BOSTON – El mes de agosto, cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump propuso congelar los estándares de eficiencia de combustible para automóviles y camiones, los ambientalistas y sus partidarios se indignaron. Hoy en día, la temperatura del debate ha aumentado nuevamente, tras la emisión de un informe especial por parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que destaca la urgente necesidad de tomar medidas drásticas para reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Si bien los esfuerzos de los ambientalistas por combatir el cambio climático son encomiables, sus reacciones ante estos sucesos están mal dirigidas. Las estrategias para reducir las emisiones que defienden apenas producen pequeños avances; y, en muchos casos, son contraproducentes; ya que simplemente dan a las empresas y a los gobiernos soluciones que pretenden tapar el sol con un dedo. Necesitamos una estrategia realista para enfrentar el cambio climático, una que maneje los recursos tecnológicos del mundo, sin imponer restricciones paralizantes al crecimiento económico.
Gran parte de la reacción violenta que sobrevino tras la propuesta del gobierno de Trump sobre relajación de los estándares de emisiones de los vehículos se ha centrado en dos aspectos incluidos en el informe de 500 páginas que sirve de fundamento a la propuesta del gobierno de Trump. Primero, el gobierno aceptó que el cambio aumentará las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), pero afirmó que el aumento sería intrascendente. En segundo lugar, el gobierno estima que las temperaturas globales aumentarán en 3,5 grados Celsius (6.3 Fahrenheit) hasta el año 2100, si no se toman medidas. Estas suposiciones provocaron una crítica feroz; El Boston Globe publicó el siguiente titular: “El gobierno de Trump se contenta con ser un mero espectador que mira sentado cómo se calienta el planeta”.
Diez días después, el informe del IPCC reavivó el debate. Argumentó que limitar el calentamiento global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales – el objetivo establecido por el Acuerdo de París 2015 – requerirá medidas draconianas como detener el uso de motores de combustión interna y desplegar energías renovables para generar el 75% de las necesidades eléctricas del mundo.
Estas medidas, según el IPCC, eliminarán las emisiones de CO2; pero, pueden no ser suficientes. Un aumento de 1,5°C en las temperaturas globales ahora se acepta como algo inevitable; y, es probable que el calentamiento alcance los 2°C antes del fin de siglo.
Existen varias razones por la cuales estas proyecciones son pesimistas. Si bien muchos consumidores en los países desarrollados proclaman su apoyo a la sostenibilidad, ellos, generalmente, no están dispuestos ni a pagar, ni a incomodarse en alguna forma, para favorecer la sostenibilidad. Los ciudadanos de los países en desarrollo desean un nivel de vida más alto, independientemente del impacto que tenga en las temperaturas globales. Las empresas están respondiendo a estas señales mixtas con medidas débiles y simbólicas, que apuntan a reducir en algo las emisiones, sin que dichas medidas lleguen a afectar los resultados finales de sus balances contables. Los gobiernos y los políticos descartan cualquier política que amenace los empleos o la creación de empleos.
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El resultado es que se alienta a los consumidores a participar en actividades que les hace “sentirse bien”. Como muestra: separar la basura y usar bolsas de tela al comprar son cambios de comportamiento que, en gran manera, son sin sentido; debido a que, por ejemplo en el caso de Estados Unidos, la basura doméstica apenas representa el 3% de los desechos sólidos que el país produce.
Las empresas siguen las acciones establecidas por los consumidores. Un ejemplo es la prohibición (inefectiva) del uso de las pajillas de plástico por parte de McDonald’s, empresa que continúa sirviendo carne de res, misma que contribuye de manera importante al calentamiento global, debido al metano que produce el ganado. (El metano es 28 veces más potente como gas de efecto invernadero en comparación con el CO2).
Finalmente, los gobiernos son parte del problema, no de la solución. El gobierno de Estados Unidos se retiró del acuerdo climático de París y el gobierno de Australia ha debilitado su compromiso con dicho acuerdo. El gobierno alemán fue cómplice del escándalo de emisiones que envolvió a la industria automotriz de su país, y las emisiones de gases de efecto invernadero de Alemania no se han reducido durante la última década. De hecho, es probable que Alemania no cumpla con sus objetivos hasta el año 2020 o hasta el 2030, y a pesar de esto, presiona a otros países para que adopten los mencionados objetivos.
Una evaluación clara de la situación actual revelará que la batalla inmediata ya está perdida, lo que nos lleva a la polémica política del gobierno de Trump sobre las emisiones. El informe que establece la política muestra que el emperador está, realmente, desnudo. Las iniciativas de sostenibilidad pequeñas e incrementales son inadecuadas y, por lo tanto, sin sentido. Dichas iniciativas frustran innecesariamente el crecimiento económico y la creación de empleos, y permiten que los países desarrollados insistan en concesiones económicas por parte de los países en desarrollo, que los dichos países desarrollados no tienen ningún derecho a exigir. Cuando se ve a través de esta lente, el informe gubernamental estadounidense sobre eficiencia de combustible no luce tan desquiciado como al principio se proclamaba que era.
Yo creo que únicamente hay dos abordajes para que el mundo evite lo que la mayoría de los científicos llaman un calentamiento global catastrófico.
En el primer abordaje se necesitaría detener el crecimiento económico, debido a que la idea de “crecimiento verde” es una falacia promulgada por los ambientalistas, quienes aparentemente se dedican a sostener vanas ilusiones. Una acción tan extrema requeriría que el mundo reinvente la forma en la que se mide la actividad económica. Y, a su vez, implicaría políticas éticamente dudosas como el control forzado de la natalidad de la población.
El segundo abordaje consistiría en que el mundo rico lance un “Proyecto Manhattan” para desarrollar y escalar tecnologías que puedan librar al planeta de la acumulación de GEI. Estas pudiesen incluir tecnologías de secuestro de carbono y de geoingeniería, así como innovaciones como la carne vegetal, y también alternativas al uso del concreto en estructuras y a la generación de energía mediante fusión nuclear.
Este segundo abordaje ofrece una solución real a la crisis del calentamiento global y evita las dificultades morales del primer abordaje (que incluye dejar a miles de millones de personas atrapadas en la pobreza). Podemos combatir el calentamiento global sólo si desplegamos nuestro principal recurso natural: el ingenio humano.
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To prevent unnecessary deaths from treatable diseases, the World Health Organization must be empowered to fulfill its mandate as the leading global emergency responder. If its $7.1 billion fundraising campaign falls short, we risk being caught unprepared again when the next pandemic arrives.
calls on wealthy countries to ensure that the World Health Organization can confront emerging threats.
Not only did Donald Trump win last week’s US presidential election decisively – winning some three million more votes than his opponent, Vice President Kamala Harris – but the Republican Party he now controls gained majorities in both houses on Congress. Given the far-reaching implications of this result – for both US democracy and global stability – understanding how it came about is essential.
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BOSTON – El mes de agosto, cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump propuso congelar los estándares de eficiencia de combustible para automóviles y camiones, los ambientalistas y sus partidarios se indignaron. Hoy en día, la temperatura del debate ha aumentado nuevamente, tras la emisión de un informe especial por parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que destaca la urgente necesidad de tomar medidas drásticas para reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Si bien los esfuerzos de los ambientalistas por combatir el cambio climático son encomiables, sus reacciones ante estos sucesos están mal dirigidas. Las estrategias para reducir las emisiones que defienden apenas producen pequeños avances; y, en muchos casos, son contraproducentes; ya que simplemente dan a las empresas y a los gobiernos soluciones que pretenden tapar el sol con un dedo. Necesitamos una estrategia realista para enfrentar el cambio climático, una que maneje los recursos tecnológicos del mundo, sin imponer restricciones paralizantes al crecimiento económico.
Gran parte de la reacción violenta que sobrevino tras la propuesta del gobierno de Trump sobre relajación de los estándares de emisiones de los vehículos se ha centrado en dos aspectos incluidos en el informe de 500 páginas que sirve de fundamento a la propuesta del gobierno de Trump. Primero, el gobierno aceptó que el cambio aumentará las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), pero afirmó que el aumento sería intrascendente. En segundo lugar, el gobierno estima que las temperaturas globales aumentarán en 3,5 grados Celsius (6.3 Fahrenheit) hasta el año 2100, si no se toman medidas. Estas suposiciones provocaron una crítica feroz; El Boston Globe publicó el siguiente titular: “El gobierno de Trump se contenta con ser un mero espectador que mira sentado cómo se calienta el planeta”.
Diez días después, el informe del IPCC reavivó el debate. Argumentó que limitar el calentamiento global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales – el objetivo establecido por el Acuerdo de París 2015 – requerirá medidas draconianas como detener el uso de motores de combustión interna y desplegar energías renovables para generar el 75% de las necesidades eléctricas del mundo.
