WASHINGTON, DC – Cualquiera sea el resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, habrá una transformación en la política medioambiental. Ambos candidatos han dado gran importancia al calentamiento global. El republicano John McCain cree que representa “una prueba de previsión, de valentía política, y de preocupación altruista de lo que una generación le debe a la siguiente", mientras que el demócrata Barack Obama la llama “uno de los grandes retos morales de nuestra generación”.
Sin embargo, no está nada de claro si el cambio en la retórica y las políticas hará que el planeta se acerque a adoptar la mejor respuesta. Tanto McCain como Obama podrían dejar a las futuras generaciones agobiadas con los costes de importantes reducciones en las emisiones de carbono... sin que ello signifique una baja importante de las temperaturas.
Ambos políticos están deseosos de aprovechar las inquietudes de los votantes acerca del calentamiento global. McCain lanzó un comercial de televisión donde declara que había “plantado cara al Presidente George Bush” acerca de este tema. Si resulta electo, Obama tiene planes de incluir al ex vicepresidente y apasionado activista Al Gore para ayudar a “encabezar la lucha” contra el calentamiento.
Cada uno crearía radicales objetivos de reducciones de las emisiones de gases invernadero. Para el año 2050, el plan de Obama sería reducir las emisiones en un 80%, por debajo de los niveles de 1990, mientras que McCain aspira a reducirlas en un 60% para ese mismo año. Ambos lograrían estas ambiciosas metas mediante el mismo método: un sistema de límites máximos y comercio que imponga cotas a las emisiones de las industrias y obligue a las empresas a comprar derechos para poder tener emisiones adicionales.
Un sistema de límites máximos y comercio puede parecer una buena solución de mercado. De hecho, es peor que un impuesto directo al carbono. Con un impuesto, los costes son obvios. Con un sistema de límites máximos y comercio, los costes -en términos de empleos, consumo doméstico y crecimiento económico- quedan ocultos, cambian de lugar y no son fáciles de estimar, aunque los modelos indican que llegarían a los billones de dólares.
No todos perderían. Algunas grandes empresas ubicadas en posiciones privilegiadas harían una fortuna con la explotación de este mercado más bien sesgado. Y los políticos tendrían una oportunidad de controlar la cantidad de permisos de distribución y emisión, además del flujo de miles de millones de dólares en subsidios y sobornos. Se trata de una manera muy costosa y poco manejable de lograr una muy pequeña reducción de las temperaturas.
La propuesta de ley Warner-Lieberman sobre cambio climático –legislación que hace poco fue abandonada en el Senado de EE.UU. pero que se considera como precursora de la política futura- habría pospuesto el aumento de la temperatura en 2050 en cerca de dos años. Recientemente, el Consenso de Copenhague reunió a ocho de los principales economistas mundiales -incluidos cinco Premios Nóbel- para examinar los estudios sobre las mejores maneras de enfrentar 10 retos globales: polución del aire, conflictos, enfermedades, calentamiento global, hambre y desnutrición, falta de educación, desigualdad de género, falta de agua y sanidad, terrorismo y barreras al comercio.
Su objetivo fue crear una lista de prioridades que mostrara la mejor manera de destinar dinero a combatir estos problemas. El panel concluyó que el uso menos eficaz de los recursos sería simplemente reducir las emisiones de CO2.
Un autor principal del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático –el grupo que compartió con Gore el Premio Nóbel de la Paz el año pasado- señaló a los expertos que destinar $800 mil millones de dólares en los próximos 100 años sólo para mitigar las emisiones reduciría el inevitable aumento de la temperatura en apenas 0,4 grados Fahrenheit para fines de este siglo. Incluso tomando en consideración los daños ambientales más importantes por el calentamiento, perderíamos dinero, ya que con nuestra inversión de $800 mil millones de dólares evitaríamos daños por apenas $685 mil millones.
El panel de expertos llegó a la conclusión de que invertir en investigación y desarrollo para generar energía con pocas emisiones de carbono sería una opción mucho más eficaz y sensata; se trata de algo que tanto McCain como Obama apoyan. Pero esto, no las emisiones de carbono, debería estar al centro de su política sobre el cambio climático.
En la actualidad, las soluciones energéticas de bajas emisiones de carbono son prohibitivamente costosas. El coste típico de reducir una tonelada de CO2 es hoy cerca de $20 dólares, pero los daños de una tonelada de carbono en la atmósfera ascienden a aproximadamente $2. De manera que necesitamos reducir diez veces el coste de disminuir las emisiones. Podemos lograrlo destinando muchos más recursos a investigar y desarrollar energías con bajas emisiones de carbono.
Estados Unidos podría dar el ejemplo si se comprometiera a destinar un 0,05 de su PGB a explorar estos tipos de tecnologías -eólica, undimotriz, solar- o captar emisiones de CO2 de las plantas generadoras de energía. Entonces tendría la autoridad moral para exigir que otras naciones hicieran lo mismo. Al centrarse más en la investigación y el desarrollo y menos en las reducciones a las emisiones de carbono, ambos candidatos podrían abrazar una solución que estimula lo mejor del espíritu innovador estadounidense y deja la mejor herencia posible a las generaciones futuras: un mundo de altos ingresos y dotado de energía con bajas emisiones de carbono.
WASHINGTON, DC – Cualquiera sea el resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, habrá una transformación en la política medioambiental. Ambos candidatos han dado gran importancia al calentamiento global. El republicano John McCain cree que representa “una prueba de previsión, de valentía política, y de preocupación altruista de lo que una generación le debe a la siguiente", mientras que el demócrata Barack Obama la llama “uno de los grandes retos morales de nuestra generación”.
Sin embargo, no está nada de claro si el cambio en la retórica y las políticas hará que el planeta se acerque a adoptar la mejor respuesta. Tanto McCain como Obama podrían dejar a las futuras generaciones agobiadas con los costes de importantes reducciones en las emisiones de carbono... sin que ello signifique una baja importante de las temperaturas.
Ambos políticos están deseosos de aprovechar las inquietudes de los votantes acerca del calentamiento global. McCain lanzó un comercial de televisión donde declara que había “plantado cara al Presidente George Bush” acerca de este tema. Si resulta electo, Obama tiene planes de incluir al ex vicepresidente y apasionado activista Al Gore para ayudar a “encabezar la lucha” contra el calentamiento.
Cada uno crearía radicales objetivos de reducciones de las emisiones de gases invernadero. Para el año 2050, el plan de Obama sería reducir las emisiones en un 80%, por debajo de los niveles de 1990, mientras que McCain aspira a reducirlas en un 60% para ese mismo año. Ambos lograrían estas ambiciosas metas mediante el mismo método: un sistema de límites máximos y comercio que imponga cotas a las emisiones de las industrias y obligue a las empresas a comprar derechos para poder tener emisiones adicionales.
Un sistema de límites máximos y comercio puede parecer una buena solución de mercado. De hecho, es peor que un impuesto directo al carbono. Con un impuesto, los costes son obvios. Con un sistema de límites máximos y comercio, los costes -en términos de empleos, consumo doméstico y crecimiento económico- quedan ocultos, cambian de lugar y no son fáciles de estimar, aunque los modelos indican que llegarían a los billones de dólares.
No todos perderían. Algunas grandes empresas ubicadas en posiciones privilegiadas harían una fortuna con la explotación de este mercado más bien sesgado. Y los políticos tendrían una oportunidad de controlar la cantidad de permisos de distribución y emisión, además del flujo de miles de millones de dólares en subsidios y sobornos. Se trata de una manera muy costosa y poco manejable de lograr una muy pequeña reducción de las temperaturas.
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La propuesta de ley Warner-Lieberman sobre cambio climático –legislación que hace poco fue abandonada en el Senado de EE.UU. pero que se considera como precursora de la política futura- habría pospuesto el aumento de la temperatura en 2050 en cerca de dos años. Recientemente, el Consenso de Copenhague reunió a ocho de los principales economistas mundiales -incluidos cinco Premios Nóbel- para examinar los estudios sobre las mejores maneras de enfrentar 10 retos globales: polución del aire, conflictos, enfermedades, calentamiento global, hambre y desnutrición, falta de educación, desigualdad de género, falta de agua y sanidad, terrorismo y barreras al comercio.
Su objetivo fue crear una lista de prioridades que mostrara la mejor manera de destinar dinero a combatir estos problemas. El panel concluyó que el uso menos eficaz de los recursos sería simplemente reducir las emisiones de CO2.
Un autor principal del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático –el grupo que compartió con Gore el Premio Nóbel de la Paz el año pasado- señaló a los expertos que destinar $800 mil millones de dólares en los próximos 100 años sólo para mitigar las emisiones reduciría el inevitable aumento de la temperatura en apenas 0,4 grados Fahrenheit para fines de este siglo. Incluso tomando en consideración los daños ambientales más importantes por el calentamiento, perderíamos dinero, ya que con nuestra inversión de $800 mil millones de dólares evitaríamos daños por apenas $685 mil millones.
El panel de expertos llegó a la conclusión de que invertir en investigación y desarrollo para generar energía con pocas emisiones de carbono sería una opción mucho más eficaz y sensata; se trata de algo que tanto McCain como Obama apoyan. Pero esto, no las emisiones de carbono, debería estar al centro de su política sobre el cambio climático.
En la actualidad, las soluciones energéticas de bajas emisiones de carbono son prohibitivamente costosas. El coste típico de reducir una tonelada de CO2 es hoy cerca de $20 dólares, pero los daños de una tonelada de carbono en la atmósfera ascienden a aproximadamente $2. De manera que necesitamos reducir diez veces el coste de disminuir las emisiones. Podemos lograrlo destinando muchos más recursos a investigar y desarrollar energías con bajas emisiones de carbono.
Estados Unidos podría dar el ejemplo si se comprometiera a destinar un 0,05 de su PGB a explorar estos tipos de tecnologías -eólica, undimotriz, solar- o captar emisiones de CO2 de las plantas generadoras de energía. Entonces tendría la autoridad moral para exigir que otras naciones hicieran lo mismo. Al centrarse más en la investigación y el desarrollo y menos en las reducciones a las emisiones de carbono, ambos candidatos podrían abrazar una solución que estimula lo mejor del espíritu innovador estadounidense y deja la mejor herencia posible a las generaciones futuras: un mundo de altos ingresos y dotado de energía con bajas emisiones de carbono.