LONDRES – Cada día, el número de habitantes de nuestro planeta crece en más de 210.000. Este crecimiento añade un total de 1,5 millones de personas, cada una y todas las semanas del año, lo que aumenta las demandas que se imponen sobre nuestros recursos vitales.
Al mismo tiempo, el mundo se torna cada vez más próspero, y la calidad de vida mejora en casi todas partes. Durante las últimas décadas, se estima que en todo el mundo dos mil millones de personas han elevado sus estándares de vida, lo que los ha llevado a formar parte de la clase media. Este es un logro notable.
Sin embargo, este aumento en curso en cuanto a la prosperidad global también genera tensiones que amenazan con socavar la prosperidad. Llamemos a esto la “paradoja de la prosperidad”.
Se estima que para el año 2030 nuestro mundo necesite proporcionar 30% más agua, 40% más de energía y un 50% más de alimentos para mantenerse a ritmo y satisfacer las crecientes demandas. Además, tendremos que proporcionar dicha energía, agua y alimentos en formas que reduzcan significativamente las emisiones de CO₂.
Abordar cualquiera de estas necesidades de recursos de forma individual sería una tarea inmensa. Sin embargo, el desafío de garantizar un suministro suficiente de agua, energía y alimentos se magnifica exponencialmente debido a los vínculos entre dichas necesidades. Los efectos potenciales del cambio climático influirán en las mencionadas tres necesidades. Por lo tanto, si queremos tener éxito, se debe abordar la satisfacción de nuestras necesidades de recursos de manera inteligente y al unísono.
La energía, el agua y los alimentos son nuestros recursos más vitales, ya que mantienen la vida misma y suministran los medios para que funcionen nuestras sociedades modernas. Y, ellos forman una red estrechamente entrelazada: casi todas las formas de producción de energía requieren agua, se necesita también energía para trasladar y proporcionar tratamiento al agua, y la producción de alimentos requiere de ambos, tanto de energía como de agua.
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Sin embargo, a lo largo y ancho del mundo, se ha llevado a cabo pocos esfuerzos por resolver nuestras necesidades de manera integral. El uso ineficiente de los recursos sigue siendo la norma. En los países en desarrollo – donde se localiza la mayor parte del crecimiento de la población mundial – no se tienen sistemas de gestión de aguas que sean consistentes, y se pierde hasta el 40% de la electricidad debido a que la infraestructura de transporte es deficiente. En el mundo desarrollado también prevalece el desperdicio: por ejemplo, más de un tercio de los alimentos producidos en los Estados Unidos no se comen.
Al mismo tiempo, estamos en una época de una mayor volatilidad económica. Esto, a su vez, genera más volatilidad política, que tiende a impedir el logro de avances en gran escala en los problemas mundiales.
Tenemos que aprender a adaptar nuestros sistemas e instituciones de recursos para hacer frente al nuevo ritmo de cambio y a la incertidumbre. Con ese fin, el año pasado Shell se embarcó en un importante esfuerzo para entender las consecuencias futuras de lo que los científicos denominan el “el nexo de la tensión” de la energía, el agua y los alimentos. Estamos buscando formas innovadoras de aprovechar al máximo los recursos finitos del mundo y a través de ello garantizar una mayor seguridad con respecto a nuestros suministros vitales de energía, agua y alimenticios.
Por lo tanto, ¿qué pueden hacer las empresas al respecto? La respuesta es una abundancia de cosas. En lugar de esperar a que los gobiernos actúen, las empresas debemos asumir un rol de liderazgo en el suministro de ideas y soluciones. Tenemos que explorar nuevas formas de asociación y colaboración con los gobiernos, las instituciones académicas, los grupos de interés y las empresas fuera de nuestros propios rubros.
Shell recientemente reunió a un pequeño grupo de presidentes ejecutivos que han comprometido la participación de sus empresas en proyectos conjuntos, mismos que puede llegar a demostrar lo que podemos hacer con el fin de mitigar las tensiones relativas a los recursos. Estamos tratando de encontrar formas prácticas de lograr que las economías y los sistemas de recursos a nivel local tengan un grado más alto de resiliencia.
Lo interesante de esta iniciativa es que se trata de empresas de diferentes sectores económicos, no sólo de la industria energética. También estamos colaborando estrechamente con renombrados académicos e investigadores con el fin de desarrollar una metodología de resiliencia. Queremos identificar lo que sí funciona, y luego replicarlo en otros lugares y, posiblemente crear nuevas oportunidades de negocio en el proceso.
Reconocemos que las acciones son más persuasivas que las palabras, por lo que todavía no hemos hablado mucho acerca de esta iniciativa. La misma aún se encuentra en sus inicios, y queremos esperar hasta que logremos algunos resultados.
Tal vez la acumulación de esfuerzos colaborativos como este se convierta en un movimiento de acción colectiva y llegue a ser un éxito de mayor escala. De hecho, este enfoque de “abajo hacia arriba” puede ser más viable y crear más impulso en el largo plazo, si se tiene en cuenta el evidente fracaso de los ambiciosos enfoques “de arriba hacia abajo” que se realizaron durante los últimos años.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
LONDRES – Cada día, el número de habitantes de nuestro planeta crece en más de 210.000. Este crecimiento añade un total de 1,5 millones de personas, cada una y todas las semanas del año, lo que aumenta las demandas que se imponen sobre nuestros recursos vitales.
