KIEV – Cuando la COVID-19 llegó a Ucrania, el especialista en enfermedades infecciosas Stepan Karabinyosh quedó en el centro de la crisis. Mientras trabajaba un día tras otro en una unidad de terapia intensiva, Karabinyosh descubrió que su entrenamiento médico lo había preparado para el desafío práctico de tratar a sus pacientes, pero no para el desafío emocional que implicaba informar a cada vez más de ellos que, por el riesgo de contagiar a sus seres queridos, lo más probable era que muriesen sin volver a verlos.
KIEV – Cuando la COVID-19 llegó a Ucrania, el especialista en enfermedades infecciosas Stepan Karabinyosh quedó en el centro de la crisis. Mientras trabajaba un día tras otro en una unidad de terapia intensiva, Karabinyosh descubrió que su entrenamiento médico lo había preparado para el desafío práctico de tratar a sus pacientes, pero no para el desafío emocional que implicaba informar a cada vez más de ellos que, por el riesgo de contagiar a sus seres queridos, lo más probable era que muriesen sin volver a verlos.