Estas medidas, según el IPCC, eliminarán las emisiones de CO2; pero, pueden no ser suficientes. Un aumento de 1,5°C en las temperaturas globales ahora se acepta como algo inevitable; y, es probable que el calentamiento alcance los 2°C antes del fin de siglo.
Existen varias razones por la cuales estas proyecciones son pesimistas. Si bien muchos consumidores en los países desarrollados proclaman su apoyo a la sostenibilidad, ellos, generalmente, no están dispuestos ni a pagar, ni a incomodarse en alguna forma, para favorecer la sostenibilidad. Los ciudadanos de los países en desarrollo desean un nivel de vida más alto, independientemente del impacto que tenga en las temperaturas globales. Las empresas están respondiendo a estas señales mixtas con medidas débiles y simbólicas, que apuntan a reducir en algo las emisiones, sin que dichas medidas lleguen a afectar los resultados finales de sus balances contables. Los gobiernos y los políticos descartan cualquier política que amenace los empleos o la creación de empleos.
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El resultado es que se alienta a los consumidores a participar en actividades que les hace “sentirse bien”. Como muestra: separar la basura y usar bolsas de tela al comprar son cambios de comportamiento que, en gran manera, son sin sentido; debido a que, por ejemplo en el caso de Estados Unidos, la basura doméstica apenas representa el 3% de los desechos sólidos que el país produce.
Las empresas siguen las acciones establecidas por los consumidores. Un ejemplo es la prohibición (inefectiva) del uso de las pajillas de plástico por parte de McDonald’s, empresa que continúa sirviendo carne de res, misma que contribuye de manera importante al calentamiento global, debido al metano que produce el ganado. (El metano es 28 veces más potente como gas de efecto invernadero en comparación con el CO2).
Finalmente, los gobiernos son parte del problema, no de la solución. El gobierno de Estados Unidos se retiró del acuerdo climático de París y el gobierno de Australia ha debilitado su compromiso con dicho acuerdo. El gobierno alemán fue cómplice del escándalo de emisiones que envolvió a la industria automotriz de su país, y las emisiones de gases de efecto invernadero de Alemania no se han reducido durante la última década. De hecho, es probable que Alemania no cumpla con sus objetivos hasta el año 2020 o hasta el 2030, y a pesar de esto, presiona a otros países para que adopten los mencionados objetivos.
Una evaluación clara de la situación actual revelará que la batalla inmediata ya está perdida, lo que nos lleva a la polémica política del gobierno de Trump sobre las emisiones. El informe que establece la política muestra que el emperador está, realmente, desnudo. Las iniciativas de sostenibilidad pequeñas e incrementales son inadecuadas y, por lo tanto, sin sentido. Dichas iniciativas frustran innecesariamente el crecimiento económico y la creación de empleos, y permiten que los países desarrollados insistan en concesiones económicas por parte de los países en desarrollo, que los dichos países desarrollados no tienen ningún derecho a exigir. Cuando se ve a través de esta lente, el informe gubernamental estadounidense sobre eficiencia de combustible no luce tan desquiciado como al principio se proclamaba que era.
Yo creo que únicamente hay dos abordajes para que el mundo evite lo que la mayoría de los científicos llaman un calentamiento global catastrófico.
En el primer abordaje se necesitaría detener el crecimiento económico, debido a que la idea de “crecimiento verde” es una falacia promulgada por los ambientalistas, quienes aparentemente se dedican a sostener vanas ilusiones. Una acción tan extrema requeriría que el mundo reinvente la forma en la que se mide la actividad económica. Y, a su vez, implicaría políticas éticamente dudosas como el control forzado de la natalidad de la población.
El segundo abordaje consistiría en que el mundo rico lance un “Proyecto Manhattan” para desarrollar y escalar tecnologías que puedan librar al planeta de la acumulación de GEI. Estas pudiesen incluir tecnologías de secuestro de carbono y de geoingeniería, así como innovaciones como la carne vegetal, y también alternativas al uso del concreto en estructuras y a la generación de energía mediante fusión nuclear.
Este segundo abordaje ofrece una solución real a la crisis del calentamiento global y evita las dificultades morales del primer abordaje (que incluye dejar a miles de millones de personas atrapadas en la pobreza). Podemos combatir el calentamiento global sólo si desplegamos nuestro principal recurso natural: el ingenio humano.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.