MONTRÉAL – El 29 de noviembre, tras dos semanas de arduas negociaciones en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad en Sharm El Sheikh (Egipto), 196 países acordaron reglas estrictas sobre el uso de los llamados “impulsores genéticos”. Son reglas muy necesarias, dadas las profundas derivaciones de una tecnología que provoca la propagación de un conjunto particular de genes a toda una población, a la que pueden cambiar de raíz o incluso eliminar por completo. Pero, ¿son suficientes?
Algunos países hubieran preferido una moratoria total a la liberación en el medioambiente de organismos con impulsores genéticos (idea compartida por muchos pueblos indígenas, activistas por la soberanía alimentaria y asociaciones civiles africanas). El acuerdo final de la ONU los satisface a medias, ya que reconoce las “incertidumbres” inherentes al uso de impulsores genéticos (a los que sus oponentes llaman “exterminadores”) y pide a los gobiernos ejercer mucha cautela en la liberación con fines experimentales de organismos modificados con impulsores.
El acuerdo pone como condición para esos experimentos que se hayan realizado caso por caso evaluaciones de riesgo científicamente rigurosas y que existan medidas de gestión de riesgos para evitar o minimizar posibles efectos adversos. Además, las organizaciones que quieran liberar al ambiente organismos con impulsores genéticos deben obtener “consentimiento libre, previo e informado” de todas las comunidades que puedan resultar afectadas.
No parece que hoy nada de esto esté sucediendo. Tomemos por ejemplo Target Malaria, la principal organización del mundo en experimentación con impulsores genéticos (que tuvo a integrantes de su personal incluidos en los equipos negociadores oficiales de al menos dos países africanos, con la misión de oponerse a la imposición de limitaciones excesivas).
Target Malaria tiene previsto empezar a implementar en breve un plan en África occidental y central para liberar mosquitos “machos estériles” genéticamente modificados (sin impulsores genéticos) en las aldeas de Bana y Sourkoudingan en Burkina Faso, como primer paso hacia la eventual liberación de mosquitos modificados con impulsores. El objetivo es reducir la población de la especie que transmite el parásito causante de la malaria.
Pero no está nada claro que Target Malaria haya obtenido algo que se parezca a un “consentimiento libre, previo e informado” de los aldeanos. La organización publicó videos de residentes locales que apoyan el proyecto y los presentó a los periodistas. Pero durante mis visitas (que hice en forma independiente de Target Malaria) a las comunidades locales que resultarían afectadas oí una historia muy diferente, que relato en un cortometraje.
En mis dos viajes para hablar del proyecto con residentes locales en las áreas afectadas de Burkina Faso (primero en compañía de dos activistas y después con un intérprete) fue surgiendo un patrón claro. Las personas con autoridad política del centro de Bana conocían a Target Malaria y nos recibieron con una inesperada hostilidad. Célian Macé, que investigaba el caso para el periódico francés Libération, tuvo problemas similares al intentar entrar a Bana y Sourkoudingan.
En las afueras de las aldeas (pero todavía dentro del área de liberación de los mosquitos) la gente se mostró más dispuesta a que la entrevistaran. Sabían mucho menos acerca del proyecto de Target Malaria y de los impulsores genéticos en general. Y cualquier información que tengan sobre el tema sólo pueden obtenerla de una única fuente: Target Malaria.
En las aldeas cercanas también hallamos una aparente falta de información adecuada. Los organismos con impulsores genéticos están diseñados para difundirse por tiempo indefinido, y los mosquitos (especialmente las hembras) pueden navegar las corrientes de aire a considerable altura (entre 40 y 290 metros), donde los vientos pueden transportarlos a cientos de kilómetros. Es decir que para su liberación habría que obtener consentimiento en lugares muy alejados del punto de liberación.
Pero en la aldea de Nasso, cerca de Bana, las autoridades nos dijeron que aunque se habían reunido con gente de Target Malaria, les quedaban preguntas e inquietudes sobre los posibles efectos adversos de la liberación de los mosquitos. Tampoco se consultó debidamente sobre el trabajo de Target Malaria a asociaciones civiles que operan en las aldeas del experimento o en sus alrededores.
