MANILA – En 1980, mi padre llegó a los Estados Unidos para someterse a una operación del corazón, afectado por los rigores de su encarcelamiento por la dictadura de Ferdinand Marcos. La dictadura le ofreció un respiro, pero, cosa muy propia de ella, dependiente de sus caprichos. Tras haber sido condenado ya a muerte mediante fusilamiento por un tribunal irregular, mi padre se negó a levantar una bandera blanca. “La filipina”, insistió, “es digna de que se muera por ella”.
MANILA – En 1980, mi padre llegó a los Estados Unidos para someterse a una operación del corazón, afectado por los rigores de su encarcelamiento por la dictadura de Ferdinand Marcos. La dictadura le ofreció un respiro, pero, cosa muy propia de ella, dependiente de sus caprichos. Tras haber sido condenado ya a muerte mediante fusilamiento por un tribunal irregular, mi padre se negó a levantar una bandera blanca. “La filipina”, insistió, “es digna de que se muera por ella”.