Podemos salvar a millones de niños

GINEBRA – Si le preguntamos a la gente cuáles son las dos causas principales de muerte infantil, es casi seguro que muchos responderán: la malaria y el VIH. Pero en realidad son la neumonía y la diarrea, los llamados “asesinos olvidados”, que cada año se cobran más de dos millones de vidas entre los más vulnerables.

Sumadas, ambas enfermedades provocan el 29% de todas las muertes de niños de menos de cinco años de edad; es decir, más de dos veces el total combinado del VIH y la malaria, y casi tanto como el resto de las enfermedades infecciosas, lesiones y trastornos posnatales tomados en conjunto.

Más allá de la sorpresa que puedan causar estas cifras, hay algo que quizá le resulte todavía más sorprendente: la neumonía y la diarrea son muy fáciles de prevenir, tanto que se podrían tomar medidas para que de aquí a 2025 la mortalidad combinada de ambas se reduzca casi a cero. Que es precisamente lo que estamos tratando de hacer ahora.

Este mes, la Organización Mundial de la Salud y UNICEF lanzaron un ambicioso plan llamado Plan de Acción Mundial para la Prevención y el Control de la Neumonía y la Diarrea, cuyo objetivo es mejorar las intervenciones actuales y unificar los esfuerzos internacionales para reducir la cantidad de muertes por neumonía a menos de tres niños cada mil y las muertes por diarrea a menos de un niño cada mil. Esto significaría, en la práctica, evitar la muerte de más de dos millones de niños cada año.

Tratándose de otras enfermedades infecciosas o amenazas sanitarias mundiales, alcanzar semejante reducción en la incidencia y la mortalidad sería casi un milagro. Pero en el caso de la neumonía y la diarrea todo indica que realmente podemos vencerlas, porque ya sabemos cómo hacerlo.

Por ejemplo, sabemos que los bebés que durante los seis primeros meses de vida no se alimentan exclusivamente con leche materna están diez veces más expuestos al riesgo de muerte por diarrea y 15 veces más expuestos a morir de neumonía. Asimismo, ciertas medidas sanitarias básicas (como fomentar el lavado de manos y el acceso al agua potable) y una mejor nutrición también pueden reducir considerablemente el riesgo, y son cambios que en la mayoría de los casos se pueden lograr con simples programas de educación.

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También son muy eficaces las campañas de inmunización. Por ejemplo, vacunar a los niños contra el rotavirus puede protegerlos de un patógeno responsable del 37% de todas las muertes por diarrea en niños de menos de cinco años de edad, es decir, esta vacuna podría salvar 450.000 vidas cada año. Y se han desarrollado vacunas contra el neumococo, que pueden protegerlos de una infección causante de medio millón de muertes por neumonía al año.

Combinar todas estas intervenciones puede reducir considerablemente la incidencia de la neumonía y la diarrea; el problema es que muchas veces estas medidas no llegan hasta los niños más expuestos, por ejemplo los que viven en la extrema pobreza o en comunidades aisladas en los países más pobres del mundo. El Plan de Acción Mundial viene a resolver ese problema.

Para ambas enfermedades, las causas y los factores de riesgo, las estrategias y las medidas de prevención y las plataformas de entrega de atención en clínicas, comunidades y escuelas son tan similares que es razonable hacer un trabajo conjunto. Pero para que ese trabajo también beneficie a esos niños a los que es difícil llegar, tenemos que ampliar considerablemente el alcance de nuestras acciones.

Hasta hace poco, sencillamente no hubiéramos podido hacerlo, al menos por el lado de la inmunización. Las vacunas contra el rotavirus y el neumococo se desarrollaron hace poco más de una década, y lo habitual en el pasado ha sido que cada vez que se inventaba una vacuna nueva, tardara un promedio de 15 años en llegar a los países en desarrollo, y que lo hiciera a un precio que la ponía fuera del alcance de los que más la necesitan.

Por este y otros motivos se creó la organización a la que pertenezco, la Alianza GAVI, cuyo objetivo es ayudar a que se desarrollen nuevas vacunas en menos tiempo y que sean más económicas y accesibles para los países en desarrollo. A través de nuestro exclusivo modelo de negocios mixto (público/privado), venimos trabajando con nuestros socios para aumentar la disponibilidad de estas vacunas y al mismo tiempo reducir su precio. De hecho, de 2006 a esta parte la vacuna contra el rotavirus se abarató un 67%, hasta apenas 2,50 dólares por dosis, mientras que el precio de una dosis de vacuna conjugada contra el neumococo se desplomó un 90% hasta alcanzar los 3,50 dólares.

Este abaratamiento ha sido y seguirá siendo fundamental para salvar las vidas de millones de niños y alcanzar el Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir la mortalidad infantil en dos tercios. Hasta el día de hoy, la Alianza GAVI ayudó a diversos países a vacunar a más de 13 millones de niños contra el neumococo y a cinco millones de niños contra el rotavirus, y tenemos planes para reforzar nuestro trabajo en aquellos países donde la cobertura de las campañas de inmunización es menor al 70%.

Esto no quiere decir, en absoluto, que no queden importantes obstáculos que superar. Pero ya sabemos que podemos poner la inmunización al alcance de todos. Lo hicimos en el caso de la viruela, que ya fue erradicada, y lo estamos haciendo con la polio (este año hubo menos de 100 casos en todo el mundo). El desafío ahora es hacer lo mismo con todas esas vacunas que pueden salvar millones de vidas, particularmente las que protegen a los niños de sus peores asesinos.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/QwOiIxbes