NUEVA DELHI – Los científicos cuyas investigaciones han revelado la magnitud del cambio climático mundial están recibiendo ahora un trato sensacionalista en los periódicos de esa tendencia. Primero fue el escándalo de los mensajes electrónicos filtrados (en realidad, obtenidos ilegalmente) en el centro de investigaciones climatológicas de la Universidad de East Anglia de Gran Bretaña. Ahora llega la supuesta noticia de que los glaciares del Himalaya no están retrocediendo, en realidad, y, por tanto, no desaparecerán en 2035.
La primera historia estaba programada para aparecer justo antes de la cumbre sobre el cambio climático de la COP15 celebrada en Copenhague. La segunda va encaminada a enterrar cualesquiera esperanzas aún existentes de que se firme un tratado que suceda al Protocolo de Kyoto. Al llegar uno tras otro, esos hinchados escándalos han asestado, al menos de momento,
un golpe contundente al crédito que merecen las pruebas en las que se basa la lucha contra el cambio climático.
Pero, ¿hasta qué punto están justificados esos ataques, en particular los lanzados contra el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el órgano de las Naciones Unidas que ha establecido el criterio de referencia para analizar el cambio climático planetario? Una
señal reveladora es el desprecio de los escépticos a los datos reales que figuran en el estudio del Gobierno de la India utilizado para socavar el informe del IPCC y las impecables credenciales del científico Syed Iqbal Hasnain, a quien se deben los alarmantes datos sobre el Himalaya. Además, hay que citar la indigna alegría con la que se han lanzado a destruir un icono del movimiento contra el calentamiento planetario, el premio Nobel R.K. Pachauri, al atribuir motivos financieros a sus investigaciones.
Hasnain, que está actualmente haciendo un estudio de la acumulación de carbono negro en la nieve de las altitudes altas del Himalaya, no es un científico ególatra que busque publicidad. Fue profesor de Glaciología en la Escuela de Ciencias Medioambientales de la Universidad Jawaharlal Nehru y miembro del Instituto Indio de Tecnología y de la Universidad Técnica de Delft (Países Bajos). Entre 1995 y 1999, presidió un grupo de trabajo sobre Glaciología del Himalaya en la Comisión Internacional de la Nieve y del Hielo. También es autor de
Himalayan Glaciers: Hydrology and Hydrochemistry
(“Glaciares del Himalaya. Hidrología e hidroquímica”) y multitud de artículos científicos.
Hasnain hizo su observación en
New Scientist
en 1999, sólo cinco años después de que la retirada hubiera alcanzado su culmen y sólo entre dos y tres años después de que su aminoración comenzara... demasiado pronto para afirmar que la tendencia hubiera cambiado. Puede que la utilización por parte del IPCC de su observación fuera precipitada, pero no era engañosa, porque en el período 2003-2004, un año antes de que diera forma final a su cuarto informe, el cambio de tendencia habría sido apenas perceptible.
Lo que se dice, en realidad, en el informe para el Ministerio de Bosques y Medio Ambiente de la India es que la retirada media de los glaciares –cinco metros al año, aproximadamente, desde 1840, fecha en que se empezó a mantener los registros– se aceleró en gran medida entre los decenios de 1950 y 1990, pero esa retirada se aminoró después de mediados del decenio de 1990 hasta que, en el caso de los glaciares mayores y mejor conocidos, como, por ejemplo, Gangotri y Siachen, se había “detenido prácticamente durante el período 2007-2009”.
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Pero la retirada del “morro”de un glacial es sólo una de las tres medidas del posible cambio de los glaciares. Las otras dos son el “equilibrio de su masa” y el ritmo de emisión de las aguas de deshielo. Los glaciares del Himalaya no han dejado de perder masa, aunque ahora lo están haciendo a un ritmo algo menor que antes. Las pruebas recogidas en 466 glaciares por el Centro Indio de Aplicaciones Espaciales de 1962 a 2004 revelan una pérdida del 21 por ciento de la superficie de los glaciares y un 30,8 por ciento de su volumen.
El mismo estudio revela también que los glaciares más pequeños se están reduciendo mucho más rápidamente que los más grandes. Mientras los glaciares que cubren más de cinco kilómetros cuadrados han perdido el 12 por ciento de su masa, los que tienen menos de un kilómetro cuadrado han perdido el 38 por ciento. Si aplicamos la proporción total de pérdida de masa a la superficie cubierta, eso significa que los glaciares más pequeños (y más numerosos) del Himalaya perdieron el 57 por ciento de su masa entre 1960 y 2004.
¿Cuál puede haber sido la causa de que los morros de los glaciares dejaran de retirarse? Un factor podría ser los depósitos de polvo y carbón negro (llamados colectivamente aerosoles) sobre la nieve, cosa que, hasta una acumulación de 400 gramos por metro cuadrado, aumenta en gran medida el ritmo a que se derrite. Entre 400 y 600 gramos, deja de tener más efecto, pero, cuando excede los 600 gramos, actúa como un escudo frente al sol y aminora el ritmo a que se derrite.
Unas capas más espesas de aerosoles en los extremos más bajos de los glaciares podrían explicar la tendencia en varios glaciares, observada en el informe indio, a estrecharse en el medio y formar dos partes distintas. Así, pues, la aminoración de la retirada de los morros de los glaciares podría ser una consecuencia del rápido aumento de la población humana en las montañas y de la desertización causada por el apacentamiento excesivo, factores puramente locales que incrementan los niveles de aerosoles.
Sólo mediante más investigaciones centradas en las diferencias entre los glaciares de zonas muy pobladas y los de zonas deshabitadas, como Siachen, se zanjará esa cuestión definitivamente, pero depender del aumento de la población y de la desertización para prolongar sus vidas sería como robar a Peter para pagar a Paul.
Lo que se debe estudiar no es la validez de la tendencia secular, sino la naturaleza de las influencias locales que la contrarrestan. Al apresurarse a disculparse por una declaración que claramente no entendían, el Secretario de Energía y Cambio Climático de Gran Bretaña, Ed Miliband, y otros han puesto en tela de juicio no sólo la probidad de científicos como Hasnain, sino también el crédito de la propia ciencia.
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NUEVA DELHI – Los científicos cuyas investigaciones han revelado la magnitud del cambio climático mundial están recibiendo ahora un trato sensacionalista en los periódicos de esa tendencia. Primero fue el escándalo de los mensajes electrónicos filtrados (en realidad, obtenidos ilegalmente) en el centro de investigaciones climatológicas de la Universidad de East Anglia de Gran Bretaña. Ahora llega la supuesta noticia de que los glaciares del Himalaya no están retrocediendo, en realidad, y, por tanto, no desaparecerán en 2035.
La primera historia estaba programada para aparecer justo antes de la cumbre sobre el cambio climático de la COP15 celebrada en Copenhague. La segunda va encaminada a enterrar cualesquiera esperanzas aún existentes de que se firme un tratado que suceda al Protocolo de Kyoto. Al llegar uno tras otro, esos hinchados escándalos han asestado, al menos de momento, un golpe contundente al crédito que merecen las pruebas en las que se basa la lucha contra el cambio climático.
Pero, ¿hasta qué punto están justificados esos ataques, en particular los lanzados contra el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el órgano de las Naciones Unidas que ha establecido el criterio de referencia para analizar el cambio climático planetario? Una señal reveladora es el desprecio de los escépticos a los datos reales que figuran en el estudio del Gobierno de la India utilizado para socavar el informe del IPCC y las impecables credenciales del científico Syed Iqbal Hasnain, a quien se deben los alarmantes datos sobre el Himalaya. Además, hay que citar la indigna alegría con la que se han lanzado a destruir un icono del movimiento contra el calentamiento planetario, el premio Nobel R.K. Pachauri, al atribuir motivos financieros a sus investigaciones.
Hasnain, que está actualmente haciendo un estudio de la acumulación de carbono negro en la nieve de las altitudes altas del Himalaya, no es un científico ególatra que busque publicidad. Fue profesor de Glaciología en la Escuela de Ciencias Medioambientales de la Universidad Jawaharlal Nehru y miembro del Instituto Indio de Tecnología y de la Universidad Técnica de Delft (Países Bajos). Entre 1995 y 1999, presidió un grupo de trabajo sobre Glaciología del Himalaya en la Comisión Internacional de la Nieve y del Hielo. También es autor de Himalayan Glaciers: Hydrology and Hydrochemistry (“Glaciares del Himalaya. Hidrología e hidroquímica”) y multitud de artículos científicos.
Hasnain hizo su observación en New Scientist en 1999, sólo cinco años después de que la retirada hubiera alcanzado su culmen y sólo entre dos y tres años después de que su aminoración comenzara... demasiado pronto para afirmar que la tendencia hubiera cambiado. Puede que la utilización por parte del IPCC de su observación fuera precipitada, pero no era engañosa, porque en el período 2003-2004, un año antes de que diera forma final a su cuarto informe, el cambio de tendencia habría sido apenas perceptible.
Lo que se dice, en realidad, en el informe para el Ministerio de Bosques y Medio Ambiente de la India es que la retirada media de los glaciares –cinco metros al año, aproximadamente, desde 1840, fecha en que se empezó a mantener los registros– se aceleró en gran medida entre los decenios de 1950 y 1990, pero esa retirada se aminoró después de mediados del decenio de 1990 hasta que, en el caso de los glaciares mayores y mejor conocidos, como, por ejemplo, Gangotri y Siachen, se había “detenido prácticamente durante el período 2007-2009”.
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Pero la retirada del “morro”de un glacial es sólo una de las tres medidas del posible cambio de los glaciares. Las otras dos son el “equilibrio de su masa” y el ritmo de emisión de las aguas de deshielo. Los glaciares del Himalaya no han dejado de perder masa, aunque ahora lo están haciendo a un ritmo algo menor que antes. Las pruebas recogidas en 466 glaciares por el Centro Indio de Aplicaciones Espaciales de 1962 a 2004 revelan una pérdida del 21 por ciento de la superficie de los glaciares y un 30,8 por ciento de su volumen.
El mismo estudio revela también que los glaciares más pequeños se están reduciendo mucho más rápidamente que los más grandes. Mientras los glaciares que cubren más de cinco kilómetros cuadrados han perdido el 12 por ciento de su masa, los que tienen menos de un kilómetro cuadrado han perdido el 38 por ciento. Si aplicamos la proporción total de pérdida de masa a la superficie cubierta, eso significa que los glaciares más pequeños (y más numerosos) del Himalaya perdieron el 57 por ciento de su masa entre 1960 y 2004.
¿Cuál puede haber sido la causa de que los morros de los glaciares dejaran de retirarse? Un factor podría ser los depósitos de polvo y carbón negro (llamados colectivamente aerosoles) sobre la nieve, cosa que, hasta una acumulación de 400 gramos por metro cuadrado, aumenta en gran medida el ritmo a que se derrite. Entre 400 y 600 gramos, deja de tener más efecto, pero, cuando excede los 600 gramos, actúa como un escudo frente al sol y aminora el ritmo a que se derrite.
Unas capas más espesas de aerosoles en los extremos más bajos de los glaciares podrían explicar la tendencia en varios glaciares, observada en el informe indio, a estrecharse en el medio y formar dos partes distintas. Así, pues, la aminoración de la retirada de los morros de los glaciares podría ser una consecuencia del rápido aumento de la población humana en las montañas y de la desertización causada por el apacentamiento excesivo, factores puramente locales que incrementan los niveles de aerosoles.
Sólo mediante más investigaciones centradas en las diferencias entre los glaciares de zonas muy pobladas y los de zonas deshabitadas, como Siachen, se zanjará esa cuestión definitivamente, pero depender del aumento de la población y de la desertización para prolongar sus vidas sería como robar a Peter para pagar a Paul.
Lo que se debe estudiar no es la validez de la tendencia secular, sino la naturaleza de las influencias locales que la contrarrestan. Al apresurarse a disculparse por una declaración que claramente no entendían, el Secretario de Energía y Cambio Climático de Gran Bretaña, Ed Miliband, y otros han puesto en tela de juicio no sólo la probidad de científicos como Hasnain, sino también el crédito de la propia ciencia.