BEIJING – Las economías en desarrollo del mundo se preparan para enfrentar una lucha previa a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), la cual se celebrará el próximo mes en Egipto. La reunión brindará a los países de ingresos medios y bajos la oportunidad de expresar sus quejas justificadas sobre los costos climáticos que soportan de forma desproporcionada, y a los países ricos les ofrecerá la oportunidad de comenzar a pagar la proporción justa de dichos costos.
Si bien las economías desarrolladas de hoy en día han cosechado los beneficios de emitir cantidades ingentes de gases de efecto invernadero durante 200 años, a los países en desarrollo se les ha pedido que sacrifiquen su futuro para salvar el planeta. Pero si queremos alcanzar el objetivo de emisiones netas cero, la comunidad internacional debe garantizar que la transición energética cree oportunidades para los países de menores ingresos, especialmente para aquellos que están en la primera línea de lucha con respecto al cambio climático.
En ningún lugar la tensión entre el fomento del crecimiento y el combate contra el cambio climático es más palpable que en Asia. A pesar de un panorama geopolítico que presenta desafíos, las economías asiáticas se han recuperado de la pandemia del COVID-19 y muestran un fuerte crecimiento y un comercio floreciente, esto gracias a los nuevos acuerdos regionales y a la expansión de las cadenas de valor. Al mismo tiempo, muchos gobiernos asiáticos han venido luchando para hacer frente a la grave contaminación del aire urbano y a la creciente frecuencia de fuertes tormentas e inundaciones. Si bien Asia es la región con las mayores emisiones de gases de efecto invernadero que contienen la más alta intensidad de carbono en el mundo, también alberga 99 de las 100 ciudades más vulnerables al clima en el planeta.
La transición a emisiones netas cero es un emprendimiento de grandes proporciones que requiere de una capacidad estatal mejorada. Como puntualiza un nuevo informe del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, esta transición supone el mayor desafío al que las economías emergentes y en desarrollo se han enfrentado a lo largo de todos los tiempos. Tanto las empresas estatales que quedaron rezagadas y que tienen huellas de carbono descomunales como los bancos controlados por el Estado que mantienen inversiones excesivas en el sector de los combustibles fósiles deben convertirse en líderes del fomento de las energías renovables. De manera similar, los gobiernos deben desarrollar y poner en práctica políticas impulsadas por misiones dirigidas a fijar con precisión el precio al uso del carbono, a fomentar la innovación verde, y a eliminar gradualmente la dependencia del petróleo y el carbón en una manera social y políticamente sostenible.
Algunas empresas estatales ya han comenzado a responder a estos desafíos. Desde que el primer ministro de la India, Narendra Modi, se comprometió a lograr emisiones netas cero para el año 2070, la empresa minera estatal Coal India se ha centrado cada vez más en las energías renovables, especialmente en la energía solar. Del mismo modo, el gobierno chino ha ordenado que las compañías eléctricas estatales denominadas como las “Cinco Grandes” tomen el liderazgo con respecto a ecologizar el sistema. Las instituciones financieras estatales también están cambiando: el Exim Bank de China, por ejemplo, ha adoptado un marco verde para sus operaciones nacionales.
Pero no podemos alcanzar la neutralidad mundial en materia de carbono sin contar con contribuciones significativas del sector privado. Si bien las capacidades de financiamiento de las empresas privadas suelen constituirse en el punto focal de este debate, tienen aún mayor importancia las habilidades y tecnologías que dichas empresas privadas pueden aportar a la transición. Sin embargo, un sector privado próspero requiere de un Estado capaz que pueda combatir la corrupción, imponer un mercado con competencia y proteger los derechos de propiedad. Es por eso que el sector privado es más débil en países que carecen de la capacidad estatal adecuada.
Llama la atención que en muchos países, incluidos entre ellos India e Indonesia, las energías renovables hayan sido desarrolladas casi exclusivamente por empresas privadas. Esto ha impulsado rápidamente la energía eólica y solar, pero también ha creado una dicotomía entre las industrias de combustibles fósiles patrocinadas por el Estado y un sector dedicado a las energías renovables que es mayoritariamente de propiedad privada. Las iniciativas de diversificación son fundamentales para acelerar la transición hacia una economía baja en carbono, pero deben llevarse a cabo sin socavar los incentivos del sector privado.
Tanto en las economías emergentes como en las desarrolladas el aspecto de la transición que presenta mayores desafíos es el hecho que dicha transición requiere una alineación y coordinación sin precedentes por parte de los encargados de la toma de decisiones a lo largo de toda la economía. Para ello, dentro de cualquier marco de coordinación es muy importante contar con un precio del carbono que refleje el verdadero impacto climático de muchas actividades. Sin embargo, muchos países, entre ellos China e India, han tenido dificultades para imponer un precio al carbono que sea significativo; además, en la mayoría de los casos, sólo han conseguido abarcar unos pocos sectores.
Pero la fijación del precio del carbono por sí sola no es suficiente para lograr con la celeridad necesaria el objetivo de emisiones netas cero. Mariana Mazzucato y otros autores han hablado sobre la necesidad de “misiones a la luna” (moonshots), que son proyectos gubernamentales que ocurren una sola vez en la vida y que inspiran políticas industriales orientadas a una misión. Actuando dentro de ese espíritu, al presente Singapur está creando un marco a través del cual las entidades gubernamentales trabajan en estrecha colaboración con las instituciones financieras estatales y las empresas privadas para alcanzar el objetivo de emisiones netas cero. La sensación de tener un propósito común que se impregne dentro de estas instituciones será un factor esencial para alcanzar el mencionado objetivo.
Los esfuerzos coordinados a gran escala imponen una pesada carga a la capacidad del Estado, y dar prioridad a algunos sectores y tecnologías ubicándolos por delante de otros es una tarea intrínsecamente difícil que a menudo es vulnerable a influencias externas y a la captura regulatoria. Es por esta razón que el enviado especial de la ONU, Mark Carney, así como otros han propuesto que los socios para el desarrollo ayuden a los países a construir capacidades estatales fundamentales para la transición a emisiones netas cero. Varios países, incluidos Pakistán y Filipinas, ya han puesto en marcha versiones piloto de tales “plataformas nacionales”.
Desafortunadamente, los países que están sufriendo los peores efectos del cambio climático son también aquellos donde la capacidad estatal es más débil. La comunidad internacional debe apoyar a los países vulnerables, entre ellos a Afganistán, Myanmar, Bangladesh y las Maldivas, en la construcción de las capacidades necesarias para sostener la transición hacia una economía de emisiones netas cero.
Para tener éxito, la transición debe ser percibida como justa. No puede perpetuar las disparidades entre países ricos y pobres, y también debe trascender las desigualdades socioeconómicas dentro de los países. Los programas que vuelven a capacitar a los trabajadores y que transfieren habilidades valiosas desde las industrias de los combustibles fósiles a las industrias de las energías renovables son de vital importancia. Pero estos programas requerirán de inversión y de una ejecución cuidadosa.
Fundamentalmente, las economías emergentes y en desarrollo en Asia y en otros lugares deben desarrollar sus propias “misiones a la luna”. Una visión positiva de prosperidad compartida debe impulsar la sustitución de tecnologías contaminantes por alternativas más ecológicas. Lograr una economía de emisiones netas cero es de crucial importancia para mitigar los peores efectos del cambio climático. Pero si los países en desarrollo creen que van a ser dejados atrás, nunca se apresurarán para acompañar al resto en el camino.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos
BEIJING – Las economías en desarrollo del mundo se preparan para enfrentar una lucha previa a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), la cual se celebrará el próximo mes en Egipto. La reunión brindará a los países de ingresos medios y bajos la oportunidad de expresar sus quejas justificadas sobre los costos climáticos que soportan de forma desproporcionada, y a los países ricos les ofrecerá la oportunidad de comenzar a pagar la proporción justa de dichos costos.
Si bien las economías desarrolladas de hoy en día han cosechado los beneficios de emitir cantidades ingentes de gases de efecto invernadero durante 200 años, a los países en desarrollo se les ha pedido que sacrifiquen su futuro para salvar el planeta. Pero si queremos alcanzar el objetivo de emisiones netas cero, la comunidad internacional debe garantizar que la transición energética cree oportunidades para los países de menores ingresos, especialmente para aquellos que están en la primera línea de lucha con respecto al cambio climático.
En ningún lugar la tensión entre el fomento del crecimiento y el combate contra el cambio climático es más palpable que en Asia. A pesar de un panorama geopolítico que presenta desafíos, las economías asiáticas se han recuperado de la pandemia del COVID-19 y muestran un fuerte crecimiento y un comercio floreciente, esto gracias a los nuevos acuerdos regionales y a la expansión de las cadenas de valor. Al mismo tiempo, muchos gobiernos asiáticos han venido luchando para hacer frente a la grave contaminación del aire urbano y a la creciente frecuencia de fuertes tormentas e inundaciones. Si bien Asia es la región con las mayores emisiones de gases de efecto invernadero que contienen la más alta intensidad de carbono en el mundo, también alberga 99 de las 100 ciudades más vulnerables al clima en el planeta.
La transición a emisiones netas cero es un emprendimiento de grandes proporciones que requiere de una capacidad estatal mejorada. Como puntualiza un nuevo informe del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, esta transición supone el mayor desafío al que las economías emergentes y en desarrollo se han enfrentado a lo largo de todos los tiempos. Tanto las empresas estatales que quedaron rezagadas y que tienen huellas de carbono descomunales como los bancos controlados por el Estado que mantienen inversiones excesivas en el sector de los combustibles fósiles deben convertirse en líderes del fomento de las energías renovables. De manera similar, los gobiernos deben desarrollar y poner en práctica políticas impulsadas por misiones dirigidas a fijar con precisión el precio al uso del carbono, a fomentar la innovación verde, y a eliminar gradualmente la dependencia del petróleo y el carbón en una manera social y políticamente sostenible.
