Durante tres décadas, el mundo rico ha hablado de controlar su adicción al petróleo importado. Pero, a pesar de la retórica ansiosa, el problema del suministro de petróleo ha empeorado y la seguridad energética se ha vuelto más compleja. Más allá de los repetidos llamados de los políticos a la independencia energética, en los últimos 30 años Estados Unidos, por caso, duplicó su dependencia del petróleo importado, que hoy representa casi las dos terceras partes de sus necesidades petroleras.
Las amenazas de cortar los suministros de petróleo para cambiar la política exterior de un país tienen una larga historia, particularmente en lo que concierne a Oriente Medio. Los miembros árabes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo instaron a un embargo en los tiempos de la guerra de 1967, pero esto tuvo un efecto reducido porque Estados Unidos, por aquel entonces, era ampliamente autosuficiente.
Sin embargo, para la guerra de Yom Kippur de 1973, un embargo petrolero árabe tuvo un impacto mayor, debido a la creciente demanda de petróleo importado por parte de Estados Unidos. El embargo hizo subir los precios y desató un período de inflación y estancamiento a nivel mundial. Esto también demostró que el petróleo es una mercancía fungible. Aunque el embargo estaba destinado a Estados Unidos y los Países Bajos, las fuerzas del mercado sacudieron el petróleo entre los consumidores y, en el largo plazo, todos los países consumidores sufrieron una escasez de suministro y la misma sacudida de los precios. Los embargos petroleros resultaron ser un instrumento desafilado que puede lastimar a muchos además de los países a los que estaban destinados.
Tras las sacudidas de los precios del petróleo, la política de seguridad energética ha tenido cuatro componentes. Al liberar los precios de la energía, los gobiernos permitieron que los mercados alentaran la conservación y el nuevo suministro. Por otra parte, los gobiernos introdujeron subsidios y regulaciones modestos para alentar la conservación y las fuentes de energía renovables. Algunos gobiernos empezaron a almacenar petróleo en reservas petroleras estratégicas que podrían ser utilizadas durante períodos breves en una crisis. Los países ricos también ayudaron a crear la Agencia Internacional de Energía con sede en París, que coordina las políticas (incluso las reservas estratégicas) entre los países consumidores.
Este tipo de políticas todavía tienen sentido. Sin embargo, probablemente no serían adecuadas para hacer frente a una interrupción prolongada de los suministros. El mundo no se está quedando sin petróleo, pero las dos terceras partes de las reservas petroleras están situadas en la región políticamente inestable del Golfo Pérsico.
Estados Unidos importa solamente una pequeña porción de su petróleo del Golfo Pérsico. Su principal proveedor es su vecino estable, Canadá. Pero la lección de 1973 es que una interrupción de los suministros de petróleo del Golfo haría aumentar los precios y afectaría tanto a las economías ricas como a las pobres, sin importar cuán seguras pudieran ser sus propias fuentes de suministro.
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Es más, en los últimos años han surgido nuevas dimensiones del problema de la seguridad energética. Una de ellas es el gran incremento en la demanda de energía de las economías de rápido crecimiento de Asia, especialmente China.
China parece creer que puede asegurar sus importaciones de energía sellando contratos petroleros con estados paria como Sudán. Sin embargo, si bien este enfoque mercantilista de corto plazo crea problemas de política exterior sobre cuestiones como Darfur, en realidad no protegerá a China en un momento de interrupción del suministro. Sería mucho mejor hacer que China (y la India) ingresasen en la AIE y alentar la participación china normal en los mercados mundiales.
Otra dimensión nueva del problema de la seguridad energética es la manera en la que los precios elevados y las mayores reservas han transferido el poder a los países productores de energía. Las compañías estatales ahora controlan muchas más reservas de petróleo y gas que las compañías de energía privadas tradicionales, alguna vez conocidas como las siete hermanas. Muchas de estas compañías estatales en países como Rusia y Venezuela no responden simplemente a las fuerzas del mercado, sino que están utilizando su flamante poder de fijación de precios con fines políticos.
