LONDRES/BALTIMORE – La menstruación es tan natural como el latido del corazón. Sin embargo, para las mujeres más vulnerables del mundo (incluidas refugiadas, indigentes, adolescentes y desplazadas por diversas emergencias) el período puede ser una experiencia difícil e incluso peligrosa.
En muchas sociedades, el período femenino es un tema envuelto en eufemismos y secretismo, debido a creencias comunitarias que pueden llevar a las niñas y las mujeres a sentirse avergonzadas, aisladas e inseguras. Cuando esto se combina con falta de acceso a productos sanitarios o a sitios seguros y privados donde usarlos, los resultados pueden ser social y emocionalmente devastadores.
Las dificultades para el manejo de la menstruación pueden afectar negativamente la capacidad de trabajar o ir a la escuela, lo que agrava la ansiedad, el estrés y el miedo que sienten mujeres y niñas. Las prácticas menstruales inseguras también provocan graves riesgos para la salud. Por ejemplo, en algunas partes del África subsahariana y el sur de Asia es común que mujeres y niñas deban usar métodos de protección ineficaces y antihigiénicos, como lodo, hojas o estiércol, que aumentan el riesgo de infección.
Es evidente que las mujeres y las niñas necesitan acceso fácil a un suministro adecuado de materiales para contener o absorber el flujo menstrual. También necesitan lugares seguros y privados para lavarse y eliminar los residuos. Además, las niñas necesitan información precisa sobre la menstruación, que les permita entender lo que les sucede y elaborar estrategias para manejar el período en forma higiénica. Esto se aplica a países ricos y pobres por igual.
Felizmente, hay activistas, grupos de beneficencia y académicos que están empezando a encarar estas necesidades globales. Por ejemplo, una de las autoras fundó la organización Bloody Good Period, con el objetivo de ayudar a refugiadas y solicitantes de asilo en el Reino Unido a acceder a productos de higiene femenina gratuitos. Antes de su creación, no era habitual poner estos elementos a disposición de quienes los necesitaran; la “pobreza menstrual” (las dificultades financieras derivadas del pago de suministros menstruales limpios) es un grave problema en el RU y otros países.
Hoy, Bloody Good Period dona todos los meses productos sanitarios (compresas y tampones, pañales, artículos de lavado, etc.) a numerosos centros que proveen recursos a solicitantes de asilo en el RU. La organización también entrega desodorantes y cepillos de dientes a hombres (que a menudo van a buscar compresas para mujeres de la familia). Como dijo hace poco una solicitante de asilo en Leeds, el programa le cambió la vida; antes de poder acceder a materiales gratuitos en uno de estos centros, tenía tanto miedo a las filtraciones que no quería sentarse en el sofá durante la menstruación.
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Pero pese al progreso logrado en la asistencia a algunas mujeres, muchas más todavía padecen esta injusticia particular. La higiene menstrual es esencial para la salud, la educación, la movilidad y la seguridad de las mujeres; por eso hay que considerarla un derecho humano básico, cuya protección demanda prestar atención urgente a tres tareas.
Para empezar, debemos empoderar a las mujeres y niñas para que tomen decisiones informadas respecto de sus cuerpos. La menstruación no es un problema unidimensional; las mujeres que viven en situaciones de vulnerabilidad tienen necesidades que les son exclusivas. De modo que las estrategias de desarrollo humano deben concentrarse en llegar a tantas mujeres y niñas cuantas sea posible, y entregar productos y soluciones que permitan el manejo del período en una forma segura, cómoda e individualizada.
Luego, se necesita más concientización y educación sobre el proceso menstrual. Ayudar a las niñas a entender sus ciclos menstruales y hablar de ellos sin temor permitirá acabar con los tabúes asociados con la menstruación y de paso mejorar las prácticas higiénicas. Hay investigaciones que muestran que muchas niñas en todo el mundo (y especialmente las del Sur Global) sencillamente no están preparadas para la regla; la educación puede ayudarlas.
Finalmente, necesitamos soluciones empíricas. Es muy frecuente que la formulación de políticas se base en supuestos errados. Pero cuando el desarrollo de programas se combina con una investigación rigurosa los resultados pueden ser asombrosos. Por ejemplo, un estudio conjunto de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres y la Universidad de Oxford sobre la menstruación en Uganda halló que la falta de acceso a productos sanitarios limpios obligaba a muchas adolescentes a faltar a clase. Pero cuando en ocho escuelas se proveyó a las niñas compresas reusables y educación sobre la menstruación, la asistencia aumentó un 17% en promedio.
La comunidad sanitaria internacional debe trabajar unida para encarar las necesidades menstruales de mujeres y niñas en todo el mundo; no existe una única solución para este problema global. Pero hay que poner fin al secretismo en torno al proceso natural de la menstruación, para que mujeres y niñas puedan obtener los productos sanitarios que necesitan a precios accesibles.
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China’s prolonged reliance on fiscal stimulus has distorted economic incentives, fueling a housing glut, a collapse in prices, and spiraling public debt. With further stimulus off the table, the only sustainable path is for the central government to relinquish more economic power to local governments and the private sector.
argues that the country’s problems can be traced back to its response to the 2008 financial crisis.