Algunas empresas estatales ya han comenzado a responder a estos desafíos. Desde que el primer ministro de la India, Narendra Modi, se comprometió a lograr emisiones netas cero para el año 2070, la empresa minera estatal Coal India se ha centrado cada vez más en las energías renovables, especialmente en la energía solar. Del mismo modo, el gobierno chino ha ordenado que las compañías eléctricas estatales denominadas como las “Cinco Grandes” tomen el liderazgo con respecto a ecologizar el sistema. Las instituciones financieras estatales también están cambiando: el Exim Bank de China, por ejemplo, ha adoptado un marco verde para sus operaciones nacionales.
Pero no podemos alcanzar la neutralidad mundial en materia de carbono sin contar con contribuciones significativas del sector privado. Si bien las capacidades de financiamiento de las empresas privadas suelen constituirse en el punto focal de este debate, tienen aún mayor importancia las habilidades y tecnologías que dichas empresas privadas pueden aportar a la transición. Sin embargo, un sector privado próspero requiere de un Estado capaz que pueda combatir la corrupción, imponer un mercado con competencia y proteger los derechos de propiedad. Es por eso que el sector privado es más débil en países que carecen de la capacidad estatal adecuada.
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Llama la atención que en muchos países, incluidos entre ellos India e Indonesia, las energías renovables hayan sido desarrolladas casi exclusivamente por empresas privadas. Esto ha impulsado rápidamente la energía eólica y solar, pero también ha creado una dicotomía entre las industrias de combustibles fósiles patrocinadas por el Estado y un sector dedicado a las energías renovables que es mayoritariamente de propiedad privada. Las iniciativas de diversificación son fundamentales para acelerar la transición hacia una economía baja en carbono, pero deben llevarse a cabo sin socavar los incentivos del sector privado.
Tanto en las economías emergentes como en las desarrolladas el aspecto de la transición que presenta mayores desafíos es el hecho que dicha transición requiere una alineación y coordinación sin precedentes por parte de los encargados de la toma de decisiones a lo largo de toda la economía. Para ello, dentro de cualquier marco de coordinación es muy importante contar con un precio del carbono que refleje el verdadero impacto climático de muchas actividades. Sin embargo, muchos países, entre ellos China e India, han tenido dificultades para imponer un precio al carbono que sea significativo; además, en la mayoría de los casos, sólo han conseguido abarcar unos pocos sectores.
Pero la fijación del precio del carbono por sí sola no es suficiente para lograr con la celeridad necesaria el objetivo de emisiones netas cero. Mariana Mazzucato y otros autores han hablado sobre la necesidad de “misiones a la luna” (moonshots), que son proyectos gubernamentales que ocurren una sola vez en la vida y que inspiran políticas industriales orientadas a una misión. Actuando dentro de ese espíritu, al presente Singapur está creando un marco a través del cual las entidades gubernamentales trabajan en estrecha colaboración con las instituciones financieras estatales y las empresas privadas para alcanzar el objetivo de emisiones netas cero. La sensación de tener un propósito común que se impregne dentro de estas instituciones será un factor esencial para alcanzar el mencionado objetivo.
Los esfuerzos coordinados a gran escala imponen una pesada carga a la capacidad del Estado, y dar prioridad a algunos sectores y tecnologías ubicándolos por delante de otros es una tarea intrínsecamente difícil que a menudo es vulnerable a influencias externas y a la captura regulatoria. Es por esta razón que el enviado especial de la ONU, Mark Carney, así como otros han propuesto que los socios para el desarrollo ayuden a los países a construir capacidades estatales fundamentales para la transición a emisiones netas cero. Varios países, incluidos Pakistán y Filipinas, ya han puesto en marcha versiones piloto de tales “plataformas nacionales”.
Desafortunadamente, los países que están sufriendo los peores efectos del cambio climático son también aquellos donde la capacidad estatal es más débil. La comunidad internacional debe apoyar a los países vulnerables, entre ellos a Afganistán, Myanmar, Bangladesh y las Maldivas, en la construcción de las capacidades necesarias para sostener la transición hacia una economía de emisiones netas cero.
Para tener éxito, la transición debe ser percibida como justa. No puede perpetuar las disparidades entre países ricos y pobres, y también debe trascender las desigualdades socioeconómicas dentro de los países. Los programas que vuelven a capacitar a los trabajadores y que transfieren habilidades valiosas desde las industrias de los combustibles fósiles a las industrias de las energías renovables son de vital importancia. Pero estos programas requerirán de inversión y de una ejecución cuidadosa.
Fundamentalmente, las economías emergentes y en desarrollo en Asia y en otros lugares deben desarrollar sus propias “misiones a la luna”. Una visión positiva de prosperidad compartida debe impulsar la sustitución de tecnologías contaminantes por alternativas más ecológicas. Lograr una economía de emisiones netas cero es de crucial importancia para mitigar los peores efectos del cambio climático. Pero si los países en desarrollo creen que van a ser dejados atrás, nunca se apresurarán para acompañar al resto en el camino.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos