CIUDAD DEL CABO/BERLÍN – El verano boreal de 2021 trajo consigo una serie de desastres naturales de proporciones nunca antes vistas. La lista (que incluye intensas inundaciones en China y Europa occidental, olas de calor y sequías en Norteamérica, sequías extremas en África e incendios forestales en la región subártica y en Europa meridional) es (cada vez más) larga y global.
Esto es el principio del caos climático, y envía un mensaje rotundo: las pautas históricas ya no sirven de base para la predicción de desastres naturales futuros. Cabe destacar que el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC) es más claro en atribuir los fenómenos meteorológicos extremos a la influencia humana sobre el clima, y señala que el 86% de las emisiones de dióxido de carbono durante la última década se originó en el uso de combustibles fósiles.
Un pequeño grupo de empresas privadas y estatales poderosas y extremadamente ricas lleva décadas obteniendo grandes ganancias con la venta de estos combustibles, mientras engañan a la opinión pública e influyen sobre los gobiernos para obstaculizar una respuesta política al cambio climático. Las estrategias de las grandes petroleras para preservar su modelo de negocios tanto como sea posible están bien documentadas. Los anuncios que publican en Facebook para publicitar su postura «amigable con el clima» y la «gasolina verde» se vieron 431 millones de veces sólo en 2020.
Estos engaños corporativos son especialmente problemáticos para los países del Sur Global, que están tratando de mejorar su seguridad económica y corren el riesgo de quedar encadenados a infraestructuras contaminantes que quedarán inutilizadas. Lo cierto es que todas las regiones tienen un alto potencial para las energías renovables, pero para hacerlo realidad se necesita colaboración y apoyo de la comunidad internacional (en particular, que el Norte Global provea financiación).
La falta de un mecanismo internacional que se ocupe en forma directa de los combustibles fósiles ha permitido una considerable expansión de la industria, incluso después de la firma en 2015 del Acuerdo de París sobre el clima. Según el Informe sobre la Brecha de Producción de Naciones Unidas, la producción de combustibles fósiles planeada para 2030 es un 120% mayor a lo que permite un presupuesto de carbono compatible con la meta de calentamiento de 1,5 °C.
Si estos planes se ponen en práctica habrá riesgo de cambio climático descontrolado. Pero parece que sus promotores se están saliendo con la suya, lo cual muestra a las claras que la dirigencia política está haciendo la vista gorda a la causa más evidente de caos climático. Incluso «campeones» climáticos como Canadá, el Reino Unido, Estados Unidos y Noruega están aprobando nuevos proyectos de explotación de combustibles fósiles (al mismo tiempo que acompañan las advertencias del IPCC).
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Tal vez poner el acento en la reducción de emisiones fuera una estrategia razonable a principios de los noventa, pero es evidente que ya no alcanza. Se necesita también un mecanismo complementario, orientado explícitamente a restringir la oferta de combustibles fósiles.
Nuevas iniciativas como la «Beyond Oil and Gas Alliance» pueden servir de foros para fijar nuevos estándares en materia de liderazgo climático y crear un espacio político que permita promover un diálogo entre los países más adelantados en la lucha contra el cambio climático y las naciones vulnerables. Pero mientras se genera el impulso político, hay que encontrar un camino hacia la creación de un instrumento legal internacional. Una herramienta que tiene cada vez más partidarios en todo el mundo y que nos puede ayudar a embarcarnos en una senda creíble hacia un clima habitable es la firma de un tratado de no proliferación de combustibles fósiles.
El tratado usaría como modelo acuerdos internacionales preexistentes para la reducción de los riesgos derivados de las armas nucleares, los campos minados, el agujero de ozono, etcétera, y se basaría en los mismos tres pilares del Tratado de No Proliferación Nuclear.
Estos últimos meses el mundo hizo grandes avances en relación con el primer pilar de un tratado futuro: la no proliferación. La Agencia Internacional de la Energía señaló que para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París es imprescindible detener la explotación de nuevos campos gaspetroleros; los miembros del G7 acordaron no seguir financiando proyectos carboneros; y muchas jurisdicciones se han comprometido a no emitir más licencias de explotación de combustibles fósiles.
El segundo pilar es un cronograma factible para el abandono de los combustibles fósiles. Casi todos los climatólogos están de acuerdo en la necesidad de reducir la producción y el uso de hidrocarburos. Aun sin iniciar proyectos nuevos, en 2030 el mundo producirá un 35% más de petróleo y un 69% más de carbón de lo que es compatible con una trayectoria de calentamiento que no supere los 1,5 °C.
En tercer lugar, el nuevo tratado tiene que facilitar una transición energética justa mediante un proceso de cooperación internacional centrado en la equidad. Las economías ricas productoras de combustibles fósiles deben llevar la delantera y compartir los beneficios y costos de la transición con los países más pobres, con los trabajadores y con las comunidades afectadas. Y esto debe incluir la provisión de recursos financieros que permitan a los gobiernos implementar y sostener las políticas climáticas necesarias.
Cientos de organizaciones, que representan a miles de personas, se han unido al pedido de que se firme un tratado de no proliferación de combustibles fósiles. Hace unos meses, el Dalai Lama y un centenar de Premios Nobel pidieron que se detenga la expansión de la industria gaspetrolera, y más de dos mil académicos y científicos expresaron el apoyo a la iniciativa a través de una carta abierta.
Tendremos que vivir en un mundo en el que los fenómenos meteorológicos extremos serán cada vez más intensos y frecuentes. Pero la primera regla para salir de un pozo es dejar de cavar. Y para eso tenemos que resistir el poder y la influencia del lobby gaspetrolero y de sus aliados políticos.
Hallar soluciones viables para gestionar el declive de la industria de los combustibles fósiles es más crucial que nunca. Un tratado de no proliferación ofrece una visión y un camino hacia formas de cooperación y liderazgo internacional auténticas en la lucha contra el cambio climático.
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In 2024, global geopolitics and national politics have undergone considerable upheaval, and the world economy has both significant weaknesses, including Europe and China, and notable bright spots, especially the US. In the coming year, the range of possible outcomes will broaden further.
offers his predictions for the new year while acknowledging that the range of possible outcomes is widening.
CIUDAD DEL CABO/BERLÍN – El verano boreal de 2021 trajo consigo una serie de desastres naturales de proporciones nunca antes vistas. La lista (que incluye intensas inundaciones en China y Europa occidental, olas de calor y sequías en Norteamérica, sequías extremas en África e incendios forestales en la región subártica y en Europa meridional) es (cada vez más) larga y global.
Esto es el principio del caos climático, y envía un mensaje rotundo: las pautas históricas ya no sirven de base para la predicción de desastres naturales futuros. Cabe destacar que el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC) es más claro en atribuir los fenómenos meteorológicos extremos a la influencia humana sobre el clima, y señala que el 86% de las emisiones de dióxido de carbono durante la última década se originó en el uso de combustibles fósiles.
Un pequeño grupo de empresas privadas y estatales poderosas y extremadamente ricas lleva décadas obteniendo grandes ganancias con la venta de estos combustibles, mientras engañan a la opinión pública e influyen sobre los gobiernos para obstaculizar una respuesta política al cambio climático. Las estrategias de las grandes petroleras para preservar su modelo de negocios tanto como sea posible están bien documentadas. Los anuncios que publican en Facebook para publicitar su postura «amigable con el clima» y la «gasolina verde» se vieron 431 millones de veces sólo en 2020.
Estos engaños corporativos son especialmente problemáticos para los países del Sur Global, que están tratando de mejorar su seguridad económica y corren el riesgo de quedar encadenados a infraestructuras contaminantes que quedarán inutilizadas. Lo cierto es que todas las regiones tienen un alto potencial para las energías renovables, pero para hacerlo realidad se necesita colaboración y apoyo de la comunidad internacional (en particular, que el Norte Global provea financiación).
