ABU DHABI – En los últimos años, un coro cada vez más fuerte de ecologistas, miembros de la sociedad civil e instituciones internacionales han estado pidiendo que se substituya el tradicional desarrollo económico “marrón”, que depende de los combustibles fósiles, por un modelo de crecimiento “verde” con menores emisiones de carbono, pero hay una tercera opción, más competitiva: una economía “azul” impulsada por la innovación en el nivel de las empresas, en lugar de las políticas impuestas desde arriba.
El caso es que la mayoría de las tecnologías que respetan el medio ambiente requieren una importante inversión inicial, por lo que “pasarse al verde” sigue siendo un privilegio reservado para los pocos países que pueden permitírselo. Al fin y al cabo, la capacidad de los gobiernos para proporcionar subvenciones es limitada y no se puede esperar que los países ricos carguen con los costos de la adopción de tecnologías sostenibles a escala mundial. Así, como han confirmado recientemente las Naciones Unidas, más de mil millones de personas de todo el mundo siguen careciendo de acceso a una energía fiable, limpia y asequible.
La economía azul, concepto concebido por el economista belga Gunter Pauli, resulta impulsada más por la innovación que por la inversión y se centra en la creación de puestos de trabajo, la creación de capital social y la generación de múltiples corrientes de efectivo estimulando el espíritu empresarial y la creación de nuevos modelos de negocio. La economía azul está centrada en la idea de que las empresas deben utilizar todos los recursos disponibles y aumentar la eficiencia para crear una cartera de negocios relacionados que beneficien tanto a ellas como a la sociedad.
Pensemos en la empresa sueca Solarus AB, cuyo innovador modelo de negocio –la fabricación de paneles solares con fibras de carbón desechadas por la industria aeroespacial– le ha permitido ofrecer tecnologías solares a precios competitivos y sin el apoyo de subvenciones estatales. Según Pauli, como se pueden producir localmente tecnologías solares con materiales reciclados, los gobiernos no deben proporcionar subvenciones y rescates relacionados con la energía solar, cuyos costos recaen al final en los contribuyentes.
La economía azul contribuiría también a resolver el problema de la intermitencia inherente a los sistemas de energía solar o eólica. Aun después de que se utilizaran en gran escala las tecnologías necesarias, harían falta inversiones suplementarias para el almacenamiento de la energía o una energía de apoyo. En vista de que un suministro abundante de energía hidroeléctrica de apoyo no sería una opción válida en todas partes, las empresas tendrían que buscar formas de emplear la energía y los recursos localmente disponibles.
No es difícil discernir los beneficios potenciales –tanto para las empresas como para las comunidades– que entraña abordar problemas aparentemente dispares con la utilización eficiente de recursos localmente disponibles. Sencillamente, las empresas deben estar dispuestas a crear nuevos modelos de negocio audaces y creativos, que cambien las reglas del juego.
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Por ejemplo, la producción de café, única corriente de ingresos de una empresa cafetera, sólo necesita por lo general el 0,2 por ciento de la planta del café. En lugar de desechar el 99,8 por ciento restante, la empresa podría cultivar, pongamos por caso, champiñones y con los residuos de ese proceso crear un pienso para ganado rico en proteínas, que también podría convertirse en una fuente natural de energía.
Nuru Energy puso en práctica esa clase de innovación, al crear un ciclo de propulsión humana que proporciona una energía limpia en toda África utilizando piezas de plástico reciclables y materiales localmente disponibles. Asimismo, en el Reino Unido Cyndi Rhoades lanzó “Worn Again,” que produce productos de moda a partir de materiales inhabituales reciclados, como cuero de desguace para asientos de automóviles, paracaídas y mantas para cárceles.
Naturalmente, la idea de reutilizar materiales dentro de bucles cerrados y continuos a fin de extraer su valor máximo no es nueva, pero se ha reavivado recientemente con la aparición del concepto de “economía circular”, que requiere la reexplotación continua de recursos mediante la reutilización y remodelación de productos, componentes y materiales.
