bremmer36_Sean GallupGetty Images_trumpnato Sean Gallup/Getty Images

Europa en la era de Trump

Irena Grudzińska-Gross:¿Cuál fue su reacción ante la segunda elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos?

Adam Michnik: Me enojé con todo el mundo, realmente. He estado leyendo la autobiografía del dramaturgo estadounidense del siglo XX Arthur Miller (Timebends: A Life), que se desarrolla en el contexto de un Estados Unidos al que estoy muy apegado. Pero el Estados Unidos que vi después del día de la elección me enfureció. Y ahora basta mirar las designaciones espantosas de Trump para altos puestos de su gobierno. Vamos a tener cuatro años difíciles, y luego habrá figuras como el vicepresidente electo J. D. Vance listos para tomar las riendas. Hay nubarrones por todas partes, en todo el mundo.

Todo se deshace

IGG: Veamos las implicaciones para Europa. La fundación de la Unión Europea, una federación democrática, es lo mejor que le ha pasado al continente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero el regreso de Trump amenaza con trastocar el orden internacional de la posguerra. ¿Qué futuro le espera ahora a la UE?

AM: Yo no llamaría a la UE una federación, porque en realidad es algo sui generis, algo específico. Y hasta ahora funciona, aunque con bastantes problemas. Estoy de acuerdo en que es lo mejor que ha ideado Europa en los últimos ochenta años. Fue una idea que salió de las élites de Europa occidental (los democristianos y los socialdemócratas), y la clave de su éxito ha sido el vínculo euroatlántico. Pero ahora eso está debilitado.

Europa enfrenta amenazas en muchas direcciones. Las políticas y los posicionamientos de Trump son totalmente impredecibles, así que no hay modo de saber qué hará. Puede que llegue a un acuerdo con su amigo Vladímir Putin; puede que lance una bomba sobre Irán, o incluso sobre Corea del Norte. Nadie lo sabe, y no es una evaluación solamente mía. Todos los que han trabajado con él dicen lo mismo.

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Un segundo tema relacionado es, por supuesto, Ucrania. Mi visión desde Varsovia es sombría: todos los indicios apuntan a que Trump traicionará a los ucranianos para servir a sus propios y estrechos intereses personales. Es un político transaccional, y cerrará cualquier trato que le permita decir que logró algo. Durante la campaña dijo que iba a poner fin a la guerra en un día, y temo que (en esta rara ocasión) cumplirá su palabra. O tal vez se limite a cortarle la ayuda a Ucrania y dejar que las cosas sigan su curso.

IGG: Sí, por desgracia es posible. Hay que señalar que en una conversación telefónica después de la elección, al parecer Trump presionó a Putin para que no escalara la guerra, e incluso le recordó que Estados Unidos tiene tropas en Europa. Pero lo que diga Trump en un momento cualquiera es irrelevante. No olvidemos que dijo que los refugiados haitianos están comiendo gatos y perros. (Me río, por no llorar).

AM: Sí, por supuesto. En tiempos como este se necesita humor negro.

IGG: ¿Cómo ha sido en su opinión la respuesta de la UE a la guerra en Ucrania hasta el momento?

AM: En general la veo en forma positiva. No esperaba una respuesta tan solidaria e inequívoca. Las únicas excepciones han sido el primer ministro húngaro Víktor Orbán y personas como el ex canciller alemán Gerhard Schröder; pero él sólo se representa a sí mismo y a [la megaempresa rusa del gas] Gazprom, no a Alemania.

Aun así, hay algunos en el corazón de Europa dispuestos a romper las sanciones y hacer dinero con Rusia. Incluyen no sólo a Orbán, sino también a ciertas fuerzas en Alemania, Francia y España. Los conflictos internos de Europa son tan profundos como los de Estados Unidos, pero en Europa todavía no gobierna una figura como Trump. Los tiempos recuerdan a los años treinta. Alemania enfrenta una ola pardo‑roja de apoyo a partidos antieuropeos como Alternativa para Alemania (AfD) y la Alianza Sahra Wagenknecht. Uno se basa en la retórica posfascista, el otro en la posbolchevique, pero tienen un objetivo común: la destrucción del sistema parlamentario de la UE.

IGG: En su opinión, ¿qué hará a continuación el presidente ucraniano Volodímir Zelenski? Parece más dispuesto a sentarse a negociar, tal vez porque concluyó que otro gobierno de Trump no le deja alternativa. ¿Terminará Ucrania dividida en dos, como Corea y Vietnam en los años cincuenta?

