TOKIO – La invasión rusa de Ucrania fue para muchos un recordatorio de la tensa relación entre China y Taiwán. Pero a pesar de que entre Taiwán y Ucrania hay tres semejanzas, también existen importantes diferencias.
El primer parecido es la gran divergencia de poder militar entre Taiwán y China (como la que también existía entre Ucrania y Rusia). Una divergencia que además se acrecienta año tras año.
En segundo lugar, ni Ucrania ni Taiwán tienen aliados militares formales. Ambos países están obligados a confrontar solos cualquier amenaza o ataque.
En tercer lugar, por ser tanto Rusia como China miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con poder de veto, no es posible apelar a la función mediadora de la ONU en conflictos en los que estén involucrados. Es lo que sucede ahora que Rusia atacó a Ucrania, y se daría lo mismo en cualquier crisis por Taiwán.
Pero las circunstancias de Taiwán son todavía más difíciles. Taiwán no tiene aliados; pero en 1979 Estados Unidos aprobó una ley por la que se obliga a proveerle los equipos y suministros militares «necesarios para que Taiwán pueda mantener una capacidad de autodefensa suficiente». Esta «Ley de Relaciones con Taiwán» ha funcionado como una especie de compensación por la renuencia estadounidense a declarar en forma explícita que defenderá a Taiwán en caso de ataque. Pero ahora es necesario modificar este sistema.
En respuesta a la agresión rusa, Estados Unidos declaró desde un inicio que no desplegaría tropas para defender a Ucrania. Pero en relación con Taiwán mantiene una política de ambigüedad estratégica. Esta es la segunda diferencia: no está claro si Estados Unidos usaría la fuerza en una crisis que involucre a Taiwán.
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La postura estadounidense de dejar indefinido cómo respondería si China ataca a Taiwán desalentó el aventurerismo militar chino (al menos hasta ahora), porque Beijing debe tener en cuenta la posibilidad de una intervención militar estadounidense. Al mismo tiempo, la posibilidad de que esa intervención no se produzca ha sido un factor de disuasión del independentismo radical dentro de la isla.
Estados Unidos lleva décadas manteniendo esta política bifronte. Pero la tercera y más importante diferencia entre Ucrania y Taiwán es buen motivo para pensar que es hora de que reconsidere su estrategia. Básicamente, Taiwán (a diferencia de Ucrania) no es un estado independiente más allá de toda duda.
La invasión rusa no es sólo una violación militar de la soberanía territorial ucraniana, sino también un intento de derribar con misiles y bombas el gobierno de un estado soberano. En esto, no hay en la comunidad internacional ninguna controversia sobre la interpretación del derecho internacional y de la Carta de la ONU. Aunque el grado de participación de diversos países en las sanciones contra Rusia no ha sido el mismo, ninguno ha dicho que Rusia no esté cometiendo una violación grave del derecho internacional.
Pero China afirma que Taiwán no es un país separado, y la posición de Estados Unidos y Japón es respetar dicha afirmación. Ni Japón ni Estados Unidos tienen relaciones diplomáticas oficiales con Taiwán, y son pocos los países que reconocen a Taiwán como un estado soberano. A diferencia de Ucrania, en caso de una invasión a Taiwán, la dirigencia china podría decir que es necesaria para suprimir actividades antigubernamentales en una de sus propias regiones, y que por tanto dicha acción no violaría el derecho internacional.
Cuando Rusia se anexó Crimea, la comunidad internacional terminó aceptándolo, aunque fue una violación de la soberanía ucraniana. En vista de este precedente, no sería raro que la dirigencia china esté esperando incluso más tolerancia internacional si adoptara el argumento de estar sometiendo a una «región» propia, en vez de a otro país.
Esta lógica vuelve insostenible la ambigüedad estratégica. Esta política funcionó extremadamente bien mientras Estados Unidos tenía fuerza suficiente para mantenerla, y mientras el poder militar de China era muy inferior al de Estados Unidos. Pero esos días han quedado atrás. La política estadounidense de ambigüedad hacia Taiwán ha comenzado a fomentar la inestabilidad en la región indopacífica, ya que alienta a China a subestimar la determinación estadounidense y aumenta innecesariamente el temor de las autoridades en Taipei.
Visto que las circunstancias ya no son las mismas que cuando se adoptó la política de ambigüedad estratégica, Estados Unidos debe emitir una declaración que no admita malentendidos ni interpretaciones divergentes. Ha llegado la hora de que Estados Unidos deje claro que defenderá a Taiwán de cualquier intento de invasión por parte de China.
En todas las reuniones que tuve con el presidente Xi Jinping mientras fui primer ministro, nunca dejé de transmitirle que no debía subestimar la intención japonesa de defender las islas Senkaku, y que nuestra determinación era inconmovible. La tragedia humanitaria en Ucrania nos enseña una amarga lección. Ya no puede haber ningún margen para dudar de nuestra determinación respecto de Taiwán, y de nuestra determinación de defender la libertad, la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho.
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In 2024, global geopolitics and national politics have undergone considerable upheaval, and the world economy has both significant weaknesses, including Europe and China, and notable bright spots, especially the US. In the coming year, the range of possible outcomes will broaden further.
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TOKIO – La invasión rusa de Ucrania fue para muchos un recordatorio de la tensa relación entre China y Taiwán. Pero a pesar de que entre Taiwán y Ucrania hay tres semejanzas, también existen importantes diferencias.
El primer parecido es la gran divergencia de poder militar entre Taiwán y China (como la que también existía entre Ucrania y Rusia). Una divergencia que además se acrecienta año tras año.
En segundo lugar, ni Ucrania ni Taiwán tienen aliados militares formales. Ambos países están obligados a confrontar solos cualquier amenaza o ataque.
En tercer lugar, por ser tanto Rusia como China miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con poder de veto, no es posible apelar a la función mediadora de la ONU en conflictos en los que estén involucrados. Es lo que sucede ahora que Rusia atacó a Ucrania, y se daría lo mismo en cualquier crisis por Taiwán.
Pero las circunstancias de Taiwán son todavía más difíciles. Taiwán no tiene aliados; pero en 1979 Estados Unidos aprobó una ley por la que se obliga a proveerle los equipos y suministros militares «necesarios para que Taiwán pueda mantener una capacidad de autodefensa suficiente». Esta «Ley de Relaciones con Taiwán» ha funcionado como una especie de compensación por la renuencia estadounidense a declarar en forma explícita que defenderá a Taiwán en caso de ataque. Pero ahora es necesario modificar este sistema.
En respuesta a la agresión rusa, Estados Unidos declaró desde un inicio que no desplegaría tropas para defender a Ucrania. Pero en relación con Taiwán mantiene una política de ambigüedad estratégica. Esta es la segunda diferencia: no está claro si Estados Unidos usaría la fuerza en una crisis que involucre a Taiwán.
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La postura estadounidense de dejar indefinido cómo respondería si China ataca a Taiwán desalentó el aventurerismo militar chino (al menos hasta ahora), porque Beijing debe tener en cuenta la posibilidad de una intervención militar estadounidense. Al mismo tiempo, la posibilidad de que esa intervención no se produzca ha sido un factor de disuasión del independentismo radical dentro de la isla.
Estados Unidos lleva décadas manteniendo esta política bifronte. Pero la tercera y más importante diferencia entre Ucrania y Taiwán es buen motivo para pensar que es hora de que reconsidere su estrategia. Básicamente, Taiwán (a diferencia de Ucrania) no es un estado independiente más allá de toda duda.
La invasión rusa no es sólo una violación militar de la soberanía territorial ucraniana, sino también un intento de derribar con misiles y bombas el gobierno de un estado soberano. En esto, no hay en la comunidad internacional ninguna controversia sobre la interpretación del derecho internacional y de la Carta de la ONU. Aunque el grado de participación de diversos países en las sanciones contra Rusia no ha sido el mismo, ninguno ha dicho que Rusia no esté cometiendo una violación grave del derecho internacional.
Pero China afirma que Taiwán no es un país separado, y la posición de Estados Unidos y Japón es respetar dicha afirmación. Ni Japón ni Estados Unidos tienen relaciones diplomáticas oficiales con Taiwán, y son pocos los países que reconocen a Taiwán como un estado soberano. A diferencia de Ucrania, en caso de una invasión a Taiwán, la dirigencia china podría decir que es necesaria para suprimir actividades antigubernamentales en una de sus propias regiones, y que por tanto dicha acción no violaría el derecho internacional.
Cuando Rusia se anexó Crimea, la comunidad internacional terminó aceptándolo, aunque fue una violación de la soberanía ucraniana. En vista de este precedente, no sería raro que la dirigencia china esté esperando incluso más tolerancia internacional si adoptara el argumento de estar sometiendo a una «región» propia, en vez de a otro país.
Esta lógica vuelve insostenible la ambigüedad estratégica. Esta política funcionó extremadamente bien mientras Estados Unidos tenía fuerza suficiente para mantenerla, y mientras el poder militar de China era muy inferior al de Estados Unidos. Pero esos días han quedado atrás. La política estadounidense de ambigüedad hacia Taiwán ha comenzado a fomentar la inestabilidad en la región indopacífica, ya que alienta a China a subestimar la determinación estadounidense y aumenta innecesariamente el temor de las autoridades en Taipei.
Visto que las circunstancias ya no son las mismas que cuando se adoptó la política de ambigüedad estratégica, Estados Unidos debe emitir una declaración que no admita malentendidos ni interpretaciones divergentes. Ha llegado la hora de que Estados Unidos deje claro que defenderá a Taiwán de cualquier intento de invasión por parte de China.
En todas las reuniones que tuve con el presidente Xi Jinping mientras fui primer ministro, nunca dejé de transmitirle que no debía subestimar la intención japonesa de defender las islas Senkaku, y que nuestra determinación era inconmovible. La tragedia humanitaria en Ucrania nos enseña una amarga lección. Ya no puede haber ningún margen para dudar de nuestra determinación respecto de Taiwán, y de nuestra determinación de defender la libertad, la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho.
Traducción: Esteban Flamini