La oposición democrática de Venezuela finalmente se unió detrás de un candidato único, Manuel Rosales, para hacerle frente al rebelde populista Hugo Chávez en las elecciones presidenciales programadas para el 3 de diciembre. Una presidencia de Rosales representaría un tipo absolutamente diferente de gobierno para Venezuela, que intentaría deshacer el legado demagógico de Chávez y su “Revolución Bolivariana”.
Desde su elección en 1998, Chávez hizo de la confrontación y la incitación a la violencia sus principales herramientas políticas. Se embarcó en una evidente diplomacia de chequera regalando, prácticamente sin ningún beneficio, los recursos petroleros de Venezuela a países como Cuba. Las reservas petroleras de Venezuela son importantes, pero no deberían despilfarrarse en aventuras extranjeras disfrazadas de integración económica. Chávez busca comprar la influencia regional, pero, básicamente, lo que hace es sustentar a camaradas ideológicos como Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua, y algunos tan alejados como Robert Mugabe de Zimbabwe y Aleksander Lukashenko de Bielorrusia.
Durante muchos años, Venezuela tuvo excelentes relaciones con sus vecinos, sin tener que comprar su amistad. Pero Chávez, sin justificativo alguno, calumnió a muchos de ellos, inclusive a la vecina Colombia, una de las razones por las cuales su esfuerzo para que Venezuela ganara la banca latinoamericana en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas recientemente se vio bloqueado.
Una presidencia de Rosales terminaría con el aislamiento de Venezuela impuesto por una conspiración de radicales y alentaría la inversión directa tanto interna como externa en el país. A decir verdad, el próximo gobierno necesitará, sobre todo, poner en marcha la economía de una manera sustentable a fin de crear un clima positivo para la creación de empleos, que es el único remedio duradero para la pobreza que Chávez se esforzó por explotar.
Bajo una presidencia de Rosales, también se restablecerían las relaciones de Venezuela con su principal socio comercial, Estados Unidos, en un clima de respeto mutuo. El presidente Chávez se opuso a los Acuerdos de Libre Comercio y propuso una asociación comercial mutante que él llama ALBA (Alternativa Bolivariana para la América). Una presidencia de Rosales permitiría que Venezuela reanudara relaciones comerciales normales, lo cual significa una participación entusiasta en el Pacto Andino, el Grupo de los 3 y el Mercosur. Rosales establecerá una comisión conjunta del sector público y privado para negociar todos los futuros acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales, entre ellos los pactos propuestos con la Unión Europea y Estados Unidos.
Sin embargo, es dentro de la propia Venezuela donde un gobierno de Rosales ejecutaría sus cambios más profundos. En lugar de invertir dinero en armamentos, como ha hecho Chávez, Rosales piensa redistribuir el 20% del ingreso nacional de Venezuela generado por el petróleo directamente entre los ciudadanos pertenecientes a los grupos de ingresos más bajos. La gente que anteriormente dependía de diversas donaciones del gobierno, que muchas veces se asignaban en base a un favoritismo político, estaría facultada para decidir directamente y por sí misma cómo gastar los recursos que les proporcionó el Estado.
At a time when democracy is under threat, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided. Subscribe now and save $50 on a new subscription.
Subscribe Now
Después de más de un siglo de producción petrolera en Venezuela, que posee las quintas reservas más importantes del mundo (y las mayores reservas de gas en América latina), el Estado es rico, pero la gente sigue siendo trágicamente pobre. El nuevo gobierno se comprometería firmemente a poner fin a esta situación inaceptable.
En lugar de armar “milicias de ciudadanos” con rifles AK-47 para la “guerra” con Estados Unidos que avizoran las fantasías paranoicas de Chávez, un gobierno de Rosales le otorgaría becas a la gente para estudiar. Apuntaría a difundir en todo el país el exitoso modelo desarrollado en Zulia donde se admite a estudiantes de contextos pobres a universidades privadas locales como resultado de programas diseñados junto con el gobierno regional. Cuarenta y cuatro mil estudiantes hoy forman parte del programa
Jesús Enrique Losada
, que se implementaría en toda Venezuela.
La propiedad privada seguiría siendo la base para asegurar una economía próspera, descartando la práctica actual de apropiación de tierras por parte del Estado sin compensación alguna. La experiencia en otras partes demuestra que la “cogestión revolucionaria” de las empresas impuesta por el gobierno no resolverá los problemas económicos de Venezuela.
De hecho, Rosales rechaza de plano los llamados a establecer un nuevo orden mundial “socialista” que Chávez recientemente pronunció en un viaje a Londres. El nuevo gobierno reafirmaría el derecho fundamental a la propiedad privada y se propondría la emisión de un título legal de propiedad en carácter de escritura para los habitantes rurales y urbanos. El Estado otorgaría una propiedad permanente de la tierra a quienes tengan derecho a ella por habitarla y trabajarla.
El mayor desafío que enfrenta una presidencia de Rosales en Venezuela sería poner fin al clima de inseguridad que prevalece en todo el territorio. La pobreza y el desempleo contribuyen a una creciente criminalidad. Hoy, el bandolerismo empieza en la oficina de la presidencia. Si se quiere reformar a Venezuela, el cambio debe empezar en la cima.
To have unlimited access to our content including in-depth commentaries, book reviews, exclusive interviews, PS OnPoint and PS The Big Picture, please subscribe
At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
La oposición democrática de Venezuela finalmente se unió detrás de un candidato único, Manuel Rosales, para hacerle frente al rebelde populista Hugo Chávez en las elecciones presidenciales programadas para el 3 de diciembre. Una presidencia de Rosales representaría un tipo absolutamente diferente de gobierno para Venezuela, que intentaría deshacer el legado demagógico de Chávez y su “Revolución Bolivariana”.
Desde su elección en 1998, Chávez hizo de la confrontación y la incitación a la violencia sus principales herramientas políticas. Se embarcó en una evidente diplomacia de chequera regalando, prácticamente sin ningún beneficio, los recursos petroleros de Venezuela a países como Cuba. Las reservas petroleras de Venezuela son importantes, pero no deberían despilfarrarse en aventuras extranjeras disfrazadas de integración económica. Chávez busca comprar la influencia regional, pero, básicamente, lo que hace es sustentar a camaradas ideológicos como Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua, y algunos tan alejados como Robert Mugabe de Zimbabwe y Aleksander Lukashenko de Bielorrusia.
Durante muchos años, Venezuela tuvo excelentes relaciones con sus vecinos, sin tener que comprar su amistad. Pero Chávez, sin justificativo alguno, calumnió a muchos de ellos, inclusive a la vecina Colombia, una de las razones por las cuales su esfuerzo para que Venezuela ganara la banca latinoamericana en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas recientemente se vio bloqueado.
Una presidencia de Rosales terminaría con el aislamiento de Venezuela impuesto por una conspiración de radicales y alentaría la inversión directa tanto interna como externa en el país. A decir verdad, el próximo gobierno necesitará, sobre todo, poner en marcha la economía de una manera sustentable a fin de crear un clima positivo para la creación de empleos, que es el único remedio duradero para la pobreza que Chávez se esforzó por explotar.
Bajo una presidencia de Rosales, también se restablecerían las relaciones de Venezuela con su principal socio comercial, Estados Unidos, en un clima de respeto mutuo. El presidente Chávez se opuso a los Acuerdos de Libre Comercio y propuso una asociación comercial mutante que él llama ALBA (Alternativa Bolivariana para la América). Una presidencia de Rosales permitiría que Venezuela reanudara relaciones comerciales normales, lo cual significa una participación entusiasta en el Pacto Andino, el Grupo de los 3 y el Mercosur. Rosales establecerá una comisión conjunta del sector público y privado para negociar todos los futuros acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales, entre ellos los pactos propuestos con la Unión Europea y Estados Unidos.
Sin embargo, es dentro de la propia Venezuela donde un gobierno de Rosales ejecutaría sus cambios más profundos. En lugar de invertir dinero en armamentos, como ha hecho Chávez, Rosales piensa redistribuir el 20% del ingreso nacional de Venezuela generado por el petróleo directamente entre los ciudadanos pertenecientes a los grupos de ingresos más bajos. La gente que anteriormente dependía de diversas donaciones del gobierno, que muchas veces se asignaban en base a un favoritismo político, estaría facultada para decidir directamente y por sí misma cómo gastar los recursos que les proporcionó el Estado.
HOLIDAY SALE: PS for less than $0.7 per week
At a time when democracy is under threat, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided. Subscribe now and save $50 on a new subscription.
Subscribe Now
Después de más de un siglo de producción petrolera en Venezuela, que posee las quintas reservas más importantes del mundo (y las mayores reservas de gas en América latina), el Estado es rico, pero la gente sigue siendo trágicamente pobre. El nuevo gobierno se comprometería firmemente a poner fin a esta situación inaceptable.
En lugar de armar “milicias de ciudadanos” con rifles AK-47 para la “guerra” con Estados Unidos que avizoran las fantasías paranoicas de Chávez, un gobierno de Rosales le otorgaría becas a la gente para estudiar. Apuntaría a difundir en todo el país el exitoso modelo desarrollado en Zulia donde se admite a estudiantes de contextos pobres a universidades privadas locales como resultado de programas diseñados junto con el gobierno regional. Cuarenta y cuatro mil estudiantes hoy forman parte del programa Jesús Enrique Losada , que se implementaría en toda Venezuela.
La propiedad privada seguiría siendo la base para asegurar una economía próspera, descartando la práctica actual de apropiación de tierras por parte del Estado sin compensación alguna. La experiencia en otras partes demuestra que la “cogestión revolucionaria” de las empresas impuesta por el gobierno no resolverá los problemas económicos de Venezuela.
De hecho, Rosales rechaza de plano los llamados a establecer un nuevo orden mundial “socialista” que Chávez recientemente pronunció en un viaje a Londres. El nuevo gobierno reafirmaría el derecho fundamental a la propiedad privada y se propondría la emisión de un título legal de propiedad en carácter de escritura para los habitantes rurales y urbanos. El Estado otorgaría una propiedad permanente de la tierra a quienes tengan derecho a ella por habitarla y trabajarla.
El mayor desafío que enfrenta una presidencia de Rosales en Venezuela sería poner fin al clima de inseguridad que prevalece en todo el territorio. La pobreza y el desempleo contribuyen a una creciente criminalidad. Hoy, el bandolerismo empieza en la oficina de la presidencia. Si se quiere reformar a Venezuela, el cambio debe empezar en la cima.