AM: No veo un buen escenario para Ucrania, aunque no significa que no exista. Puede aparecer un cisne negro y trastocarlo todo. Hasta el 5 de noviembre, yo creía que Trump iba a perder. Pensaba que Kamala Harris había hecho muy buena campaña. Fue muy diferente de Trump, y mostró otra cara de Estados Unidos, una en la que todavía creo. Pero ese Estados Unidos perdió. Los próximos cuatro años van a ser un calvario. El impacto en Europa será muy malo, y beneficiará a las fuerzas más reaccionarias del continente.

IGG: De modo que quizás tengamos otro «momento Múnich», en el que Europa accederá a apaciguar a un agresor violento. En 1938, la sacrificada fue Checoslovaquia; tal vez ahora sea el turno de Ucrania de ser traicionada por sus amigos.

AM: Ese es el peor escenario y es posible, pero no está predeterminado. Neville Chamberlain regresó de su reunión con Hitler con el eslogan «paz para nuestro tiempo». Si la clase política británica no hubiera cambiado a Chamberlain por Winston Churchill, no hay modo de saber cómo habría sido el resto del siglo XX.

Recordemos que Edward Halifax, secretario de relaciones exteriores de Chamberlain, y luego por algún tiempo bajo Churchill, impulsaba un acuerdo de paz por separado: conversaciones con Hitler mediadas por Benito Mussolini. Soy de orientación izquierdista y no debería gustarme un conservador como Churchill. Pero, ¿qué puedo decir? Salvó a Europa. Además, el Partido Laborista bajo Clement Attlee entró en su gobierno y le fue fiel durante toda la guerra, porque todos entendían que la amenaza importante era el nazismo.

Hoy está surgiendo ante nuestros ojos una amenaza similar: una extraña mezcla de nazismo y bolchevismo, o de posnazismo y posbolchevismo. Es algo nuevo, y por eso no sé qué puede pasar. Ahora mismo no soy muy capaz de anticipar nada. Tal vez mañana sepa más. Hoy estoy aterrorizado, o al menos muy asustado.

IGG: ¿Qué implicaría entonces para Polonia el hecho de que Trump abandone a Ucrania?

AM: Significa que compartiríamos frontera con Rusia, una potencia militar nuclear revanchista, abiertamente agresiva, sanguinaria y vengativa. No traería nada bueno a Polonia. Que en Polonia haya gente que está feliz por la victoria de Trump es sencillamente desconcertante.

Problemas en el frente interno

IGG: ¿Cuáles son para la UE las implicaciones de una frontera con Rusia? Denos un panorama de la situación.

AM: El futuro de la UE depende del coraje y la madurez de las élites europeas. Hoy Europa vacila entre una política de apaciguamiento hacia Rusia y el apoyo firme a Ucrania. El exponente más claro del apaciguamiento es Schröder, quien se ha convertido en el «perro fiel» de Putin, como dirían los bolcheviques.

Del otro lado están los defensores acérrimos de Ucrania; el proyecto de estas personas todavía puede triunfar, si Europa se consolida a su alrededor y logra preservar la OTAN. Todavía no sabemos exactamente cuál será la actitud de Trump hacia la OTAN, porque todo lo que dice sobre el tema está lleno de incoherencias y contradicciones.

Además, aunque la consolidación es posible, Europa está dividida internamente. Veo muchas fisuras y líneas de fractura. Basta mirar a Francia, que está desgarrada entre la derecha, en su versión de Marine Le Pen, y la izquierda, en su versión de Jean-Luc Mélenchon. De hecho, ni siquiera sé si las palabras «derecha» e «izquierda» siguen teniendo sentido. Hace mucho tiempo que tengo dudas al respecto, y crecen día a día.

IGG: ¿A qué se refiere?

AM: Desde mi punto de vista, como hombre de valores tradicionales, el fascismo nunca fue de derecha, porque no era un movimiento de aristócratas y terratenientes, sino más bien de plebeyos. De igual modo, los comunistas no eran de izquierda, porque no les interesaban los derechos humanos. Entonces, la división actual en Europa no es entre derecha e izquierda, sino entre quienes quieren defender el orden constitucional, la democracia liberal y la economía de mercado y quienes quieren destruir estos valores. El segundo grupo es muy amplio, e incluye desde los autodenominados «iliberales» hasta los admiradores de Hamás y los partidarios de proyectos antidemocráticos tradicionales como los de Daniel Ortega en Nicaragua o Nicolás Maduro en Venezuela.

