PEKIN – La creación por China del Banco Asiático de Inversión para Infraestructura (AIIB, por su sigla en inglés) ha intensificado el debate sobre si una nueva generación de bancos de desarrollo liderados por países emergentes es necesaria para garantizar que las decisiones financieras consideren adecuadamente los principios del crecimiento ambientalmente sostenible. Mucho más importante, sin embargo, resulta si esos principios son capaces de apuntalar a los mercados de capitales más amplios de los países en desarrollo, cada vez más fundamentales para el sistema financiero internacional.
La respuesta, al momento, parece ser positiva. De hecho, China y otras grandes economías emergentes parecen estar comprometidas con el diseño de sistemas financieros que respondan a los imperativos de largo plazo del desarrollo inclusivo y sostenible, pero no pueden crear una economía mundial genuinamente inclusiva y sostenible por sí solas.
Los vehículos de inversión orientados a políticas, cuya cantidad e importancia han aumentado en los últimos años, son fundamentales para este esfuerzo. Si bien el AIIB y el Nuevo Banco de Desarrollo –de próxima aparición y propiedad de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica)– son los más visibles internacionalmente, esa es solo la punta del iceberg. Conjuntamente, los dos mayores bancos de desarrollo del mundo –el Banco de Desarrollo de Brasil y el Banco de Desarrollo de China– administran aproximadamente 1,5 billones de dólares en activos.
Los fondos soberanos de inversión patrimonial –cuyos activos pasaron de poco más de 3 billones de dólares en 2007 a 7 billones en la actualidad– también tienen una influencia significativa sobre los mercados de activos mundiales. De manera similar, las autoridades monetarias han desempeñado un papel cada vez más activo y los balances de los principales bancos centrales aumentaron desde aproximadamente 5,5 billones en 2005 a 13,9 billones a principios de este año.
Pero esos números, aunque grandes, palidecen cuando ante los 305 billones de dólares en activos financieros que mantienen los bancos comerciales, los inversores institucionales, otras instituciones financieras privadas y las personas. La manera en que se usen esos fondos dará forma a las economías del mañana y a la situación del medioambiente del cual dependen.
Informes recientes encargados por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), resumen perfectamente la situación con dos datos clave: mientras que la inversión mundial en recursos renovables aumentó el 17 % el año pasado, 116 de 140 países registraron un deterioro en sus existencias de capital natural. En otras palabras, los mercados financieros están respondiendo a los riesgos y las oportunidades relacionados con el medioambiente, pero demasiado lentamente como para detener –ni hablar de revertir– los daños potencialmente catastróficos que genera la actividad humana.
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Esto debe cambiar. Se debe apartar a las finanzas más rápida y decisivamente de las inversiones intensivas en recursos naturales y la contaminación, y dirigirlas hacia oportunidades más ecológicas. Si bien es fundamental contar con políticas económicas e industriales más ecológicas, esto no alcanza; también es necesario ocuparse de las fallas de política y de mercado en la economía financiera.
Los países de la OCDE, a pesar de ser el origen de la crisis financiera más devastadora de la historia moderna, se han mostrado menos proclives a promover la sostenibilidad como un principio para el diseño de sus sistemas financieros (una notable excepción es la revisión prudencial de los riesgos climáticos para el sector financiero que está llevando a cabo el Banco de Inglaterra). Esto contrasta con el enfoque de algunas economías en desarrollo, que no solo enfrentan desafíos ambientales y sociales más inmediatos, sino que también asumen una mirada «desarrollista» del papel del sistema financiero.
Consideremos a China, donde un grupo de tareas creado por el Banco Popular de China acaba de presentar 14 ambiciosas propuestas para dar un sesgo más ecológico al sistema financiero del país. El así llamado «grupo de tareas de finanzas ecológicas», convocado conjuntamente por la Oficina de Investigaciones del Banco Popular Chino (BPC) y la Investigación sobre el Diseño de un Sistema Financiero Sostenible del PNUMA, inicialmente incluía a 40 ministros, reguladores, académicos y actores financieros, con el apoyo de expertos internacionales, aunque recientemente fue ampliado para incluir a más de 100 instituciones, que trabajan conjuntamente en la creación de planes diseñados para cada propuesta.
Las propuestas cubren cuatro grandes áreas.
• Vehículos de inversión especializados para apoyar la inversión ecológica, tanto en el nivel nacional como internacional.
• Apoyo fiscal y financiero, incluidas tasas de interés subsidiadas para créditos verdes, incentivos para desarrollar un mercado de bonos verdes y mejores mecanismos para que las empresas ecológicas comuniquen su desempeño ambiental en los mercados de valores.
• Nueva infraestructura financiera, incluidos los mercados de emisiones de carbono, un sistema de clasificación ecológica y una red de inversores ecológicos.
• Infraestructura legal, que incluye cláusulas más claras de responsabilidad de los prestamistas, seguros ambientales obligatorios y la revelación de información ambiental.
Las finanzas verdes se encuentran en una etapa temprana en China, al igual que en el resto del mundo. Afortunadamente, según un relevamiento de dos años de duración llevado a cabo por el PNUMA sobre opciones de política para incorporar más cuestiones ecológicas en los mercados financieros y de capitales, el movimiento está ganando fuerza en países emergentes como Brasil, Kenia e Indonesia, además de en economías desarrolladas, como el Reino Unido.
El reciente accionar chino marca el principio de una nueva fase de su desarrollo del mercado financiero, en el cual las metas de finanzas ecológicas son centrales, más que un agregado, a las iniciativas relevantes. Según Pan Gongsheng, el gobernador adjunto del BPC, las finanzas ecológicas serán un «elemento clave» del «13.° Plan Quinquenal para la reforma y el desarrollo del sector financiero chino».
El actual desplazamiento hacia las finanzas ecológicas en los países en desarrollo puede tener un impacto internacional significativo. En particular, los esfuerzos de China pueden llevar al mundo hacia un punto de inflexión gracias a sus efectos sobre el creciente impacto financiero mundial de ese país.
Y, de hecho, la acción internacional –desde compartir conocimiento hasta el desarrollo de estándares y supervisión adecuados– es fundamental para el avance de las finanzas ecológicas. Afortunadamente también en este aspecto se está avanzando. El trabajo del PNUMA ha ayudado a vigorizar una vibrante red informal en la que participan los bancos centrales y otros creadores de normas y actores del mercado. La gran agencia de calificaciones Standard & Poor’s está integrando los riesgos climáticos en sus análisis del crédito soberano y el G20 solicitó recientemente a la Junta de Estabilidad Financiera que considere los riesgos que una posible «burbuja de carbono» –causada por la sobrevaluación de las reservas de petróleo, carbón y gas por parte de las empresas de combustibles fósiles, al no considerar los futuros límites a su extracción y uso– representa para el sistema financiero mundial.
El liderazgo nacional progresista y las coaliciones internacionales –junto con instituciones multilaterales profundamente involucradas– son necesarios para construir un sistema financiero mundial más ecológico. Solo un sistema con estas características puede promover eficazmente el desarrollo sostenible.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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PEKIN – La creación por China del Banco Asiático de Inversión para Infraestructura (AIIB, por su sigla en inglés) ha intensificado el debate sobre si una nueva generación de bancos de desarrollo liderados por países emergentes es necesaria para garantizar que las decisiones financieras consideren adecuadamente los principios del crecimiento ambientalmente sostenible. Mucho más importante, sin embargo, resulta si esos principios son capaces de apuntalar a los mercados de capitales más amplios de los países en desarrollo, cada vez más fundamentales para el sistema financiero internacional.
La respuesta, al momento, parece ser positiva. De hecho, China y otras grandes economías emergentes parecen estar comprometidas con el diseño de sistemas financieros que respondan a los imperativos de largo plazo del desarrollo inclusivo y sostenible, pero no pueden crear una economía mundial genuinamente inclusiva y sostenible por sí solas.
Los vehículos de inversión orientados a políticas, cuya cantidad e importancia han aumentado en los últimos años, son fundamentales para este esfuerzo. Si bien el AIIB y el Nuevo Banco de Desarrollo –de próxima aparición y propiedad de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica)– son los más visibles internacionalmente, esa es solo la punta del iceberg. Conjuntamente, los dos mayores bancos de desarrollo del mundo –el Banco de Desarrollo de Brasil y el Banco de Desarrollo de China– administran aproximadamente 1,5 billones de dólares en activos.
Los fondos soberanos de inversión patrimonial –cuyos activos pasaron de poco más de 3 billones de dólares en 2007 a 7 billones en la actualidad– también tienen una influencia significativa sobre los mercados de activos mundiales. De manera similar, las autoridades monetarias han desempeñado un papel cada vez más activo y los balances de los principales bancos centrales aumentaron desde aproximadamente 5,5 billones en 2005 a 13,9 billones a principios de este año.
Pero esos números, aunque grandes, palidecen cuando ante los 305 billones de dólares en activos financieros que mantienen los bancos comerciales, los inversores institucionales, otras instituciones financieras privadas y las personas. La manera en que se usen esos fondos dará forma a las economías del mañana y a la situación del medioambiente del cual dependen.
Informes recientes encargados por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), resumen perfectamente la situación con dos datos clave: mientras que la inversión mundial en recursos renovables aumentó el 17 % el año pasado, 116 de 140 países registraron un deterioro en sus existencias de capital natural. En otras palabras, los mercados financieros están respondiendo a los riesgos y las oportunidades relacionados con el medioambiente, pero demasiado lentamente como para detener –ni hablar de revertir– los daños potencialmente catastróficos que genera la actividad humana.
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Esto debe cambiar. Se debe apartar a las finanzas más rápida y decisivamente de las inversiones intensivas en recursos naturales y la contaminación, y dirigirlas hacia oportunidades más ecológicas. Si bien es fundamental contar con políticas económicas e industriales más ecológicas, esto no alcanza; también es necesario ocuparse de las fallas de política y de mercado en la economía financiera.
Los países de la OCDE, a pesar de ser el origen de la crisis financiera más devastadora de la historia moderna, se han mostrado menos proclives a promover la sostenibilidad como un principio para el diseño de sus sistemas financieros (una notable excepción es la revisión prudencial de los riesgos climáticos para el sector financiero que está llevando a cabo el Banco de Inglaterra). Esto contrasta con el enfoque de algunas economías en desarrollo, que no solo enfrentan desafíos ambientales y sociales más inmediatos, sino que también asumen una mirada «desarrollista» del papel del sistema financiero.
Consideremos a China, donde un grupo de tareas creado por el Banco Popular de China acaba de presentar 14 ambiciosas propuestas para dar un sesgo más ecológico al sistema financiero del país. El así llamado «grupo de tareas de finanzas ecológicas», convocado conjuntamente por la Oficina de Investigaciones del Banco Popular Chino (BPC) y la Investigación sobre el Diseño de un Sistema Financiero Sostenible del PNUMA, inicialmente incluía a 40 ministros, reguladores, académicos y actores financieros, con el apoyo de expertos internacionales, aunque recientemente fue ampliado para incluir a más de 100 instituciones, que trabajan conjuntamente en la creación de planes diseñados para cada propuesta.
Las propuestas cubren cuatro grandes áreas.
• Vehículos de inversión especializados para apoyar la inversión ecológica, tanto en el nivel nacional como internacional.
• Apoyo fiscal y financiero, incluidas tasas de interés subsidiadas para créditos verdes, incentivos para desarrollar un mercado de bonos verdes y mejores mecanismos para que las empresas ecológicas comuniquen su desempeño ambiental en los mercados de valores.
• Nueva infraestructura financiera, incluidos los mercados de emisiones de carbono, un sistema de clasificación ecológica y una red de inversores ecológicos.
• Infraestructura legal, que incluye cláusulas más claras de responsabilidad de los prestamistas, seguros ambientales obligatorios y la revelación de información ambiental.
Las finanzas verdes se encuentran en una etapa temprana en China, al igual que en el resto del mundo. Afortunadamente, según un relevamiento de dos años de duración llevado a cabo por el PNUMA sobre opciones de política para incorporar más cuestiones ecológicas en los mercados financieros y de capitales, el movimiento está ganando fuerza en países emergentes como Brasil, Kenia e Indonesia, además de en economías desarrolladas, como el Reino Unido.
El reciente accionar chino marca el principio de una nueva fase de su desarrollo del mercado financiero, en el cual las metas de finanzas ecológicas son centrales, más que un agregado, a las iniciativas relevantes. Según Pan Gongsheng, el gobernador adjunto del BPC, las finanzas ecológicas serán un «elemento clave» del «13.° Plan Quinquenal para la reforma y el desarrollo del sector financiero chino».
El actual desplazamiento hacia las finanzas ecológicas en los países en desarrollo puede tener un impacto internacional significativo. En particular, los esfuerzos de China pueden llevar al mundo hacia un punto de inflexión gracias a sus efectos sobre el creciente impacto financiero mundial de ese país.
Y, de hecho, la acción internacional –desde compartir conocimiento hasta el desarrollo de estándares y supervisión adecuados– es fundamental para el avance de las finanzas ecológicas. Afortunadamente también en este aspecto se está avanzando. El trabajo del PNUMA ha ayudado a vigorizar una vibrante red informal en la que participan los bancos centrales y otros creadores de normas y actores del mercado. La gran agencia de calificaciones Standard & Poor’s está integrando los riesgos climáticos en sus análisis del crédito soberano y el G20 solicitó recientemente a la Junta de Estabilidad Financiera que considere los riesgos que una posible «burbuja de carbono» –causada por la sobrevaluación de las reservas de petróleo, carbón y gas por parte de las empresas de combustibles fósiles, al no considerar los futuros límites a su extracción y uso– representa para el sistema financiero mundial.
El liderazgo nacional progresista y las coaliciones internacionales –junto con instituciones multilaterales profundamente involucradas– son necesarios para construir un sistema financiero mundial más ecológico. Solo un sistema con estas características puede promover eficazmente el desarrollo sostenible.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.