Los experimentos con mecanismos basados en el mercado (el ecoturismo o el comercio de emisiones de las fábricas, por ejemplo) se han multiplicado a lo largo de la última década. En Africa, estos enfoques buscan un resultado benéfico para todos: los pobres se benefician y se conservan recursos. Pero los efectos netos de esos programas no se han comprendido a cabalidad.
La teoría detrás de las estrategias de conservación basadas en el mercado es simple: crear mercados para productos derivados a fin de incrementar el valor que la gente local le otorga al recurso, induciéndolos así a conservarlo. Con esta lógica en mente, varios grupos que buscaban proteger los bosques de arganes de Marruecos adoptaron con entusiasmo la comercialización del aceite de argán. Los resultados deben hacer que otros africanos sean precavidos en cuanto al potencial de los enfoques basados en el mercado en sus problemas ambientales y de desarrollo.
El argán es un árbol único y un componente importante del ecosistema árido del sudoeste de Marruecos. Durante el siglo XX, casi la mitad de los bosques de argán desaparecieron debido a la demanda de carbón de alta calidad y a la conversión de tierras para la agricultura. Reconociendo las amenazas persistentes a los bosques de arganes, así como su carácter único, la UNESCO los incluyó en 1999 en la Red de Reservas Mundiales de la Biósfera.
Durante siglos, las tribus bereberes han recurrido al aceite de argán, que se extrae de la nuez en el interior del fruto del árbol, como componente básico de su dieta y como elemento de la medicina tradicional. A principios de los noventa, análisis químicos confirmaron las valiosas propiedades nutricionales y dermatológicas del aceite (que incluían el uso como tratamiento para el acné, las arrugas y las heridas leves). Eso atrajo la atención de investigadores, grupos conservacionistas y empresarios.
Desde entonces, ha habido una aguda expansión de la demanda de aceite de argán. Galénique, Yves Rocher y Colgate Palmolive empezaron a comercializar humectantes basados en el aceite. De la misma forma la demanda de aceite de argán comestible creció rápidamente. Hoy se encuentra en el menú de los restoranes finos de Nueva York, Londres y París. Las tiendas especializadas y los vendedores en Internet lo ofrecen por más de 200 dólares el litro.
No obstante, incluso cuando los productores locales parecen estar bien posicionados para obtener beneficios de la comercialización de un recurso, esa actividad no necesariamente impulsa el desarrollo y reduce la pobreza. En efecto, a pesar de la creciente demanda mundial por los productos de aceite de argán, la mayoría de los productores locales siguen recibiendo menos de 5 dólares por litro.
At a time when democracy is under threat, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided. Subscribe now and save $50 on a new subscription.
Subscribe Now
¿Qué fue lo que falló? Las restricciones al acceso a los mercados debido a las malas condiciones de los caminos, la insuficiente energía eléctrica y la limitada disponibilidad de inversiones financieras excluyeron a la mayoría de los productores locales de los nuevos mercados del aceite de argán. Específicamente, debido a que la comercialización del producto para consumidores nuevos y de alto nivel exigían métodos de procesamiento y canales de distribución nuevos, la mayor parte de las ganancias fue para los marroquíes y otros ajenos a la zona de los bosques de arganes que lograron superar las barreras de capital e infraestructura para ingresar al mercado mecanizado de alto nivel. Los beneficios a los productores locales han sido en gran medida indirectos, debido a los precios más altos que los procesadores pagan por fruto.
Pero incluso estos beneficios se han distribuido de forma desigual. Debido al mayor acceso que tienen a los mercados de fruto de argán, los hogares de las regiones más ricas y de baja densidad forestal venden relativamente más, lo que ilustra la manera en la que factores como la estructura del mercado determinan qué pueblos se benefician. Los hogares más pobres también son los más propensos a comprar fruto de argán, lo que los convierte en perdedores netos a medida que los precios aumentan.
Además, la comercialización de aceite de argán crea incentivos de conservación encontrados. Los productores locales que se benefician de la comercialización invierten parte de su nueva riqueza en ganado, lo que es mal presagio para el bosque. Más preocupante aún es el hecho de que la gente responde a los aumentos en los precios del fruto del argán con técnicas de cosecha más agresivas. Durante la cosecha, se recogen casi todos los frutos, lo que deja pocas esperanzas para la regeneración natural.
A corto plazo, entonces, los terrenos quasi-privados del bosque se benefician de la comercialización, mientras que los que son explotados comunalmente se degradan más. Después de todo, los productores locales están más dispuesto a invertir en cercas para proteger sus árboles maduros y no se preocupan por cuidar los árboles en los terrenos comunales.
También es poco probable la reforestación espontánea por parte de los locales, ya que los árboles crecen con tanta lentitid que la inversión requerida no es rentable. La paradoja es obvia: la biología del árbol de argán y la organización de los mercados para sus productos pueden provocar que su comercialización dañe a los bosques a largo plazo.
Aunque el aceite de argán de Marruecos constituye una advertencia sobre la eficacia de las estrategias de conservación basadas en el mercado, no todo está perdido para los enfoques de mercado en la conservación. Por ejemplo, en algunas áreas han surgido cooperativas de aceite de argán que permiten a los productores locales participar de manera más directa en los mercados de alto nivel. Aunque es difícil organizar esas cooperativas, las evidencias preliminares sugieren que tal vez valga la pena hacer el esfuerzo y que podrían desempeñar un papel limitado para mejorar la eficacia de las estrategias basadas en el mercado.
En resumen, los enfoques basados en el mercado sólo contribuirán a los objetivos de conservación y desarrollo cuando se reconozcan y aborden sus muchas limitaciones prácticas. No hay garantías de que un aumento en el valor de un recurso natural mejore realmente el bienestar de las poblaciones pobres. De hecho, el proceso de comercialización puede inducir cambios en la producción, el procesamiento y la distribución que excluyen a los pobres.
Incluso cuando ese no es el caso, hay limitaciones naturales que pueden seguir impidiendo las inversiones locales en conservación. Los valores del mercado pueden motivar la investigación científica, pero no pueden alterar directamente la biología de un recurso.
To have unlimited access to our content including in-depth commentaries, book reviews, exclusive interviews, PS OnPoint and PS The Big Picture, please subscribe
At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
Los experimentos con mecanismos basados en el mercado (el ecoturismo o el comercio de emisiones de las fábricas, por ejemplo) se han multiplicado a lo largo de la última década. En Africa, estos enfoques buscan un resultado benéfico para todos: los pobres se benefician y se conservan recursos. Pero los efectos netos de esos programas no se han comprendido a cabalidad.
La teoría detrás de las estrategias de conservación basadas en el mercado es simple: crear mercados para productos derivados a fin de incrementar el valor que la gente local le otorga al recurso, induciéndolos así a conservarlo. Con esta lógica en mente, varios grupos que buscaban proteger los bosques de arganes de Marruecos adoptaron con entusiasmo la comercialización del aceite de argán. Los resultados deben hacer que otros africanos sean precavidos en cuanto al potencial de los enfoques basados en el mercado en sus problemas ambientales y de desarrollo.
El argán es un árbol único y un componente importante del ecosistema árido del sudoeste de Marruecos. Durante el siglo XX, casi la mitad de los bosques de argán desaparecieron debido a la demanda de carbón de alta calidad y a la conversión de tierras para la agricultura. Reconociendo las amenazas persistentes a los bosques de arganes, así como su carácter único, la UNESCO los incluyó en 1999 en la Red de Reservas Mundiales de la Biósfera.
Durante siglos, las tribus bereberes han recurrido al aceite de argán, que se extrae de la nuez en el interior del fruto del árbol, como componente básico de su dieta y como elemento de la medicina tradicional. A principios de los noventa, análisis químicos confirmaron las valiosas propiedades nutricionales y dermatológicas del aceite (que incluían el uso como tratamiento para el acné, las arrugas y las heridas leves). Eso atrajo la atención de investigadores, grupos conservacionistas y empresarios.
Desde entonces, ha habido una aguda expansión de la demanda de aceite de argán. Galénique, Yves Rocher y Colgate Palmolive empezaron a comercializar humectantes basados en el aceite. De la misma forma la demanda de aceite de argán comestible creció rápidamente. Hoy se encuentra en el menú de los restoranes finos de Nueva York, Londres y París. Las tiendas especializadas y los vendedores en Internet lo ofrecen por más de 200 dólares el litro.
No obstante, incluso cuando los productores locales parecen estar bien posicionados para obtener beneficios de la comercialización de un recurso, esa actividad no necesariamente impulsa el desarrollo y reduce la pobreza. En efecto, a pesar de la creciente demanda mundial por los productos de aceite de argán, la mayoría de los productores locales siguen recibiendo menos de 5 dólares por litro.
HOLIDAY SALE: PS for less than $0.7 per week
At a time when democracy is under threat, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided. Subscribe now and save $50 on a new subscription.
Subscribe Now
¿Qué fue lo que falló? Las restricciones al acceso a los mercados debido a las malas condiciones de los caminos, la insuficiente energía eléctrica y la limitada disponibilidad de inversiones financieras excluyeron a la mayoría de los productores locales de los nuevos mercados del aceite de argán. Específicamente, debido a que la comercialización del producto para consumidores nuevos y de alto nivel exigían métodos de procesamiento y canales de distribución nuevos, la mayor parte de las ganancias fue para los marroquíes y otros ajenos a la zona de los bosques de arganes que lograron superar las barreras de capital e infraestructura para ingresar al mercado mecanizado de alto nivel. Los beneficios a los productores locales han sido en gran medida indirectos, debido a los precios más altos que los procesadores pagan por fruto.
Pero incluso estos beneficios se han distribuido de forma desigual. Debido al mayor acceso que tienen a los mercados de fruto de argán, los hogares de las regiones más ricas y de baja densidad forestal venden relativamente más, lo que ilustra la manera en la que factores como la estructura del mercado determinan qué pueblos se benefician. Los hogares más pobres también son los más propensos a comprar fruto de argán, lo que los convierte en perdedores netos a medida que los precios aumentan.
Además, la comercialización de aceite de argán crea incentivos de conservación encontrados. Los productores locales que se benefician de la comercialización invierten parte de su nueva riqueza en ganado, lo que es mal presagio para el bosque. Más preocupante aún es el hecho de que la gente responde a los aumentos en los precios del fruto del argán con técnicas de cosecha más agresivas. Durante la cosecha, se recogen casi todos los frutos, lo que deja pocas esperanzas para la regeneración natural.
A corto plazo, entonces, los terrenos quasi-privados del bosque se benefician de la comercialización, mientras que los que son explotados comunalmente se degradan más. Después de todo, los productores locales están más dispuesto a invertir en cercas para proteger sus árboles maduros y no se preocupan por cuidar los árboles en los terrenos comunales.
También es poco probable la reforestación espontánea por parte de los locales, ya que los árboles crecen con tanta lentitid que la inversión requerida no es rentable. La paradoja es obvia: la biología del árbol de argán y la organización de los mercados para sus productos pueden provocar que su comercialización dañe a los bosques a largo plazo.
Aunque el aceite de argán de Marruecos constituye una advertencia sobre la eficacia de las estrategias de conservación basadas en el mercado, no todo está perdido para los enfoques de mercado en la conservación. Por ejemplo, en algunas áreas han surgido cooperativas de aceite de argán que permiten a los productores locales participar de manera más directa en los mercados de alto nivel. Aunque es difícil organizar esas cooperativas, las evidencias preliminares sugieren que tal vez valga la pena hacer el esfuerzo y que podrían desempeñar un papel limitado para mejorar la eficacia de las estrategias basadas en el mercado.
En resumen, los enfoques basados en el mercado sólo contribuirán a los objetivos de conservación y desarrollo cuando se reconozcan y aborden sus muchas limitaciones prácticas. No hay garantías de que un aumento en el valor de un recurso natural mejore realmente el bienestar de las poblaciones pobres. De hecho, el proceso de comercialización puede inducir cambios en la producción, el procesamiento y la distribución que excluyen a los pobres.
Incluso cuando ese no es el caso, hay limitaciones naturales que pueden seguir impidiendo las inversiones locales en conservación. Los valores del mercado pueden motivar la investigación científica, pero no pueden alterar directamente la biología de un recurso.