NUEVA YORK – La polución es uno de los grandes desafíos existenciales del siglo veintiuno. Amenaza la estabilidad de los ecosistemas, socava el desarrollo económico y pone en riesgo la salud de miles de millones de personas. Y, sin embargo, a menudo no se le da la importancia adecuada, ya sea en las estrategias de desarrollo o en los presupuestos de ayuda extranjera, como los de la Unión Europea o la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional. Como resultado, la amenaza sigue creciendo.
El primer paso hacia la movilización de los recursos, el liderazgo y la participación cívica necesarios para ir reduciendo la amenaza de la polución es crear conciencia de su verdadera escala. Por eso formamos la Lancet Commission sobre polución y salud: para impulsar datos completos sobre los efectos de la polución sobre la salud, estimar sus costes económicos, subrayar sus vínculos con la pobreza y proponer enfoques concretos para darle respuesta.
En octubre pasado, publicamos un informe precisamente para esto. Determinamos que la polución es responsable de nueve millones de muertes al año, o un 16% de todas las muertes a nivel mundial. Eso es el triple del SIDA, la malaria y la tuberculosis, y 15 veces más que todas las guerras, el terrorismo y otras formas de violencia. En los países afectados más gravemente, la polución es responsable de más de una de cada cuatro muertes.
Las causas específicas de esas muertes varían, reflejando la cambiante composición de la polución. A medida que se desarrollan los países, bajan la contaminación del aire y del agua de los hogares, ambas formas de polución vinculadas a la pobreza extrema. Pero los fenómenos relacionados con el desarrollo económico, como la urbanización, la globalización, y la proliferación de sustancias químicas tóxicas y vehículos a petróleo, generan un aumento de la polución del aire ambiental, química, ocupacional y del suelo, y las ciudades en los países en desarrollo resultan particularmente afectadas.
No es de sorprender que los pobres carguen con el mayor peso. Cerca de un 92% de las muertes relacionadas con la polución ocurren en países de ingresos bajos y medios. En casi todos los países, independientemente de su nivel de ingresos, las enfermedades causadas por la polución son más prevalentes entre minorías, miembros de grupos marginalizados, y aquellos con otras formas de vulnerabilidades. Es una injusticia medioambiental a escala global.
Más allá de los costes humanos, las enfermedades relacionadas con la polución causan pérdidas de productividad que reducen el PIB de los países en desarrollo en hasta un 2% por año. Representan un 1,7% del gasto sanitario de los países de altos ingresos y hasta un 7% en los de ingresos bajos y medios. Las pérdidas de seguridad social causadas por la polución ascienden a $4,6 billones al año, o un 6,2% de la producción económica global. Y eso sin considerar los costes masivos del cambio climático, cuyo mayor causante son los combustibles fósiles altamente contaminantes.
El problema apunta a empeorar, a pesar de estas pérdidas. Sin una intervención activa, las muertes solo por la polución del aire ambiental podrían aumentar en un 50% para 2050. La polución química es otro reto creciente: Desde 1950 se han inventado 140.000 nuevos compuestos, y muy pocos de ellos han sido sometidos a pruebas de seguridad o toxicidad. Los niños y los bebés son especialmente vulnerables.
La polución no es ningún “mal necesario” que acompañe inevitablemente al desarrollo económico. Con liderazgo, recursos y un enfoque basado en datos y bien formulado, es posible reducirla y en algunos países de ingresos altos y medios ya se han desarrollado estrategias viables cuya eficacia se ha demostrado en terreno.
Estas estrategias equilibran soluciones legales, de políticas y tecnológicas. Por ejemplo, siguiendo el principio de “el que contamina, paga”, contemplan la eliminación de las exenciones de impuestos y los subsidios para las industrias contaminantes. Más aún, estas estrategias se ajustan a objetivos y calendarios claros frente a los que se las evalúa constantemente, estando sujetas a una sólida ejecución. Y se pueden exportar a ciudades y países en cada nivel de ingreso en todo el mundo.
La planificación atenta y la aplicación con buenos recursos de estrategias de control de la polución pueden lograr que los países en desarrollo eviten los peores tipos de desastres humanos y ecológicos que en el pasado han acompañado al crecimiento económico. Finalmente se puede poner punto final al viejo supuesto de que los países pobres deben pasar por una fase de polución y enfermedad en su camino a la prosperidad.
