Las fugas de cerebros son benéficas

Las sociedades que reciben a los científicos en las fugas de cerebros se benefician enormemente. Los hugonotes franceses innovadores y emprendedores contribuyeron en mucho al surgimiento de la Revolución Industrial en Inglaterra. Las universidades de Estados Unidos ganaron con la llegada de los refugiados judíos alemanes que huían de Adolfo Hitler. El Silicon Valley de hoy no sería lo que es sin sus brillantes empresarios chinos e indios.

El Instituto Federal Suizo de Tecnología en Zurich (ETH) tiene más ganadores del Premio Nóbel que cualquier otra institución en el mundo, sin duda debido en parte a que el 35% de su plantilla es de origen extranjero. Desde Córdoba hace 1000 años hasta California actualmente, los sitios más estimulantes intelectualmente son punto de encuentro para gente brillante de diferentes culturas.

Las sociedades que no logran atraer cerebros extranjeros se estancan. Tomemos por caso a Japón. La homogeneidad japonesa contribuyó a la creación del nacionalismo económico que fue el motor del país durante varias décadas, pero actualmente, la mayoría de las universidades, institutos de investigación, laboratorios, think-tanks y publicaciones de élite del Japón sufren de una endogamia esclerótica. El letargo actual de Japón se debe, en parte, a la languidez endogámica de la vida intelectual.

Pero, ¿acaso los países que exportan a sus "cerebros" no se empobrecen? Todo depende. España, por ejemplo, sufrió la fuga de sus mejores mentes durante cinco siglos, particularmente después de la victoria del fascismo en la Guerra Civil Española. Cuando Franco murió en 1975, el futuro de España no era claro, como lo demostró el intento de golpe de febrero de 1981.

Pobre, dictatorial y marginada de Europa, la experiencia de España en el último cuarto de siglo representa una de las transiciones más exitosas de la historia, a medida que se convirtió en una democracia próspera y dejó de ser uno de los mayores exportadores de cerebros. De hecho, muchas de las mentes más brillantes de España han regresado a casa y, lo que es aún más importante, cerebros extranjeros están ahora llegando al país.

Históricamente, Irlanda ha sido uno de los grandes exportadores, por habitante, de personas. La pobreza y el rígido control social de una Iglesia católica romana reaccionaria crearon un ambiente poco hospitalario para la vida intelectual del país (lo que fue muy ventajoso para Inglaterra y Estados Unidos, ya que ambos recibieron a muchos irlandeses brillantes que huían de la atmósfera idiotizante de su patria. Como suele suceder, los que se quedaban eran los menos capaces intelectualmente.

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Sin embargo, de tener niveles de pobreza de Tercer Mundo hace dos décadas, Irlanda ha superado a su ex-amo colonial en PIB per cápita. El convertirse en un protagonista europeo comprometido que fomenta la inversión extranjera directa, incluyendo negocios de riesgo, la promoción de servicios financieros y la tecnología de la información, le significó a Irlanda una increíble reversión del proceso de fuga de cerebros.

Después de que Chiang Kai-shek se retirara a Taiwán para formar la República de China, opuesta a la República Popular de Mao, buscó conservar su régimen dictatorial, pero tuvo que reconocer la importancia de reforzar la economía para fortalecer a la isla. Gracias a la generosa asistencia de los EU (durante varias décadas sólo Israel recibió más ayuda que ese país) Taiwán pudo enviar a sus mejores estudiantes universitarios, en particular a los ingenieros, a estudiar en el extranjero.

Hoy en día Taiwán tiene la mayor proporción de ingenieros del mundo, en relación con su población total. Muchos ingenieros taiwaneses estudiaron en prestigiosas universidades estadounidenses, a tal grado, que la gente en Boston decía que M.I.T. significaba " Made in Taiwan " y no Massachusetts Institute of Technology . Hasta hace apenas el final de la década de los ochenta, sólo dos de cada diez de los taiwaneses que estudiaban en los EU regresaban a casa, debido al poco favorecedor ambiente social, intelectual y político.

Taiwán hizo entonces varias cosas: al establecer parques científicos, creó un buen ambiente para la investigación; al desregular, generó oportunidades para los empresarios; y, sobre todo, al terminar con la dictadura y establecer la democracia, sentó las bases para ese deseo universal de la gente de buscar su libertad y su felicidad individuales. En la década de los noventa, gracias al regreso de sus cerebros, Taiwán se convirtió en una potencia de la alta tecnología.

La historia de Corea del Sur a lo largo de los últimos 50 años es paralela a la de Taiwán. La dictadura militar que estableció Park Chung-Hee en 1962 adoptó una agresiva política de desarrollo económico, en parte para contener a Corea del Norte. El gobierno de Park entendió la importancia de invertir en educación primaria, secundaria y superior.

El problema para un dictador que construye universidades es que se necesitan estudiantes, y los estudiantes frecuentemente protestan. Una vez que los estudiantes derrocaron a la dictadura del sucesor de Park, Chung Doo-hwan, los científicos, ingenieros, economistas y otros profesionistas coreanos regresaron en masa, trayendo consigo los conocimientos que habían adquirido en los EU.

Así, una fuga de cerebros puede ser algo bueno para los países que reciben y también para los que exportan. Esto es, si la fuga se revierte algún día. La mayoría de la gente en todo el mundo prefiere quedarse en casa o regresar a ella, en lugar de vivir en exilio permanente. El kimchi no sabe igual en Los Angeles que en Pusan, y el chapathi no es tan bueno en Manchester como en Hiderabad.

Las fugas de cerebros ejercen una enorme presión sobre los países exportadores para que mejoren su administración, sus instituciones y sus libertades económicas y sociales. Esas mejoras son la máxima prueba de una sociedad exitosa. Por esta razón sobre todo, pero también por muchas otras, mientras más cerebros se fuguen, mejor.

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