La falta de un mecanismo internacional que se ocupe en forma directa de los combustibles fósiles ha permitido una considerable expansión de la industria, incluso después de la firma en 2015 del Acuerdo de París sobre el clima. Según el Informe sobre la Brecha de Producción de Naciones Unidas, la producción de combustibles fósiles planeada para 2030 es un 120% mayor a lo que permite un presupuesto de carbono compatible con la meta de calentamiento de 1,5 °C.
Si estos planes se ponen en práctica habrá riesgo de cambio climático descontrolado. Pero parece que sus promotores se están saliendo con la suya, lo cual muestra a las claras que la dirigencia política está haciendo la vista gorda a la causa más evidente de caos climático. Incluso «campeones» climáticos como Canadá, el Reino Unido, Estados Unidos y Noruega están aprobando nuevos proyectos de explotación de combustibles fósiles (al mismo tiempo que acompañan las advertencias del IPCC).
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Tal vez poner el acento en la reducción de emisiones fuera una estrategia razonable a principios de los noventa, pero es evidente que ya no alcanza. Se necesita también un mecanismo complementario, orientado explícitamente a restringir la oferta de combustibles fósiles.
Nuevas iniciativas como la «Beyond Oil and Gas Alliance» pueden servir de foros para fijar nuevos estándares en materia de liderazgo climático y crear un espacio político que permita promover un diálogo entre los países más adelantados en la lucha contra el cambio climático y las naciones vulnerables. Pero mientras se genera el impulso político, hay que encontrar un camino hacia la creación de un instrumento legal internacional. Una herramienta que tiene cada vez más partidarios en todo el mundo y que nos puede ayudar a embarcarnos en una senda creíble hacia un clima habitable es la firma de un tratado de no proliferación de combustibles fósiles.
El tratado usaría como modelo acuerdos internacionales preexistentes para la reducción de los riesgos derivados de las armas nucleares, los campos minados, el agujero de ozono, etcétera, y se basaría en los mismos tres pilares del Tratado de No Proliferación Nuclear.
Estos últimos meses el mundo hizo grandes avances en relación con el primer pilar de un tratado futuro: la no proliferación. La Agencia Internacional de la Energía señaló que para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París es imprescindible detener la explotación de nuevos campos gaspetroleros; los miembros del G7 acordaron no seguir financiando proyectos carboneros; y muchas jurisdicciones se han comprometido a no emitir más licencias de explotación de combustibles fósiles.
El segundo pilar es un cronograma factible para el abandono de los combustibles fósiles. Casi todos los climatólogos están de acuerdo en la necesidad de reducir la producción y el uso de hidrocarburos. Aun sin iniciar proyectos nuevos, en 2030 el mundo producirá un 35% más de petróleo y un 69% más de carbón de lo que es compatible con una trayectoria de calentamiento que no supere los 1,5 °C.
En tercer lugar, el nuevo tratado tiene que facilitar una transición energética justa mediante un proceso de cooperación internacional centrado en la equidad. Las economías ricas productoras de combustibles fósiles deben llevar la delantera y compartir los beneficios y costos de la transición con los países más pobres, con los trabajadores y con las comunidades afectadas. Y esto debe incluir la provisión de recursos financieros que permitan a los gobiernos implementar y sostener las políticas climáticas necesarias.
Cientos de organizaciones, que representan a miles de personas, se han unido al pedido de que se firme un tratado de no proliferación de combustibles fósiles. Hace unos meses, el Dalai Lama y un centenar de Premios Nobel pidieron que se detenga la expansión de la industria gaspetrolera, y más de dos mil académicos y científicos expresaron el apoyo a la iniciativa a través de una carta abierta.
Tendremos que vivir en un mundo en el que los fenómenos meteorológicos extremos serán cada vez más intensos y frecuentes. Pero la primera regla para salir de un pozo es dejar de cavar. Y para eso tenemos que resistir el poder y la influencia del lobby gaspetrolero y de sus aliados políticos.
Hallar soluciones viables para gestionar el declive de la industria de los combustibles fósiles es más crucial que nunca. Un tratado de no proliferación ofrece una visión y un camino hacia formas de cooperación y liderazgo internacional auténticas en la lucha contra el cambio climático.