Tanto para los países ricos como los pobres, estas estrategias permitirían un crecimiento del PIB más sostenible. La eliminación del plomo en la gasolina ha logrado que las economías del mundo se ahorren miles de millones de dólares en menores disfunciones cognitivas y una mayor productividad. En los Estados Unidos, las mejoras a la calidad del aire han rendido $30 por cada dólar invertido, hasta llegar a un retorno acumulado de $1,5 billones sobre una inversión de $65 miles de millones desde 1970.
En consecuencia, reducir la polución crea enormes oportunidades para impulsar el crecimiento económico, y de manera más importante, proteger las vidas y la salud de la gente. La Lancet Commission hace un llamado a los gobiernos municipales, los donantes internacionales, las grandes fundaciones, los grupos de la sociedad civil y los profesionales de la salud para hacer del control de la polución una prioridad mucho mayor de la que es hoy.
Todo esto exige un aumento sustancial en la financiación de la prevención de la polución en países de ingresos bajos y medios, tanto de los presupuestos nacionales como de la ayuda de donantes. Se puede lograr a nivel internacional ampliando los programas actuales o creando nuevos fondos autónomos, análogamente al Fondo Global para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. Programas así deberían servir de chispa y complemento de las contribuciones nacionales, al tiempo que proporcionan asistencia técnica e investigación de soporte. También se pueden usar fondos internacionales para crear un “observatorio global de la polución”.
Un control eficaz de la polución también implica integrar estrategias de prevención en todas las estrategias futuras de crecimiento y desarrollo, reconociendo que es posible tener éxito solo si las sociedades cambian sus patrones de producción, consumo y transporte. Algunos pasos clave son la transición amplia hacia fuentes de energía no contaminantes, poner fin a los subsidios y exenciones fiscales para los contaminantes, recompensar el reciclaje, la reutilización y la reparación, reemplazar materiales peligrosos con sustitutos más seguros, y fomentar el transporte público y activo.
No será fácil la transición a sistemas menos contaminantes: los intereses creados en todo el mundo se le opondrán intensamente. Pero, como muestra el informe de la Lancet Commission, la transición a una baja polución es esencial para la salud, el bienestar y la prosperidad de nuestras sociedades. No nos podemos permitir seguir pasando por alto esta amenaza global.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
NUEVA YORK – La polución es uno de los grandes desafíos existenciales del siglo veintiuno. Amenaza la estabilidad de los ecosistemas, socava el desarrollo económico y pone en riesgo la salud de miles de millones de personas. Y, sin embargo, a menudo no se le da la importancia adecuada, ya sea en las estrategias de desarrollo o en los presupuestos de ayuda extranjera, como los de la Unión Europea o la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional. Como resultado, la amenaza sigue creciendo.
El primer paso hacia la movilización de los recursos, el liderazgo y la participación cívica necesarios para ir reduciendo la amenaza de la polución es crear conciencia de su verdadera escala. Por eso formamos la Lancet Commission sobre polución y salud: para impulsar datos completos sobre los efectos de la polución sobre la salud, estimar sus costes económicos, subrayar sus vínculos con la pobreza y proponer enfoques concretos para darle respuesta.
En octubre pasado, publicamos un informe precisamente para esto. Determinamos que la polución es responsable de nueve millones de muertes al año, o un 16% de todas las muertes a nivel mundial. Eso es el triple del SIDA, la malaria y la tuberculosis, y 15 veces más que todas las guerras, el terrorismo y otras formas de violencia. En los países afectados más gravemente, la polución es responsable de más de una de cada cuatro muertes.
Las causas específicas de esas muertes varían, reflejando la cambiante composición de la polución. A medida que se desarrollan los países, bajan la contaminación del aire y del agua de los hogares, ambas formas de polución vinculadas a la pobreza extrema. Pero los fenómenos relacionados con el desarrollo económico, como la urbanización, la globalización, y la proliferación de sustancias químicas tóxicas y vehículos a petróleo, generan un aumento de la polución del aire ambiental, química, ocupacional y del suelo, y las ciudades en los países en desarrollo resultan particularmente afectadas.
No es de sorprender que los pobres carguen con el mayor peso. Cerca de un 92% de las muertes relacionadas con la polución ocurren en países de ingresos bajos y medios. En casi todos los países, independientemente de su nivel de ingresos, las enfermedades causadas por la polución son más prevalentes entre minorías, miembros de grupos marginalizados, y aquellos con otras formas de vulnerabilidades. Es una injusticia medioambiental a escala global.
