CHICAGO – El 5 de marzo, China anunció que su objetivo de crecimiento del PIB para este año sería de alrededor de un 5,5% el más bajo desde 1991. Pero eso no debería sorprender. En 2013, los economistas del Banco Mundial y el Consejo de Estado chino proyectaron que la tasa de crecimiento anual del país bajaría hasta un 5% para 2030. Eso todavía podría ser una sobreestimación, ya que se determinó que las tasas de crecimiento durante 2010-16 estuvieron infladas en 1,8 puntos porcentuales, además del hecho de que el crecimiento promedio en las economías de la OCDE es de alrededor de un 3%.
En ese entonces, los economistas y las autoridades también predijeron con precisión los principales retos de largo plazo en China, incluidas la creciente desigualdad, la corrupción, el envejecimiento demográfico, la ineficiencia en las empresas grandes y, a menudo, propiedad del estado, y la contaminación. Sin embargo, nadie pudo haber previsto la importante incertidumbre adicional causada por la pandemia de COVID-19 y la actual invasión de Rusia a Ucrania.
La pandemia alteró gravemente las cadenas de suministro y causó un alza de los precios en todo el planeta. China está especialmente preocupada por la inflación en el sector alimentario, ya que es un importador neto de alimentos, debiendo pagar un total de $133 mil millones en 2019. Los problemas de suministro y el mal tiempo causaron que los precios de las verduras en las ciudades chinas aumentaran en un 30,6% de año en año en noviembre de 2021. El precio de los huevos, fuente muy importante de proteínas para la clase media, se elevó un 20,1% en el mismo periodo.
La otra gran inquietud de China es el coste de la energía, porque es además un importador neto de carbón, gas natural y petróleo crudo. La mayor demanda de las fábricas chinas que reanudaron la producción durante la recuperación económica pospandémica contribuyó a aumentos adicionales de los precios de los productos energéticos básicos. Las entidades reguladoras chinas respondieron elevando el límite de los precios de la electricidad subsidiados. Pero eso no bastó para compensar las pérdidas de las generadoras de energía a medida que seguían subiendo la demanda nacional y los precios del carbón. Como consecuencia, las plantas de energía en varias provincias del noreste se vieron obligadas a cerrar en septiembre de 2021, causando repentinos cortes de energía masivos y una cascada de perturbaciones sociales y económicas.
Desde entonces, el gobierno chino ha elevado más todavía el límite de los precios e impulsado la producción nacional de carbón, aprovechando sus grandes reservas. Pero las reservas de otras fuentes de energía son limitadas, y es más que probable que la demanda de energía siga creciendo.
Estas preocupaciones económicas, junto con el deseo de presentar un frente común contra los Estados Unidos, ayudan a explicar el compromiso de China con la relación “sin límites” con Rusia que el Presidente ruso Vladimir Putin y el Presidente chino Xi Jinping proclamaron a principios de febrero. La energía es el factor económico central de las relaciones sino-rusas. En 2019, el combustible representó cerca de un17%, o $344 mil millones, del total de importaciones chinas de $2,1 billones. Rusia ha sido desde 2016 el mayor exportador de crudo a China, y su proporción como proveedor de gas natural es la que está creciendo con más rapidez. Hoy un doce por ciento de todas las importaciones de petróleo y gas de China procede de Rusia.
Para satisfacer la demanda energética interna y moderar sus emisiones de gases de efecto invernadero, China planea aumentar la proporción de gas natural en su consumo de energía primario a un 15% para 2030. Rusia posee cerca de un cuarto de las reservas de gas mundiales y es su mayor exportador. En consecuencia, ambos países acordaron el mes pasado un contrato de largo plazo por el que las exportaciones de gas ruso a China se elevarán hasta llegar a los 48 mil millones de metros cúbicos, o cerca del 10% de consumo de gas proyectado por China, de 526 mil millones de metros cúbicos, para 2025.
La invasión rusa a Ucrania y las sanciones financieras y económicas subsiguientes lideradas por Occidente impuestas a Rusia han proyectado una abrupta sombra sobre estos planes. Además de exacerbar las perturbaciones de la cadena de suministro actual, las amplias sanciones han dificultado a las empresas chinas su operación en Rusia. Lo que es más importante: la guerra involucra a dos de los mayores exportadores globales de alimentos y energía.
Ucrania y Rusia representan juntas el 28% de las exportaciones mundiales de cereales, y los futuros del trigo en la Bolsa Mercantil de Chicago han subido en más del 50% desde la invasión. De manera similar, los precios del petróleo, el gas y el carbón han aumentado debido a las alteraciones de la oferta y las sanciones contra Rusia. Estas presiones inflacionarias podrían tener efectos devastadores sobre la población china, así como en el sector manufacturero del país.
Pero la postura oficial neutral del gobierno chino hacia la guerra ruso-ucraniana también puede implicar beneficios económicos si China se vuelve más importante para Rusia sin afectar desproporcionadamente a socios occidentales importantes como EE.UU. y Australia. Las exportaciones rusas de alimentos en 2021 totalizaron $38 mil millones, de los cuales $4,7 mil millones tuvieron a la Unión Europea como destino. Así, la inflación alimentaria china se podría moderar si las sanciones de la UE hacen que Rusia desvíe algunas de sus exportaciones de alimentos a China en términos favorables.
De modo similar, es probable que China disfrute de términos más favorables por sus importaciones de energía a medida que continúe la guerra y otros países reduzcan sus compras de petróleo y gas rusos. EE.UU. ha prohibido las importaciones de petróleo ruso, y es muy posible que otros países le imiten. Asimismo, la UE planea reducir su dependencia en el gas natural ruso en dos tercios este año y, para compensar este hecho, está a la búsqueda de proveedores y fuentes de energía alternativos.
Si bien el abandono del gas tomará tiempo, parece inevitable que Rusia necesitará buscar otros compradores pronto. Puesto que el petróleo y el gas representaron un 60% de las exportaciones rusas y generaron un 39% de sus ingresos presupuestarios en 2019, China estará en una sólida posición de negociación.
En último término, el impacto de la guerra ruso-ucraniana sobre la economía china dependerá de la duración del conflicto y el nivel de devastación que este cause en Ucrania y Rusia, y en otras partes de la economía global. También de cuánta buena voluntad siga habiendo entre China y los aliados occidentales de Ucrania cuando hayan acabado los combates.
Resulta evidente que 2022 será un año de incertidumbre en el que China tendrá un control limitado sobre su crecimiento económico. Los nuevos riesgos surgidos de la guerra en Europa del Este han agravado los retos que previeron las autoridades por una recuperación pospandémica lenta y desigual. En este punto, es un misterio cómo les irá a China y al resto de la economía global en los meses venideros.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
CHICAGO – El 5 de marzo, China anunció que su objetivo de crecimiento del PIB para este año sería de alrededor de un 5,5% el más bajo desde 1991. Pero eso no debería sorprender. En 2013, los economistas del Banco Mundial y el Consejo de Estado chino proyectaron que la tasa de crecimiento anual del país bajaría hasta un 5% para 2030. Eso todavía podría ser una sobreestimación, ya que se determinó que las tasas de crecimiento durante 2010-16 estuvieron infladas en 1,8 puntos porcentuales, además del hecho de que el crecimiento promedio en las economías de la OCDE es de alrededor de un 3%.
En ese entonces, los economistas y las autoridades también predijeron con precisión los principales retos de largo plazo en China, incluidas la creciente desigualdad, la corrupción, el envejecimiento demográfico, la ineficiencia en las empresas grandes y, a menudo, propiedad del estado, y la contaminación. Sin embargo, nadie pudo haber previsto la importante incertidumbre adicional causada por la pandemia de COVID-19 y la actual invasión de Rusia a Ucrania.
La pandemia alteró gravemente las cadenas de suministro y causó un alza de los precios en todo el planeta. China está especialmente preocupada por la inflación en el sector alimentario, ya que es un importador neto de alimentos, debiendo pagar un total de $133 mil millones en 2019. Los problemas de suministro y el mal tiempo causaron que los precios de las verduras en las ciudades chinas aumentaran en un 30,6% de año en año en noviembre de 2021. El precio de los huevos, fuente muy importante de proteínas para la clase media, se elevó un 20,1% en el mismo periodo.
La otra gran inquietud de China es el coste de la energía, porque es además un importador neto de carbón, gas natural y petróleo crudo. La mayor demanda de las fábricas chinas que reanudaron la producción durante la recuperación económica pospandémica contribuyó a aumentos adicionales de los precios de los productos energéticos básicos. Las entidades reguladoras chinas respondieron elevando el límite de los precios de la electricidad subsidiados. Pero eso no bastó para compensar las pérdidas de las generadoras de energía a medida que seguían subiendo la demanda nacional y los precios del carbón. Como consecuencia, las plantas de energía en varias provincias del noreste se vieron obligadas a cerrar en septiembre de 2021, causando repentinos cortes de energía masivos y una cascada de perturbaciones sociales y económicas.
Desde entonces, el gobierno chino ha elevado más todavía el límite de los precios e impulsado la producción nacional de carbón, aprovechando sus grandes reservas. Pero las reservas de otras fuentes de energía son limitadas, y es más que probable que la demanda de energía siga creciendo.
Estas preocupaciones económicas, junto con el deseo de presentar un frente común contra los Estados Unidos, ayudan a explicar el compromiso de China con la relación “sin límites” con Rusia que el Presidente ruso Vladimir Putin y el Presidente chino Xi Jinping proclamaron a principios de febrero. La energía es el factor económico central de las relaciones sino-rusas. En 2019, el combustible representó cerca de un17%, o $344 mil millones, del total de importaciones chinas de $2,1 billones. Rusia ha sido desde 2016 el mayor exportador de crudo a China, y su proporción como proveedor de gas natural es la que está creciendo con más rapidez. Hoy un doce por ciento de todas las importaciones de petróleo y gas de China procede de Rusia.
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Para satisfacer la demanda energética interna y moderar sus emisiones de gases de efecto invernadero, China planea aumentar la proporción de gas natural en su consumo de energía primario a un 15% para 2030. Rusia posee cerca de un cuarto de las reservas de gas mundiales y es su mayor exportador. En consecuencia, ambos países acordaron el mes pasado un contrato de largo plazo por el que las exportaciones de gas ruso a China se elevarán hasta llegar a los 48 mil millones de metros cúbicos, o cerca del 10% de consumo de gas proyectado por China, de 526 mil millones de metros cúbicos, para 2025.
La invasión rusa a Ucrania y las sanciones financieras y económicas subsiguientes lideradas por Occidente impuestas a Rusia han proyectado una abrupta sombra sobre estos planes. Además de exacerbar las perturbaciones de la cadena de suministro actual, las amplias sanciones han dificultado a las empresas chinas su operación en Rusia. Lo que es más importante: la guerra involucra a dos de los mayores exportadores globales de alimentos y energía.
Ucrania y Rusia representan juntas el 28% de las exportaciones mundiales de cereales, y los futuros del trigo en la Bolsa Mercantil de Chicago han subido en más del 50% desde la invasión. De manera similar, los precios del petróleo, el gas y el carbón han aumentado debido a las alteraciones de la oferta y las sanciones contra Rusia. Estas presiones inflacionarias podrían tener efectos devastadores sobre la población china, así como en el sector manufacturero del país.
Pero la postura oficial neutral del gobierno chino hacia la guerra ruso-ucraniana también puede implicar beneficios económicos si China se vuelve más importante para Rusia sin afectar desproporcionadamente a socios occidentales importantes como EE.UU. y Australia. Las exportaciones rusas de alimentos en 2021 totalizaron $38 mil millones, de los cuales $4,7 mil millones tuvieron a la Unión Europea como destino. Así, la inflación alimentaria china se podría moderar si las sanciones de la UE hacen que Rusia desvíe algunas de sus exportaciones de alimentos a China en términos favorables.
De modo similar, es probable que China disfrute de términos más favorables por sus importaciones de energía a medida que continúe la guerra y otros países reduzcan sus compras de petróleo y gas rusos. EE.UU. ha prohibido las importaciones de petróleo ruso, y es muy posible que otros países le imiten. Asimismo, la UE planea reducir su dependencia en el gas natural ruso en dos tercios este año y, para compensar este hecho, está a la búsqueda de proveedores y fuentes de energía alternativos.
Si bien el abandono del gas tomará tiempo, parece inevitable que Rusia necesitará buscar otros compradores pronto. Puesto que el petróleo y el gas representaron un 60% de las exportaciones rusas y generaron un 39% de sus ingresos presupuestarios en 2019, China estará en una sólida posición de negociación.
En último término, el impacto de la guerra ruso-ucraniana sobre la economía china dependerá de la duración del conflicto y el nivel de devastación que este cause en Ucrania y Rusia, y en otras partes de la economía global. También de cuánta buena voluntad siga habiendo entre China y los aliados occidentales de Ucrania cuando hayan acabado los combates.
Resulta evidente que 2022 será un año de incertidumbre en el que China tendrá un control limitado sobre su crecimiento económico. Los nuevos riesgos surgidos de la guerra en Europa del Este han agravado los retos que previeron las autoridades por una recuperación pospandémica lenta y desigual. En este punto, es un misterio cómo les irá a China y al resto de la economía global en los meses venideros.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen