LAGUNA BEACH – A principios de este año, los mercados financieros de todo el mundo tuvieron que navegar una tormenta perfecta: una alteración violenta impulsada por una suma inusual de perturbaciones menores. Un aumento de la volatilidad financiera inquietó a los inversores; las acciones entraron en un sube y baja, del que salieron en un nivel considerablemente menor; los intereses de los bonos públicos se derrumbaron, y los inversores se vieron en la insólita posición de, por una porción cada vez mayor de la deuda pública (casi un tercio del total), tener que pagar por el privilegio de tenerla en cartera.
LAGUNA BEACH – A principios de este año, los mercados financieros de todo el mundo tuvieron que navegar una tormenta perfecta: una alteración violenta impulsada por una suma inusual de perturbaciones menores. Un aumento de la volatilidad financiera inquietó a los inversores; las acciones entraron en un sube y baja, del que salieron en un nivel considerablemente menor; los intereses de los bonos públicos se derrumbaron, y los inversores se vieron en la insólita posición de, por una porción cada vez mayor de la deuda pública (casi un tercio del total), tener que pagar por el privilegio de tenerla en cartera.