TEHERÁN: Nunca hubo la menor duda de que Mohammad Khatami ganaría fácilmente, y en grande, su reelección como presidente de Irán. Hoy en día la cuestión principal en el corazón de la política iraní es más bien si es capaz de convertir ese mandato en acciones directas.
Lo que está en riesgo no es sólo su propio legado político. El destino de la revolución iraní, el paso al que se realizará la reforma y la dirección que tomará el movimiento islámico más grande del mundo también dependen del desempeño del Presidente Khatami durante los próximos cuatro años. Como Khatami ganó casi el 80% de los votos de entre un total de 10 candidatos, nadie puede cuestionar los deseos de los iraníes. Por cuarta ocasión en cuatro años, los iraníes han votado a favor de los reformistas y las reformas democráticas: dos veces para elegir presidente, una vez para elegir a los miembros del parlamento y una vez para los consejos locales.
Pero el electorado ha obtenido poco a cambio de su consistencia. En efecto, durante el primer periodo presidencial de Khatami la reforma tuvo tantos retrocesos como avances. La gran mayoría de los periódicos que fueron creados cuando el gobierno de Khatami otorgó licencias para diarios independientes han sido cerrados. Docenas de periodistas y de editores, incluyendo a los columnistas y a los reporteros de investigación más importantes, fueron encarcelados por los clérigos de línea dura que intentaban obstaculizar el cambio.
Muchos de los más fieles tenientes del presidente, incluyendo al Vicepresidente, Abdullah Nouri, al Ministro de Cultura, Ataollah Mohajerani, y al Alcalde de Teherán, Gholamhossein Karbaschi, fueron obligados a renunciar bajo amenaza de enfrentar acusaciones. Nouri fue hallado culpable y encarcelado después del juicio más sensacional visto desde que los clérigos destituyeron al shá. El principal arquitecto de la reforma, Said Hajarian, apenas sobrevivió las heridas paralizantes de un intento de asesinato.
Los estudiantes, el mayor grupo de votantes y los más abiertos defensores del cambio, han sido encarcelados, golpeados, silenciados o acosados desde que organizaron las más grandes protestas vistas desde la revolución de 1979. El presidente Khatami incluyó sus fallas como parte central de la campaña electoral de veinte días. "Han habido ciertas debilidades e insuficiencias en el gobierno", dijo durante su conferencia de prensa individual una semana antes de la votación. Khatami describió su primer periodo de gobierno como "un tunel de crisis" y denunció a los cobardes que se oponen a sus reformas.
Muchas de las metas de Khatami para su segundo periodo en el ejecutivo son las mismas que hace cuatro años: más libertad individual y de prensa, un sistema judicial más confiable y la apertura a la inversión extranjera para revitalizar la economía iraní y poder brindar oportunidades de trabajo a los 700,000 jóvenes que ingresan al mercado laboral cada año.
Cándidamente, el presidente Khatami reconoce que remover los "residuos de la dictadura" será difícil. Pero el compromiso del público con la apertura de Irán es "irreversible". Serán dos los factores que estarán en contra de Khatami cuando en el verano asuma el poder para su último periodo, limitado por la constitución.
El primer factor es la estructura dual del poder en Irán. Por cada institución estatal tradicional hay una institución religiosa equivalente que por lo general tiene la última palabra. El equivalente del presidente es el líder supremo, al que se considera infalible, cuenta con el poder para controlar todos los sectores del gobierno y tiene un puesto vitalicio. El equivalente del parlamento es el Consejo de Guardianes, un panel de 12 expertos en el Islám que puede rechazar a los candidatos para cualquier puesto o posición así como vetar las leyes. Las cortes de lo criminal y de lo civil tienen su equivalente en las cortes religiosas, las cuales están capacitadas para arrestar a cualquier persona bajo cargos de realizar "actividades no islámicas", así como para llevar a cabo juicios secretos.
La amarga lucha por el poder en Irán se desarrollará entre estos dos grupos de instituciones. Todas las instituciones religiosas del país están dominadas por religiosos de línea dura que piensan que en la república islámica lo más importante debe ser el Islám. Su objetivo es impedir que Irán se convierta en una república, y en un estado en el que se pueda dejar a los clérigos fuera del poder. Para bloquear el cambio, sus delegados están dispuestos a usar casi todos los medios, incluyendo el asesinato. Sin embargo, a pesar del indudable apoyo público que tiene Khatami no cuenta con muchos medios para contrarrestar o marginar a las instituciones religiosas.
El segundo factor es el tiempo. El presidente Khatami está a favor del cambio gradual. "Mi consejo para todos los iranís es que tengan paciencia, moderación y tolerancia con las dificultades que presenta el camino hacia las grandes metas. La única forma de lograr nuestro objetivo es la moderación, la moderación, la moderación", dijo antes de que las votaciones iniciaran. Pero cuatro años es poco tiempo e Irán necesita grandes cambios para atender las necesidades de un público cada vez más insatisfecho y frustrado por todo, desde las restricciones al vestido de las mujeres hasta un ingreso per cápita más bajo del que había antes de la revolución. El presidente Khatami ha aceptado que, sin reforma, Irán podría enfrentarse a "una explosión".
Dependiendo de cuánto cambio logre Khatami, hay un tercer factor que podría debilitar el movimiento reformista en las siguientes elecciones presidenciales dentro de cuatro años. Pues sin importar lo que la gente prefiera, el grupo de candidatos que habrá en la próxima ocasión puede no incluir a verdaderos reformistas.
El presidente Khatami fue un ganador inesperado en 1997. Los conservadores habían asumido erróneamente que el exvocero del parlamento, Ali Nateq Nouri, ganaría. En 2005, el poderoso Consejo de Guardianes podría descalificar a los candidatos reformistas, como ha hecho cuando hay elecciones para otros puestos. O el sistema judicial podría arrastrar a los reformistas hasta las cortes islámicas bajo cargos de "actividades no islámicas", como hizo el año pasado para impedir que los reformistas se postularan para el parlamento.
De tal forma, el presidente Khatami no sólo debe realizar reformas específicas. También se enfrenta a la difícil tarea de asegurar un futuro viable para el movimiento reformista. Si falla, puede que Khatami sea recordado en la historia sólo como una figura de transición entre revoluciones violentas.
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