CLAREMONT, CALIFORNIA – Las recientes conversaciones en Ginebra entre el ministro de Relaciones Exteriores ruso Serguéi Lavrov y el secretario de Estado de EE. UU. Antony Blinken sobre la crisis por Ucrania rindieron pocos frutos. Rusia solicitó una respuesta por escrito a sus demandas, que incluya el cese de la ampliación de la OTAN. De momento, es posible que el presidente ruso Vladímir Putin sienta el mismo alivio que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN gracias al actual impasse.
Esto se debe a que Putin está embarcado en un peligroso juego de políticas arriesgadas frente Ucrania. Es cierto, logró poner en duda la fortaleza del compromiso de la OTAN con ese país, resaltar sus divisiones internas y obligar al mundo a prestar más atención al poder ruso (y todavía es posible que se las arregle para obtener concesiones de EE. UU. y la OTAN), pero también corre el riesgo de quedar obligado a lanzar la invasión de Ucrania, que sería costosa en términos materiales y políticos.
Detener la expansión de la OTAN ha sido uno de los principales objetivos de la política exterior del Kremlin durante una década, pero el enfoque de Putin logró pocos resultados. La agresión rusa contra Ucrania desde 2014 solo consiguió que Ucrania y Georgia consideren más atractivo integrarse a la OTAN. Además, las acciones rusas no lograron impedir que otros países candidatos más pequeños accedieran a la Alianza: Montenegro y Macedonia del Norte se incorporaron a ella en 2017 y 2020, respectivamente. Peor aún, la belicosa política exterior de Putin llevó a que políticos de partidos mayoritarios en países neutrales como Suecia y Finlandia consideraran seriamente la incorporación de sus naciones a la OTAN.
La escalada de tensiones por Ucrania también plantea enormes riesgos internos para Putin. La anexión de Crimea en 2014 por el Kremlin y la intervención en la región de Dombás, al este de Ucrania, requirieron poco sacrificio y aumentaron masivamente el apoyo político local de Putin. Es poco probable que invadir Ucrania oriental genere un dividendo político similar, ya que las encuestas de opinión en Rusia muestran desde hace tiempo un escaso apoyo popular a esa medida: solo un cuarto de los rusos está actualmente a favor de incorporar Dombás a Rusia.
Además, los probables costos para Rusia de esa invasión son mayores hoy de lo que eran en 2014. La pérdida significativa de tropas llevaría a un cambio en la opinión pública, que se opondría a las acciones de Putin en Ucrania, y las severas sanciones de Occidente dañarían aún más a la economía rusa.
Dados esos riesgos políticos y económicos, ¿qué espera ganar Putin arrinconándose a sí mismo?
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A pesar de sus reiteradas afirmaciones sobre la amenaza para Rusia que representa la OTAN, Putin puede considerar la pulseada actual como una forma de demostrar a Ucrania y otros estados de Europa del Este que los compromisos de la OTAN y EE. UU. son, en realidad, bastante débiles. Podría decirse que el presidente estadounidense Joe Biden reforzó que esta impresión en su conferencia del 19 de enero, cuando pareció sugerir que ante una «incursión menor» de Rusia en Ucrania la respuesta de Occidente sería más leve que en caso de una invasión a gran escala del país. (Biden y otros funcionarios del gobierno se apuraron luego a desdecir ese comentario.)
Rusia sale ganando con esas metidas de pata, porque el Kremlin obviamente desea sembrar discordia y poner de relieve las fisuras entre los miembros de la OTAN. Mientras que EE. UU. y varios países de Europa Oriental apoyaron el ingreso de Ucrania, hace mucho que la alianza está dividida al respecto debido a las diversas relaciones económicas, de seguridad y energéticas que sus miembros mantienen con Rusia.
En los días previos a la cumbre de la OTAN en 2008 en Bucarest, Ucrania presentó una carta a Alemania y Francia en la que solicitaba a ambos países su apoyo para ingresar a la Alianza, pero el entonces primer ministro francés, François Fillon, enfatizó la oposición de su país a que Ucrania (y Georgia) se unieran a ella. «No creemos que sea la respuesta adecuada al equilibrio de poder en Europa, y entre Europa y Rusia, y deseamos dialogar con Rusia sobre este tema», dijo Fillon. El entonces ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, expresó una opinión similar.
Pero, públicamente al menos, los funcionarios de EE. UU. y la OTAN reafirmaron que la unidad de la Alianza se mantiene. Aunque Biden sugirió en su conferencia de prensa que los aliados europeos de Estados Unidos no compartían criterios sobre la manera de responder a una pequeña incursión rusa en Ucrania, no hubo negociaciones bilaterales entre otras potencias occidentales y Rusia sobre este tema.
Tal vez lo más importante desde la perspectiva de Putin, en un momento en que los líderes estadounidenses y europeos preferirían lidiar con el ascenso de China y la pandemia de la COVID-19, y fomentar la recuperación económica, sea que la crisis los está obligando a prestar más atención a los intereses de Rusia.
A primera vista parece que Putin se encerró a sí mismo con demandas inaceptables sobre un tema —el ingreso de Ucrania a la OTAN— que de todas maneras tenía pocas probabilidades de ocurrir, pero consiguió beneficios reales al exponer la desorganización de Occidente y la debilidad de su compromiso con Ucrania.
Si los negociadores estadounidenses y europeos otorgan concesiones, aunque sean simbólicas, Putin puede usarlas para bruñir su imagen. Incluso si reduce la intensidad de las tensiones sin las garantías por escrito que quería, el emplazamiento de tropas rusas en Bielorrusia y la reciente implementación de la misión «de paz» de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva —liderada por Rusia— en Kazajstán, demuestra el liderazgo sostenido de Rusia entre los antiguos estados soviéticos.
Pero las arriesgadas políticas de Putin vinculadas a Ucrania siguen siendo peligrosas. Solo podemos esperar que cuando los funcionarios estadounidenses y rusos vuelvan a la mesa de negociación encuentren la forma de evitar que una crisis fabricada se convierta en un conflicto armado.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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CLAREMONT, CALIFORNIA – Las recientes conversaciones en Ginebra entre el ministro de Relaciones Exteriores ruso Serguéi Lavrov y el secretario de Estado de EE. UU. Antony Blinken sobre la crisis por Ucrania rindieron pocos frutos. Rusia solicitó una respuesta por escrito a sus demandas, que incluya el cese de la ampliación de la OTAN. De momento, es posible que el presidente ruso Vladímir Putin sienta el mismo alivio que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN gracias al actual impasse.
Esto se debe a que Putin está embarcado en un peligroso juego de políticas arriesgadas frente Ucrania. Es cierto, logró poner en duda la fortaleza del compromiso de la OTAN con ese país, resaltar sus divisiones internas y obligar al mundo a prestar más atención al poder ruso (y todavía es posible que se las arregle para obtener concesiones de EE. UU. y la OTAN), pero también corre el riesgo de quedar obligado a lanzar la invasión de Ucrania, que sería costosa en términos materiales y políticos.
Detener la expansión de la OTAN ha sido uno de los principales objetivos de la política exterior del Kremlin durante una década, pero el enfoque de Putin logró pocos resultados. La agresión rusa contra Ucrania desde 2014 solo consiguió que Ucrania y Georgia consideren más atractivo integrarse a la OTAN. Además, las acciones rusas no lograron impedir que otros países candidatos más pequeños accedieran a la Alianza: Montenegro y Macedonia del Norte se incorporaron a ella en 2017 y 2020, respectivamente. Peor aún, la belicosa política exterior de Putin llevó a que políticos de partidos mayoritarios en países neutrales como Suecia y Finlandia consideraran seriamente la incorporación de sus naciones a la OTAN.
La escalada de tensiones por Ucrania también plantea enormes riesgos internos para Putin. La anexión de Crimea en 2014 por el Kremlin y la intervención en la región de Dombás, al este de Ucrania, requirieron poco sacrificio y aumentaron masivamente el apoyo político local de Putin. Es poco probable que invadir Ucrania oriental genere un dividendo político similar, ya que las encuestas de opinión en Rusia muestran desde hace tiempo un escaso apoyo popular a esa medida: solo un cuarto de los rusos está actualmente a favor de incorporar Dombás a Rusia.
