PARÍS – Al estilo de «We Are the World» (la exitosa canción de 1985 que vendió en todo el mundo más de veinte millones de copias), en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) de Dubái se lanzó «Lasting Legacy» (Legado duradero). El himno benéfico oficial presenta a trece artistas de todo el mundo que cantan sobre la unidad, la cooperación y la acción climática.
Un legado de la COP28 que la canción debería conmemorar es la creación del Fondo de Pérdidas y Daños, un nuevo canal de financiación multilateral para ayudar a los países en desarrollo a enfrentar los crecientes costos de tormentas, olas de calor, inundaciones, avalanchas, incendios forestales, sequías, el aumento del nivel de los mares, la pérdida de biodiversidad y la desertificación. Estos perjuicios del calentamiento global causan daños por cientos de miles de millones de dólares cada año.
Pero el Fondo de Pérdidas y Daños todavía está muy subfinanciado. Los países donantes (encabezados por Francia, Alemania, Italia, los Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido) prometieron en la COP28 aportar unos 700 millones de dólares, mucho menos de lo que demanda el desafío al que nos enfrentamos. Sin embargo, hay que destacar el aporte de los EAU, un bienvenido cambio respecto de la extendida creencia en que sólo los países con responsabilidad histórica por el cambio climático deben financiar las medidas reparatorias. Es una señal para el mundo actual de que la responsabilidad por el estado del planeta y su clima es de todos, y resalta la importancia de la cooperación multilateral, sobre todo entre gobiernos poderosos.
Es verdad que a través del sistema multilateral ya se invierten miles de millones de dólares en medidas de mitigación y adaptación al cambio climático. Casi todos los organismos de financiación internacionales tienen instrumentos para este fin. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, tiene el Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad, que hasta noviembre de 2023 había recibido compromisos de financiación por al menos 41 100 millones de dólares. La ONU también tiene varios mecanismos, incluido el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia, que entre 2006 y 2022 gastó unos 2200 millones de dólares en medidas de mitigación de efectos del cambio climático, y los Fondos Humanitarios de País. El Informe Sintético de Pérdidas y Daños de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (en cuya redacción ha participado uno de los autores de este artículo) identifica unos 45 canales de financiación dedicados a la preparación frente a desastres y otros trece centrados en la respuesta a emergencias.
¿Cuál es el lugar del Fondo de Pérdidas y Daños en este complejo y tan poblado terreno? De la necesidad de financiación no hay duda: quedan muchos vacíos importantes, de los que uno particularmente preocupante es la falta de otorgamiento de fondos en la forma de subvenciones (sobre todo para medidas de recuperación y reconstrucción). También es fundamental ampliar la cobertura de seguros contra el cambio climático y facilitar acuerdos de intercambio (y prórroga) de deuda para darles a los países más espacio fiscal, en un contexto de subida mundial de los tipos de interés. Aún así, hay riesgo de que el nuevo fondo se convierta en otro vano intento de enmendar un sistema multilateral obsoleto que ya no está a la altura de su misión (sobre todo faltándole financiación).
Para evitarlo, el Fondo de Pérdidas y Daños tiene que alejarse de un modelo basado en proyectos que implica una distribución de dinero a cuentagotas. Dadas la escala del desafío y la intensidad de los padecimientos de la gente, el Fondo tiene que poner en práctica innovaciones estructurales y de formulación de políticas, con vistas a la creación de una nueva generación de organismos multilaterales. La Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial, convocada por el presidente de Francia Emmanuel Macron el año pasado, y la Iniciativa de Bridgetown liderada por la primera ministra de Barbados Mia Amor Mottley ofrecen muchos puntos de partida y propuestas para el rediseño del sistema financiero internacional.
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En un plano más concreto, el Fondo de Pérdidas y Daños podría sentar un nuevo modelo para una movilización más eficaz de los recursos nacionales hacia medidas de mitigación y adaptación climática y para que los países puedan acceder a los mercados financieros mundiales y a préstamos multilaterales en condiciones justas (junto con diversas formas de alivio de deuda). También podría diseñar un esquema mundial de provisión de seguros a los hogares más vulnerables y las pequeñas y medianas empresas.
