Un África a la que se puede salvar

La Cumbre del G-8 que se celebrará en Escocia a primeros de julio reunirá a los dirigentes políticos de los países más ricos para que examinen la difícil situación de los países pobres. Hasta ahora, el Presidente George W. Bush se ha resistido al llamamiento del Primer Ministro Blair para duplicar la ayuda a África de aquí a 2010. Se trata de un error trágico, resultante de la incomprensión de las amenazas que afronta África y de las obligaciones de los Estados Unidos.

La política americana se basa abrumadoramente en la idea de que África puede superar su extrema pobreza por sus propios medios, de que se hace un uso indebido de la mayor parte de la ayuda por la corrupción y de que los Estados Unidos conceden ya cantidades generosas. Es falso en todos los sentidos: África está atrapada en la pobreza, muchos países están bien situados para usar la ayuda de forma eficaz y la contribución de los Estados Unidos es diminuta en relación con las necesidades de África y las promesas y riqueza de aquel país.

África padece simultáneamente tres problemas que la mantienen atrapada en la pobreza. En primer lugar, África no produce alimentos suficientes. A diferencia de Asia, África no tuvo una “revolución verde” en materia de producción de alimentos. En 1965, la India obtenía, por término medio, 854 kilogramos de grano por hectárea sembrada, mientras que el África subsahariana obtenía casi lo mismo: 773 kilogramos por hectárea. Pero en 2000 la India producía 2.293 kilogramos por hectárea, mientras que África producía sólo 1.118.

En segundo lugar, África padece enfermedades como ninguna otra parte del mundo. La pandemia del sida en África es bien conocida, no así su pandemia de paludismo, que se cobrará tres millones de vidas y provocará mil millones de casos de enfermedad este año. La India dominó el paludismo a partir del decenio de 1960, mientras que África no lo consiguió, entre otras razones porque los mosquitos portadores del paludismo en África son particularmente eficaces parta transmitir la enfermedad.

En tercer lugar, África está económicamente aislada, porque sus infraestructuras son muy deficientes y las distancias por tierra grandes y muchos países carecen de litoral. Esos obstáculos geográficos mantienen a gran parte de África, en particular la rural, fuera de las corrientes principales del comercio internacional. Sin los beneficios del comercio, gran parte de África lucha en niveles de subsistencia.

Bush podría pensar que los Estados Unidos están haciendo mucho para contribuir a la superación de esos problemas, pero la verdad es que la ayuda de los EE.UU. es mínima. La Comisión para África de Blair, junto con el Proyecto de las Naciones Unidas para el Milenio, ha llegado a la conclusión de que África necesita unos 50.000 millones de dólares al año de ayuda de aquí a 2010. La parte correspondiente a los Estados Unidos de ese total asciende a unos 15.000 millones de dólares y, sin embargo, la ayuda oficial de los EE.UU. a África representa tan sólo 3.000 millones de dólares al año y gran parte de ella comprende los salarios de los consultores americanos en lugar de inversiones para atender las necesidades de África.

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Esa suma, trágicamente pequeña, equivale a tan sólo tres centavos por cada 100 dólares de producto nacional bruto de los EE.UU., es decir, menos de dos días de gasto militar de los EE.UU.

No sólo es la ayuda de los EE.UU. una diminuta fracción de lo que debe ser, sino que, además, las explicaciones americanas para la falta de ayuda son erróneas. Bush y otros dan a entender que África derrocha la ayuda con la corrupción, pero países africanos pobres y con crecimiento lento como Ghana, Senegal, Malí, Benin y Malawi están considerados menos corruptos que países asiáticos de rápido crecimiento, como Vietnam, Bangladesh e Indonesia. De hecho, la propia Cuenta para el imperativo del Milenio de los Estados Unidos ya ha reconocido la sólida gestión de los asuntos públicos por parte de esos países africanos. No cabe duda de que una buena gestión de los asuntos públicos será útil para África y para otras regiones, pero no se debe usar la corrupción como excusa para no ayudar a África.

En relación con el hambre, la clave es ayudar a África a lograr su propia “revolución verde”. Los países ricos deben ayudar a los agricultores africanos a utilizar variedades mejoradas de semillas, más fertilizantes y una mejor gestión del agua, como, por ejemplo, el riego en pequeña escala. Las técnicas son conocidas, pero los agricultores de África son demasiado pobres para poner en marcha su aplicación. Con una mayor ayuda a los agricultores africanos para que produzcan más alimentos (frente al envío de ayuda alimentaria desde los Estados Unidos) sería posible duplicar o incluso triplicar las cosechas.

En relación con las enfermedades, se podría dominar el paludismo de aquí a 2008 utilizando métodos poco costosos y de eficacia comprobada, pero África tampoco puede costeárselos. La primera meta debería ser la de distribuir a toda la población rural de África mosquiteros para camas tratados con insecticida y de larga duración en el plazo de cuatro años. Según los cálculos más optimistas, África necesita unos 300 millones de mosquiteros para camas, cuyo coste por unidad es de unos diez dólares (incluido el transporte), con un costo total de 3.000 millones de dólares, para un período de varios años. Además, África necesita ayuda en forma de medicamentos antipalúdicos, equipo de diagnóstico y capacitación de los agentes comunitarios de salud.

En relación con el aislamiento económico, África necesita ayuda en materia de factores básicos –carreteras y puertos–, pero también existe la oportunidad de dar un salto tecnológico. Los teléfonos portátiles y las conexiones a la red Internet podrían llegar a toda África con poco costo, con lo que se acabaría el aislamiento económico de centenares de millones de personas. Según cálculos moderados, el costo ascendería a unos 1.000 millones de dólares para una red de fibra óptica a escala de África que posibilitaría las conexiones a la red Internet y el servicio telefónico en las aldeas y ciudades de todo el continente.

África está lista para salir de la pobreza, si los Estados Unidos y otros países ricos la ayudan. Europa parece dispuesta a dar más, mientras que los Estados Unidos parecen ser el obstáculo principal. La Cumbre del G-8 brinda a los EE.UU., que este año gastarán 500.000 millones de dólares en sus fuerzas armadas, una oportunidad de hacer una contribución duradera –y, desde luego, de lo más rentable– a la seguridad mundial salvando millones de vidas en África y ayudando a su población a escapar de la pobreza extrema.

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