NAIROBI/PARÍS – Mucha gente asocia las tecnologías como la energía solar y eólica con esfuerzos por abordar el cambio climático. Pero para las poblaciones más vulnerables del mundo, son mucho más que una solución de energía limpia. Al crear empleos, mejorar la salud y aumentar la movilidad social y la igualdad de género, forjan un camino hacia un futuro más próspero.
Esto es especialmente así en África. En términos de fuentes de energía, el continente tiene un inmenso potencial que, en gran medida, se ha desaprovechado. A pesar de albergar el 60% de los mejores recursos solares del mundo, por ejemplo, África tiene aproximadamente la misma capacidad fotovoltaica solar instalada que Bélgica, un país pequeño que justamente no se destaca por su luz solar. También hay un gran potencial para la energía hídrica, eólica y geotermal en muchos países africanos, y estas fuentes de energía pueden desempeñar un papel importante a la hora de diversificar y garantizar el suministro de electricidad. Aprovechar el patrimonio natural del continente de manera responsable será esencial para su desarrollo.
Los beneficios económicos y sociales de la energía renovable pueden ser gigantescos. En toda África, cientos de millones de personas siguen sin tener acceso a la electricidad -un impedimento importante para recibir educación, encontrar un empleo regular y contribuir a una economía productiva-. La crisis energética global no ha hecho más que exacerbar la situación, en tanto los crecientes problemas de deuda y los rápidos aumentos de precios han hecho que resulte aún más difícil alcanzar el objetivo de un acceso universal a la energía de las Naciones Unidas para 2030. Las energías renovables son vitales para alcanzar esta meta, y la energía solar, en particular, va camino a convertirse en la fuente más barata de electricidad prácticamente en todos los rincones de África para 2030.
La electricidad no es la única preocupación energética en el continente. Cuatro de cada cinco personas en el África subsahariana todavía cocinan con madera y biomasa que, cuando se quema, produce un humo nocivo. De hecho, casi medio millón de muertes prematuras por año en el África subsahariana están asociadas a la contaminación ambiental de los hogaresque resulta de la falta de acceso a instalaciones limpias para cocinar. Esto afecta desproporcionadamente a las mujeres y a los niños, no sólo en términos de salud sino también en tiempo perdido y falta de oportunidades. Las soluciones de cocinas limpias podrían implicar que hubiera más niños en las aulas, y no recolectando madera, y más mujeres con tiempo para encontrar trabajo o iniciar un negocio, lo que podría abrir el camino para una independencia financiera. El uso de combustibles limpios para cocinar también reduce las emisiones de gases de efecto invernadero.
Enfrentar los desafíos energéticos de África requiere una inversión importante tanto del sector público como del privado. Actualmente, en África solo se hacen alrededor del 3% de las inversiones energéticas a nivel mundial, aunque en el continente viva el 17% de la población mundial (más de 1.200 millones de personas) -una cifra que, según se espera, se duplicaráen los próximos 30 años-. Las instituciones financieras internacionales deberían dar un paso adelante a la hora de movilizar capital privado y ser las primeras en absorber el riesgo y proteger las inversiones. Esto ayudaría a promover proyectos que respalden a las poblaciones vulnerables, que sienten las bases para un crecimiento económico sostenible y que garanticen que África se convierta en un destino atractivo para la inversión.
Las inversiones en redes eléctricas resilientes y eficientes serán esenciales para satisfacer las crecientes necesidades energéticas de los centros urbanos densamente poblados y de las industrias florecientes. Al mismo tiempo, los sistemas fuera de la red alimentados a energía solar y baterías ya han revolucionado la manera en que las poblaciones remotas tienen acceso a la electricidad. Los sistemas eléctricos tanto centralizados como descentralizados serán importantes para expandir el acceso a la electricidad de todos los africanos.