En el fragmentado mundo de hoy, el Fondo de Pérdidas y Daños puede perder el rumbo con mucha facilidad. Pero redunda en interés de todos ayudar a los países más vulnerables al clima a poner en práctica medidas de recuperación y reconstrucción, en formas que no pongan en riesgo los avances de las últimas décadas en materia de desarrollo. Proveerles una cantidad suficiente de recursos (financieros y de otro tipo) es garantía de estabilidad para todos.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
PARÍS – Al estilo de «We Are the World» (la exitosa canción de 1985 que vendió en todo el mundo más de veinte millones de copias), en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) de Dubái se lanzó «Lasting Legacy» (Legado duradero). El himno benéfico oficial presenta a trece artistas de todo el mundo que cantan sobre la unidad, la cooperación y la acción climática.
Un legado de la COP28 que la canción debería conmemorar es la creación del Fondo de Pérdidas y Daños, un nuevo canal de financiación multilateral para ayudar a los países en desarrollo a enfrentar los crecientes costos de tormentas, olas de calor, inundaciones, avalanchas, incendios forestales, sequías, el aumento del nivel de los mares, la pérdida de biodiversidad y la desertificación. Estos perjuicios del calentamiento global causan daños por cientos de miles de millones de dólares cada año.
Pero el Fondo de Pérdidas y Daños todavía está muy subfinanciado. Los países donantes (encabezados por Francia, Alemania, Italia, los Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido) prometieron en la COP28 aportar unos 700 millones de dólares, mucho menos de lo que demanda el desafío al que nos enfrentamos. Sin embargo, hay que destacar el aporte de los EAU, un bienvenido cambio respecto de la extendida creencia en que sólo los países con responsabilidad histórica por el cambio climático deben financiar las medidas reparatorias. Es una señal para el mundo actual de que la responsabilidad por el estado del planeta y su clima es de todos, y resalta la importancia de la cooperación multilateral, sobre todo entre gobiernos poderosos.
Es verdad que a través del sistema multilateral ya se invierten miles de millones de dólares en medidas de mitigación y adaptación al cambio climático. Casi todos los organismos de financiación internacionales tienen instrumentos para este fin. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, tiene el Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad, que hasta noviembre de 2023 había recibido compromisos de financiación por al menos 41 100 millones de dólares. La ONU también tiene varios mecanismos, incluido el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia, que entre 2006 y 2022 gastó unos 2200 millones de dólares en medidas de mitigación de efectos del cambio climático, y los Fondos Humanitarios de País. El Informe Sintético de Pérdidas y Daños de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (en cuya redacción ha participado uno de los autores de este artículo) identifica unos 45 canales de financiación dedicados a la preparación frente a desastres y otros trece centrados en la respuesta a emergencias.
¿Cuál es el lugar del Fondo de Pérdidas y Daños en este complejo y tan poblado terreno? De la necesidad de financiación no hay duda: quedan muchos vacíos importantes, de los que uno particularmente preocupante es la falta de otorgamiento de fondos en la forma de subvenciones (sobre todo para medidas de recuperación y reconstrucción). También es fundamental ampliar la cobertura de seguros contra el cambio climático y facilitar acuerdos de intercambio (y prórroga) de deuda para darles a los países más espacio fiscal, en un contexto de subida mundial de los tipos de interés. Aún así, hay riesgo de que el nuevo fondo se convierta en otro vano intento de enmendar un sistema multilateral obsoleto que ya no está a la altura de su misión (sobre todo faltándole financiación).
Para evitarlo, el Fondo de Pérdidas y Daños tiene que alejarse de un modelo basado en proyectos que implica una distribución de dinero a cuentagotas. Dadas la escala del desafío y la intensidad de los padecimientos de la gente, el Fondo tiene que poner en práctica innovaciones estructurales y de formulación de políticas, con vistas a la creación de una nueva generación de organismos multilaterales. La Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial, convocada por el presidente de Francia Emmanuel Macron el año pasado, y la Iniciativa de Bridgetown liderada por la primera ministra de Barbados Mia Amor Mottley ofrecen muchos puntos de partida y propuestas para el rediseño del sistema financiero internacional.
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En el fragmentado mundo de hoy, el Fondo de Pérdidas y Daños puede perder el rumbo con mucha facilidad. Pero redunda en interés de todos ayudar a los países más vulnerables al clima a poner en práctica medidas de recuperación y reconstrucción, en formas que no pongan en riesgo los avances de las últimas décadas en materia de desarrollo. Proveerles una cantidad suficiente de recursos (financieros y de otro tipo) es garantía de estabilidad para todos.
Traducción: Esteban Flamini