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La agricultura después de la pandemia

PRETORIA – La pandemia de COVID‑19 obliga a los países a cerrar sus fronteras, y esto supone enormes desafíos para sus sectores agrícolas. Incluso en países con poca probabilidad de padecer inseguridad alimentaria (como los de Europa y Norteamérica) los establecimientos agrícolas enfrentan importantes faltantes de mano de obra, que se deben a las nuevas barreras que impiden el ingreso de trabajadores de bajo costo. Y es probable que el impacto de la menor oferta de trabajadores aliente cambios permanentes en el sector cuando la pandemia termine.

Los riesgos inherentes a la dependencia de trabajadores estacionales extranjeros ya se materializaron en varios países europeos, entre ellos Francia, Alemania, Italia y Países Bajos, que dependen de mano de obra del este de Europa. Esta temporada esos trabajadores no van a venir, por la combinación de cierres de frontera, temor a la enfermedad y cuarentena, y muchas cosechas del oeste de Europa van a echarse a perder en los campos.

En partes de Estados Unidos, el temor a la escasez de mano de obra agrícola ya estaba en aumento antes de la crisis de la COVID‑19. Como los estadounidenses no quieren trabajar en los campos, los agricultores dependen en gran medida de trabajadores estacionales migrantes procedentes de México. Los participantes del programa de visa H‑2A (que se aplica a las personas contratadas para cubrir puestos de trabajo en el sector agrícola por menos de un año) comprenden el 10% del total de trabajadores agrícolas en Estados Unidos.

Pero el costo y la complejidad del programa H‑2A siempre fueron una barrera importante para los trabajadores migrantes, y la pandemia de COVID‑19 ha agravado ese problema. Pese a que se autorizó a los consulados estadounidenses a extender a más solicitantes (tanto nuevos como reingresantes) la exención de la entrevista de visado, la tramitación de visas H‑2A está considerablemente frenada. Si a esto se suman las nuevas cargas sanitarias y de seguridad para los empleadores (que deben respetar los protocolos de distanciamiento social no sólo en el lugar de trabajo, sino también en la provisión de vivienda y transporte a los trabajadores con visa H‑2A), es de prever una considerable disminución de la productividad agrícola.

Después de esta experiencia, difícilmente los agricultores quieran volver a trabajar como antes; en vez de eso, es probable que en un intento de mitigar los riesgos de depender de mano de obra estacional extranjera muchos apelen a aumentar la automatización de sus actividades.

Es verdad que la automatización demanda una considerable inversión inicial, y algunas tareas (por ejemplo, la cosecha de frutas y vegetales) son más difíciles de automatizar que otras. Pero tecnologías tales como drones, tractores autónomos y robots para siembra y cosecha implican una enorme reducción de la dependencia de mano de obra migrante en agricultura.

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Si los grandes productores agrícolas en economías avanzadas toman este camino, es posible que sus homólogos en los países en desarrollo los sigan, incluso en lugares donde no hay escasez de mano de obra. Por ejemplo, Sudáfrica cuenta con abundante oferta de trabajadores no cualificados y a menudo desempleados que son aptos para el trabajo agrícola. (Lo que sí enfrenta es escasez de mano de obra cualificada.)

Como toda la cadena de suministro de alimentos se clasificó como «esencial» durante la cuarentena por la COVID‑19, las actividades agrícolas han seguido sin interrupciones. Incluso antes de esta crisis, el Plan Nacional de Desarrollo 2012 (NDP) de Sudáfrica había fijado la meta de sumar alrededor de un millón de puestos de trabajo en agricultura y procesamiento de productos agrícolas de aquí a 2030, incluido en esto el fomento de subsectores con uso intensivo de mano de obra y un incremento de la superficie agrícola.

Hasta ahora, esta iniciativa llevó a la expansión del cultivo de cítricos, nuez de macadamia, manzanas, uva de mesa, aguacates y soja. La cantidad de empleos en agricultura primaria creció de 718 000 en el último trimestre de 2012 a 885 000 en el último trimestre de 2019, esto es, un incremento del 23%.

Pero después de la pandemia es probable que se acelere la adopción tecnológica, no por las condiciones en los mercados locales, sino por la necesidad de competir en los mercados globales con productores de países avanzados que adopten la automatización. De hecho, el NDP también apunta a aumentar la inversión agrícola en irrigación, mejorar la productividad y expandir los mercados para las exportaciones, objetivos todos ellos que pueden alentar, e incluso exigir, una mayor automatización.

Lo mismo vale para el incremento de la superficie agrícola. Sudáfrica tiene espacio de sobra para hacerlo, especialmente en las antiguas «tierras natales» (homelands) y en las ineficientes granjas de la reforma agraria. Según un estudio realizado en 2015 por el McKinsey Global Institute, las provincias de KwaZulu‑Natal, Cabo Oriental y Limpopo tienen en conjunto entre 1,6 y 1,8 millones de hectáreas de tierra arable subutilizada. Es posible incorporar la automatización al proceso de desarrollar estas tierras para la agricultura.

Más en general, durante la fase de recuperación después de la COVID‑19, las autoridades y los productores en todos los países con agricultura a gran escala tendrán que prestar mucha atención a las tendencias en automatización. En cuanto a los trabajadores, si bien en países como Sudáfrica es probable que siga habiendo una gran disponibilidad de puestos de trabajo en agricultura, aquellos que dependan de trabajos estacionales en las economías avanzadas deben prepararse para un futuro más incierto.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/4fJAP0oes