Además, los probables costos para Rusia de esa invasión son mayores hoy de lo que eran en 2014. La pérdida significativa de tropas llevaría a un cambio en la opinión pública, que se opondría a las acciones de Putin en Ucrania, y las severas sanciones de Occidente dañarían aún más a la economía rusa.
Dados esos riesgos políticos y económicos, ¿qué espera ganar Putin arrinconándose a sí mismo?
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A pesar de sus reiteradas afirmaciones sobre la amenaza para Rusia que representa la OTAN, Putin puede considerar la pulseada actual como una forma de demostrar a Ucrania y otros estados de Europa del Este que los compromisos de la OTAN y EE. UU. son, en realidad, bastante débiles. Podría decirse que el presidente estadounidense Joe Biden reforzó que esta impresión en su conferencia del 19 de enero, cuando pareció sugerir que ante una «incursión menor» de Rusia en Ucrania la respuesta de Occidente sería más leve que en caso de una invasión a gran escala del país. (Biden y otros funcionarios del gobierno se apuraron luego a desdecir ese comentario.)
Rusia sale ganando con esas metidas de pata, porque el Kremlin obviamente desea sembrar discordia y poner de relieve las fisuras entre los miembros de la OTAN. Mientras que EE. UU. y varios países de Europa Oriental apoyaron el ingreso de Ucrania, hace mucho que la alianza está dividida al respecto debido a las diversas relaciones económicas, de seguridad y energéticas que sus miembros mantienen con Rusia.
En los días previos a la cumbre de la OTAN en 2008 en Bucarest, Ucrania presentó una carta a Alemania y Francia en la que solicitaba a ambos países su apoyo para ingresar a la Alianza, pero el entonces primer ministro francés, François Fillon, enfatizó la oposición de su país a que Ucrania (y Georgia) se unieran a ella. «No creemos que sea la respuesta adecuada al equilibrio de poder en Europa, y entre Europa y Rusia, y deseamos dialogar con Rusia sobre este tema», dijo Fillon. El entonces ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, expresó una opinión similar.
Pero, públicamente al menos, los funcionarios de EE. UU. y la OTAN reafirmaron que la unidad de la Alianza se mantiene. Aunque Biden sugirió en su conferencia de prensa que los aliados europeos de Estados Unidos no compartían criterios sobre la manera de responder a una pequeña incursión rusa en Ucrania, no hubo negociaciones bilaterales entre otras potencias occidentales y Rusia sobre este tema.
Tal vez lo más importante desde la perspectiva de Putin, en un momento en que los líderes estadounidenses y europeos preferirían lidiar con el ascenso de China y la pandemia de la COVID-19, y fomentar la recuperación económica, sea que la crisis los está obligando a prestar más atención a los intereses de Rusia.
A primera vista parece que Putin se encerró a sí mismo con demandas inaceptables sobre un tema —el ingreso de Ucrania a la OTAN— que de todas maneras tenía pocas probabilidades de ocurrir, pero consiguió beneficios reales al exponer la desorganización de Occidente y la debilidad de su compromiso con Ucrania.
Si los negociadores estadounidenses y europeos otorgan concesiones, aunque sean simbólicas, Putin puede usarlas para bruñir su imagen. Incluso si reduce la intensidad de las tensiones sin las garantías por escrito que quería, el emplazamiento de tropas rusas en Bielorrusia y la reciente implementación de la misión «de paz» de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva —liderada por Rusia— en Kazajstán, demuestra el liderazgo sostenido de Rusia entre los antiguos estados soviéticos.
Pero las arriesgadas políticas de Putin vinculadas a Ucrania siguen siendo peligrosas. Solo podemos esperar que cuando los funcionarios estadounidenses y rusos vuelvan a la mesa de negociación encuentren la forma de evitar que una crisis fabricada se convierta en un conflicto armado.
Traducción al español por Ant-Translation