NUEVA YORK – El cambio climático plantea a la humanidad una amenaza inédita, que parece cada vez más encaminada a reducir drásticamente los niveles de vida en todo el mundo en el transcurso de nuestras vidas y provocar enormes daños a más largo plazo. Y como un desafío planetario de semejante magnitud demanda una respuesta radical, ha habido un amplio debate sobre las acciones que el mundo debe emprender urgentemente para limitar el aumento de temperaturas globales a menos de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
La máxima prioridad tiene que seguir siendo la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, pero el Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC) declaró que no es suficiente. Unos sugieren que habrá que eliminar cantidades inmensas de dióxido de carbono de la atmósfera. Otros dicen que tal vez haya que reflejar luz solar al espacio para darle al mundo más tiempo para reducir y eliminar emisiones.
Ambas estrategias juntas se denominan geoingeniería. Y con el agravamiento de los efectos del cambio climático, los círculos políticos, científicos y empresariales están tomándose más en serio estas opciones.
Pero por ahora, no tenemos idea de las consecuencias imprevistas e indeseadas que pueda tener el empleo de estas tecnologías. Las repercusiones inimaginables –especialmente en el caso de la geoingeniería solar– pueden ser tan malas como los problemas conocidos que plantea el cambio climático.
Para colmo, igual que el calentamiento global, los efectos de estas tecnologías trascenderán las fronteras nacionales, de modo que los más afectados por su empleo serán los que menos influencia tienen (los vulnerables y los pobres). Y además, existe el riesgo de que agraven amenazas más generales a la paz y seguridad internacional, como la escasez de recursos y las migraciones por motivos climáticos.
Por eso el grupo de líderes mundiales independiente The Elders está pidiendo a la comunidad internacional acordar un marco de gobernanza riguroso para la geoingeniería e implementarlo sin demora. Se necesita un sistema de toma de decisiones transparente, participativo y sujeto a rendición de cuentas. Debe incluir las voces de los más afectados y permitir a todos los gobiernos y a todas las partes interesadas no gubernamentales obtener la mejor comprensión posible de estas nuevas tecnologías, para tener una toma de decisiones más informada.
Desde la Revolución Industrial, sabemos que la tecnología no es una panacea, y que sólo promueve el bienestar de la humanidad cuando a todas las personas afectadas se les da la oportunidad de participar en su desarrollo. Esto es especialmente aplicable a la geoingeniería, porque nuestro conocimiento de estas tecnologías y de sus efectos sigue siendo limitado.
Felizmente ya se está trabajando en la cuestión. Esta semana, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medioambiente (UNEA) –el máximo organismo internacional de toma de decisiones en cuestiones ambientales– discutirá el lanzamiento de un proceso global de aprendizaje sobre la ciencia y la gobernanza de la geoingeniería. Para ello, la UNEA convocará a realizar una evaluación mundial de estas nuevas tecnologías, de modo de crear una plataforma común de conocimiento para todos los países.
Esta comprensión compartida es un importante primer paso para garantizar que las decisiones relacionadas con usar o no usar la geoingeniería se basen en los principios de igualdad, justicia y derechos universales. Estos son los valores en los que se basan el acuerdo climático de París (2015) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, dos iniciativas aprobadas durante mi mandato como secretario general de la ONU.
La ONU es el organismo más adecuado para el marco de gobernanza que necesitamos. Sólo los procesos multilaterales de la ONU pueden garantizar que las tecnologías de geoingeniería, y su modo de aplicación, no sean prerrogativa de estados individuales. Esto es vital para la sostenibilidad ambiental, la seguridad internacional y el bienestar de las generaciones futuras en todo el mundo.
Muchos ven este debate con preocupación, particularmente en foros internacionales. Temen que sea un primer paso hacia la adopción de ideas sumamente peligrosas, y que el mero hecho de discutir estas tecnologías reste urgencia a la reducción de emisiones.
Comprendo estas inquietudes, y estoy de acuerdo en que nuestra principal prioridad colectiva todavía tiene que ser reducir las emisiones, poner fin al uso de combustibles fósiles y promover una transición hacia una economía descarbonizada, con resiliencia climática y centrada en la gente.
Pero también tenemos que admitir que el genio de la geoingeniería ya salió de la botella. Un empleo unilateral de la geoingeniería solar se vuelve más probable con cada año que pasa. La comunidad global debe decidir si se involucrará ahora mismo, fijando reglas de gobernanza y límites claros, o permitirá a actores individuales tomar la delantera y crear un hecho consumado para el resto de la humanidad.
Ignorar este debate sería un error. En vez de eso, el mundo debe concentrarse en aprender más –incluido en esto el proceso propuesto por la UNEA– para comprender la totalidad de las opciones y evaluar sus riesgos usando la mejor información disponible.
Cómo comprender y tal vez aprovechar las nuevas tecnologías disruptivas en beneficio de toda la humanidad es una de las preguntas que definen nuestra era. Las generaciones futuras no nos perdonarán que no le demos una respuesta convincente.
