Un seguro contra los seguros

NEW HAVEN – La mayoría de las personas que ahorran e invierten lo hacen durante toda su vida; pero la mayoría de las instituciones a las que recurren para ello se enfocan en el corto plazo. Este desequilibrio provoca problemas fundamentales.

Un ejemplo excelente es el seguro de las viviendas. Hoy en día, el seguro de las viviendas es a corto plazo en casi todo el mundo. Generalmente se renueva cada año, lo que significa que no cubre el riesgo de que las compañías aseguradoras aumenten las tasas en la próxima fecha de renovación.

Sin embargo, recientemente hemos presenciado cambios importantes en las tasas de seguro de las viviendas. Por ejemplo, la prima promedio en Florida se disparó de 723 dólares a principios de 2002 a 1465 dólares en el primer trimestre de 2007. Un incremento tan rápido representa un riesgo que es de la misma magnitud que muchos de los riesgos que supuestamente cubren las pólizas.

En un estudio presentado a principios de mayo en la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas de Estados Unidos, los economistas Dwight Jaffee, Howard Kunreuther y Erwann Michel-Kerjan propusieron un cambio fundamental de política orientado a desarrollar un verdadero seguro a largo plazo que fije primas para muchos años. A menos que hagamos eso, los propietarios de viviendas no sabrán si el próximo año sus pólizas serán canceladas o si las primas se dispararán inesperadamente como ha sucedido en las regiones costeras de Florida, donde hay riesgos de huracanes e inundaciones. Como señalan los autores, para que las aseguradoras consideren siquiera una póliza de largo plazo deben tener la libertad de cobrar primas que reflejen el riesgo.

La urbanización es una fuente de riesgo en sí misma, como lo demostró el reciente terremoto en China, que ha causado al menos decenas de miles de muertos. Además, el calentamiento global aparentemente está aumentando la intensidad de las tormentas. Algunos científicos atribuyen al calentamiento global la fuerza del Ciclón Nargis que azotó Myanmar y provocó 30,000 muertos.

Por supuesto, no sabemos con certeza si estos riesgos significarán mayores pérdidas para las aseguradoras. Puede suceder que el crecimiento de la población en las zonas costeras no siga suponiendo más exposición a los riesgos, puesto que los predios más cotizados tal vez ya sean más escasos y la construcción futura podría hacerse en zonas centrales. Y la urbanización, si se hace correctamente, conduce a una mejor planificación para los desastres y normas de construcción más estrictas, lo que podría reducir efectivamente los riesgos. De hecho, los seguros a largo plazo podrían alentar a los propietarios de viviendas a invertir en medidas para reducir los riesgos, puesto que los descuentos en las primas que obtendrían por ello justificarían el costo de la inversión.

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El curso del calentamiento global y su impacto en las tormentas futuras también es un tema de considerable incertidumbre. La meteorología no es una ciencia exacta y no podemos predecir el alcance y el impacto preciso de las iniciativas ambientales, aunque los avances en la predicción del clima también podrían reducir el daño causado por los huracanes.

La información presentada por Roger Pielke en febrero en la Natural Hazards Review muestra que las pérdidas reales provocadas por los huracanes más importantes desde 1900 siguieron una curva en forma de “U”. Los huracanes que más daños causaron (ponderados en términos del tamaño de la economía) en Estados Unidos ocurrieron a principios del siglo XX y en años recientes; el peor fue el huracán que azotó Florida en 1926.

De la misma forma en que nadie previó este patrón de pérdidas en forma de U, las pérdidas futuras son desconocidas. Esto significa que el problema no es un aumento determinado en las pérdidas de los propietarios de viviendas sino un riesgo de aumento. Paradójicamente, eso es bueno porque significa que se puede utilizar la tecnología de gestión de riesgos para mitigar el problema.

Para entender el por qué, consideremos los seguros de vida o de gastos médicos. Si en algún momento la información genética permitiera hacer una predicción precisa de la fecha de enfermedad y muerte de cada persona, esa información, si estuviera disponible públicamente, haría imposible obtener esos seguros (nadie aseguraría a una persona que se sabe sufrirá el daño contra el que se está asegurando). Lo mismo sucede con los seguros de las viviendas: puesto que el riesgo de sufrir pérdidas es incierto, quienes están más preocupados por él pueden vender los seguros a aquéllos que pueden soportarlo mejor.

Los organismos reguladores de los seguros ciertamente están conscientes del riesgo de aumentos futuros en las primas de los propietarios de viviendas. Pero tratar de abordar esos riesgos limitando esos aumentos no funciona bien porque si las compañías aseguradoras no tienen utilidades se retirarán del mercado. Tampoco se puede resolver el problema imponiendo derechos a las compañías que se retiren del mercado debido al límite a las primas porque esas empresas aprenderán a considerar la posibilidad de que se les apliquen esos derechos incluso antes de ingresar al mercado de los seguros.

A veces los gobiernos han participado directamente en los seguros. En Estados Unidos, por ejemplo, la legislatura estatal de Florida creó en 2002 la Citizens’ Property Insurance Corporation (Corporación de seguros de la propiedad de los ciudadanos). Pero sustituir los seguros privados con planes de seguros oficiales dista de ser lo mejor. Como cualquier otra forma de ahorro e inversión, es mejor que los seguros se fijen por un mercado y no por una arena política.

Lo atractivo del plan que proponen Jaffee, Kunreuther y Michel-Kerjan es que permitiría que las fuerzas del mercado determinaran las primas de los seguros a largo plazo (20 años o más). Las primas se fijarían de forma que las compañías aseguradoras no tuvieran motivos para retirarse del mercado en respuesta a un aumento de los riesgos. Los propietarios de viviendas tendrían la tranquilidad de saber que pueden seguir asegurando sus propiedades a tasas conocidas.

Además, las primas darían señales de precios que guiarían la construcción de nuevas viviendas. En las zonas donde los científicos creyeran que en el futuro habría mayores riesgos, las altas primas de los seguros darían un incentivo al mercado para limitar la construcción. Todo el mundo se beneficiaría.

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