Cuantas más entrevistas hacía, más claro se volvía que los residentes locales no habían tenido un debate auténticamente participatorio para informarse sobre el proyecto Target Malaria, y mucho menos habían dado su consentimiento informado. Por el contrario, varias personas a las que entrevisté pidieron que se detuviera la liberación experimental de mosquitos genéticamente modificados hasta que se hayan investigado adecuadamente los riesgos y los efectos, y la sociedad civil en toda Burkina Faso haya sido plenamente informada.
La falta de compromiso con la obtención de consentimiento de Target Malaria se refleja en su retórica, que evita el término inequívoco “consentimiento” y usa en cambio términos como “aceptación comunitaria” y “participación” (engagement). Esta elección puede ser indicio de que los directivos de la organización ya tienen decidido proceder a la liberación.
Refuerza esta conclusión el hecho de que tras la conferencia de la ONU, Target Malaria intentó trazar una distinción entre el requisito de consentimiento libre, previo e informado en el contexto de la investigación médica con individuos (donde es obligatorio) y en el contexto de la salud pública. Según la organización, “no es logísticamente posible obtener el consentimiento de todas y cada una de las personas afectadas” por la liberación de mosquitos genéticamente modificados.
Pero la razón por la que es difícil obtener el consentimiento informado de todas las personas afectadas por experimentos con impulsores genéticos es la misma razón por la que es absolutamente crucial obtenerlo. Se trata de una tecnología sumamente controvertida, cuyos efectos ecológicos pueden ser muy amplios y cuyas consecuencias sanitarias todavía no se conocen. El consentimiento de unos pocos residentes locales no es suficiente.
Como los experimentos de Target Malaria en Burkina Faso son los primeros de su clase, sentarán un poderoso precedente para otros experimentos similares en todo el mundo. Ya hay planes de liberar organismos con impulsores genéticos en territorios indígenas de Nueva Zelanda, Australia y Hawaii en los próximos años, de modo que se necesita un criterio mínimo claro respecto de lo que significa consentimiento informado y el modo de obtenerlo.
Traducción: Esteban Flamini
MONTRÉAL – El 29 de noviembre, tras dos semanas de arduas negociaciones en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad en Sharm El Sheikh (Egipto), 196 países acordaron reglas estrictas sobre el uso de los llamados “impulsores genéticos”. Son reglas muy necesarias, dadas las profundas derivaciones de una tecnología que provoca la propagación de un conjunto particular de genes a toda una población, a la que pueden cambiar de raíz o incluso eliminar por completo. Pero, ¿son suficientes?
Algunos países hubieran preferido una moratoria total a la liberación en el medioambiente de organismos con impulsores genéticos (idea compartida por muchos pueblos indígenas, activistas por la soberanía alimentaria y asociaciones civiles africanas). El acuerdo final de la ONU los satisface a medias, ya que reconoce las “incertidumbres” inherentes al uso de impulsores genéticos (a los que sus oponentes llaman “exterminadores”) y pide a los gobiernos ejercer mucha cautela en la liberación con fines experimentales de organismos modificados con impulsores.
El acuerdo pone como condición para esos experimentos que se hayan realizado caso por caso evaluaciones de riesgo científicamente rigurosas y que existan medidas de gestión de riesgos para evitar o minimizar posibles efectos adversos. Además, las organizaciones que quieran liberar al ambiente organismos con impulsores genéticos deben obtener “consentimiento libre, previo e informado” de todas las comunidades que puedan resultar afectadas.
No parece que hoy nada de esto esté sucediendo. Tomemos por ejemplo Target Malaria, la principal organización del mundo en experimentación con impulsores genéticos (que tuvo a integrantes de su personal incluidos en los equipos negociadores oficiales de al menos dos países africanos, con la misión de oponerse a la imposición de limitaciones excesivas).
Target Malaria tiene previsto empezar a implementar en breve un plan en África occidental y central para liberar mosquitos “machos estériles” genéticamente modificados (sin impulsores genéticos) en las aldeas de Bana y Sourkoudingan en Burkina Faso, como primer paso hacia la eventual liberación de mosquitos modificados con impulsores. El objetivo es reducir la población de la especie que transmite el parásito causante de la malaria.
