LONDRES – Si hay una conclusión útil que economistas e inversores pueden extraer del año alocado que acaba de terminar –por cierto, de toda la década alocada desde la Crisis Financiera Global de 2008- es la siguiente: como dicen en Hollywood, “Nadie sabe nada”. En la industria cinematográfica, los estudios y productores más ricos y más experimentados invierten enormes cantidades de tiempo y dinero en investigación sobre audiencias, pero siguen sin tener idea de si sus últimas creaciones resultarán éxitos o fracasos. ¿Por qué sorprenderse entonces si lo mismo es válido para los mercados financieros –o, de hecho, para los precios de las materias primas, el diseño de políticas públicas o el desempeño corporativo?
LONDRES – Si hay una conclusión útil que economistas e inversores pueden extraer del año alocado que acaba de terminar –por cierto, de toda la década alocada desde la Crisis Financiera Global de 2008- es la siguiente: como dicen en Hollywood, “Nadie sabe nada”. En la industria cinematográfica, los estudios y productores más ricos y más experimentados invierten enormes cantidades de tiempo y dinero en investigación sobre audiencias, pero siguen sin tener idea de si sus últimas creaciones resultarán éxitos o fracasos. ¿Por qué sorprenderse entonces si lo mismo es válido para los mercados financieros –o, de hecho, para los precios de las materias primas, el diseño de políticas públicas o el desempeño corporativo?