Al mismo tiempo, el mundo se torna cada vez más próspero, y la calidad de vida mejora en casi todas partes. Durante las últimas décadas, se estima que en todo el mundo dos mil millones de personas han elevado sus estándares de vida, lo que los ha llevado a formar parte de la clase media. Este es un logro notable.
Sin embargo, este aumento en curso en cuanto a la prosperidad global también genera tensiones que amenazan con socavar la prosperidad. Llamemos a esto la “paradoja de la prosperidad”.
Se estima que para el año 2030 nuestro mundo necesite proporcionar 30% más agua, 40% más de energía y un 50% más de alimentos para mantenerse a ritmo y satisfacer las crecientes demandas. Además, tendremos que proporcionar dicha energía, agua y alimentos en formas que reduzcan significativamente las emisiones de CO₂.
Abordar cualquiera de estas necesidades de recursos de forma individual sería una tarea inmensa. Sin embargo, el desafío de garantizar un suministro suficiente de agua, energía y alimentos se magnifica exponencialmente debido a los vínculos entre dichas necesidades. Los efectos potenciales del cambio climático influirán en las mencionadas tres necesidades. Por lo tanto, si queremos tener éxito, se debe abordar la satisfacción de nuestras necesidades de recursos de manera inteligente y al unísono.
La energía, el agua y los alimentos son nuestros recursos más vitales, ya que mantienen la vida misma y suministran los medios para que funcionen nuestras sociedades modernas. Y, ellos forman una red estrechamente entrelazada: casi todas las formas de producción de energía requieren agua, se necesita también energía para trasladar y proporcionar tratamiento al agua, y la producción de alimentos requiere de ambos, tanto de energía como de agua.
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Sin embargo, a lo largo y ancho del mundo, se ha llevado a cabo pocos esfuerzos por resolver nuestras necesidades de manera integral. El uso ineficiente de los recursos sigue siendo la norma. En los países en desarrollo – donde se localiza la mayor parte del crecimiento de la población mundial – no se tienen sistemas de gestión de aguas que sean consistentes, y se pierde hasta el 40% de la electricidad debido a que la infraestructura de transporte es deficiente. En el mundo desarrollado también prevalece el desperdicio: por ejemplo, más de un tercio de los alimentos producidos en los Estados Unidos no se comen.
Al mismo tiempo, estamos en una época de una mayor volatilidad económica. Esto, a su vez, genera más volatilidad política, que tiende a impedir el logro de avances en gran escala en los problemas mundiales.
Tenemos que aprender a adaptar nuestros sistemas e instituciones de recursos para hacer frente al nuevo ritmo de cambio y a la incertidumbre. Con ese fin, el año pasado Shell se embarcó en un importante esfuerzo para entender las consecuencias futuras de lo que los científicos denominan el “el nexo de la tensión” de la energía, el agua y los alimentos. Estamos buscando formas innovadoras de aprovechar al máximo los recursos finitos del mundo y a través de ello garantizar una mayor seguridad con respecto a nuestros suministros vitales de energía, agua y alimenticios.
Por lo tanto, ¿qué pueden hacer las empresas al respecto? La respuesta es una abundancia de cosas. En lugar de esperar a que los gobiernos actúen, las empresas debemos asumir un rol de liderazgo en el suministro de ideas y soluciones. Tenemos que explorar nuevas formas de asociación y colaboración con los gobiernos, las instituciones académicas, los grupos de interés y las empresas fuera de nuestros propios rubros.
Shell recientemente reunió a un pequeño grupo de presidentes ejecutivos que han comprometido la participación de sus empresas en proyectos conjuntos, mismos que puede llegar a demostrar lo que podemos hacer con el fin de mitigar las tensiones relativas a los recursos. Estamos tratando de encontrar formas prácticas de lograr que las economías y los sistemas de recursos a nivel local tengan un grado más alto de resiliencia.
Lo interesante de esta iniciativa es que se trata de empresas de diferentes sectores económicos, no sólo de la industria energética. También estamos colaborando estrechamente con renombrados académicos e investigadores con el fin de desarrollar una metodología de resiliencia. Queremos identificar lo que sí funciona, y luego replicarlo en otros lugares y, posiblemente crear nuevas oportunidades de negocio en el proceso.
Reconocemos que las acciones son más persuasivas que las palabras, por lo que todavía no hemos hablado mucho acerca de esta iniciativa. La misma aún se encuentra en sus inicios, y queremos esperar hasta que logremos algunos resultados.
Tal vez la acumulación de esfuerzos colaborativos como este se convierta en un movimiento de acción colectiva y llegue a ser un éxito de mayor escala. De hecho, este enfoque de “abajo hacia arriba” puede ser más viable y crear más impulso en el largo plazo, si se tiene en cuenta el evidente fracaso de los ambiciosos enfoques “de arriba hacia abajo” que se realizaron durante los últimos años.
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.