LONDRES – Rusia aseguró, sin pruebas, que Estados Unidos opera laboratorios de guerra biológica en Ucrania. Estados Unidos tildó las acusaciones de «ridículas» y (junto con el mando de la OTAN) advirtió de que el Kremlin tal vez esté buscando inventar un pretexto para usar armas químicas o biológicas, como parte del infructuoso ataque militar contra su país vecino. Ucrania ya había informado que, igual que muchos otros países, tiene laboratorios de salud pública dedicados a investigar el modo de reducir el riesgo de enfermedades peligrosas que afectan a animales y personas.
El 11 de marzo, hubo una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a pedido de Rusia, para analizar el tema; pero una vez más, Rusia fue incapaz de ofrecer alguna prueba creíble de sus acusaciones. La secretaría de la ONU puso a los miembros del Consejo al tanto de la Convención sobre Armas Biológicas (1975) y recordó que de haber dudas sobre su cumplimiento existe la posibilidad de activar un mecanismo de consulta.
Dadas las circunstancias, es improbable que pueda haber consultas entre Rusia y Ucrania. La Organización Mundial de la Salud (que evidentemente cree más en la versión ucraniana) aconsejó al país la destrucción de patógenos peligrosos que haya en sus laboratorios de salud pública, para evitar su liberación accidental como resultado de los combates.
¿Qué hay de las armas químicas? Para evaluar el riesgo de que se las use en Ucrania, hay que recordar la historia reciente, en particular la guerra civil en Siria, donde hubo varios casos de empleo de armas químicas. En septiembre de 2013, el mecanismo de investigación activado por el entonces secretario general de la ONU Ban Ki-moon en el contexto del Protocolo de Ginebra (1925) determinó que el mes anterior se había usado el agente neurotóxico sarín en Guta (una región a las afueras de Damasco). El ataque causó más de 1400 muertes entre la población civil.
Tras un acuerdo entre Rusia y Estados Unidos, Siria aceptó destruir sus armas químicas, y en octubre de 2013 se unió a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), quedando de tal modo sujeta al escrutinio del mecanismo integral de verificación previsto por la Convención sobre Armas Químicas.
Más tarde, una misión de investigación de la OPAQ confirmó que también se habían usado armas químicas en otras partes de Siria. El mecanismo conjunto de investigación establecido por el Consejo de Seguridad en agosto de 2015, y más tarde un equipo de investigación e identificación creado por la conferencia de estados miembros de la OPAQ en junio de 2018, responsabilizaron al gobierno sirio por reiterados usos de armas químicas.
En 2021 los estados miembros de la OPAQ suspendieron el derecho al voto y otras atribuciones de Siria, pero es improbable que el Consejo de Seguridad tome más medidas, ya que Rusia se opone. De hecho, desde su intervención militar en la guerra civil siria en septiembre de 2015, ha dado pleno apoyo al gobierno de Damasco en diversos foros internacionales.
En la OPAQ, Rusia y unos pocos países más lanzaron una campaña concertada para restar credibilidad a los hallazgos de diferentes investigaciones, fabricando una serie de narrativas (a veces, contradictorias) con el objetivo de sembrar confusión y dudas respecto de la responsabilidad del gobierno sirio por los ataques con armas químicas. Y trataron una y otra vez de poner en duda informes científicos que daban prueba suficiente de los hechos. Rusia sugirió que milicias opositoras usaron armas químicas para que su aliado sirio apareciera como responsable.
El gobierno sirio alegó que no necesitaba usar armas químicas, porque tenía capacidad convencional suficiente para suprimir a las milicias opositoras. Pero expertos militares no coincidieron. En algunas zonas donde el ejército sirio estaba empantanado, usar armas químicas puede haberlo ayudado a aterrorizar a la población civil, desmoralizar a las fuerzas de la oposición y recapturar territorios con menos bajas propias.
Además, ha habido usos recientes de armas químicas en otros lugares además de Siria. En 2018, el ex doble espía ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con el agente neurotóxico Novichok en el Reino Unido; y en 2020 ocurrió lo mismo con Alexéi Navalni, opositor al Kremlin, en Rusia. En 2017, el hermanastro del líder norcoreano Kim Jong‑un fue asesinado con VX (otro agente neurotóxico) en el aeropuerto de Kuala Lumpur.
Rusia heredó de la Unión Soviética el mayor arsenal de armas químicas del mundo, pero en teoría ya no debería poseer ninguna, ya que lo mismo que otros países, tuvo que declarar a la OPAQ todas las que tenía y destruirlas, con verificación de la organización, en noviembre de 2017. Pero los usos posteriores (aunque en cantidades muy pequeñas) de Novichok atribuidos a Rusia hacen sospechar que puede haber escondido una parte de su arsenal.
De ser así, ¿estará Rusia dispuesta a usar armas químicas en Ucrania, sobre todo si la guerra se prolonga? ¿O deberíamos descartar esa posibilidad, en particular teniendo en cuenta el importante poder de disuasión del mecanismo de investigación mejorado de la OPAQ?
Los procedimientos para la investigación del uso presunto de armas químicas han aumentado en capacidad, sofisticación y efectividad. Los estados miembros de la Convención están decididos a evitar nuevos casos, y desde junio de 2018 es posible invocar el mecanismo de investigación ante cualquier acusación en tal sentido contra un estado miembro.
En mi declaración como director general de la OPAQ, en la sesión de apertura de la reunión de 2018, señalé: «El uso de armas químicas, dondequiera que ocurra, es una ofensa grave que demanda una respuesta decidida. Si los culpables no rinden cuentas, no habrá poder de disuasión contra el resurgimiento y la aceptación del uso de agentes químicos como armas para la guerra y el terrorismo».
Hoy sigo pensando lo mismo. La comunidad internacional tiene una responsabilidad colectiva de prevenir el uso de armas químicas por parte de quien sea y en cualquier circunstancia, incluso en Ucrania. Pero si no lo consiguiéramos, confío en que se identificará y juzgará a los responsables.
Traducción: Esteban Flamini
LONDRES – Rusia aseguró, sin pruebas, que Estados Unidos opera laboratorios de guerra biológica en Ucrania. Estados Unidos tildó las acusaciones de «ridículas» y (junto con el mando de la OTAN) advirtió de que el Kremlin tal vez esté buscando inventar un pretexto para usar armas químicas o biológicas, como parte del infructuoso ataque militar contra su país vecino. Ucrania ya había informado que, igual que muchos otros países, tiene laboratorios de salud pública dedicados a investigar el modo de reducir el riesgo de enfermedades peligrosas que afectan a animales y personas.
El 11 de marzo, hubo una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a pedido de Rusia, para analizar el tema; pero una vez más, Rusia fue incapaz de ofrecer alguna prueba creíble de sus acusaciones. La secretaría de la ONU puso a los miembros del Consejo al tanto de la Convención sobre Armas Biológicas (1975) y recordó que de haber dudas sobre su cumplimiento existe la posibilidad de activar un mecanismo de consulta.
Dadas las circunstancias, es improbable que pueda haber consultas entre Rusia y Ucrania. La Organización Mundial de la Salud (que evidentemente cree más en la versión ucraniana) aconsejó al país la destrucción de patógenos peligrosos que haya en sus laboratorios de salud pública, para evitar su liberación accidental como resultado de los combates.
¿Qué hay de las armas químicas? Para evaluar el riesgo de que se las use en Ucrania, hay que recordar la historia reciente, en particular la guerra civil en Siria, donde hubo varios casos de empleo de armas químicas. En septiembre de 2013, el mecanismo de investigación activado por el entonces secretario general de la ONU Ban Ki-moon en el contexto del Protocolo de Ginebra (1925) determinó que el mes anterior se había usado el agente neurotóxico sarín en Guta (una región a las afueras de Damasco). El ataque causó más de 1400 muertes entre la población civil.
Tras un acuerdo entre Rusia y Estados Unidos, Siria aceptó destruir sus armas químicas, y en octubre de 2013 se unió a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), quedando de tal modo sujeta al escrutinio del mecanismo integral de verificación previsto por la Convención sobre Armas Químicas.
Más tarde, una misión de investigación de la OPAQ confirmó que también se habían usado armas químicas en otras partes de Siria. El mecanismo conjunto de investigación establecido por el Consejo de Seguridad en agosto de 2015, y más tarde un equipo de investigación e identificación creado por la conferencia de estados miembros de la OPAQ en junio de 2018, responsabilizaron al gobierno sirio por reiterados usos de armas químicas.
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En 2021 los estados miembros de la OPAQ suspendieron el derecho al voto y otras atribuciones de Siria, pero es improbable que el Consejo de Seguridad tome más medidas, ya que Rusia se opone. De hecho, desde su intervención militar en la guerra civil siria en septiembre de 2015, ha dado pleno apoyo al gobierno de Damasco en diversos foros internacionales.
En la OPAQ, Rusia y unos pocos países más lanzaron una campaña concertada para restar credibilidad a los hallazgos de diferentes investigaciones, fabricando una serie de narrativas (a veces, contradictorias) con el objetivo de sembrar confusión y dudas respecto de la responsabilidad del gobierno sirio por los ataques con armas químicas. Y trataron una y otra vez de poner en duda informes científicos que daban prueba suficiente de los hechos. Rusia sugirió que milicias opositoras usaron armas químicas para que su aliado sirio apareciera como responsable.
El gobierno sirio alegó que no necesitaba usar armas químicas, porque tenía capacidad convencional suficiente para suprimir a las milicias opositoras. Pero expertos militares no coincidieron. En algunas zonas donde el ejército sirio estaba empantanado, usar armas químicas puede haberlo ayudado a aterrorizar a la población civil, desmoralizar a las fuerzas de la oposición y recapturar territorios con menos bajas propias.
Además, ha habido usos recientes de armas químicas en otros lugares además de Siria. En 2018, el ex doble espía ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con el agente neurotóxico Novichok en el Reino Unido; y en 2020 ocurrió lo mismo con Alexéi Navalni, opositor al Kremlin, en Rusia. En 2017, el hermanastro del líder norcoreano Kim Jong‑un fue asesinado con VX (otro agente neurotóxico) en el aeropuerto de Kuala Lumpur.
Rusia heredó de la Unión Soviética el mayor arsenal de armas químicas del mundo, pero en teoría ya no debería poseer ninguna, ya que lo mismo que otros países, tuvo que declarar a la OPAQ todas las que tenía y destruirlas, con verificación de la organización, en noviembre de 2017. Pero los usos posteriores (aunque en cantidades muy pequeñas) de Novichok atribuidos a Rusia hacen sospechar que puede haber escondido una parte de su arsenal.
De ser así, ¿estará Rusia dispuesta a usar armas químicas en Ucrania, sobre todo si la guerra se prolonga? ¿O deberíamos descartar esa posibilidad, en particular teniendo en cuenta el importante poder de disuasión del mecanismo de investigación mejorado de la OPAQ?
Los procedimientos para la investigación del uso presunto de armas químicas han aumentado en capacidad, sofisticación y efectividad. Los estados miembros de la Convención están decididos a evitar nuevos casos, y desde junio de 2018 es posible invocar el mecanismo de investigación ante cualquier acusación en tal sentido contra un estado miembro.
En mi declaración como director general de la OPAQ, en la sesión de apertura de la reunión de 2018, señalé: «El uso de armas químicas, dondequiera que ocurra, es una ofensa grave que demanda una respuesta decidida. Si los culpables no rinden cuentas, no habrá poder de disuasión contra el resurgimiento y la aceptación del uso de agentes químicos como armas para la guerra y el terrorismo».
Hoy sigo pensando lo mismo. La comunidad internacional tiene una responsabilidad colectiva de prevenir el uso de armas químicas por parte de quien sea y en cualquier circunstancia, incluso en Ucrania. Pero si no lo consiguiéramos, confío en que se identificará y juzgará a los responsables.
Traducción: Esteban Flamini