Finalmente, el problema de la seguridad energética se ha visto agravado por el problema del cambio del clima global. A medida que la ciencia se ha vuelto cada vez más clara, el cambio climático es hoy una cuestión política importante a nivel global y nacional.
Los crecientes niveles oceánicos, la sequía en Africa y las tormentas cada vez más turbulentas plantean un nuevo tipo de amenaza que debe tomarse seriamente. Algunas medidas para hacer frente a la seguridad energética deben abordar el lado de la demanda más que el lado de la oferta.
Las medidas que favorecen algunos legisladores, como la conversión de carbón en líquidos, aumentan los suministros seguros, pero implican más emisiones de dióxido de carbono que el petróleo importado. Estas medidas deberían evitarse hasta que se perfeccionen las tecnologías para capturar carbón o carbono de manera limpia. Por otra parte, reducir la demanda a través de una mejor eficiencia de la energía y medidas de conservación resulta beneficial tanto para la seguridad de los suministros como para el cambio climático.
Sin embargo, no basta con que Estados Unidos y los países de la Unión Europea mejoren su eficiencia energética si otros países no hacen lo mismo. China y la India pueden perseguir la seguridad del suministro recurriendo a sus grandes recursos de carbón, pero a menos que también tengan acceso a una mejor tecnología carbonífera, las cargas que le imponen a la atmósfera serán importantes.
Este año, China superará a Estados Unidos en materia de emisiones de gases de tipo invernadero. Cada semana, el país construye prácticamente dos plantas nuevas de electricidad alimentadas a carbón. En un mundo de estas características, la seguridad energética ya no puede resumirse en una mayor independencia energética. Más bien, debemos encontrar mejores maneras de manejar la interdependencia energética.
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The Norwegian finance ministry recently revealed just how much the country has benefited from Russia's invasion of Ukraine, estimating its windfall natural-gas revenues for 2022-23 to be around $111 billion. Yet rather than transferring these gains to those on the front line, the government is hoarding them.
argue that the country should give its windfall gains from gas exports to those on the front lines.
Durante tres décadas, el mundo rico ha hablado de controlar su adicción al petróleo importado. Pero, a pesar de la retórica ansiosa, el problema del suministro de petróleo ha empeorado y la seguridad energética se ha vuelto más compleja. Más allá de los repetidos llamados de los políticos a la independencia energética, en los últimos 30 años Estados Unidos, por caso, duplicó su dependencia del petróleo importado, que hoy representa casi las dos terceras partes de sus necesidades petroleras.
Las amenazas de cortar los suministros de petróleo para cambiar la política exterior de un país tienen una larga historia, particularmente en lo que concierne a Oriente Medio. Los miembros árabes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo instaron a un embargo en los tiempos de la guerra de 1967, pero esto tuvo un efecto reducido porque Estados Unidos, por aquel entonces, era ampliamente autosuficiente.
Sin embargo, para la guerra de Yom Kippur de 1973, un embargo petrolero árabe tuvo un impacto mayor, debido a la creciente demanda de petróleo importado por parte de Estados Unidos. El embargo hizo subir los precios y desató un período de inflación y estancamiento a nivel mundial. Esto también demostró que el petróleo es una mercancía fungible. Aunque el embargo estaba destinado a Estados Unidos y los Países Bajos, las fuerzas del mercado sacudieron el petróleo entre los consumidores y, en el largo plazo, todos los países consumidores sufrieron una escasez de suministro y la misma sacudida de los precios. Los embargos petroleros resultaron ser un instrumento desafilado que puede lastimar a muchos además de los países a los que estaban destinados.
Tras las sacudidas de los precios del petróleo, la política de seguridad energética ha tenido cuatro componentes. Al liberar los precios de la energía, los gobiernos permitieron que los mercados alentaran la conservación y el nuevo suministro. Por otra parte, los gobiernos introdujeron subsidios y regulaciones modestos para alentar la conservación y las fuentes de energía renovables. Algunos gobiernos empezaron a almacenar petróleo en reservas petroleras estratégicas que podrían ser utilizadas durante períodos breves en una crisis. Los países ricos también ayudaron a crear la Agencia Internacional de Energía con sede en París, que coordina las políticas (incluso las reservas estratégicas) entre los países consumidores.
Este tipo de políticas todavía tienen sentido. Sin embargo, probablemente no serían adecuadas para hacer frente a una interrupción prolongada de los suministros. El mundo no se está quedando sin petróleo, pero las dos terceras partes de las reservas petroleras están situadas en la región políticamente inestable del Golfo Pérsico.
Estados Unidos importa solamente una pequeña porción de su petróleo del Golfo Pérsico. Su principal proveedor es su vecino estable, Canadá. Pero la lección de 1973 es que una interrupción de los suministros de petróleo del Golfo haría aumentar los precios y afectaría tanto a las economías ricas como a las pobres, sin importar cuán seguras pudieran ser sus propias fuentes de suministro.
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Es más, en los últimos años han surgido nuevas dimensiones del problema de la seguridad energética. Una de ellas es el gran incremento en la demanda de energía de las economías de rápido crecimiento de Asia, especialmente China.
China parece creer que puede asegurar sus importaciones de energía sellando contratos petroleros con estados paria como Sudán. Sin embargo, si bien este enfoque mercantilista de corto plazo crea problemas de política exterior sobre cuestiones como Darfur, en realidad no protegerá a China en un momento de interrupción del suministro. Sería mucho mejor hacer que China (y la India) ingresasen en la AIE y alentar la participación china normal en los mercados mundiales.
Otra dimensión nueva del problema de la seguridad energética es la manera en la que los precios elevados y las mayores reservas han transferido el poder a los países productores de energía. Las compañías estatales ahora controlan muchas más reservas de petróleo y gas que las compañías de energía privadas tradicionales, alguna vez conocidas como las siete hermanas. Muchas de estas compañías estatales en países como Rusia y Venezuela no responden simplemente a las fuerzas del mercado, sino que están utilizando su flamante poder de fijación de precios con fines políticos.
Finalmente, el problema de la seguridad energética se ha visto agravado por el problema del cambio del clima global. A medida que la ciencia se ha vuelto cada vez más clara, el cambio climático es hoy una cuestión política importante a nivel global y nacional.
Los crecientes niveles oceánicos, la sequía en Africa y las tormentas cada vez más turbulentas plantean un nuevo tipo de amenaza que debe tomarse seriamente. Algunas medidas para hacer frente a la seguridad energética deben abordar el lado de la demanda más que el lado de la oferta.
Las medidas que favorecen algunos legisladores, como la conversión de carbón en líquidos, aumentan los suministros seguros, pero implican más emisiones de dióxido de carbono que el petróleo importado. Estas medidas deberían evitarse hasta que se perfeccionen las tecnologías para capturar carbón o carbono de manera limpia. Por otra parte, reducir la demanda a través de una mejor eficiencia de la energía y medidas de conservación resulta beneficial tanto para la seguridad de los suministros como para el cambio climático.
Sin embargo, no basta con que Estados Unidos y los países de la Unión Europea mejoren su eficiencia energética si otros países no hacen lo mismo. China y la India pueden perseguir la seguridad del suministro recurriendo a sus grandes recursos de carbón, pero a menos que también tengan acceso a una mejor tecnología carbonífera, las cargas que le imponen a la atmósfera serán importantes.
Este año, China superará a Estados Unidos en materia de emisiones de gases de tipo invernadero. Cada semana, el país construye prácticamente dos plantas nuevas de electricidad alimentadas a carbón. En un mundo de estas características, la seguridad energética ya no puede resumirse en una mayor independencia energética. Más bien, debemos encontrar mejores maneras de manejar la interdependencia energética.