LONDRES – Puede que la pandemia del COVID-19 haya dejado al descubierto la vulnerabilidad de los sistemas sanitarios del mundo, pero también llevó a un logro verdaderamente impresionante: el desarrollo y producción de vacunas que salvan vidas con una rapidez nunca antes vista. A medida que nuestro foco pasa a otros retos de salud pública, debemos aprovechar estas tecnologías y poner en práctica las lecciones aprendidas durante la pandemia para dar respuesta a otras enfermedades letales que exigen una atención urgente. Una de ellas, la fiebre de Lassa ha estado asolando a países del África occidental por más de 50 años, y todavía no hay una vacuna para prevenir su propagación.
LONDRES – Puede que la pandemia del COVID-19 haya dejado al descubierto la vulnerabilidad de los sistemas sanitarios del mundo, pero también llevó a un logro verdaderamente impresionante: el desarrollo y producción de vacunas que salvan vidas con una rapidez nunca antes vista. A medida que nuestro foco pasa a otros retos de salud pública, debemos aprovechar estas tecnologías y poner en práctica las lecciones aprendidas durante la pandemia para dar respuesta a otras enfermedades letales que exigen una atención urgente. Una de ellas, la fiebre de Lassa ha estado asolando a países del África occidental por más de 50 años, y todavía no hay una vacuna para prevenir su propagación.