Cuando el presidente de un país es acusado de ordenar el asesinato de un periodista, como están haciendo los rumores acerca del presidente de Ukrania, Leonid Kuchma, es difícil imaginarse a ese país como uno que está mejorando. Pero Ukrania está mejorando. De 1991 a 1999 experimentó un estable deterioro económico, pero en el 2000 de pronto alcanzó un crecimiento del 6%, que luego aceleró hasta 9% en la primera mitad del 2001.
Después de derrumbarse con reformas graduales durante años, el país lanzó repentinamente un programa estándar de reforma radical. Lo curioso del asunto es que tal reforma se había vuelto políticamente posible. El desplome financiero de Rusia en agosto de 1998 abrió las puertas de las reformas reales porque, cuando inició, Ukrania estuvo cerca de faltar a sus pagos de deuda y esto impuso la austeridad en el gobierno. El cinismo y la apatía se desintegraron. A finales de 1999 se creó una amplia coalición de partidos de derecha y de centro para enderezar a Ukrania. Las mejoras llegaron de inmediato.
El elegido para Primer Ministro fue Viktor Yushchenko, el único héroe de la primera década de independencia en Ukrania, lograda gracias a la moneda estable proveída por su trabajo como añejo presidente del consejo del Banco Central. Como Primer Ministro, Yushchenko inició la reforma en un amplio frente y con velocidad. Curiosamente, su principal agente de reforma fue Yulia Timoshenko, uno de los más ricos entre los poderosos oligarcas de Ukrania, quien lanzó un feroz asalto contra sus competidores.
Yushchenko obligó al libertino régimen establecido a apretarse el cinturón, empujando el presupuesto hasta un ligero superávit. En oposición a la primordial necesidad de estimulación fiscal, la austeridad presagió el crecimiento, pues en el pasado los fondos extra del estado habían desaparecido en los bolsillos de los oligarcas. El presupuesto balanceado niveló el terreno para los negocios, dando empuje a la competencia y, por tanto, a la producción.
Durante años, todo mundo se quejó de la incapacidad de Ukrania para recolectar las rentas del estado, pero su tesorería recolectaba, de hecho, demasiado dinero: cerca del 40% del PIB oficial, mucho más que en Estados Unidos. Estos elevados impuestos no heran pagados por los oligarcas, sino por pequeños y medianos empresarios que también eran extorcionados para pagar grandes sobornos a los burócratas. Así, Yushchenko realizó substanciales reducciones de impuestos antes de llevar a cabo la limpieza fiscal. Un simple impuesto fijo para empresarios individuales dió vida a millones de empresas y combatió de una vez por todas las inspecciones empresariales dirigidas a la obtención de sobornos.
Una vez que los negocios más pequeños empezaron a crecer, Yushchenko tornó su atención a los oligarcas. El arte de ser un oligarca se centra en torcer las decisiones del gobierno para hacer que las propiedades y la riqueza del estado sean legalmente tuyas. Yushchenko se dedicó a limpiar las rutinas de toma de decisiones del gobierno, las cuales los oligarcas habían evidentemente moldeado para satisfacer sus intereses. Robar una firma del Primer Ministro ya no era posible.
Tranquilamente, el gobierno ukraniano privatizó muchas grandes empresas. Antes de las elecciones presidenciales de 1999 el mayor oligarca de Ukrania, Grigory Surkis, se apoderó de un cuarto de la distribución regional de electricidad. En paralelo, el nuero del presidente Kuchma, Viktor Pinchuk, se apropió de cinco grandes compañías metalúrgicas. En el 2000, Ukrania vendió cuatro importantes refinerías de petróleo a tres corporaciones rusas y una a Kazak Oil, y así continuó. De pronto, los gigantes industriales que solían no tener amo tuvieron propietarios concretos que querían hacer dinero. Los efectos benéficos no se hicieron esperar.
Una vez privatizadas, las empresas productoras de acero dieron gran impulso a la exportación. Las compañías extranjeras incrementaron la refinación de petróleo en Ukrania, volviendo al país autosuficiente en materia de caros productos petroleros y reduciendo la cuenta de importación. Puesto que las compañías extranjeras de petróleo no pueden reclamar subsidios del gobierno, el oligarca que solía vivir en gran medida de los subsidios de petróleo (Alexander Volkov) ya no tiene influencia.
La distribución de energía eléctrica en Ukrania era un absurdo económico. Las plantas generadoras eran públicas y los distribuidores extraían los pagos de los usuarios finales, pero con frecuencia a través de intercambios, evitando así hacer pagos a las plantas generadoras estatales. El total de las cuentas sin pagar excedía los mil millones de dólares estadounidenses al año. Cuando Surkis se volvió propietario de tantas distribuidoras regionales, la Ministro de Energía Asistente, Yulia Timoshenko, lo obligó a pagar sus cuentas y sus impuestos en dinero contante y sonante.
Hace algunos años el oligarca Ihor Bakai declaró que todas las personas verdaderamente ricas de Ukrania conseguían su dinero a través de la importación de gas de Rusia, lo cual es verdad en el caso de Bakai, de Volkov, de Timoshenko, de Surkis y de Pinchuk. Por medio de complejos tratos los administradores de la compañía rusa Gazprom y algunos oligarcas ukranianos se dividieron cerca de $3 mil millones al año. Pero fue Timoshenko quien sistemáticamente minó y destruyó este tenebroso negocio antes de que sus colegas oligarcas la forzaran a salir del gobierno y la hicieran arrestar bajo supuestos cargos de corrupción. En particular, Timoshenko sacó a Bakai del negocio.
Así, Timoshenko fue expulsada antes de que pudiera reformar la industria del carbón, la cual está profundamente criminalizada por los subsidios del estado. La industria del carbón, encabezada por el gobernador de la región de Donetsk y el encargado del Servicio de Impuestos (!), comprende el tercer mayor grupo de oligarcas junto con Pinchuk y Surkis. Los otros fueron devastados por las reformas.
El cuento de Ukrania no ha terminado, pero se han logrado reformas asombrosas a pesar de su tenebrosa política y nada triunfa como el éxito. Aunque los periódicos y la televisión del país siguen siendo serviles, la gente se entera de estos cambios y aún en la truncada democracia de Ukrania ahora las opiniones de la gente normal tienen peso.
De tal forma, en una tierra en la que la mayoría de los líderes son considerados truanes, un líder honesto sobresale. Este año Yushchenko fue expulsado por una coalición parlamentaria de derecha y de izquierda que actuó en confabulación con el presidente Kuchma, quien ansiaba deshacerse del Primer Ministro Yushchenko. Fuera del poder, sin embargo, Yushchenko adquiere cada vez más popularidad.
En las sociedades semireformadas, postcomunistas o en desarrollo, las oligarquías que abusan del estado son el mayor problema. Es posible, sin embargo, desarmarlas a través de la competencia. Más que comprometerse con ellas, los reformistas deben aprender a enfrentar a los oligarcas unos con otros para fomentar la competencia, que es lo que Yushchenko hizo. Cuando todo ha salido mal en un país la economía se vuelve simple, es la política lo que sigue siendo difícil.