Cuando se celebraba el fin de la ideología –primero en los años 50 y luego, más enfáticamente aún, en los años 90-, nadie previó que la religión, el flagelo de la política en la primera mitad del siglo XX, volvería a desempeñar ese rol con venganza. Daniel Bell y Raymond Aron escribieron sobre el fin de la ideología fascista y comunista con la esperanza de que entraríamos en una era de pragmatismo en la que la política sería objeto de discusión y debate, no de creencia y de opiniones absolutas. Había llegado a prevalecer el enfoque que tenía Karl Popper de la política, en el que primaba la razón y el discurso crítico. Y, después de la caída del comunismo, cuando el fin de la historia parecía cercano, se pensó que la política ideológica había desaparecido para siempre.
Cuando se celebraba el fin de la ideología –primero en los años 50 y luego, más enfáticamente aún, en los años 90-, nadie previó que la religión, el flagelo de la política en la primera mitad del siglo XX, volvería a desempeñar ese rol con venganza. Daniel Bell y Raymond Aron escribieron sobre el fin de la ideología fascista y comunista con la esperanza de que entraríamos en una era de pragmatismo en la que la política sería objeto de discusión y debate, no de creencia y de opiniones absolutas. Había llegado a prevalecer el enfoque que tenía Karl Popper de la política, en el que primaba la razón y el discurso crítico. Y, después de la caída del comunismo, cuando el fin de la historia parecía cercano, se pensó que la política ideológica había desaparecido para siempre.