PARÍS – En el pequeño pueblo de Orehovica, en el norte de Croacia, los alumnos de preescolar se reúnen dos veces por semana para jugar y aprender. Las clases, que incluyen a niños de origen romaní, están llenas de energía. Las actividades adaptadas a las necesidades de cada niño crearon un sentido de pertenencia en ellos, independientemente de sus identidades. Los docentes están capacitados en prácticas de educación inclusiva y conocen las mejores formas de apoyar a estos niños pequeños antes de su ingreso a la escuela primaria. Algo más importante aún: los padres tienen un papel central en este instituto preescolar y se sienten apoyados y valorados. El impacto positivo sobre los niños se ha extendido a la comunidad local y mejoró la cohesión social.
PARÍS – En el pequeño pueblo de Orehovica, en el norte de Croacia, los alumnos de preescolar se reúnen dos veces por semana para jugar y aprender. Las clases, que incluyen a niños de origen romaní, están llenas de energía. Las actividades adaptadas a las necesidades de cada niño crearon un sentido de pertenencia en ellos, independientemente de sus identidades. Los docentes están capacitados en prácticas de educación inclusiva y conocen las mejores formas de apoyar a estos niños pequeños antes de su ingreso a la escuela primaria. Algo más importante aún: los padres tienen un papel central en este instituto preescolar y se sienten apoyados y valorados. El impacto positivo sobre los niños se ha extendido a la comunidad local y mejoró la cohesión social.