Pero no está nada claro que Target Malaria haya obtenido algo que se parezca a un “consentimiento libre, previo e informado” de los aldeanos. La organización publicó videos de residentes locales que apoyan el proyecto y los presentó a los periodistas. Pero durante mis visitas (que hice en forma independiente de Target Malaria) a las comunidades locales que resultarían afectadas oí una historia muy diferente, que relato en un cortometraje.
BLACK FRIDAY SALE: Subscribe for as little as $34.99
Subscribe now to gain access to insights and analyses from the world’s leading thinkers – starting at just $34.99 for your first year.
Subscribe Now
En mis dos viajes para hablar del proyecto con residentes locales en las áreas afectadas de Burkina Faso (primero en compañía de dos activistas y después con un intérprete) fue surgiendo un patrón claro. Las personas con autoridad política del centro de Bana conocían a Target Malaria y nos recibieron con una inesperada hostilidad. Célian Macé, que investigaba el caso para el periódico francés Libération, tuvo problemas similares al intentar entrar a Bana y Sourkoudingan.
En las afueras de las aldeas (pero todavía dentro del área de liberación de los mosquitos) la gente se mostró más dispuesta a que la entrevistaran. Sabían mucho menos acerca del proyecto de Target Malaria y de los impulsores genéticos en general. Y cualquier información que tengan sobre el tema sólo pueden obtenerla de una única fuente: Target Malaria.
En las aldeas cercanas también hallamos una aparente falta de información adecuada. Los organismos con impulsores genéticos están diseñados para difundirse por tiempo indefinido, y los mosquitos (especialmente las hembras) pueden navegar las corrientes de aire a considerable altura (entre 40 y 290 metros), donde los vientos pueden transportarlos a cientos de kilómetros. Es decir que para su liberación habría que obtener consentimiento en lugares muy alejados del punto de liberación.
Pero en la aldea de Nasso, cerca de Bana, las autoridades nos dijeron que aunque se habían reunido con gente de Target Malaria, les quedaban preguntas e inquietudes sobre los posibles efectos adversos de la liberación de los mosquitos. Tampoco se consultó debidamente sobre el trabajo de Target Malaria a asociaciones civiles que operan en las aldeas del experimento o en sus alrededores.
Cuantas más entrevistas hacía, más claro se volvía que los residentes locales no habían tenido un debate auténticamente participatorio para informarse sobre el proyecto Target Malaria, y mucho menos habían dado su consentimiento informado. Por el contrario, varias personas a las que entrevisté pidieron que se detuviera la liberación experimental de mosquitos genéticamente modificados hasta que se hayan investigado adecuadamente los riesgos y los efectos, y la sociedad civil en toda Burkina Faso haya sido plenamente informada.
La falta de compromiso con la obtención de consentimiento de Target Malaria se refleja en su retórica, que evita el término inequívoco “consentimiento” y usa en cambio términos como “aceptación comunitaria” y “participación” (engagement). Esta elección puede ser indicio de que los directivos de la organización ya tienen decidido proceder a la liberación.
Refuerza esta conclusión el hecho de que tras la conferencia de la ONU, Target Malaria intentó trazar una distinción entre el requisito de consentimiento libre, previo e informado en el contexto de la investigación médica con individuos (donde es obligatorio) y en el contexto de la salud pública. Según la organización, “no es logísticamente posible obtener el consentimiento de todas y cada una de las personas afectadas” por la liberación de mosquitos genéticamente modificados.
Pero la razón por la que es difícil obtener el consentimiento informado de todas las personas afectadas por experimentos con impulsores genéticos es la misma razón por la que es absolutamente crucial obtenerlo. Se trata de una tecnología sumamente controvertida, cuyos efectos ecológicos pueden ser muy amplios y cuyas consecuencias sanitarias todavía no se conocen. El consentimiento de unos pocos residentes locales no es suficiente.
Como los experimentos de Target Malaria en Burkina Faso son los primeros de su clase, sentarán un poderoso precedente para otros experimentos similares en todo el mundo. Ya hay planes de liberar organismos con impulsores genéticos en territorios indígenas de Nueva Zelanda, Australia y Hawaii en los próximos años, de modo que se necesita un criterio mínimo claro respecto de lo que significa consentimiento informado y el modo de obtenerlo.
Traducción: Esteban Flamini