Más allá de los costes humanos, las enfermedades relacionadas con la polución causan pérdidas de productividad que reducen el PIB de los países en desarrollo en hasta un 2% por año. Representan un 1,7% del gasto sanitario de los países de altos ingresos y hasta un 7% en los de ingresos bajos y medios. Las pérdidas de seguridad social causadas por la polución ascienden a $4,6 billones al año, o un 6,2% de la producción económica global. Y eso sin considerar los costes masivos del cambio climático, cuyo mayor causante son los combustibles fósiles altamente contaminantes.
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El problema apunta a empeorar, a pesar de estas pérdidas. Sin una intervención activa, las muertes solo por la polución del aire ambiental podrían aumentar en un 50% para 2050. La polución química es otro reto creciente: Desde 1950 se han inventado 140.000 nuevos compuestos, y muy pocos de ellos han sido sometidos a pruebas de seguridad o toxicidad. Los niños y los bebés son especialmente vulnerables.
La polución no es ningún “mal necesario” que acompañe inevitablemente al desarrollo económico. Con liderazgo, recursos y un enfoque basado en datos y bien formulado, es posible reducirla y en algunos países de ingresos altos y medios ya se han desarrollado estrategias viables cuya eficacia se ha demostrado en terreno.
Estas estrategias equilibran soluciones legales, de políticas y tecnológicas. Por ejemplo, siguiendo el principio de “el que contamina, paga”, contemplan la eliminación de las exenciones de impuestos y los subsidios para las industrias contaminantes. Más aún, estas estrategias se ajustan a objetivos y calendarios claros frente a los que se las evalúa constantemente, estando sujetas a una sólida ejecución. Y se pueden exportar a ciudades y países en cada nivel de ingreso en todo el mundo.
La planificación atenta y la aplicación con buenos recursos de estrategias de control de la polución pueden lograr que los países en desarrollo eviten los peores tipos de desastres humanos y ecológicos que en el pasado han acompañado al crecimiento económico. Finalmente se puede poner punto final al viejo supuesto de que los países pobres deben pasar por una fase de polución y enfermedad en su camino a la prosperidad.
Tanto para los países ricos como los pobres, estas estrategias permitirían un crecimiento del PIB más sostenible. La eliminación del plomo en la gasolina ha logrado que las economías del mundo se ahorren miles de millones de dólares en menores disfunciones cognitivas y una mayor productividad. En los Estados Unidos, las mejoras a la calidad del aire han rendido $30 por cada dólar invertido, hasta llegar a un retorno acumulado de $1,5 billones sobre una inversión de $65 miles de millones desde 1970.
En consecuencia, reducir la polución crea enormes oportunidades para impulsar el crecimiento económico, y de manera más importante, proteger las vidas y la salud de la gente. La Lancet Commission hace un llamado a los gobiernos municipales, los donantes internacionales, las grandes fundaciones, los grupos de la sociedad civil y los profesionales de la salud para hacer del control de la polución una prioridad mucho mayor de la que es hoy.
Todo esto exige un aumento sustancial en la financiación de la prevención de la polución en países de ingresos bajos y medios, tanto de los presupuestos nacionales como de la ayuda de donantes. Se puede lograr a nivel internacional ampliando los programas actuales o creando nuevos fondos autónomos, análogamente al Fondo Global para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. Programas así deberían servir de chispa y complemento de las contribuciones nacionales, al tiempo que proporcionan asistencia técnica e investigación de soporte. También se pueden usar fondos internacionales para crear un “observatorio global de la polución”.
Un control eficaz de la polución también implica integrar estrategias de prevención en todas las estrategias futuras de crecimiento y desarrollo, reconociendo que es posible tener éxito solo si las sociedades cambian sus patrones de producción, consumo y transporte. Algunos pasos clave son la transición amplia hacia fuentes de energía no contaminantes, poner fin a los subsidios y exenciones fiscales para los contaminantes, recompensar el reciclaje, la reutilización y la reparación, reemplazar materiales peligrosos con sustitutos más seguros, y fomentar el transporte público y activo.
No será fácil la transición a sistemas menos contaminantes: los intereses creados en todo el mundo se le opondrán intensamente. Pero, como muestra el informe de la Lancet Commission, la transición a una baja polución es esencial para la salud, el bienestar y la prosperidad de nuestras sociedades. No nos podemos permitir seguir pasando por alto esta amenaza global.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen