En su primer viaje internacional, el nuevo Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O’Neill, tuvo un tropiezo –al decir la verdad. Durante la administración Clinton, el Secretario del Tesoro Robert Rubin y después Lawrence Summers afirmaron que Estados Unidos tenía “una política de dólar fuerte”. O’Neill declaró que “no estamos siguiendo...una política de dólar fuerte”. Ante los ataques inmediatos por dar marcha atrás a una política sostenida durante tanto tiempo, rápidamente se retractó. Qué lástima, porque su comentario fue mucho más sensato que las afirmaciones de sus predecesores.
La verdad es que los Estados Unidos no tienen una política de tipo de cambio. Cuando Alan Greenspan pondera cuál será el siguiente movimiento de las tasas de interés en los EU, se presta poca atención al tipo de cambio del dólar frente al euro, el yen u otras divisas. Las decisiones de política monetaria del país dependen de la fuerza o debilidad de la economía interna y de la inflación. Si la economía se está desacelerando, si hay capacidad excesiva y si la inflación es baja, las tasas de interés se reducen; si la economía es fuerte, el exceso de la capacidad se limita y las presiones inflacionarias crecen, las tasas aumentan. La Reserva Federal tampoco interviene directamente en los mercados de divisas, salvo en circunstancias extraordinarias.
Sólo en un sentido se puede decir que EU tenga una política de “dólar fuerte”: la política monetaria de la Reserva Federal está diseñada para mantener baja la inflación. El dólar se mantiene “fuerte” en términos de su poder de compra de bienes y servicios estadounidenses. Pero eso no es lo que los mercados creían que significaba una política de “dólar fuerte”. Suponían que la política de dólar fuerte se refería al tipo de cambio. En este sentido, la política de “dólar fuerte” significaría que Estados Unidos tiene una política de “euro débil” o de “yen débil”. Tal cosa no existe.
Entonces, ¿por qué varios Secretarios del Tesoro han dicho que los EU tienen una política de dólar fuerte? Parte de la respuesta es que el apoyo a un dólar fuerte es un lema fácil; suena patriótico. Además, si los secretarios Rubin y Summers hubieran dicho que creían en un “euro débil” la afirmación habría sido tomada como hostil, aunque implícitamente eso es lo que estaban diciendo. Rubin y Summers habrían hecho declaraciones más verdaderas si hubieran dicho que Estados Unidos de hecho no tiene una política de tipo de cambio, que es lo que O’Neill intentó hacer.
Existe otra razón para sus aseveraciones. Algunos funcionarios de EU creen que las declaraciones sobre un “dólar fuerte” contribuyen a estabilizar los mercados de divisas, aun cuando la política monetaria estadounidense no se dirigiera a fortalecer el dólar frente al euro o el yen. Hay quienes creen que, sin esas declaraciones, el dólar caería frente a esas divisas. Después de todo, si el Secretario del Tesoro de los EU no apoya al dólar, entonces, ¿qué sostendría su valor?
De acuerdo con esta interpretación, los participantes en el mercado comenzarían a predecir la caída del dólar y venderían la moneda anticipándose a ella. Esas ventas de la divisa en efecto llevarían al colapso del dólar. Estaríamos frenta a una profecía que se cumple sola.
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Estas profecías parece que se cumplen. Las afirmaciones sobre una política de “dólar fuerte” podrían sostener el valor de la moneda durante un tiempo, probablemente algunos años. Pero a la larga, las fuerzas y debilidades económicas fundamentales tienen efectos más fuertes sobre el tipo de cambio que las profecías.
Si, como parece ser el caso actualmente, la economía de Estados Unidos se está debilitando mientras que la de Europa sigue fuerte, el dólar se debilitará frente al euro, aunque el Secretario del Tesoro de EU promueva o deje de promover su divisa. Un dólar más débil frente al euro ayudará a conservar la demanda en EU mientras la economía se desacelera. De modo similar, el yen tenderá a depreciarse tanto frente al dólar como frente al euro, dadas las debilidades subyacentes de Japón.
Si algún efecto tuvieron las declaraciones sobre la política de dólar fuerte, tal vez fue ayudar a promover la burbuja financiera de Estados Unidos entre 1998 y 2000. Los inversionistas en EU y el resto del mundo creyeron durante este corto periodo que las inversiones en ese país garantizaban riqueza. Ello contribuyó al boom y a la caída de las acciones de tecnología en los EU.
La visión inocente de que el dólar sería siempre fuerte (y de que se fortalecería aún más) frente al euro añadió combustible a los flujos de capital hacia Estados Unidos. Ahora que la burbuja se está reventando, los mercados están deprimidos y el dólar se está debilitando frente al euro. Los excesos del pasado podrían generar una recesión en EU este año.
¿Cuál debería de ser la política de tipo de cambio de Estados Unidos? Lo correcto es basar la política monetaria estadounidense en las condiciones internas, más que en el tipo de cambio. Las economías pequeñas, muy integradas con sus socios comerciales podrán fijarse metas de tipo de cambio, o fijar su tipo de cambio con el de la divisa de sus socios comerciales, pero a las economías grandes y relativamente cerradas como los EU, la UE y Japón les conviene más centrarse en sus condiciones internas y dejar que los mercados fijen el tipo de cambio.
Debe permitirse que el dólar suba o baje frente al euro o al yen dependiendo de las fuerzas subyacentes de las tres zonas económicas. En el contexto actual, es probable que las fuerzas del mercado lleven a un mayor debilitamiento del dólar frente al euro y del yen frente al dólar y al euro.
Así, el Secretario O’Neill tuvo razón, aunque sus palabras fueron torpes. Los Estados Unidos no deben tener ni una política de dólar fuerte ni una política de dólar débil, sino más bien una política monetaria interna sensata, y el convencimiento de que los mercados de divisas son los que deben determinar el tipo de cambio.
The United States is not a monarchy, but a federal republic. States and cities controlled by Democrats represent half the country, and they can resist Donald Trump’s overreach by using the tools of progressive federalism, many of which were sharpened during his first administration.
see Democrat-controlled states as a potential check on Donald Trump’s far-right agenda.
Though the United States has long led the world in advancing basic science and technology, it is hard to see how this can continue under President Donald Trump and the country’s ascendant oligarchy. America’s rejection of Enlightenment values will have dire consequences.
predicts that Donald Trump’s second administration will be defined by its rejection of Enlightenment values.
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En su primer viaje internacional, el nuevo Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O’Neill, tuvo un tropiezo –al decir la verdad. Durante la administración Clinton, el Secretario del Tesoro Robert Rubin y después Lawrence Summers afirmaron que Estados Unidos tenía “una política de dólar fuerte”. O’Neill declaró que “no estamos siguiendo...una política de dólar fuerte”. Ante los ataques inmediatos por dar marcha atrás a una política sostenida durante tanto tiempo, rápidamente se retractó. Qué lástima, porque su comentario fue mucho más sensato que las afirmaciones de sus predecesores.
La verdad es que los Estados Unidos no tienen una política de tipo de cambio. Cuando Alan Greenspan pondera cuál será el siguiente movimiento de las tasas de interés en los EU, se presta poca atención al tipo de cambio del dólar frente al euro, el yen u otras divisas. Las decisiones de política monetaria del país dependen de la fuerza o debilidad de la economía interna y de la inflación. Si la economía se está desacelerando, si hay capacidad excesiva y si la inflación es baja, las tasas de interés se reducen; si la economía es fuerte, el exceso de la capacidad se limita y las presiones inflacionarias crecen, las tasas aumentan. La Reserva Federal tampoco interviene directamente en los mercados de divisas, salvo en circunstancias extraordinarias.
Sólo en un sentido se puede decir que EU tenga una política de “dólar fuerte”: la política monetaria de la Reserva Federal está diseñada para mantener baja la inflación. El dólar se mantiene “fuerte” en términos de su poder de compra de bienes y servicios estadounidenses. Pero eso no es lo que los mercados creían que significaba una política de “dólar fuerte”. Suponían que la política de dólar fuerte se refería al tipo de cambio. En este sentido, la política de “dólar fuerte” significaría que Estados Unidos tiene una política de “euro débil” o de “yen débil”. Tal cosa no existe.
Entonces, ¿por qué varios Secretarios del Tesoro han dicho que los EU tienen una política de dólar fuerte? Parte de la respuesta es que el apoyo a un dólar fuerte es un lema fácil; suena patriótico. Además, si los secretarios Rubin y Summers hubieran dicho que creían en un “euro débil” la afirmación habría sido tomada como hostil, aunque implícitamente eso es lo que estaban diciendo. Rubin y Summers habrían hecho declaraciones más verdaderas si hubieran dicho que Estados Unidos de hecho no tiene una política de tipo de cambio, que es lo que O’Neill intentó hacer.
Existe otra razón para sus aseveraciones. Algunos funcionarios de EU creen que las declaraciones sobre un “dólar fuerte” contribuyen a estabilizar los mercados de divisas, aun cuando la política monetaria estadounidense no se dirigiera a fortalecer el dólar frente al euro o el yen. Hay quienes creen que, sin esas declaraciones, el dólar caería frente a esas divisas. Después de todo, si el Secretario del Tesoro de los EU no apoya al dólar, entonces, ¿qué sostendría su valor?
De acuerdo con esta interpretación, los participantes en el mercado comenzarían a predecir la caída del dólar y venderían la moneda anticipándose a ella. Esas ventas de la divisa en efecto llevarían al colapso del dólar. Estaríamos frenta a una profecía que se cumple sola.
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Si, como parece ser el caso actualmente, la economía de Estados Unidos se está debilitando mientras que la de Europa sigue fuerte, el dólar se debilitará frente al euro, aunque el Secretario del Tesoro de EU promueva o deje de promover su divisa. Un dólar más débil frente al euro ayudará a conservar la demanda en EU mientras la economía se desacelera. De modo similar, el yen tenderá a depreciarse tanto frente al dólar como frente al euro, dadas las debilidades subyacentes de Japón.
Si algún efecto tuvieron las declaraciones sobre la política de dólar fuerte, tal vez fue ayudar a promover la burbuja financiera de Estados Unidos entre 1998 y 2000. Los inversionistas en EU y el resto del mundo creyeron durante este corto periodo que las inversiones en ese país garantizaban riqueza. Ello contribuyó al boom y a la caída de las acciones de tecnología en los EU.
La visión inocente de que el dólar sería siempre fuerte (y de que se fortalecería aún más) frente al euro añadió combustible a los flujos de capital hacia Estados Unidos. Ahora que la burbuja se está reventando, los mercados están deprimidos y el dólar se está debilitando frente al euro. Los excesos del pasado podrían generar una recesión en EU este año.
¿Cuál debería de ser la política de tipo de cambio de Estados Unidos? Lo correcto es basar la política monetaria estadounidense en las condiciones internas, más que en el tipo de cambio. Las economías pequeñas, muy integradas con sus socios comerciales podrán fijarse metas de tipo de cambio, o fijar su tipo de cambio con el de la divisa de sus socios comerciales, pero a las economías grandes y relativamente cerradas como los EU, la UE y Japón les conviene más centrarse en sus condiciones internas y dejar que los mercados fijen el tipo de cambio.
Debe permitirse que el dólar suba o baje frente al euro o al yen dependiendo de las fuerzas subyacentes de las tres zonas económicas. En el contexto actual, es probable que las fuerzas del mercado lleven a un mayor debilitamiento del dólar frente al euro y del yen frente al dólar y al euro.
Así, el Secretario O’Neill tuvo razón, aunque sus palabras fueron torpes. Los Estados Unidos no deben tener ni una política de dólar fuerte ni una política de dólar débil, sino más bien una política monetaria interna sensata, y el convencimiento de que los mercados de divisas son los que deben determinar el tipo de cambio.