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Construir sistemas energéticos confiables y modernos también puede ayudar a África a desarrollar su base industrial y su capacidad manufacturera, incluyendo las tecnologías de energía limpia, cuyo mercado va a crecer rápidamente esta década. El continente ya es un actor importante en la producción de las materias primas necesarias para las tecnologías de energía limpia, y alberga más del 40% de las reservas globales de cobalto, manganeso y platino -minerales esenciales para las baterías y las células de combustible de hidrógeno-. Estos recursos se deben extraer y utilizar de manera tal que beneficien a las poblaciones locales y respeten los estándares medioambientales y sociales. Más allá de la minería, las economías africanas deben enfocarse en fortalecer su capacidad de refinamiento y manufactura, así como en construir su infraestructura de exportación. Esto exigirá una fuerza laboral bien equipada de ingenieros, técnicos y científicos capacitados.
Como es bien sabido, África es la región que menos ha contribuido a las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global y, sin embargo, es la que sufre algunos de los peores efectos del cambio climático. Para ayudar a garantizar que el continente tenga la oportunidad de desempeñar un papel central en la economía de energía limpia emergente, reclamamos que se acuerde un Nuevo Pacto Energético en la Cumbre Africana para la Acción Climática en Nairobi en septiembre, antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) en Dubái, más avanzado este año.
El pacto apunta a fomentar una colaboración más profunda entre los países africanos y sus socios internacionales a fin de acelerar el progreso inaceptablemente lento del continente hacia un acceso energético universal, a aumentar las inversiones en energías renovables y mejoras de la eficiencia energética en África, y a sentar las bases para que los países africanos contribuyan a las cadenas de suministro de energía limpia emergentes. Para tener éxito hará falta que los gobiernos africanos trabajen con sus socios internacionales para desarrollar planes más ambiciosos destinados a financiar y concretar proyectos energéticos en África, abordando al mismo tiempo las cuestiones medioambientales, laborales y de gobernanza.
En condiciones óptimas, un Nuevo Pacto Energético puede generar beneficios duraderos para África, como una mayor seguridad energética y mejores estándares de vida, y ayudar al mundo a cumplir con sus objetivos climáticos. Si se deja a África fuera del futuro de energías limpias, todo el planeta va a sufrir las consecuencias.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
NAIROBI/PARÍS – Mucha gente asocia las tecnologías como la energía solar y eólica con esfuerzos por abordar el cambio climático. Pero para las poblaciones más vulnerables del mundo, son mucho más que una solución de energía limpia. Al crear empleos, mejorar la salud y aumentar la movilidad social y la igualdad de género, forjan un camino hacia un futuro más próspero.
Esto es especialmente así en África. En términos de fuentes de energía, el continente tiene un inmenso potencial que, en gran medida, se ha desaprovechado. A pesar de albergar el 60% de los mejores recursos solares del mundo, por ejemplo, África tiene aproximadamente la misma capacidad fotovoltaica solar instalada que Bélgica, un país pequeño que justamente no se destaca por su luz solar. También hay un gran potencial para la energía hídrica, eólica y geotermal en muchos países africanos, y estas fuentes de energía pueden desempeñar un papel importante a la hora de diversificar y garantizar el suministro de electricidad. Aprovechar el patrimonio natural del continente de manera responsable será esencial para su desarrollo.
Los beneficios económicos y sociales de la energía renovable pueden ser gigantescos. En toda África, cientos de millones de personas siguen sin tener acceso a la electricidad -un impedimento importante para recibir educación, encontrar un empleo regular y contribuir a una economía productiva-. La crisis energética global no ha hecho más que exacerbar la situación, en tanto los crecientes problemas de deuda y los rápidos aumentos de precios han hecho que resulte aún más difícil alcanzar el objetivo de un acceso universal a la energía de las Naciones Unidas para 2030. Las energías renovables son vitales para alcanzar esta meta, y la energía solar, en particular, va camino a convertirse en la fuente más barata de electricidad prácticamente en todos los rincones de África para 2030.
La electricidad no es la única preocupación energética en el continente. Cuatro de cada cinco personas en el África subsahariana todavía cocinan con madera y biomasa que, cuando se quema, produce un humo nocivo. De hecho, casi medio millón de muertes prematuras por año en el África subsahariana están asociadas a la contaminación ambiental de los hogaresque resulta de la falta de acceso a instalaciones limpias para cocinar. Esto afecta desproporcionadamente a las mujeres y a los niños, no sólo en términos de salud sino también en tiempo perdido y falta de oportunidades. Las soluciones de cocinas limpias podrían implicar que hubiera más niños en las aulas, y no recolectando madera, y más mujeres con tiempo para encontrar trabajo o iniciar un negocio, lo que podría abrir el camino para una independencia financiera. El uso de combustibles limpios para cocinar también reduce las emisiones de gases de efecto invernadero.
Enfrentar los desafíos energéticos de África requiere una inversión importante tanto del sector público como del privado. Actualmente, en África solo se hacen alrededor del 3% de las inversiones energéticas a nivel mundial, aunque en el continente viva el 17% de la población mundial (más de 1.200 millones de personas) -una cifra que, según se espera, se duplicaráen los próximos 30 años-. Las instituciones financieras internacionales deberían dar un paso adelante a la hora de movilizar capital privado y ser las primeras en absorber el riesgo y proteger las inversiones. Esto ayudaría a promover proyectos que respalden a las poblaciones vulnerables, que sienten las bases para un crecimiento económico sostenible y que garanticen que África se convierta en un destino atractivo para la inversión.
Las inversiones en redes eléctricas resilientes y eficientes serán esenciales para satisfacer las crecientes necesidades energéticas de los centros urbanos densamente poblados y de las industrias florecientes. Al mismo tiempo, los sistemas fuera de la red alimentados a energía solar y baterías ya han revolucionado la manera en que las poblaciones remotas tienen acceso a la electricidad. Los sistemas eléctricos tanto centralizados como descentralizados serán importantes para expandir el acceso a la electricidad de todos los africanos.
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Construir sistemas energéticos confiables y modernos también puede ayudar a África a desarrollar su base industrial y su capacidad manufacturera, incluyendo las tecnologías de energía limpia, cuyo mercado va a crecer rápidamente esta década. El continente ya es un actor importante en la producción de las materias primas necesarias para las tecnologías de energía limpia, y alberga más del 40% de las reservas globales de cobalto, manganeso y platino -minerales esenciales para las baterías y las células de combustible de hidrógeno-. Estos recursos se deben extraer y utilizar de manera tal que beneficien a las poblaciones locales y respeten los estándares medioambientales y sociales. Más allá de la minería, las economías africanas deben enfocarse en fortalecer su capacidad de refinamiento y manufactura, así como en construir su infraestructura de exportación. Esto exigirá una fuerza laboral bien equipada de ingenieros, técnicos y científicos capacitados.
Como es bien sabido, África es la región que menos ha contribuido a las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global y, sin embargo, es la que sufre algunos de los peores efectos del cambio climático. Para ayudar a garantizar que el continente tenga la oportunidad de desempeñar un papel central en la economía de energía limpia emergente, reclamamos que se acuerde un Nuevo Pacto Energético en la Cumbre Africana para la Acción Climática en Nairobi en septiembre, antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) en Dubái, más avanzado este año.
El pacto apunta a fomentar una colaboración más profunda entre los países africanos y sus socios internacionales a fin de acelerar el progreso inaceptablemente lento del continente hacia un acceso energético universal, a aumentar las inversiones en energías renovables y mejoras de la eficiencia energética en África, y a sentar las bases para que los países africanos contribuyan a las cadenas de suministro de energía limpia emergentes. Para tener éxito hará falta que los gobiernos africanos trabajen con sus socios internacionales para desarrollar planes más ambiciosos destinados a financiar y concretar proyectos energéticos en África, abordando al mismo tiempo las cuestiones medioambientales, laborales y de gobernanza.
En condiciones óptimas, un Nuevo Pacto Energético puede generar beneficios duraderos para África, como una mayor seguridad energética y mejores estándares de vida, y ayudar al mundo a cumplir con sus objetivos climáticos. Si se deja a África fuera del futuro de energías limpias, todo el planeta va a sufrir las consecuencias.