En Europa, las fuerzas decididamente antidemocráticas incluyen a la AfD, los separatistas de España y el movimiento detrás del Brexit. Incluso hay figuras antidemocráticas en el poder en Hungría y Eslovaquia, y siguen siendo una fuerza poderosa en Polonia. Pero Polonia también es una excepción luminosa, porque los partidos prodemocracia se unieron para expulsar a los populistas. Habrá que ver cuánto tiempo se los mantiene a raya. El conflicto continúa, pero para ser un patriota polaco diré que ya hemos hecho retroceder a las fuerzas antidemocráticas y populistas de nuestro sistema político. (Risas).

Regreso a las armas

IGG: Con el debilitamiento de los lazos transatlánticos, ¿necesita Europa un ejército propio?

AM: Sí, creo que Europa debería tener fuerzas militares propias, y lo digo como alguien de temperamento pacifista. Aborrezco la guerra, y no me gusta lo militar, al menos no la cultura militar, pero creo que cuando se está ante Putin y una ola de terrorismo populista y revanchista, hay que preparar una respuesta militar decidida.

IGG: ¿Esa respuesta debe proceder de la OTAN?

AM: No puedo decirlo. Es una pregunta para especialistas, políticos y diplomáticos. Lo que sí puedo decir es que desde su creación, la OTAN ha pasado el examen. Perder la OTAN sería un regalo para los autócratas, los populistas y los dictadores. Si no tuviéramos la defensa de la OTAN, tendríamos que encontrar con qué reemplazarla. Pero como sea, Europa debe tener una fuerza capaz de dar una respuesta eficiente a las amenazas.

La crisis de los Balcanes en los noventa demostró que hay cosas que sencillamente no se pueden hacer sin una organización como la OTAN. Sin nuestra intervención militar, tal vez hoy Slobodan Milošević todavía estaría en el poder. Sin la ayuda europea y estadounidense, Ucrania no habría podido defenderse de Rusia estos dos años y medio. ¿Quién podía imaginar que los ucranianos resistieran tanto tiempo? Nadie en Europa o al otro lado del Atlántico se lo esperaba.

IGG: ¿Se puede reconciliar el aumento del gasto militar y en defensa con las obligaciones del Estado de bienestar, que es la esencia del contrato social europeo?

AM: Pues bien, si las fuerzas armadas de Putin dominaran Europa, las pensiones, la atención médica y la educación ya se habrían perdido. Soy consciente del riesgo del que habla, pero lo que está en juego aquí es otra cosa. Lo que está en juego es el todo; sin seguridad, no nos quedará nada.

IGG: Y a esto hay que sumarle la guerra en Medio Oriente.

AM: Exacto. Europa enfrenta otro peligro en Medio Oriente. La situación allí es trágica y extremadamente difícil; y lo digo como alguien que desea lo mejor para Israel. Temo que el gobierno del primer ministro israelí Binyamín Netanyahu llevará las cosas en dirección equivocada y dejará a Israel arrastrando una maldición que durará muchos años. Está jugando por el poder, tiene el apoyo de Trump y trabajará con un gobierno estadounidense cuyos principales funcionarios de política exterior (incluidos Marco Rubio, Elise Stefanik y Mike Huckabee) comparten plenamente sus ideas. Cuanto más se prolongue la guerra, más difícil será para el pueblo israelí sacarlo del poder.

IGG: ¿Cómo evalúa la posición de la UE hacia Israel y la situación en Medio Oriente?

AM: La situación en Gaza es terrible. Este es uno de los pocos temas en los que no veo un escenario positivo en el horizonte. Ni el liderazgo palestino ni el israelí quieren un acuerdo, y cuando no impera la fuerza de los argumentos, lo que queda es el argumento de la fuerza.

Europa está buscando un modo de mitigar el conflicto, pero hasta ahora no lo consiguió. De un lado están Netanyahu y los partidos ultrarradicales y chauvinistas que forman su gobierno; todos ellos abrevan en la retórica y las realidades de la guerra. Del otro lado está lo que queda de Hamás; y la Autoridad Nacional Palestina, una institución completamente debilitada que se aferra a la vida gracias al apoyo occidental. Por este camino, Hamás terminará dominando también a la ANP.

De modo que mi mirada aquí es muy pesimista.

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