World order is a matter of degree: it varies over time, depending on technological, political, social, and ideological factors that can affect the global distribution of power and influence norms. It can be radically altered both by broader historical trends and by a single major power's blunders.
examines the role of evolving power dynamics and norms in bringing about stable arrangements among states.
LONDRES/BALTIMORE – La menstruación es tan natural como el latido del corazón. Sin embargo, para las mujeres más vulnerables del mundo (incluidas refugiadas, indigentes, adolescentes y desplazadas por diversas emergencias) el período puede ser una experiencia difícil e incluso peligrosa.
En muchas sociedades, el período femenino es un tema envuelto en eufemismos y secretismo, debido a creencias comunitarias que pueden llevar a las niñas y las mujeres a sentirse avergonzadas, aisladas e inseguras. Cuando esto se combina con falta de acceso a productos sanitarios o a sitios seguros y privados donde usarlos, los resultados pueden ser social y emocionalmente devastadores.
Las dificultades para el manejo de la menstruación pueden afectar negativamente la capacidad de trabajar o ir a la escuela, lo que agrava la ansiedad, el estrés y el miedo que sienten mujeres y niñas. Las prácticas menstruales inseguras también provocan graves riesgos para la salud. Por ejemplo, en algunas partes del África subsahariana y el sur de Asia es común que mujeres y niñas deban usar métodos de protección ineficaces y antihigiénicos, como lodo, hojas o estiércol, que aumentan el riesgo de infección.
Es evidente que las mujeres y las niñas necesitan acceso fácil a un suministro adecuado de materiales para contener o absorber el flujo menstrual. También necesitan lugares seguros y privados para lavarse y eliminar los residuos. Además, las niñas necesitan información precisa sobre la menstruación, que les permita entender lo que les sucede y elaborar estrategias para manejar el período en forma higiénica. Esto se aplica a países ricos y pobres por igual.
Felizmente, hay activistas, grupos de beneficencia y académicos que están empezando a encarar estas necesidades globales. Por ejemplo, una de las autoras fundó la organización Bloody Good Period, con el objetivo de ayudar a refugiadas y solicitantes de asilo en el Reino Unido a acceder a productos de higiene femenina gratuitos. Antes de su creación, no era habitual poner estos elementos a disposición de quienes los necesitaran; la “pobreza menstrual” (las dificultades financieras derivadas del pago de suministros menstruales limpios) es un grave problema en el RU y otros países.
Hoy, Bloody Good Period dona todos los meses productos sanitarios (compresas y tampones, pañales, artículos de lavado, etc.) a numerosos centros que proveen recursos a solicitantes de asilo en el RU. La organización también entrega desodorantes y cepillos de dientes a hombres (que a menudo van a buscar compresas para mujeres de la familia). Como dijo hace poco una solicitante de asilo en Leeds, el programa le cambió la vida; antes de poder acceder a materiales gratuitos en uno de estos centros, tenía tanto miedo a las filtraciones que no quería sentarse en el sofá durante la menstruación.
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Pero pese al progreso logrado en la asistencia a algunas mujeres, muchas más todavía padecen esta injusticia particular. La higiene menstrual es esencial para la salud, la educación, la movilidad y la seguridad de las mujeres; por eso hay que considerarla un derecho humano básico, cuya protección demanda prestar atención urgente a tres tareas.
Para empezar, debemos empoderar a las mujeres y niñas para que tomen decisiones informadas respecto de sus cuerpos. La menstruación no es un problema unidimensional; las mujeres que viven en situaciones de vulnerabilidad tienen necesidades que les son exclusivas. De modo que las estrategias de desarrollo humano deben concentrarse en llegar a tantas mujeres y niñas cuantas sea posible, y entregar productos y soluciones que permitan el manejo del período en una forma segura, cómoda e individualizada.
Luego, se necesita más concientización y educación sobre el proceso menstrual. Ayudar a las niñas a entender sus ciclos menstruales y hablar de ellos sin temor permitirá acabar con los tabúes asociados con la menstruación y de paso mejorar las prácticas higiénicas. Hay investigaciones que muestran que muchas niñas en todo el mundo (y especialmente las del Sur Global) sencillamente no están preparadas para la regla; la educación puede ayudarlas.
Finalmente, necesitamos soluciones empíricas. Es muy frecuente que la formulación de políticas se base en supuestos errados. Pero cuando el desarrollo de programas se combina con una investigación rigurosa los resultados pueden ser asombrosos. Por ejemplo, un estudio conjunto de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres y la Universidad de Oxford sobre la menstruación en Uganda halló que la falta de acceso a productos sanitarios limpios obligaba a muchas adolescentes a faltar a clase. Pero cuando en ocho escuelas se proveyó a las niñas compresas reusables y educación sobre la menstruación, la asistencia aumentó un 17% en promedio.
La comunidad sanitaria internacional debe trabajar unida para encarar las necesidades menstruales de mujeres y niñas en todo el mundo; no existe una única solución para este problema global. Pero hay que poner fin al secretismo en torno al proceso natural de la menstruación, para que mujeres y niñas puedan obtener los productos sanitarios que necesitan a precios accesibles.
Traducción: Esteban Flamini