hipotético –que incluya la construcción, el reasentamiento de la gente que vive donde se construiría la represa y las emisiones de carbono- ascenderían aproximadamente a 3.100 millones de dólares. Los beneficios obtenidos de la generación de energía, la irrigación de cauce descendente, la compensación de las emisiones de carbono y las reducidas inundaciones representarían aproximadamente el doble.
Es más, existen alternativas para los costosos sistemas de infraestructura de redes. Un pozo profundo con una bomba manual normalmente puede abastecer a unas 300 personas, con un costo mensual por hogar de aproximadamente 2,25 dólares. Los beneficios –ahorro de tiempo, más y mejor calidad del agua y una menor incidencia de diarrea- probablemente en muchos lugares sean tres veces superiores a los costos, superando normalmente los 7 dólares por mes.
Otra política sólida a corto plazo es la utilización de dispositivos como filtros Bio-sand para reducir los riesgos sanitarios asociados con el consumo de agua contaminada con bacterias y virus. El filtro normalmente le cuesta a un hogar alrededor de 1,40 dólar por mes, pero en muchos países en desarrollo ofrece beneficios a partir de una salud mejorada que son tres veces superiores.
Muchos países en desarrollo han enfrentado el desafío del saneamiento construyendo letrinas subsidiadas. Sin embargo, ofrecer acceso a este tipo de instalaciones puede resultar sorpresivamente ineficiente, ya que una cantidad importante nunca se usan.
Una estrategia más económica y más exitosa en el sur de Asia moviliza a las comunidades para lograr entornos donde esté prohibida la defecación al aire libre aumentando la conciencia de la transmisión de enfermedades, los costos sanitarios y los beneficios sociales del saneamiento. Se han utilizado una variedad de enfoques, desde realizar “caminatas de la vergüenza” a zonas de defecación al aire libre hasta establecer brigadas infantiles para promover la prohibición. La comunidad recibe incentivos financieros para construir y mantener letrinas hogareñas muy básicas. Los costos ascienden a apenas 0,50 dólar por hogar, mientras que los beneficios derivados de una mejor salud y un ahorro de tiempo en muchos países en desarrollo son de 1,20 dólar.
La comunidad internacional se ha comprometido a reducir a la mitad la proporción de gente sin acceso a agua y saneamiento para 2015. La solución más obvia e integral consiste en ofrecer caños de agua y saneamiento a todos aquellos que no los tienen. Pero, dado el progreso actual y los altos costos de capital, esto parece excesivamente optimista.
Mientras tanto, los gobiernos y los donantes deberían considerar opciones más económicas a corto plazo. Mientras que las tres intervenciones de agua y saneamiento de bajo costo que se analizaron aquí tal vez no siempre pasen una prueba costo-beneficio, probablemente atraigan inversiones en muchas circunstancias, al mismo tiempo que responderán a las preferencias de las comunidades.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
CHAPEL HILL, CAROLINA DEL NORTE – A pesar del progreso reciente, más de mil millones de personas aún carecen de suministros decentes de agua, y más de dos mil millones de personas no cuentan con servicios de saneamiento. Sin embargo, si bien solemos suponer que los beneficios que implica mejorar los sistemas de agua y saneamiento siempre superan a los costos, no siempre es verdad.
Las redes entubadas de agua y saneamiento son costosas. Los consumidores en la mayoría de los países no toman conciencia de esto, porque los verdaderos costos están disimulados por los subsidios. Una nueva investigación del Consenso de Copenhague revela que el costo total de llevar agua a un hogar es de 80 dólares por mes –más de lo que pagan la mayoría de los hogares en los países ricos y mucho más allá de las posibilidades de la mayoría de las familias en los países en desarrollo-. Suponiendo que los pobres usan mucha menos agua, el costo mensual de las tecnologías de redes convencionales cae a 20 dólares por mes –todavía una erogación importante.
Si calculamos el tiempo y la energía perdidos en los países en desarrollo para recolectar, tratar y almacenar agua, y la carga sanitaria causada por la falta de agua potable y un saneamiento decente, los costos de crear una red típica de agua y cloacas pueden seguir siendo más altos que los beneficios. Gastar una gran cantidad de dinero para generar un bienestar mínimo no es una inversión sólida.
Las estimaciones de lo que la gente en los países pobres está dispuesta a pagar por caños de agua no exceden los costos de muchos proyectos de agua y saneamiento. A menudo, priorizan la electrificación por sobre el agua corriente, incluso si la electricidad no es esencial para la vida: más allá de la inconveniencia, el agua para llevar a la casa se puede obtener de un proveedor o en un pozo, pero no existe una manera conveniente para transportar electricidad.
Las ventajas sanitarias de proveer agua por redes son menos importantes de lo que se suele suponer. Existen muchas maneras de que agentes patógenos infecten a la gente además del agua potable contaminada. Entubar agua limpia sin mejorar el saneamiento en algunos casos, en realidad, puede exacerbar la propagación de agentes infecciosos.
De la misma manera que puede ser errónea la creencia convencional de que todos los sistemas por redes de agua y saneamiento son buenas inversiones, también puede ser un error suponer que todas las represas son malas inversiones. Existen, por supuesto, sólidos argumentos ambientales y económicos en contra de la construcción de grandes represas –e incluso a favor de desautorizar algunas-. Pero países como Etiopía prácticamente no tienen instalaciones de almacenamiento de agua, ni una gran variabilidad de precipitaciones ni lugares atractivos para generación hidroeléctrica.
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Es más, existen alternativas para los costosos sistemas de infraestructura de redes. Un pozo profundo con una bomba manual normalmente puede abastecer a unas 300 personas, con un costo mensual por hogar de aproximadamente 2,25 dólares. Los beneficios –ahorro de tiempo, más y mejor calidad del agua y una menor incidencia de diarrea- probablemente en muchos lugares sean tres veces superiores a los costos, superando normalmente los 7 dólares por mes.
Otra política sólida a corto plazo es la utilización de dispositivos como filtros Bio-sand para reducir los riesgos sanitarios asociados con el consumo de agua contaminada con bacterias y virus. El filtro normalmente le cuesta a un hogar alrededor de 1,40 dólar por mes, pero en muchos países en desarrollo ofrece beneficios a partir de una salud mejorada que son tres veces superiores.
Muchos países en desarrollo han enfrentado el desafío del saneamiento construyendo letrinas subsidiadas. Sin embargo, ofrecer acceso a este tipo de instalaciones puede resultar sorpresivamente ineficiente, ya que una cantidad importante nunca se usan.
Una estrategia más económica y más exitosa en el sur de Asia moviliza a las comunidades para lograr entornos donde esté prohibida la defecación al aire libre aumentando la conciencia de la transmisión de enfermedades, los costos sanitarios y los beneficios sociales del saneamiento. Se han utilizado una variedad de enfoques, desde realizar “caminatas de la vergüenza” a zonas de defecación al aire libre hasta establecer brigadas infantiles para promover la prohibición. La comunidad recibe incentivos financieros para construir y mantener letrinas hogareñas muy básicas. Los costos ascienden a apenas 0,50 dólar por hogar, mientras que los beneficios derivados de una mejor salud y un ahorro de tiempo en muchos países en desarrollo son de 1,20 dólar.
La comunidad internacional se ha comprometido a reducir a la mitad la proporción de gente sin acceso a agua y saneamiento para 2015. La solución más obvia e integral consiste en ofrecer caños de agua y saneamiento a todos aquellos que no los tienen. Pero, dado el progreso actual y los altos costos de capital, esto parece excesivamente optimista.
Mientras tanto, los gobiernos y los donantes deberían considerar opciones más económicas a corto plazo. Mientras que las tres intervenciones de agua y saneamiento de bajo costo que se analizaron aquí tal vez no siempre pasen una prueba costo-beneficio, probablemente atraigan inversiones en muchas circunstancias, al mismo tiempo que responderán a las preferencias de las comunidades.