Traducción: Esteban Flamini
NUEVA YORK – El cambio climático plantea a la humanidad una amenaza inédita, que parece cada vez más encaminada a reducir drásticamente los niveles de vida en todo el mundo en el transcurso de nuestras vidas y provocar enormes daños a más largo plazo. Y como un desafío planetario de semejante magnitud demanda una respuesta radical, ha habido un amplio debate sobre las acciones que el mundo debe emprender urgentemente para limitar el aumento de temperaturas globales a menos de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
La máxima prioridad tiene que seguir siendo la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, pero el Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC) declaró que no es suficiente. Unos sugieren que habrá que eliminar cantidades inmensas de dióxido de carbono de la atmósfera. Otros dicen que tal vez haya que reflejar luz solar al espacio para darle al mundo más tiempo para reducir y eliminar emisiones.
Ambas estrategias juntas se denominan geoingeniería. Y con el agravamiento de los efectos del cambio climático, los círculos políticos, científicos y empresariales están tomándose más en serio estas opciones.
Pero por ahora, no tenemos idea de las consecuencias imprevistas e indeseadas que pueda tener el empleo de estas tecnologías. Las repercusiones inimaginables –especialmente en el caso de la geoingeniería solar– pueden ser tan malas como los problemas conocidos que plantea el cambio climático.
Para colmo, igual que el calentamiento global, los efectos de estas tecnologías trascenderán las fronteras nacionales, de modo que los más afectados por su empleo serán los que menos influencia tienen (los vulnerables y los pobres). Y además, existe el riesgo de que agraven amenazas más generales a la paz y seguridad internacional, como la escasez de recursos y las migraciones por motivos climáticos.
Por eso el grupo de líderes mundiales independiente The Elders está pidiendo a la comunidad internacional acordar un marco de gobernanza riguroso para la geoingeniería e implementarlo sin demora. Se necesita un sistema de toma de decisiones transparente, participativo y sujeto a rendición de cuentas. Debe incluir las voces de los más afectados y permitir a todos los gobiernos y a todas las partes interesadas no gubernamentales obtener la mejor comprensión posible de estas nuevas tecnologías, para tener una toma de decisiones más informada.
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Desde la Revolución Industrial, sabemos que la tecnología no es una panacea, y que sólo promueve el bienestar de la humanidad cuando a todas las personas afectadas se les da la oportunidad de participar en su desarrollo. Esto es especialmente aplicable a la geoingeniería, porque nuestro conocimiento de estas tecnologías y de sus efectos sigue siendo limitado.
Felizmente ya se está trabajando en la cuestión. Esta semana, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medioambiente (UNEA) –el máximo organismo internacional de toma de decisiones en cuestiones ambientales– discutirá el lanzamiento de un proceso global de aprendizaje sobre la ciencia y la gobernanza de la geoingeniería. Para ello, la UNEA convocará a realizar una evaluación mundial de estas nuevas tecnologías, de modo de crear una plataforma común de conocimiento para todos los países.
Esta comprensión compartida es un importante primer paso para garantizar que las decisiones relacionadas con usar o no usar la geoingeniería se basen en los principios de igualdad, justicia y derechos universales. Estos son los valores en los que se basan el acuerdo climático de París (2015) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, dos iniciativas aprobadas durante mi mandato como secretario general de la ONU.
La ONU es el organismo más adecuado para el marco de gobernanza que necesitamos. Sólo los procesos multilaterales de la ONU pueden garantizar que las tecnologías de geoingeniería, y su modo de aplicación, no sean prerrogativa de estados individuales. Esto es vital para la sostenibilidad ambiental, la seguridad internacional y el bienestar de las generaciones futuras en todo el mundo.
Muchos ven este debate con preocupación, particularmente en foros internacionales. Temen que sea un primer paso hacia la adopción de ideas sumamente peligrosas, y que el mero hecho de discutir estas tecnologías reste urgencia a la reducción de emisiones.
Comprendo estas inquietudes, y estoy de acuerdo en que nuestra principal prioridad colectiva todavía tiene que ser reducir las emisiones, poner fin al uso de combustibles fósiles y promover una transición hacia una economía descarbonizada, con resiliencia climática y centrada en la gente.
Pero también tenemos que admitir que el genio de la geoingeniería ya salió de la botella. Un empleo unilateral de la geoingeniería solar se vuelve más probable con cada año que pasa. La comunidad global debe decidir si se involucrará ahora mismo, fijando reglas de gobernanza y límites claros, o permitirá a actores individuales tomar la delantera y crear un hecho consumado para el resto de la humanidad.
Ignorar este debate sería un error. En vez de eso, el mundo debe concentrarse en aprender más –incluido en esto el proceso propuesto por la UNEA– para comprender la totalidad de las opciones y evaluar sus riesgos usando la mejor información disponible.
Cómo comprender y tal vez aprovechar las nuevas tecnologías disruptivas en beneficio de toda la humanidad es una de las preguntas que definen nuestra era. Las generaciones futuras no nos perdonarán que no le demos una respuesta convincente.
Traducción: Esteban Flamini