Según los cálculos de un informe de 2012 de la Fundación Ellen MacArthur, el concepto de economía circular podría ahorrar tan sólo a la Unión Europea 380.000 millones de dólares al año en materiales para bienes de consumo con una duración mediana, como, por ejemplo, automóviles, muebles y aparatos eléctricos domésticos. Según los cálculos de los volúmenes segundo y tercero del informe, el mundo podría ahorrar nada menos que 700.000 millones de dólares al año prescindiendo de bienes de consumo de un solo uso, como comida y bebida envasadas. Incorporando esos bucles al marco más amplio de la economía azul se obtendrían beneficios aún mayores.
Cuando el mundo se dirige hacia niveles catastróficos de agotamiento de recursos y degradación medioambiental, los llamamientos en pro de un nuevo modelo económico –ya sea verde, azul, circular o de alguna otra forma– serán cada vez más apremiantes y muchas personas estarán dispuestas a dedicar dinero al respecto.
Gracias a la proliferación de tecnología de la información y medios sociales de comunicación, resulta más fácil que nunca a los emprendedores aprovechar un gran consorcio de financiación –por no hablar de contactos y experiencia técnica– de pequeños inversores. De las 500 plataformas, aproximadamente, de microfinanciación colectiva que ahora existen, varias de ellas se ocupan de las tecnologías limpias. El pasado mes de mayo, Eureeca.com llevó más lejos que nunca el concepto de microfinanciación colectiva al crear el primer mercado de verdad mundial de microinversión colectiva que ofrece capital social a las empresas financiadas.
Si se usan inteligentemente, semejantes plataformas podrían colmar el vacío creado por las limitaciones fiscales de los Estados para facilitar la innovación empresarial necesaria con miras a construir la economía azul. Otras tendencias cada vez más prominentes –como, por ejemplo, el consumo colaborativo, el pago por utilización y los modelos consistentes en compartir y arrendar bienes– podrían ofrecer un impulso igualmente potente a esas medidas.
En vista de que no se puede confiar –financieramente o de otra forma– en las soluciones impuestas desde arriba, la creación de una economía más limpia debe depender de los empresarios visionarios que pueden transformar las dificultades en oportunidades. La sostenibilidad empieza en la base.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
ABU DHABI – En los últimos años, un coro cada vez más fuerte de ecologistas, miembros de la sociedad civil e instituciones internacionales han estado pidiendo que se substituya el tradicional desarrollo económico “marrón”, que depende de los combustibles fósiles, por un modelo de crecimiento “verde” con menores emisiones de carbono, pero hay una tercera opción, más competitiva: una economía “azul” impulsada por la innovación en el nivel de las empresas, en lugar de las políticas impuestas desde arriba.
El caso es que la mayoría de las tecnologías que respetan el medio ambiente requieren una importante inversión inicial, por lo que “pasarse al verde” sigue siendo un privilegio reservado para los pocos países que pueden permitírselo. Al fin y al cabo, la capacidad de los gobiernos para proporcionar subvenciones es limitada y no se puede esperar que los países ricos carguen con los costos de la adopción de tecnologías sostenibles a escala mundial. Así, como han confirmado recientemente las Naciones Unidas, más de mil millones de personas de todo el mundo siguen careciendo de acceso a una energía fiable, limpia y asequible.
La economía azul, concepto concebido por el economista belga Gunter Pauli, resulta impulsada más por la innovación que por la inversión y se centra en la creación de puestos de trabajo, la creación de capital social y la generación de múltiples corrientes de efectivo estimulando el espíritu empresarial y la creación de nuevos modelos de negocio. La economía azul está centrada en la idea de que las empresas deben utilizar todos los recursos disponibles y aumentar la eficiencia para crear una cartera de negocios relacionados que beneficien tanto a ellas como a la sociedad.
Pensemos en la empresa sueca Solarus AB, cuyo innovador modelo de negocio –la fabricación de paneles solares con fibras de carbón desechadas por la industria aeroespacial– le ha permitido ofrecer tecnologías solares a precios competitivos y sin el apoyo de subvenciones estatales. Según Pauli, como se pueden producir localmente tecnologías solares con materiales reciclados, los gobiernos no deben proporcionar subvenciones y rescates relacionados con la energía solar, cuyos costos recaen al final en los contribuyentes.
La economía azul contribuiría también a resolver el problema de la intermitencia inherente a los sistemas de energía solar o eólica. Aun después de que se utilizaran en gran escala las tecnologías necesarias, harían falta inversiones suplementarias para el almacenamiento de la energía o una energía de apoyo. En vista de que un suministro abundante de energía hidroeléctrica de apoyo no sería una opción válida en todas partes, las empresas tendrían que buscar formas de emplear la energía y los recursos localmente disponibles.
No es difícil discernir los beneficios potenciales –tanto para las empresas como para las comunidades– que entraña abordar problemas aparentemente dispares con la utilización eficiente de recursos localmente disponibles. Sencillamente, las empresas deben estar dispuestas a crear nuevos modelos de negocio audaces y creativos, que cambien las reglas del juego.
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Por ejemplo, la producción de café, única corriente de ingresos de una empresa cafetera, sólo necesita por lo general el 0,2 por ciento de la planta del café. En lugar de desechar el 99,8 por ciento restante, la empresa podría cultivar, pongamos por caso, champiñones y con los residuos de ese proceso crear un pienso para ganado rico en proteínas, que también podría convertirse en una fuente natural de energía.
Nuru Energy puso en práctica esa clase de innovación, al crear un ciclo de propulsión humana que proporciona una energía limpia en toda África utilizando piezas de plástico reciclables y materiales localmente disponibles. Asimismo, en el Reino Unido Cyndi Rhoades lanzó “Worn Again,” que produce productos de moda a partir de materiales inhabituales reciclados, como cuero de desguace para asientos de automóviles, paracaídas y mantas para cárceles.
Naturalmente, la idea de reutilizar materiales dentro de bucles cerrados y continuos a fin de extraer su valor máximo no es nueva, pero se ha reavivado recientemente con la aparición del concepto de “economía circular”, que requiere la reexplotación continua de recursos mediante la reutilización y remodelación de productos, componentes y materiales.
Según los cálculos de un informe de 2012 de la Fundación Ellen MacArthur, el concepto de economía circular podría ahorrar tan sólo a la Unión Europea 380.000 millones de dólares al año en materiales para bienes de consumo con una duración mediana, como, por ejemplo, automóviles, muebles y aparatos eléctricos domésticos. Según los cálculos de los volúmenes segundo y tercero del informe, el mundo podría ahorrar nada menos que 700.000 millones de dólares al año prescindiendo de bienes de consumo de un solo uso, como comida y bebida envasadas. Incorporando esos bucles al marco más amplio de la economía azul se obtendrían beneficios aún mayores.
Cuando el mundo se dirige hacia niveles catastróficos de agotamiento de recursos y degradación medioambiental, los llamamientos en pro de un nuevo modelo económico –ya sea verde, azul, circular o de alguna otra forma– serán cada vez más apremiantes y muchas personas estarán dispuestas a dedicar dinero al respecto.
Gracias a la proliferación de tecnología de la información y medios sociales de comunicación, resulta más fácil que nunca a los emprendedores aprovechar un gran consorcio de financiación –por no hablar de contactos y experiencia técnica– de pequeños inversores. De las 500 plataformas, aproximadamente, de microfinanciación colectiva que ahora existen, varias de ellas se ocupan de las tecnologías limpias. El pasado mes de mayo, Eureeca.com llevó más lejos que nunca el concepto de microfinanciación colectiva al crear el primer mercado de verdad mundial de microinversión colectiva que ofrece capital social a las empresas financiadas.
Si se usan inteligentemente, semejantes plataformas podrían colmar el vacío creado por las limitaciones fiscales de los Estados para facilitar la innovación empresarial necesaria con miras a construir la economía azul. Otras tendencias cada vez más prominentes –como, por ejemplo, el consumo colaborativo, el pago por utilización y los modelos consistentes en compartir y arrendar bienes– podrían ofrecer un impulso igualmente potente a esas medidas.
En vista de que no se puede confiar –financieramente o de otra forma– en las soluciones impuestas desde arriba, la creación de una economía más limpia debe depender de los empresarios visionarios que pueden transformar las dificultades en oportunidades. La sostenibilidad empieza en la base.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.