mena2_Pallava BaglaCorbis via Getty Images_methane Pallava Bagla/Corbis via Getty Images

La necesidad de metas de metano

SANTIAGO/BOSTON En tanto el verano en el hemisferio norte se acerca a su fin, se han batido cientos de récords de temperatura y existe una probabilidad de alrededor del 95% de que 2024 supere a 2023 como el año más caluroso desde que comenzaron las mediciones. Pero millones de personas no necesitan que los datos se lo confirmen: lo están viviendo. En 2023, Estados Unidos sufrió 28 desastres vinculados con el clima que causaron daños de por lo menos 1.000 millones de dólares cada uno, mientras que China experimentó un calor extremo e inundaciones devastadoras, con un tifón que hizo que más de 120.000 personas fueran evacuadas en Beijing.

Resulta evidente que el calentamiento se está produciendo a un ritmo más acelerado de lo previsto y que el mundo necesita activar un freno de emergencia para las temperaturas en alza. China y Estados Unidos, como superpotencias globales, pueden trabajar conjuntamente para impulsar el cambio y, recientemente, han llevado a cabo una reunión de alto nivel a fin de discutir oportunidades para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Mientras estas conversaciones continúan de cara a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) de 2024 y en 2025, deberían concentrarse en lidiar con la crisis climática que ya está entre nosotros. Para abordarla hacen falta mayores esfuerzos destinados a mitigar las emisiones de supercontaminantes, que son responsables de más de la mitad del cambio climático.

Los supercontaminantes, específicamente agentes como el metano, el N2O, el ozono troposférico y los hidrofluorocarburos son decenas, cientos y hasta miles de veces más potentes que el dióxido de carbono por tonelada. El metano, por ejemplo, es un GEI unas 80 veces más potente que el CO2 en un período de 20 años y contribuye al esmog de ozono. Pero permanece en la atmósfera por alrededor de diez años, mientras que el CO2 puede durar siglos. Esto significa que reducir las emisiones de metano es la manera más rápida y efectiva de combatir el cambio climático y mejorar la calidad del aire.

Un aire más limpio es especialmente importante para las comunidades que viven o trabajan cerca de estancias ganaderas, infraestructura petrolera y gasífera, rellenos sanitarios y otras fuentes de contaminación. El deterioro de la calidad del aire se ha convertido en un problema de salud pública apremiante, y reducir los niveles de metano en la atmósfera haría bajar las tasas de muerte y asma, a la vez que aligeraría la gravedad de los incendios forestales, las inundaciones, los huracanes y otros episodios climáticos extremos.

La buena noticia es que hay maneras de recortar las emisiones de metano hasta un 45%, lo que podría reducir el calentamiento en 0,3°C para 2040, promover la seguridad energética y alimentaria y colocar al mundo en un sendero hacia un futuro más saludable. Además del amplio respaldo público de una intervención gubernamental para ocuparse de las emisiones de metano, también existe un consenso global sobre la necesidad de abordar los GEI que no son CO2. Hasta la fecha, 158 países han firmado el Compromiso Global sobre el Metano para recortar las emisiones en un 30% de aquí a 2030. Y en la COP28 celebrada el año pasado en Dubái, los países acordaron presentar objetivos actualizados de reducción de emisiones para 2035, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por su sigla en inglés), que atraviesan a toda la economía, cubren todos los GEI y están alineados con la limitación del calentamiento global a 1,5°C.

Una mayor atención global a los GEI que no son CO2 no podía llegar en mejor momento, ya que las NDC actualizadas vencen en febrero de 2025. Si bien las NDC actuales contienen metas importantes de reducción de CO2, muchas veces carecen de objetivos concretos y mensurables para reducir los supercontaminantes. Los países deben reconocer que esta estrategia no aborda plenamente la lucha contra el cambio climático y no aumenta sus ambiciones en consecuencia. Hacen falta metas contundentes para 2035 para el metano y otros supercontaminantes para alcanzar emisiones de GEI cero netas de aquí a 2050 y reducir los cambios planetarios potencialmente irreversibles.

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El metano ha sido históricamente difícil de rastrear, lo que dificulta incluir metas específicas en las NDC. Pero ahora, después de abordar las brechas críticas de financiamiento y tecnología, los satélites que detectan metano están mejorando la recopilación de datos. Los programas satelitales lanzados después de la actualización previa de las NDC, entre ellos MethaneSAT, Carbon Mapper y WasteMAP, han ayudado a las autoridades locales a detectar y abordar las fuentes de emisiones. Frente a estos acontecimientos, no hay excusa para presentar NDC que no contengan metas para el metano.

China y Estados Unidos pueden incrementar los compromisos climáticos que hicieron en la Declaración de Sunnylands del año pasado incluyendo metas para los supercontaminantes en sus NDC actualizadas. El gobierno chino ya ha manifestado su intención de hacerlo, mientras que Estados Unidos se ha mostrado dispuesto a implementar políticas climáticas ambiciosas, incluido un respaldo de la investigación sobre innovaciones en materia de reducción de emisiones.

El mundo debe unirse para reducir los supercontaminantes y abrirle la puerta a una nueva era de aire más limpio, mejor producción alimentaria y mayor seguridad energética. La población apoya mayoritariamente la medición y mitigación de las emisiones de metano en todos los sectores, y es hora de que los gobiernos escuchen. Un buen primer paso sería que Estados Unidos y China fijaran metas cuantificables no vinculadas al CO2 en sus NDC revisadas y alentaran a otros países que son grandes emisores de metano a hacer lo mismo.

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